23 oct 2015

Divorciados en segundas nupcias; «Criterios para discernir, no soluciones generales»

Vatican Insider, 10/23/2015
Divorciados en segundas nupcias; «Criterios para discernir, no soluciones generales»
  Andrea Tornielli entrevista al cardenal Schönborn, moderador del círculo alemán del Sínod.
¿Qué decidirá el Sínodo de los obispos sobre la familia, cuáles cuestiones están pendientes, cuáles preguntas y cuáles indicaciones confiará a Papa Francisco? 
Lo sabremos el sábado 24 de octubre por la noche. La noticia más relevante de los últimos días es la unanimidad del círculo Germanicus, el único de los trece «circuli minores» en el que se hablaba alemán. Muchos habrían deseado que hubiera una cámara para encuadrar a teólogos como Walter Kasper, Christoph Shönborn y Gerhard Ludwig Müller discutiendo entre ellos y citando este o aquel texto de santo Tomás de Aquino y su interpretación. En el documento del círculo alemán relativo se lee: «El axioma ‘Cada matrimonio entre cristianos es, de por sí, un sacramento’ debe ser revisado. En sociedades cristianas ya no homogéneas o en países con huellas culturales y religiosas diferentes, no se puede presuponer una comprensión cristiana del matrimonio ni siquiera entre católicos». Y en cuanto a la posibilidad de volver a admitir a los divorciados que se han vuelto a casar, los padres sinodales de lengua alemana estuvieron todos de acuerdo en que no existen soluciones generales o generalizadas, sino que hay que profundizar la vía del discernimiento indicada por san Juan Pablo II, evaluando, con base en algunos criterios objetivos, las situaciones de la unión sacramental y de la nueva unión, pero también dando espacio al «fuero interior», que se relaciona con la vida más íntima de la que se habla con el confesor o con el director espiritual. Vatican Insider entrevistó al cardenal Shönborn, moderador del círculo Germanicus.

Muchos se han sorprendido por esta unidad entre los cardenales, en particular entre los teólogos alemanes, de Kasper a Müller. ¿Qué sucedió?
 Todos los artículos y las modificaciones al texto final que propusimos fueron votadas por unanimidad. Un elemento importante es el tiempo para discutir que tuvimos a disposición. Se trató de una gran ganancia debido a la nueva metodología de los trabajos sinodales: 40 horas de discusiones en los 13 círculos menores permite profundizar en serio. Tuvimos tiempo para ir a lo profundo de ciertos puntos. Por ejemplo, el texto sobre la fe y el pacto matrimonial es, en mi opinión, una bella síntesis teológica, que fue posible porque había buenos teólogos entre los cardenales. También el texto sobre el acompañamiento para los divorciados que se han vuelto a casar fue verdaderamente el fruto de una reflexión común. Tomamos como punto de partida el texto de la encíclica «Familiaris consortio» citado también en el Catecismo de la Iglesia católica, que fue la base de todas las discusiones sobre el tema en los últimos treinta años. En ese texto, Juan Pablo II dijo explícitamente que los pastores tienen la obligación, por amor a la verdad, de discernir y distinguir las situaciones.
¿Su propuesta se presentó, pues, como una profundización de la «Familiaris consortio»?
Se quiso y propuso explícitamente como una profundización y una continuación de «Familiaris consortio» porque Juan Pablo II dijo que existe la obligación de discernir, de distinguir, pero no dijo todo lo que sigue después del discernimiento. Tratamos de indicar algunos criterios para este discernimiento por parte de los pastores. Criterios muy concretos. Por ejemplo, evaluar cómo se han comportado los divorciados que se han vuelto a casar con los hijos que tuvieron en la primera unión, cómo quedaron con el cónyuge abandonado, cuál es el efecto de su camino en el conjunto de las familias y cuál testimonio, o tal vez cuál escándalo, dan a la comunidad cristiana. Después hablamos sobre el criterio acaso más profundo, el del discernimiento de la conciencia de cada quien. Todo esto teniendo en cuenta la situación objetiva y con la atención al discernimiento de la situación concreta. De esta manera, se puede proceder en un camino de conversión, de penitencia (porque se requiere a menudo un aspecto de penitencia), para llegar finalmente a esta palabra de San Pablo dirigida a todos, no solo a los divorciados que se han vuelto a casar: cada quien se examina antes de acceder a la mesa del Señor.
En «Familiaris consortio» la única vía indicada para el acceso a los sacramentos era la de vivir como «hermano o hermana», es decir abstenerse de tener relaciones sexuales en el caso de una segunda unión. ¿Este aspecto debe ser considerado superado en su propuesta?
En nuestro texto no se alude ni se dice. No consideramos que sea la única vía. «Familiaris consortio» habla de la exigencia de un discernimiento. Tal vez la alusión nueva de nuestro documento es la del «fuero interior», que, además, pertenece a la tradición clásica. En el segundo de los tres documentos que el círculo de lengua alemana redactó discutiendo las tres partes del «Instrumentum laboris» del Sínodo citamos los textos de santo Tomás, que son el núcleo del pasaje de la «ratio» especulativa doctrinal a la «ratio» práctica mediante el ejercicio de la virtud de la prudencia: entre más se va a los particulares, más se necesita el discernimiento prudencial.
¿Esto significa que, incluso frente a una situación «desordenada» de una segunda unión que no puede ser sacramental, esta no sería en sí una condición de pecado?
Es interesante notar que la enseñanza de la Iglesia ya renunció a hablar genéricamente de pecado grave en estos casos. En el principio está el pecado grave del adulterio y a menudo este es el caso, si hay un vínculo matrimonial sacramental válido. Pero, ¿si con el paso del tiempo se crea una situación que implica también exigencias objetivas, por ejemplo hacia los hijos nacidos en la nueva unión? ¿Son simplemente hijos ilegítimos, a pesar de que tienen mamá y papá? Claro, queda pendiente el conflicto entre la obligación sacramental (si el matrimonio era válido) y la nueva unión. Pero no se puede afirmar simplemente que toda la situación es de pecado grave, porque honrar la nueva realidad y las nuevas situaciones objetivas es también una exigencia de justicia. Por ello es necesario este discernimiento que sepa ver las diferentes realidades de las personas.
Ya la «Familiaris consortio» citaba el caso del cónyuge abandonado…
El caso clásico de la mujer con hijos pequeños abandonada por el marido. Ella debe sobrevivir si encuentra un hombre dispuesto a acogerla y a estos niños: no se puede hablar simplemente de adulterio por la segunda unión. También hay otra realidad de generosidad y de virtud en esta nueva realidad que tampoco es sacramental. Y aquí es importante encomendarse a las palabras de santo Tomás, porque hemos vivido en el Sínodo un pequeño conflicto entre un agustinismo radical y el tomismo clásico. Agustín, en la «Civitas Dei» presenta la idea de que cada acto de los paganos es vicioso, que no hay virtud en ellos. Pero santo Tomás rechazó con fuerza esta posición y también los Padres de la Iglesia como Clemente de Alejandría y san Máximo el Confesor hablaron sobre las virtudes de los paganos. La Biblia misma lo hace con Job, un pagano… Santo Tomás explica: aunque el paganismo sea idolatría, a pesar de ello, los paganos pueden cumplir actos verdaderamente virtuosos.
Es decir, la vía del discernimiento por parte del confesor y de los obispos toma en cuenta las diferencias de las historias personales. ¿Es así?
Jesús se conmovía frente a los sufrimientos humanos, lo leemos en los Evangelios. Y hoy Jesús abraza y en este abrazo de misericordia la persona se siente amada y reconoce su pecado. Con sus catequesis del año pasado, Papa Francisco nos dio una gran lección (son tan bellas que hacen llorar), porque se aprende toda la cercanía con la vida, pero con la mirada del pastor que no observa fríamente la realidad como un científico o ideólogo; es verdaderamente la escuela del pastor.
¿Este enfoque, según su opinión, es mayoritario en el Sínodo?
Veremos el documento final y cómo será recibido por la asamblea. Pero me sorprendió lo que dijo el cardenal Fox Napier, que en una entrevista contó cómo advierte que este Sínodo es un verdadero caminar juntos. Hemos tenido el tiempo para reflexionar, para conocernos, para intercambiar nuestros puntos de vista. El Sínodo ha sido una experiencia mucho más de vida, más atenta recíprocamente. La confrontación fue menos acerba, surgió más bien la escucha, el esfuerzo de escuchar también el corazón del otro.


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