16 feb 2016

En Chiapas, el Papa reivindicó la cultura de los pueblos indígenas

En Chiapas, el Papa reivindicó la cultura de los pueblos indígenas
  1. Desde San Cristóbal de las Casas, Francisco llamó a pedir perdón por siglos de maltrato; rezó frente a la tumba del obispo Samuel Ruiz, emblema indigenista; también pidió cuidar el medio ambiente

Elisabetta Piqué, periodista de LA NACION, MARTES 16 DE FEBRERO DE 2016
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, México.- Fue el día de la reivindicación de los derechos de los 11 millones de indígenas de México, a quienes les pidió perdón por un abandono y maltrato que comparó con el que se le da hoy a "nuestra oprimida y devastada Tierra".

Fue un nuevo grito directo y fuerte, esta vez en favor de los pueblos originarios y su "causa común", de Francisco, que confirmó así que planificó al milímetro su viaje a las heridas más dolorosas de México, que en definitiva son las mismas de todo el continente americano.
Y desde otro lugar emblemático: San Cristóbal de las Casas, tierra maya marcada por abusos y discriminación de los indígenas y por dos figuras que intentaron sacarlos del peor olvido: el subcomandante Marcos, líder de los zapatistas, y el obispo Samuel Ruiz, un pastor con olor a oveja, cercano a la Teología de la Liberación, defensor los derechos de los indígenas.
"Muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad", clamó Francisco en una misa sobrecogedora con las comunidades indígenas, con emotivas músicas autóctonas y lecturas en ch'ol, tzotzil, tzeltal, entre otras lenguas originarias.

"Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡perdón, hermanos!", pidió Francisco. "El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita", agregó el Papa.
Entonces, reinaba un silencio absoluto entre los más de 100.000 indígenas presentes en el campo deportivo municipal de la ciudad, que se había vestido de fiesta, con banderas del Vaticano y del estado de Chiapas, para una visita histórica.
Se veían mujeres con sus tradicionales polleras con tejidos de colores fuertes, de la cultura maya, algunas con largas trenzas negras y bebes arropados en mantas sobre sus espaldas. Y hombres con sandalias, pantalón corto y ponchos también hechos con tejidos representativos. México cuenta con 68 comunidades indígenas. En el extremo sur del país, Chiapas, el estado más pobre del país, hay un millón y medio, el 27% de la población del estado.
 Llegada
El Papa llegó a esta zona fascinante y meca turística más que apreciada por la mañana en helicóptero desde Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, después de una hora de vuelo desde Ciudad de México.
Comparada con la euforia que desató allí "Papancho" cuando recorrió las calles en papamóvil, la recepción aquí fue más tímida, sobria y contenida, al menos al principio.
Arengados por un animador que gritaba por un parlante, los indígenas lo recibieron coreando: "¡Viva el papa de los pobres! ¡Viva el papa de la Iglesia de los pobres! ¡Viva el papa que quiere obispos junto a los pobres!".
El escenario, marcado por un altar que representaba la antigua catedral de San Cristóbal y decoraciones simbólicas mayas y un sol impiadoso, era espectacular. Esta ciudad, en efecto, se encuentra en una cuenca verde a 2263 metros de altura, rodeada de montañas.
Fundada en 1528, fue una de las primeras ciudades del norte de la América colonial española. Fue llamada primero Villarreal, luego Ciudad Real y sucesivamente San Cristóbal, con el agregado ulterior de "de las Casas", en homenaje a Bartolomé de las Casas (1484-1566), el primer obispo de la Ciudad Real y paladín de los derechos de los indígenas.
Lo cierto es que aquí se recuerda más aún a otro obispo carismático, Samuel Ruiz, que trabajó en esta zona remota 40 años: desde 1959 hasta 2000. Ruiz, que aprendió la lengua local y se convirtió en formador de miles de catequistas indígenas y centenares de diáconos, es recordado como "el Jtatik", "el Padre" en idioma tzotzil. Apodo que también se ganó el Papa, aclamado como "el Jtatik Francisco" cuando, al final de la misa, entregó un decreto de autorización de uso de lenguas indígenas en la liturgia, otro gesto de reivindicación de las culturas locales.
Luego de almorzar con ocho representantes de etnias indígenas en la curia local, como se preveía, Francisco visitó la antigua y bellísima catedral de la ciudad, construida en el siglo XVI. Allí, se detuvo a rezar en silencio frente de la tumba del obispo Ruiz, que murió en 2011 y representa esa Iglesia cercana a los últimos que busca Francisco, muy distinta a la de las altas jerarquías mexicanas.
"El Papa avaló así 40 años de trabajo en favor de los últimos. Su visita es un aliento y una esperanza para una diócesis que optó por los pobres", dijo el padre jesuita Pepe Avilés, que también vive aquí, evidentemente feliz.
Condena
En el sermón, el Papa habló de la ley de Dios que ayudaría al pueblo de Israel a vivir en libertad. Evocó "la esclavitud y el despotismo del faraón, que había experimentado el sufrimiento y el maltrato hasta que Dios dice basta, hasta que Dios dice: ¡no más!".
Condenó la "opresión, el maltrato y la degradación" y, al margen de pedir perdón por siglos de abusos, denunció que "de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar" el anhelo de libertad. "Han intentado anestesiarnos el alma con la insinuación de que nada puede cambiar", dijo.
Consciente de estar en una zona riquísima en recursos naturales, saqueados desde hace siglos, también se refirió al medio ambiente y citó su encíclica Laudato si', sobre el cuidado de la causa común. "La violencia que hay en el corazón humano también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada Tierra", clamó.
Las conmovedoras palabras de un indígena que habló en representación de las comunidades presentes resumieron un día que quedará en la historia en este rincón de la frontera sur de México, que por un momento estuvo bajo los reflectores del mundo.
"Aunque muchas personas nos desprecian, tú has venido a visitarnos y nos has tomado en cuenta, como la Virgen de Guadalupe a San Juan Dieguito. Aunque vives lejos, en Roma, te sentimos muy cerca de nosotros. Muchas gracias, Jtatik, sigue contagiándonos la alegría del Evangelio y sigue ayudándonos a cuidar nuestra Madre Tierra", dijo.
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Un tiempo para los preferidos de Francisco
Volvió a ocuparse de los "heridos" durante un encuentro con familias
TUXTLA GUTIÉRREZ, México (De una enviada especial).- Si en San Cristóbal hubo un clima más contenido, cuando desde allí regresó en helicóptero hasta esta ciudad, capital de Chiapas, volvió a desatarse la euforia. Cuando Francisco llegó en el papamóvil al estadio municipal para un encuentro con familias, las más de 40.000 personas presentes, que lo esperaban con cantos, olas humanas y bailes, estallaron en júbilo. "¡Se ve, se siente, el Papa está presente!", gritaba la multitud de esta ciudad, ya visitada por Juan Pablo II en 1990. El termómetro marcaba 32 grados y el calor era infernal.
En un clima de fiesta, el Papa escuchó varios testimonios. El de Beatriz, una madre soltera; el de Manuel, un adolescente discapacitado, y el de una familia de la diócesis de Tpachula, que denunció "la falta de trabajo, los salarios bajos y los precios tan altos de los productos básicos", provocando una catarata de aplausos.
Significativamente, también habló una pareja de divorciados vueltos a casar, Humberto y Claudia Gómez. "Yo, Humberto, antes era soltero y yo, Claudia, era divorciada con tres hijos, tenemos 16 años de casados por el civil. El Señor nos permitió la bendición de tener un hijo de ambos, que actualmente tiene 11 años y es monaguillo", contaron.
En Chiapas, el Papa reivindicó la cultura de los pueblos indígenas
"Nuestra relación ha sido de amor y comprensión, somos afines en cosas importantes, pero hace tres años que el Señor nos habló y entramos al grupo de divorciados vueltos a casar que cambió nuestra vida", agregaron.
También tocaron un asunto delicado: la cuestión de los divorciados vueltos a casar, que no pueden comulgar a menos que vivan como hermanos, según la doctrina católica, un tema que dividió como nunca a conservadores y reformistas en el sínodo de obispos sobre la familia.
Sin quejas e integrados
Pero Humberto y Claudia no se quejaron, sino que con su testimonio hicieron saber que se sentían igualmente incluidos en la Iglesia, gracias al apoyo pastoral especial recibido.
"Los divorciados vueltos a casar no podemos acceder a la eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad", aseguraron.
A su turno, Francisco, que se mostró en gran forma pese a una jornada agotadora, dejó en claro su enfoque: "Ustedes están integrados en la Iglesia, comulgan con el hermano necesitado".
Y sorprendió con una frase nunca antes dicha: "Vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enfermas por el encierro y la comodidad del miedo a amar", dijo.
"Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión", agregó, desatando una enésima ovación.


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