Europa
es Panamá/Josep Martí Blanch, periodista.
El Periódico, 29 de abril de 2016
La
filtración de los ‘papeles de Panamá’ ha puesto el culo de la naturaleza humana
de nuevo ante el espejo. Políticos, empresarios, balones de oro, directores de
cine, premios Nobel, nadie escapa a la ley universal que certifica que a toda
cabeza le acompaña un trasero, espalda mediante, y que una cosa es predicar y
la otra dar trigo. Panamá nos dice lo que ya sabíamos, que hacienda somos todos
menos uno mismo, siempre que pueda y sepa cómo dejar de serlo. La solidaridad
más ambiciosa es la que se práctica con el dinero de los demás. Es más temido
el inspector de hacienda que el dentista. Eso lo dice todo. La coartada moral
de todos los panameños será más o menos la misma. Dirán que ya pagan muchos
impuestos, que cumplen sobradamente con sus obligaciones, que lo único que han
hecho es aprovechar las grietas de la legislación tributaria para «optimizar»
sus aportaciones.
El
padre teórico y práctico de la desobediencia civil, Henry David Thoreau,
ingresó en prisión en 1848 tras negarse a pagar los impuestos a los que venía
obligado como ciudadano americano por su disconfirmadad con un estado que
mantenía la esclavitud y entablaba guerras que él consideraba injustas, como a
su parecer era la que se libraba entonces contra México. Este es precisamente
el espíritu combativo que se echa de menos en las caras, nombres y discursos de
los ilustres titulares de offshores en Panamá o cualquier otro paraíso fiscal.
Deberían tener arrestos para defender su actuación, para sacar pecho. En cambio
silban con la cabeza gacha para disimular y a ver si escampa.
«Señores,
ya pagamos bastante y no queremos pasar por tontos, y menos aún si la ley lo
permite», debiera escucharse a coro y a voz en grito entre los panameños. Pero
claro, para expresarse así uno no puede gobernar un país o ser ministro
diciendo todo lo contrario a sus conciudadanos, o querer pasar a la historia
como el realizador cinematográfico más comprometido socialmente o el futbolista
que salvó medio mundo gracias a los fondos repartidos por su fundación.
Más
que por driblar al fisco, legalmente vamos a suponer, los nombres de Panamá
merecen escarnio público por su cobardía, por su doble discurso, por su
hipocresía. Sean o no defraudadores sabemos ya que son cobardes y eso nos basta
para señalarlos y avergonzarlos si los encontramos por la calle o nuestra
opinión es requerida en una tertulia radiofónica, en la barra del bar o en
nuestra frutería preferida. ¡cobardes! Nada que ver con los verdaderos
herederos de Thoreau: Apple, Amazon, Facebook, Microsoft y tantas otras grandes
corporaciones multinaciones, preferiblemente tecnológicas pero no solo, como
queramos añadir a la lista. Ellas sí actúan a cara descubierta, sin disimulo,
sin avergonzarse, dando por sentado que pagar impuestos es un exceso, un
atropello, una coacción de la que uno tiene la obligación de zafarse a poco que
sepa como hacerlo. Thoreau no estaba de acuerdo con la esclavitud ni con la
guerra y no quería financiarla, ellas están a favor de sus accionistas y de
optimizar su cuenta de resultados. Lo importante es tener principios y
defenderlos con convicción.
Ellas
saben que Europa también es Panamá. Un Panamá más cercano, sin un molesto
océano de por medio, en el que no hace falta disimular, ni crear complejas
redes de sociedades con administradores fantasma. Basta una sociedad matriz,
muchas filiales comerciales, unos precios de transferencia acertados y la
complicidad de los gobiernos locales -Luxemburgo, Holanda, Irlanda, entre
otros- para negociar impuestos de sociedades y bonificaciones fiscales a la
carta que se resumen, según informe del Parlamento Europeo, en un agujero en la
recaudación fiscal de la UE de un billón de euros anuales, unos 2.000 euros por
ciudadano, 8.000 para una familia de cuatro miembros, contabilizando fraude,
evasión fiscal y planificación fiscal agresiva.
Los
ciudadanos premiamos la coherencia. Por ello nos entusiasmamos haciendo cola a
medianoche para ser los primeros en adquirir el nuevo modelo de teléfono cuando
Apple toca el silbato, caemos rendidos ante cualquier alarde de exhibicionismo
filantrópico de Facebook y agradecemos con entusiasmo la gratuidad del ‘wi-fi’
de Starbucks. No nos importa que estas grandes corporaciones se vayan
fiscalmente de rositas. Adoramos sus logos, a sus ejecutivos con zapatillas y
sin corbata, su lenguaje mesiánico y sus portales de responsabilidad social
corporativa. Panamá es la puerta de servicio de los que quieren evitar la
voracidad del fisco. La entrada principal está en Europa y los que acceden por
ella son aclamados por gobiernos y ciudadanos. Pero que nadie se preocupe.
Mientras insultamos a unos y celebramos a otros, los impuestos, los que haga
falta, ya los pagaremos usted y yo. A gusto, por supuesto.
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