La
Reforma de Justicia Penal. Un Compromiso de Estado Hecho Realidad
Noche
del viernes 17 de junio de 2016-
Palabras
del Presidente de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, Ministro Luis María Aguilar Morales:
Señor licenciado Enrique Peña Nieto, Presidente
Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Señor
Senador de la República, don Roberto Gil Zuarth, Presidente de la Mesa
Directiva de la Cámara de Senadores; señor Diputado Federal, don José de Jesús
Zambrano Grijalva, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados
del Congreso de la Unión; señora y señores que nos acompañan del Consejo de la
Judicatura Federal; señores Consejeros; señor Ministro Alberto Pérez Dayán;
señora Procuradora General de la República, doña Arely Gómez; señoras y
señores; Secretarios de Estado.
General
Salvador Cienfuegos y el Almirante Vidal Soberón, que por su relación de
fuerza, están muy vinculados con las acciones de la justicia.
Señores
gobernadores de las entidades de la República y señor Gobernador Jefe de
Gobierno de la Ciudad de México.
Saludo
también a doña María de los Ángeles Fromow Rangel, quien ha sido titular de la
Secretaría Técnica del Consejo de Coordinación para la Implementación del
Sistema de Justicia Penal.
Magistrado
Edgar Elías, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de
México; señor licenciado Humberto Castillejos, Consejero Jurídico del Ejecutivo
Federal. En fin. A todos los que nos acompañan; Senadores, Jueces, Magistrados
de todos los ámbitos jurisdiccionales.
El
más alto perfil de este evento público, se identifica con la gran trascendencia
histórica del motivo que nos reúne.
No
resulta desproporcionado afirmar que la significación de la reforma del Sistema
de Justicia Penal está sólo por un lado de los procesos constituyentes de los
que emanaron las cartas fundamentales que por voluntad del pueblo de México han
regido los destinos de nuestra historia como nación.
Así
de importante es el paso que los mexicanos hemos dado para transformar con un
cambio radical el paradigma para la solución de las problemáticas en materia de
justicia penal.
Se
volvió una especie de secreto a voces y a veces de gritos desesperados, un
crudo mensaje social que el Sistema de Justicia Penal había dejado de cumplir
solventemente con su misión de resolver las problemáticas especialmente graves
de la sociedad.
Que
quedó rezagado en temas tan sensibles como la justicia pronta, el rol de las
víctimas en el proceso, la aplicación del principio de inocencia o la
transparencia para ser eficiente la respuesta estatal.
La
confianza en este sistema se estaba perdiendo. La gente ya no confiaba en esos
procedimientos e iba perdiendo credibilidad en la actuación de los jueces. Se
iba perdiendo también con ello la legitimidad en la impartición de justicia y,
por ello, dejo de tener en la realidad vigencia.
En
este estado de cosas, se tuvo que reconocer que las modificaciones de mayor o
menor extensión en importancia al sistema anterior, terminaron siendo sólo de
maquillaje o simplemente anecdóticas, puesto que el sistema ya no aportaba nada
a favor de la seguridad y tranquilidad de las familias, ni mucho menos
evidenciaba el respeto a los derechos fundamentales de las personas.
El
poder reformador de la Constitución tomó una decisión jurídico-política
trascendental, que se materializó en la Reforma Constitucional de 2008, y que
se vinculó con un esfuerzo institucional sin precedentes, para llegar a este
punto en el hoy, en el que se ha implementado un nuevo Sistema Penal en todo el
territorio Federal.
Estamos
hablando, ni más ni menos, de una verdadera Reforma de Estado.
Hemos
emprendido la renovación completa de uno de los brazos esenciales, tanto del
Derecho Público, como de la organización jurídica de cualquier sociedad.
El
pueblo de México representado en el Constituyente Permanente tomó la decisión
de cambiar el andamiaje procesal de una materia siempre sensible a un contexto
necesariamente más transparente.
El
precio que como sociedad hemos pagado por no tener o no haber tenido una
justicia con todos los estándares necesarios, ha sido muy alto: el incremento
del delito por una creciente impunidad y la pérdida de confianza en las
instituciones.
Ante
la magnitud de esta dolorosa realidad y ante el peso de la responsabilidad
histórica de revertir su inercia, todos los aquí, presentes, hemos cumplido la
tarea impuesta por nuestra Ley Suprema, implementando la Reforma en el ámbito
Federal y local, desde los primeros operadores hasta los jueces, que dicen la
última palabra.
Si
bien son muchos los retos por venir, los avances son manifiestos y, por ello, a
todos ustedes extiendo mi más amplio reconocimiento.
Con
la articulación entre el nuevo Sistema y el Juicio de Amparo, a través de la
cohesión jurisprudencial, a cargo de los tribunales de la Federación y en
última instancia obligatoria la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia,
se está construyendo ya un andamiaje jurídico que permitirá hacer realidad en
la práctica la aplicación de este nuevo sistema.
A
pesar de que la justicia Federal lleva pocos días de haberse instalado, me
refiero a poco menos de año y medio, ya tenemos más de 240 tesis de
jurisprudencia que están regulando y encauzando el nuevo Sistema.
El
Poder Judicial de la Federación está comprometido a lograr el sistema eficiente
que resuelva la problemática penal desde su primera etapa hasta la reparación
del daño, con absoluto respeto de los derechos fundamentales de todos los
involucrados.
Destacadamente,
desde luego, del imputado, pero con igual énfasis y preminencia los de las
víctimas. Ecuación, sin duda, compleja, pero necesaria en el marco de la
vigencia del Estado de Derecho.
Conscientes
de que la labor no puede ser aislada, de que la impartición de justicia no
tiene una frontera indudable entre los distintos órganos competentes, hemos emprendido,
en la justicia Federal, una labor trascendente para buscar y lograr contacto
con los otros operadores, tomando siempre en cuenta y reconociendo la indudable
importancia de los juzgadores de todos y cada uno de los estados de la
República.
Esta
experiencia de trabajo y comunicación interinstitucional ha sido invaluable,
pues nos ha enriquecido la experiencia de quienes ya lo habían estado operando.
Lo
realizado hasta ahora por todos los involucrados, qué duda cabe, constituye ya
un verdadero parteaguas en la concepción e instrumentación de la Justicia Penal
en México.
Sin
embargo, no debemos, en modo alguno, echar las campanas al vuelo. Una sociedad
que no cambia, muere. La esencia de la sociedad es el movimiento, y ello
implica el cambio.
Las
experiencias de la sociedad y de las personas no son para olvidarlas. Si son
malas, son para cambiarlas; si son aleccionadoras, son para aprovecharlas.
Los
esfuerzos realizados a lo largo de estos ocho años alcanzan para responder a la
sociedad con la puesta en marcha de un instrumento completamente nuevo de
justicia.
Éste
ha sido un paso sólido, sí, pero nos resta un largo camino que tiene como
horizonte un futuro de una realidad decididamente mejor.
Aún
debemos entender y aplicar a cabalidad la reforma en los hechos, hacer que cada
una de las salas de audiencia tengan una reforma penal, vista como un nuevo
paradigma con condicionantes y referentes axiológicos permanentes, como la
efectiva reparación del daño para las víctimas, la fluidez y eficacia de los
mecanismos alternativos que nos allanan el camino para la más pronta y completa
solución de un problema.
Es
nuestra Constitución, por ejemplo, la que determina que las pruebas que hayan
sido obtenidas con violación a los derechos fundamentales son nulas, porque a
pesar de que parece que prueban algo, si son violatorias no prueban nada, así
lo exige nuestra ley fundamental: todo imputado debe presumirse inocente, no
importa en qué contexto social o mediático se encuentre, es inocente hasta que
no se demuestre lo contrario.
Qué
mal haríamos en suponer que hemos terminado. Que engañoso sería decirle a los
gobernados que el Sistema de Justicia ya está resolviendo todos sus problemas.
Más
que decir: ya hemos cumplido con transformar nuestro Sistema de Justicia,
debemos pensar que ya hemos detenido la inercia histórica de una forma de
procuración e impartición de justicia, y que ahora comienza el reto de hacer
realidad la nueva, una mejor, transparente y libre forma de impartir justicia
penal; frente a la gente, con razones y argumentos, con principios protectores,
sin ocultamientos, ni zonas oscuras.
La
vieja tendencia debe ser revertida, y eso sólo sucederá en la medida en que se
consoliden y desarrollen las acciones instrumentales que estamos llevando a cabo.
Los
resultados de una justicia efectiva están por lograrse, con la etapa de
implementación nos ubicamos frente al camino. Pongámonos en marcha y
recorrámoslo.
Éste
es el momento de la historia que nos corresponde. Encontremos, entonces, un
punto de equilibrio entre el reconocimiento y el compromiso.
El
primer paso que hemos dado es determinante, sin duda, en la reforma. Por sí
mismo no resuelve la problemática de todos los días, pero sienta las bases para
andar este nuevo camino que, no debemos perder de vista, aún es largo.
Estimada
audiencia, distinguidos asistentes:
Para
concretar la reforma hemos realizado un esfuerzo de planeación y ejecución,
coordinados a todos los niveles, con todos los órganos e instancias de
gobierno, en todas las entidades de la República y en el sistema federal, que
no había tenido precedente alguno, porque el valor de estas metas lo merece.
El
éxito de esta etapa de consolidación sólo puede estar precedido de un arduo,
continuo y sistemático empeño que habrá de seguir con la misma calidad e,
incluso, de ser posible, con superior calidad al que hemos hecho hasta ahora.
Precisamente,
para lograr la consolidación del sistema, los diversos actores del cambio nos
hemos comprometido y lo haremos en un minuto más, firmar el convenio de
coordinación a continuar con esfuerzos combinados, a partir de experiencias y
mantener la comunicación para darle una mejor forma a esta concreción del
sistema.
Los
ojos de la sociedad, más todavía, las esperanzas de una sociedad dolida, escéptica
y victimizada están puestas en este nuevo sistema penal. No podemos ni debemos
fallarle.
Los
jueces federales y locales asumimos el reto de cumplir con el mandato popular,
plasmado en nuestra Ley Suprema: dar a todos, sin distinción, sin discriminación,
una justicia moderna, transparente, eficiente y profesional, que solucione las
controversias y resuelva con todo rigor las conductas ilícitas.
Preocupándonos
con igual empeño por la condición de las víctimas, por resarcirle los daños,
por minimizar las consecuencias del delito, haciéndolo siempre sin excepción
mediante el respeto a los derechos de todos, de la dignidad humana, de la
condición de la persona y de los más altos intereses de la sociedad.
Estamos,
he dicho ya, en un nuevo camino, con un horizonte promisorio, que, si lo
seguimos con lealtad, honestidad, integridad e independencia nos debe llevar a
alcanzar las metas más nobles que nos exigen todos los mexicanos.
Hacia
allá nos dirigimos los Jueces con voluntad y convicción.
Muchísimas
gracias
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