29 ene 2017

Defensa de la soberanía, lección de la historia ante EU

Defensa de la soberanía, lección de la historia ante EU/
JUDITH AMADOR TELLO
Revista Proceso # 2100, 28 de enero de 2017..
La constante en las relaciones entre México y Estados Unidos a lo largo de la historia ha sido la injerencia del vecino. De ello hay múltiples ejemplos, expuestos ahora por siete acuciosos historiadores. Incluso la “fanfarronería” de Donald Trump recuerda la del embajador Henry Lane Wilson. Desde luego el punto central en ese injerencismo es la pérdida de más de la mitad del territorio nacional. De ahí que, ante el nuevo embate, los especialistas propongan el principio de la dignidad.
De Guadalupe Victoria a Enrique Peña Nieto, la relación entre México y Estados Unidos ha sido una historia de encuentros y desencuentros, en la cual el vecino país ha mantenido una posición de ventaja económica, política y militar, y en muchos momentos de amenazas, ataques y guerras.
Entrevistados por Proceso, los historiadores Carlos Aguirre Rojas, Guadalupe Jiménez Codinach, Emilio Kourí, Carlos Martínez Assad, Ricardo Pérez Montfort, Carlos San Juan Victoria y Josefina Zoraida Vázquez recuerdan que la historia de agravios comenzó a mediados del siglo XIX con el despojo de la mitad del territorio mexicano.
Pese a la situación dispar, la historia arroja momentos memorables en los cuales el gobierno mexicano ha logrado sobreponerse a la política imperialista estadunidense con verdaderos actos de valentía, dignidad y defensa de la soberanía, mismos que hoy constituyen una lección frente a las agresiones y “fanfarronerías” de Donald Trump.

El problema es que el gobierno de Peña se enfrenta a una situación inédita, debido no sólo a la personalidad inasible del presidente estadunidense, sino porque está en sus niveles más bajos de credibilidad, con una sociedad al límite del hartazgo, una dependencia del vecino país como nunca se había tenido, y por estar más preocupado en preservar los intereses de las clases dominantes.
Tiempo de cambiar
Carlos San Juan Victoria, profesor e investigador en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), señala vía correo electrónico:
“La historia se podrá olvidar, ocultar o tergiversar, pero muchos mexicanos la tienen en la piel. Hay tatuajes imborrables. Estados Unidos se hizo nación con la mitad de nuestro territorio y actualmente, antes de Trump, con él y después de él; sus élites nos consideran parte de su espacio vital: energético, de mano de obra barata fija y migrante, y con muchos recursos bióticos, agua y minerales. Y su escudo ante un sur que camina hacia ellos, como migrantes. La pérdida de control soberano del tiempo de Antonio López de Santa Anna, como en un círculo fatal, se empata con las muchas cesiones de ahora. Nuestro mayor problema como país es que las élites mexicanas aceptan y pelean por esta integración, pues se consideran, y lo son, socios de estos términos que lastiman la dignidad y los horizontes vitales de millones.
“El mundo entero cambia menos nuestras élites. No advierten que se desató una carrera hacia las soberanías plenas para procesar los efectos letales de la globalización actual. Su bandera de lucha es aferrarse al pasado de un globo al servicio de multinacionales y bancos. México vivió y pagó caro estos desfases en la capacidad de conducir al país y los paga ahora de manera brutal con la deuda externa, la desigualdad lacerante y las migraciones masivas. El desafío nuestro consiste en si seremos capaces, como ciudadanos, de recuperar las múltiples luchas históricas donde se enlazó la conquista de la soberanía plena con el bienestar de las mayorías mexicanas. Ésa es la agenda social de muchos que se agitan ahora, por ejemplo, con los gasolinazos. Es la agenda de una nación con compromisos productivos, sociales y culturales con sus ciudadanos. En parte se hizo antes, podemos hacerlo y mejor ahora.”
Política de altura
Investigador emérito en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México, Carlos Martínez Assad rememora que el primer encuentro entre un presidente de México y uno de Estados Unidos se dio en Ciudad Juárez, entre Porfirio Díaz y William Taft, en 1909, “y fue importante porque México asumió una actitud muy crítica ante las actitudes de Estados Unidos hacia nuestro país y el resto de América Latina”.
Suele obviarse el episodio, dice, por la fama de Díaz, quien fue un presidente autoritario y dictador, “pero puso a Taft en su lugar diciéndole que inmiscuirse en América Latina contravenía la soberanía de sus estados. Taft se enojó tanto que después permitió a los revolucionarios mexicanos hacer todas las actividades que quisieran en Estados Unidos, con tal de que cayera quien lo había tratado de igual a igual”.
Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013, Martínez Assad recuerda también como otro momento significativo de las relaciones entre los dos países, la recuperación de El Chamizal, en el gobierno de Adolfo López Mateos, aunque no lograra hacer lo mismo con el Río Bravo, cuyo mayor caudal quedó en Estados Unidos.
En su opinión, México podría sacar ventaja de la situación actual siempre y cuando decida “hacer a un lado esta distorsión del desarrollo económico fundado en las importaciones, particularmente de Estados Unidos y no en la producción propia”. Señala al respecto que en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón el costo del barril de petróleo alcanzó niveles por encima de los cien dólares, y “todo ese excedente económico se dilapidó”, en lugar de hacer obras de infraestructura.
Nuestro país debe ahora buscar alianzas, “en la medida en que las fanfarronerías de Trump alcanzan otras partes del mundo”; seguir el ejemplo de Europa, donde 74 líderes le han respondido que no tiene derecho a inmiscuirse. Si México logra autonomía, podrá asumir una posición semejante, “pues al final los recursos son nuestros y debemos ser quienes decidamos el rumbo”.
Habla de la llamada Expedición Punitiva ordenada por Estados Unidos para buscar a Francisco Villa en territorio mexicano. El gobierno de Venustiano Carranza protestó, pero explica que el contexto internacional le favoreció pues estaba en ciernes la Primera Guerra Mundial, y México estaba en tratos para vender petróleo a Alemania, “estaba en el concierto mundial”, negociando de manera “igualitaria”.
Ahora habrá que repensar el rumbo del país, el problema es que México “siempre se pliega a las decisiones de Estados Unidos”. Falta ver también si la clase política, no sólo priista, sabrá estar a la altura. Disiente de Enrique Krauze, quien hace unos días dijo que Trump deberá disculparse por los agravios. En opinión de Martínez Assad, no hacen falta discursos sino enfrentar al personaje, más bien deberíamos tomar ciertas acciones como mexicanos. Pregunta, por ejemplo, cuántos millones de dólares ingresan a Estados Unidos desde nuestro país cada fin de semana por las taquillas de cine y qué pasaría si un fin de semana no se vieran películas estadunidenses o se apaga la televisión en la entrega de los premios Óscar, “sería una pérdida millonaria, hagamos esas cositas elementales para demostrar cierta fuerza”.
Nuevos aliados
Profesor de historia en la Universidad de Chicago y director del Centro de Estudios Friedrich Katz, Emilio Kourí advierte que el gobierno mexicano tiene graves retos y nadie sabe cómo manejar esta situación sin precedentes, aunque a lo largo del tiempo ha habido momentos duros y traumáticos como la invasión punitiva de John J. Pershing, la confrontación por el petróleo entre Plutarco Elías Calles y Calvin Coolidge y la crisis del petróleo tras la expropiación del presidente Lázaro Cárdenas.
A decir del especialista en historia de México, existen dos factores que hoy marcan una diferencia en las relaciones con Estados Unidos: el primero es la dependencia o integración económica que ha entrelazado las economías, pero sobre todo por los intereses de las élites mexicanas. Al respecto, recuerda que Díaz tuvo un conflicto con el presidente Rutherford B. Hayes, quien amenazó con invadir, pero siendo que el mandatario mexicano era propenso a favorecer la inversión extranjera, supo poner límites al vecino país.
Ahora no hay contraparte, desde los años ochenta y noventa las cúpulas mexicanas enlazaron la economía y otros aspectos de la vida política del país, incluso la seguridad y lucha contra el narcotráfico (Plan Puebla-Panamá), con “profundas repercusiones sociales y políticas”. Ello ha provocado cierta indefensión ante un presidente que ha decidido utilizar a México para atizar las pasiones de sus seguidores racistas y “le ha funcionado bien porque no le cuesta nada y le reditúa bastante”, dice.
Ése es el segundo factor, agrega, un presidente que no tiene más que usar el twitter, cuando México está más vulnerable por ese entrelazamiento al que se lanzó, “casi con abandono”, desde los ochenta. Quizá otro gobierno mexicano tendría la capacidad de tomar otras decisiones, aunque fueran costosas, pero el actual está anclado a los intereses de los empresarios y élites económicas mexicanos, cuyas fortunas están ligadas al país vecino y no quieren moverse en ninguna otra dirección que pueda afectarlo.
A ello atribuye la falta de fuerza del gobierno mexicano, que pudo haber tenido una salida digna y cancelar la visita de Peña Nieto a Estados Unidos antes de que Trump fuese quien dijera que, si no pagaba México el muro, no había razón para un encuentro. Pareciera, juzga, que es el estadunidense quien decide la agenda y “el problema es que la soberanía nacional va por un lado y los intereses de las cúpulas empresariales van por otro”.
Opina que México debe apostar por la búsqueda de intereses comunes dentro de Estados Unidos, empresas que sufrirán sin la mano de obra o mercados de consumo, y no por una conciliación incondicional, no se trata de evitar los conflictos o sólo mantener la dignidad, “que no es poco importante”, sino entender que Estados Unidos no es sólo Trump, hay otros sectores que por interés propio pueden ser aliados.
Antes, ordenar la casa
Investigadora de El Colegio Nacional,  Josefina Zoraida Vázquez considera precipitado cualquier acercamiento con “un señor que no tiene experiencia política” y no ha terminado de mostrar sus intenciones reales. Añade la especialista en historia del siglo XIX:
“No me dedico a la política contemporánea, como usted sabe, simplemente es una especie de intuición, a lo mejor muy femenina, pero mucha gente piensa igual que yo, que era mejor esperar.”
La situación actual, rememora, es muy semejante a cuando James K. Polk, presidente demócrata, anunció siendo candidato la anexión de Texas y Oregon, es decir, “mostró sus afanes y comenzó a hablar de múltiples agravios”, y desencadenó la guerra. Nadie esperaba que fuera candidato, “pero tenía algo más de experiencia política, espero que Trump sea menos nefasto que aquel”. Respecto de la propuesta de Krauze sobre una disculpa, dice:
“No sé si sería tan importante. Coincido con Krauze en que realmente ha insultado a México y no se vale, pero no veo a un señor como Trump disculpándose de nada.”
Lo que se debe es tener una posición firme, pero es temprano para tomar decisiones. Además, hay que comenzar también a “poner en orden nuestra casa”, pues “ya nos tienen hasta el copete”, por un lado se castiga a Elba Esther Gordillo y en otro la hija del líder de los trabajadores petroleros Carlos Romero Deschamps, exhibe los mayores excesos:
“Eso nos debilita, nos hace más vulnerables afuera.”
Organizar movimientos
El sociólogo Carlos Aguirre Rojas, investigador del IIS de la UNAM y fundador de la revista Contrahistorias la otra mirada de Clío, Carlos Aguirre Rojas comenta que la relación con Estados Unidos ha sido muy asimétrica desde que “nos roba la mitad de nuestro territorio”, y entonces nuestra posición ha sido de defensa para hacer frente a sus agresiones y expansionismo.
Ha habido momentos muy críticos, como la entrega del territorio por Santa Anna. Compara con el gobierno de Peña Nieto pues “ha sido muy débil desde su inicio, primero frente a Obama y ahora con Trump, no ha hecho una defensa de los recursos naturales y los intereses del país. Hasta Venustiano Carranza fue más nacionalista durante la invasión de 1914 al Puerto de Veracruz, y no se diga Lázaro Cárdenas, que tuvo una actitud muy nacionalista al defender el petróleo y nuestros recursos”.
Menciona el caso de Cárdenas en particular pues considera que un gobierno nacionalista puede ser respaldado por el pueblo para enfrentarse incluso al país más poderoso, “el problema ahora es que Peña Nieto va de vergüenza en vergüenza”, primero con el escándalo de la Casa Blanca y luego del plagio de su tesis de licenciatura, no ha cumplido sus promesas y ha entregado los recursos, por lo cual su popularidad es muy baja.
Discrepa con Andrés Manuel López Obrador respecto a la idea de unidad nacional y apoyo a Peña, “sería abdicar de una crítica legítima” cuando se ha ganado a pulso el repudio de la gente. El historiador apuesta más por una organización popular, tomar conciencia de que las salidas no vendrán ni del gobierno ni de los partidos políticos, sino de los ciudadanos, los colectivos, organizaciones como los zapatistas y movimientos sociales alternativos.
Para el historiador el encuentro que estaba previsto para el martes 31 no sería sino, para decirlo en términos coloquiales, “leerle la cartilla”; decirle “sí o sí vamos a construir el muro y vamos a ver la manera en cómo lo paguen, y vamos a renegociar el Tratado de Libre Comercio en nuestro beneficio”:
“No me da la impresión de que Peña Nieto tenga ni la capacidad, ni la fuerza, ni la legitimidad social para tener posiciones muy soberanas, ni nacionalistas, ni muy independientes. Es muy triste decirlo, pero así está el panorama.”
Adherente de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, expresa alarma por la actitud de Trump, “un hombre irracional, muy elemental y tonto”, que también responde a intereses económicos y políticos concretos, como la industria militar. Confía en que habrá otros intereses que “lo amarren”; como sea “debemos estar alertas, pensar en nuestras propias fuerzas, no en partidos, gobiernos, rayitos de esperanza o líderes supuestamente populares”.
Ejemplo de horizontalidad
En opinión de Ricardo Pérez Montfort, doctor en historia por la UNAM y académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), la relación binacional ha sido constante en los intentos de injerencia de Estados Unidos; pese a ser considerado “socio”, realmente ven a México como el “patio trasero”, nunca en el mismo nivel.
Lo novedoso con Trump es su fanfarronería que le recuerda la del embajador Henry Lane Wilson, pero en general la prepotencia ha sido la constante; pone como ejemplo la firma de los Tratados de Bucareli con Álvaro Obregón, que fueron “verdaderamente ominosos”.
Coincide en que en estos momentos, debido a la poca aceptación pública de su gobierno, Peña Nieto está en una posición débil, y claro que podría aprender de las lecciones históricas de dignidad y defensa de la soberanía, pero una de sus mayores debilidades es la ignorancia. De cualquier modo, agrega, hay que tener cuidado al aprender de la historia, pues la invasión de 1914 a Veracruz debilitó al gobierno usurpador de Victoriano Huerta y fortaleció la posición digna de no intervención de los constitucionalistas, pero no a otros revolucionarios como Villa.
De donde sí debería aprenderse es del momento de la expropiación petrolera, que considera el mejor en la relación entre las dos naciones, con dos buenos embajadores tanto por parte de México como de Estados Unidos y una relación de respeto muy puntual entre Lázaro Cárdenas y Roosevelt, ambos estadistas de gran nivel, y en el contexto de los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. La relación fue horizontal, Estados Unidos no vio a México hacia abajo.
Dignidad popular
Doctora en historia por la Universidad de Londres e investigadora de la Universidad Iberoamericana, Guadalupe Jiménez Codinach señala que la historia de México tiene momentos que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra relación con el país vecino y “sería muy interesante seguir paso a paso lo sucedido con la guerra entre México y Estados Unidos, desde su injusta y falsa acusación de haber ‘derramado sangre americana en territorio americano’”.
Hay muchos antecedentes de su expansionismo a costa de México, y no sólo el tratado Guadalupe Hidalgo, mediante el cual se mutiló “no por venta como la gente repite, sino por cesión de guerra, a fuerzas”, la mitad de nuestro territorio.
Y es importante, considera, recordar el heroísmo y la valentía del pueblo en la defensa de la soberanía y dignidad de México:
“Mi papá nos contaba cómo en Tijuana, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos le pidió a México permiso para que, por Tijuana y Ensenada, su ejército pudiera tener una ruta de evacuación en caso de necesidad. Pues bien, en el momento que intentaron cruzar elementos del ejército de Estados Unidos la frontera, los tijuanenses se tiraron al suelo e impidieron que pasaran los soldados. Quizás se pudieran rescatar actitudes tan dignas ante las ofensas y abusos del vecino.”
Al cierre de esta edición, la Presidencia de la República informó que al mediodía del viernes 27 de enero, Peña Nieto y Trump sostuvieron una conversación telefónica durante más de una hora en la cual acordaron no hablar públicamente del muro. Conversaron de manera “constructiva y productiva”, según el comunicado oficial, en torno a la relación bilateral, el déficit comercial de Estados Unidos con México, y la necesidad de trabajar juntos para detener el tráfico de drogas y el flujo ilegal de armas.

La reacción en los medios fue que la peor crisis diplomática, desde 1923, fue zanjada en “lo oscurito”.   

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