14 may 2017

La canción de la noche/ Friedrich Nietzsche.

La canción de la noche/ Friedrich Nietzsche. 
En Así habló Zaratustra (1883-1885).
“Es de noche: a esta hora hablan más fuerte todos los manantiales. 
Y también mi alma es un manantial. 

Es de noche: sólo ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. 
Y también mi alma es la canción de un amante. 
Hay en mí algo insatisfecho, algo insaciable, que quiere hablar. Hay en mí un ansia de amor, que habla asimismo el lenguaje del amor.
Luz soy: ¡Ay, si fuera noche! Mas ésa es mi soledad, estar circundado de luz. 
¡Ay, si yo fuese noche y oscuridad!
 ¡Cómo iba a sorber de los pechos de la luz! 
¡Aun a vosotras os bendecería, pequeñas estrellas centelleantes, luciérnagas del cielo! Vuestros regalos de luz me darían la dicha. 
Pero yo vivo en mi propia luz, yo reabsorbo en mí las llamas que de mí brotan. 
Desconozco la felicidad del que recibe; con frecuencia he soñado que el robar debe ser más deleitoso que el aceptar.
En eso está mi pobreza: mi mano nunca descansa de dar. 
Ésta es mi envidia: ver ojos que aguardan con avidez y noches en vela de anhelo. ¡Malaventurados los que dais! 

¡Oh, eclipses de mi sol!
 ¡Oh, anhelo de anhelar! 
¡Oh, hambre devoradora dentro de la hartura! 
Ellos toman de mí: ¿pero toco yo siquiera su alma? Entre el dar y el aceptar media un abismo: el abismo más pequeño es el más difícil de salvar.
De mi belleza brota un hambre: yo quisiera dañar a aquellos a quienes ilumino, y robar a aquellos a quienes colmo de regalos.
¡Tanta es mi hambre de maldad! 
Retirar la mano cuando ya otra mano se extiende hacia ella; vacilar como la cascada antes de despeñarse – ¡Tanta es mi hambre de maldad! Tal venganza se imagina mi plenitud; tal maldad incuba mi soledad.
¡Mi gozo de dar murió a fuerza de dar, mi virtud se cansó de sí misma por su misma exuberancia! Quien siempre regala, expuesto está a perder el pudor; a quien siempre distribuye, la mano y el corazón se le encallecen de tanto repartir.
Mis ojos no se inundan ya de lágrimas ante la vergüenza de los que piden; mi mano se ha endurecido, ya no siente el temblor de las manos ya llenas. ¿Adónde fueron las lágrimas de mis ojos y la gala de mi corazón? ¡Oh, soledad de los generosos! ¡Oh, silencio de los que brillan!
Muchos soles giran en los espacios vacíos. 
A todo lo que es oscuro le hablan con su luz,-para mí callan. ¡Ay, así es la enemistad de la luz contra lo que brilla: despiadada sigue su camino! Injusto en lo más hondo de su corazón contra cuanto brilla: frío para con los soles: así caminan todos los soles. Semejantes a huracanes, vuelan los soles por sus órbitas.
Siguen en su voluntad inexorable: ésa es su frialdad. ¡Ay, sólo vosotros, los oscuros y nocturnos, extraéis calor de lo que brilla, solamente vosotros bebéis la leche y consuelo de las ubres de la luz! ¡Ay, hielo que me rodea, hielo abraza mi mano¡ ¡Ay, en mí hay sed, que desfallece por vuestra sed! Es de noche: ¡ay, que yo tenga que ser luz! ¡Y sed de lo nocturno! ¡Y soledad!
Es de noche: a esta hora brota de mí mi deseo, cual una fuente. – Hablar es lo que deseo. 
Es de noche: a esta hora hablan más fuerte todos los manantiales.
 Y también mi alma es una fuente saltarina.
 Es de noche: a esta hora despiertan las canciones de los amantes, y también mi alma es la canción de un amante.” Así habló Zarathustra, Friedrich Nietzsche


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