9 may 2017

Trump destituye por sorpresa al director del FBI

Trump jamas lo hubiera echo con John Edgar Hoover..., quien permaneció en el cargo treinta y siete años hasta su muerte en 1972.
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Trump destituye por sorpresa al director del FBI
El presidente fulmina a Comey por haber cerrado el caso de los emails de Clinton y después de que este reconociese que se equivocó en su declaración bajo juramento
Nota de JAN MARTÍNEZ AHRENS/
El País, Washington 9 MAY 2017 - 18:37 CDT
James Comey presta juramento antes de testificar en el Senado, el pasado 3 de mayo. REUTERS
Donald Trump es un superviviente. Antes dispara que calla. Y así lo ha demostrado con el director del FBI, James Comey. El presidente de EEUU puso fin a su carrera, cuando vio que se había vuelto un peligro para él. Pocas horas después de que Comey reconociese errores graves en su declaración ante el Comité Judicial del Senado, la Casa Blanca anunció su destitución fulminante. Para justificar la caída del director del FBI, elegido por Barack Obama y cuyo mandato acababa en 2023, Trump se apoyó en la recomendación del fiscal general y su ayudante que consideraron inadmisible su comportamiento por haber cerrado de los email de Hillary Clinton.
En un sorprendente escrito, el ayudante del fiscal general, Rod Rosenstein, establece que la actitud de Comey durante el caso de los emails de Hillary Clinton “no puede ser defendido”. “No entiendo su rechazo a reconocer el juicio casi universalmente reconocido de que estaba equivocado. Casi todo el mundo admite que cometió graves errores. Se equivocó al usurpar la autoridad del fiscal general el 5 de julio de 2016 y anunciar el cierre del caso. No corresponde al director del FBI hacerlo. Como mucho debería haber dicho que el FBI completó su investigación y haber presentado sus conclusiones a los fiscales”, sostiene Rosenstein. A partir de esta conclusión, el fiscal general recomienda un “nuevo comienzo” y que se elija a alguien que siga fielmente las reglas.

Todo este arsenal le sirvió a Trump para despedir a Comey “por no ser capaz de dirigir efectivamente el FBI”. La abrupta maniobra revela la sumisión de la fiscalía a los designios de Trump, que siempre pidió que el caso de los email siguiese abierto. Una posibilidad que puede renacer con un director del FBI más proclive.
La caída de Comey coincide además con el reconocimiento de sus errores en su comparecencia bajo juramento ante el Comité Judicial del Senado. En su declaración señaló que el FBI había encontrado el pasado otoño miles de correos de Huma Abedin, la mano derecha de Clinton, en la computadora de su marido, Anthony Weiner. Este hallazgo, según el director del FBI, propició, a falta de 11 días para el fin de la campaña electoral, la reapertura de la explosiva investigación por los emails de la ex secretaria de Estado (2009-2013). “Abedin seguía una práctica rutinaria de reenviar correos electrónicos a él, creo que era para que los imprimiera y para que ella se lo pudiera entregar a la secretaria de Estado. Abedin reenvió cientos y miles de correos, algunos de los cuales contenían información clasificada”, testificó Comey.
Estas afirmaciones, sin embargo, resultaron falsas y el propio FBI tuvo que desmentirlas hoy en una carta pública. Los investigadores determinaron que Abedin, lejos de los miles de correos citados por Comey, solo reenvió ocasionalmente unos pocos emails a su marido. Tampoco se trataba de una práctica rutinaria. Y ninguna de las misivas llegó a ser considerada entonces como secreto, aunque posteriormente se determinó que un pequeño número de ellos contenía información clasificada.
Este reconocimiento de un error mayúsculo en un caso de tanta trascendencia política suponía una bomba de relojería para Trump. La reapertura de la investigación ha sido considerada por Clinton, junto con el ciberataque ruso, como la causa de su derrota electoral. Comey, bajo esta perspectiva, fue un traidor que por motivos torcidos reabrió un caso ya periclitado en un momento extremadamente delicado de la campaña, lo anunció a bombo y platillo y, una vez hecho el daño, lo cerró al no descubrir nada ilegal.
Con el reconocimiento de su error, la fisura que se abría era pavorosa para Trump. Si el director del FBI había faltado a la verdad al explicar el motivo de la reapertura del caso, su polémica actuación en la campaña quedaba en entredicho. Y Trump, su principal beneficiario, también. Ante la posibilidad de un escándalo aún mayor, Trump tomó sin dilación la abrupta decisión de despedirlo. Despreciado por los demócratas y humillado por los republicanos.


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