Amada, amadísima, amadísima, amadísima,
amadisísima ciudad de México,
memoria mía, entraña mía,
latido y músculo míos, y luego,
paso difícil para de nuevo erguirse
sangrando llagas.
Duérmete abuela niña, mi niñita querida,
duérmete mi niña, entre los brazos de mi pavor sin fondo.
A la rorro niña, a la rorro ya.
Llueve.
Está lloviendo sobre los cadáveres,
se están ahogando, los aún con vida,
ahí, entre los escombros.
Duérmete mi niña ensangrentada,
a la rorro niña a la rorro ya
mi niña disputada entre el político
y la furia de la tierra.
El último emperador,
al que viste gemir
entre la hoguera en pie
y la altura del arte,
nos dejó con sus ojos colgados de un árbol
la visión de la derrota
y nada hemos hecho,
y nada hacemos desde entonces,
bueno, sí, ponernos y ponerte
en manos de los dueños de la pólvora y la vida.
Se repite la macabra fecha,
como si nada hubiera pasado,
a la rorro niña. A la rorro…
Llueve.
Está lloviendo sobre los cadáveres.
Roberto López Moreno, poeta...
21 de septiembre de 2017
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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