20 nov 2017

Charles Manson, el hombre que plantó la semilla del diablo

 Charles Manson, el hombre que plantó la semilla del diablo/Juan Carlos Laviana, periodista.
Charles Manson nació en Cincinnati (Ohio), el 12 de noviembre de 1934. Murió el 20 de noviembre a los 83 años en un hospital de Los Ángeles, donde fue internado por una hemorragia estomacal.
El Español, Lunes, 20/Nov/2017
Si hubiera que dotar de un rostro a la maldad humana, ese sería el de Charles Manson. La segunda mitad del siglo XX fue rica en iconos como la Marilyn de Warhol o el Che de Korda. La imagen que mejor representa el mal en ese tiempo es la de la ficha policial de Manson. Resulta difícil olvidar su rostro desafiante, sus ojos demencialmente abiertos, su melena bien peinada y su perilla recortada con esmero.

La fotografía fue portada de Life (“El amor y el culto al terror”) y de Rolling Stone (“La increíble historia del hombre vivo más peligroso”). Sirvió de icono para discos (Guns and Roses), nombres artísticos (Marilyn Manson), capítulos de South Park (‘Merry Christmas, Charlie Manson’), novelas (la más reciente, ‘Las chicas’), películas, musicales, óperas, camisetas, pósteres o juegos de ordenador hasta formar parte de la cultura popular.

Transcurre 1969, el año en que el hombre pisa la Luna, los cadáveres continúan llegando desde Vietnam, se celebra el mítico concierto de Woodstock, los jóvenes viven en comunas, practican el amor libre, viajan con alucinógenos y rezan a dioses alternativos. Es “el amanecer de la Era de Acuario” que cantan los Temptation. La revolución hippy alcanza su esplendor.

Un carisma fuera de lo común
En medio de ese ambiente, está Charles Manson, un producto de su época. Un tipo de 35 años, pequeño (poco más de metro y medio), con pasado oscuro y tortuoso, pero con un carisma fuera de lo común. Tiene madera de líder, es persuasivo, capaz de arrastrar a sus seguidores a una misión suicida. Es el hombre destinado a añadir otro gran acontecimiento para que nadie olvide 1969, ese año donde coinciden lo mejor y lo peor del ser humano.
A él le corresponde poner un broche macabro a los felices e ingenuos sesenta con el brutal asesinato de la actriz Sharon Tate y sus amigos. Es el ocaso de la contracultura, ahora convertida en crimen.
Manson lidera una comuna establecida en California, aunque sus miembros viajan por el país en un autobús escolar amarillo, en el que han sustituido los asientos por almohadones. Es músico, ha aprendido a tocar la guitarra en una de sus múltiples estancias en la cárcel, canta y compone junto a sus compañeros, en su mayoría mujeres a las que ha convertido en sus concubinas. Todos fuman marihuana, toman ácido y practican sexo libremente. No creen en la propiedad privada. Si necesitan una casa, o un rancho entero, lo ocupan.
Habla, habla sin parar. Expone sus teorías, las va perfeccionando según se va oyendo a sí mismo. Es muy convincente. Muy influido por el asesinato de Luther King un año atrás, proclama que una gran guerra está a punto de estallar en Estados Unidos. Probablemente la definitiva. La describe como una confrontación racial, la sublevación de la oprimida raza negra. Los blancos racistas y los antirracistas lucharán entre sí hasta aniquilar a su propia raza.
Todas estas ideas las aliña con un fuerte sentido religioso. Ya había mostrado antes interés por la Cienciología y por sectas de toda índole. Manson considera a la Familia, así se hace llamar su comuna, una reencarnación de los primeros cristianos. En los sermones, se representa como Cristo, incluso crucificado, pero también como Satanás. Estaba convencido de que Jesús y el diablo presidirían juntos el juicio final. Se hace llamar el hijo del hombre, como el Nazareno. Su favorita, Brunner, una universitaria a la que conoció en Berkley y que le daría un hijo, se bautiza como Mary, igual que la Virgen, Mary Manson.
Sus amigos músicos
Está muy interesado por la música. Conecta con personajes del ambiente artístico de Los Ángeles. Entre ellos Dennis Wilson, batería del grupo The Beach Boys. Wilson cometió el error de recoger a dos autoestopistas de la Familia y llevárselas a su casa. Poco después, se instalarían allí Charles Manson y una veintena de personas más.
El músico, deslumbrado por el estilo de vida libre y la filosofía del líder, llega a pagar todos sus gastos, incluido el estudio donde graba una maqueta. También le presenta a personas que le pueden ayudar, entre ellos al productor Terry Melcher, quien vivía en la casa que posteriormente alquilaría el director de cine Roman Polanski.
Su fanatismo va en aumento. Estudia a fondo las canciones de Los Beatles, ídolos musicales y espirituales del momento. Los considera unos ángeles negros que le envían mensajes a través de sus canciones, como ‘Helter Skelter’, algo así como “descontrol”, el tema más heavy de los Beatles.
De hecho, adopta ese título como nombre de guerra de su comuna. De Los Ángeles al Valle de la Muerte, la Familia se mueve de un rancho a otro, buscando un lugar seguro en el que protegerse del apocalipsis que se avecina.
Como la profecía de la nueva guerra civil americana no acababa de materializarse, Manson decide provocarla. El 9 de agosto de 1969, la máquina de matar se pondrá en marcha. Ordena a cuatro de sus chicas que vayan a la casa “en la que solía vivir Melcher”, él ya había estado allí antes, y que acaben con todos sus habitantes. Hay quien sostiene que el productor no había cumplido su promesa de publicar un disco de Manson. A esas alturas, el motivo ya es indiferente.
La casa de Polanski y Sharon Tate
Lo cierto es que ahora la casa está ocupada por Roman Polanski, que en aquel momento se encontraba en Londres, y su mujer, Sharon Tate, con la que se había casado un año antes tras rodar juntos El baile de los vampiros.
Sharon, de tan sólo 26 años y embarazada de ocho meses, se encuentra en casa con unos amigos. Pasada la medianoche, ya entrados en el 10 de agosto, Tex Watson, una de las veteranas de la Familia que estaba al frente de la operación, corta la línea telefónica. Se encuentra con un joven que salía en su automóvil, lo detiene, lo apuñala y dispara cuatro veces a bocajarro sobre él. Muere en el acto.
Tex arranca el marco de una ventana de la casa. Entra y abre la puerta a dos de sus compañeras. La tercera se quedaría fuera vigilando. Reúnen en el salón a las cuatro personas que se hallan en el interior. Les disparan, les patean el rostro, les dan golpes con la culata de la pistola hasta romperla. Brincan sobre uno de ellos hasta romperle el cuello, a los otros les asestan hasta 50 puñaladas a cada uno.
‘Pig’ escrito con sangre
Sólo queda Sharon. Está amarrada al cadáver de uno de sus amigos. Intenta huir, pero la descubren y la cabecilla de las enviadas de Manson la apuñala 16 veces. Que estuviera embarazada no impidió a la asesina llegar hasta el final. Antes de emprender la fuga, una de las chicas empapó una toalla en sangre y escribió en la pared la palabra ‘PIG’ (cerdo).
Aunque parezca mentira, apenas amanece el 10 de agosto de 1969. Queda mucho día. Manson conduce varias horas con sus pupilas, reflexionando sobre lo acaecido la noche anterior. De repente, les enseña una casa en el barrio de Los Feliz. La conocen, porque un año antes celebraron una fiesta en el vecindario. De nuevo moviliza al sanguinario comando, reforzado con dos chicas más. Les ordena que acaben con sus habitantes.
Era la casa donde Leno LaBianca, empresario de supermercados, vivía con su mujer. Apuñalan al hombre un total de 12 veces, además de clavar un tenedor en su pecho y tatuar la palabra ‘War’ en su abdomen. A continuación, apuñan hasta 41 veces a la mujer, asegurándose de que todas las asaltantes participaban en la macabra ceremonia. Antes de irse, escriben en las paredes ‘Rise’ y ‘Death to pigs’, y en la puerta de la nevera, ‘Healter Skelter’, el título de los Beatles que Manson habían adoptado como nombre de guerra.
Como un rito satánico
Aquellos crímenes superan la peor de las pesadillas, no había película de terror capaz de inventarse algo así. “La semilla del diablo”, estrenada por Polanski el año anterior, había sobrecogido a los espectadores, pero lo ahora sucedido en Beverly Hills, en el corazón del cine, era real. Todo el mundo asoció de inmediato los asesinatos con un rito satánico.
En el juicio, que Manson convirtió en un circo, se responsabiliza a la Familia de nueve asesinatos, los otros dos habían sido por disputas relacionadas con la droga, cometidos en cuatro lugares diferentes en tan sólo cinco semanas del verano 1969.
Dos años después, Charles Manson, quien fue encontrado culpable de ser el autor intelectual, y tres de las chicas fueron condenados a muerte. En 1972, por un cambio en la legislación de California, las penas máximas fueron conmutadas por cadenas perpetuas.
Manson fue primero internado en la prisión de San Quintín y traslado en 1989 a la prisión de Corcoran (California), donde ya siempre ocuparía la misma celda. Aseguran que sólo salía para comprar chucherías en una máquina de la cárcel. Por su seguridad, han intentado matarle en alguna ocasión, comparte un módulo exclusivo con otros 23 criminales denominados “especiales”, entre ellos Shirhan Bishara Sirhan, asesino de Robert Kennedy.
Toda una vida en prisión
En realidad, no era nada nuevo para Manson, que siguió el sino de su vida: vivir encerrado. Su madre lo tuvo con sólo 16 años y apenas se pudo ocupar de él. Vivió de casa de acogida en casa de acogida, hasta que pasó a los reformatorios. De ahí a la cárcel en cuanto cumplió la mayoría de edad. Comenzó robando comida, luego bicicletas, más tarde coches y gasolineras.
Fue proxeneta y se dedicó a explotar a menores. Cuando salió de la cárcel en 1967, dos años antes de cometer los asesinatos que le dieron la fama, había pasado más de la mitad de sus 32 años de vida encerrado. Llegó a decir que la prisión se había convertido en su casa.
En un reportaje publicado el pasado año por el diario El Mundo, se aseguraba que aún era “amenazante y peligroso”, de hecho fue sancionado centenares de veces por faltas diversas, y que pasaba las horas tocando la guitarra y leyendo periódicos.
Por si no estuviera suficientemente justificada su maldad, Charles Manson se tatuó una cruz gammada en la frente. Concedió muy pocas entrevistas desde la cárcel. En una de las últimas, publicada por Vanity Fair en 2010, decía que vivía en “el inframundo”.
Y aseguraba en unas palabras que recuerdan a las de Hanibal Lecter: “No le digo a la gente lo que tiene que hacer. Ellos saben lo que tienen que hacer. Soy muy mal hombre. Soy todo lo malo”. Cualquiera diría que hablaba de sus propios crímenes, de cómo inducir a otros, desde la distancia, a mantener viva la llama del mal. De hecho recibió miles de cartas de admiradores, de curiosos, de personas pidiéndole consejo a él, al mismísimo diablo. La semilla ya estaba plantada.

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