5 may 2018

Nicolás Maduro y Moisés Naím

Nicolás Maduro y la banalidad del mal.../Moisés Naím, columnista de EL PAÍS, fue ministro de Fomento (1989-1990) de Venezuela y director del Banco Central venezolano. Twitter: @moisesnaim
El País, Sábado, 05/May/2018
Que la maldad puede ser banal ya nos lo explicó Hannah Arendt. Después de asistir al juicio contra Adolf Eichmann en 1961, Arendt escribió que su principal sorpresa fue descubrir lo anodino que era ese monstruoso ser humano. Este oficial de las SS fue uno de los principales organizadores del Holocausto, en el que fueron asesinados más de seis millones de niños, mujeres y hombres. Arendt cuenta que Eichmann no era muy inteligente; no pudo completar los estudios secundarios o la escuela vocacional y solo encontró empleo como vendedor itinerante gracias a los contactos de su familia. Según Arendt, Eichmann se refugiaba en “frases hechas, clichés y el lenguaje oficial”. Uno de los psicólogos que lo examinó reportó que “su única característica inusual era ser más normalen sus hábitos y en su lenguaje que el promedio de la gente”.
Por supuesto que hay grandes diferencias entre Adolf Eichmann y Nicolás Maduro. Pero también similitudes. A Maduro tampoco le fue muy bien en los estudios o en su vida laboral y sus tropiezos gramaticales siguen haciendo las delicias de quienes lo siguen en redes sociales. Las “frases hechas, clichés y el lenguaje oficial” saturan su vocabulario. Su banalidad es ya legendaria.
El presidente de Venezuela acaba de publicar un muy revelador artículo de opinión en EL PAÍS. En él documenta su mendacidad, confirma su banalidad y despliega su inmensa crueldad.
Comienza afirmando: “Nuestra democracia es distinta a todas. Porque todas las demás… son democracias formadas por y para las élites”. Resulta que la opulenta élite creada por Hugo Chávez, y perpetuada por Nicolás Maduro, lleva dos décadas enriqueciéndose ilícitamente y ejerciendo el poder de manera nada democrática. Su control sobre todas las instancias es absoluto. Un ejemplo: entre 2004 y 2013, el Tribunal Supremo de Justicia dictó 45.474 sentencias. ¿Cuántas de estas fallaron en contra del Gobierno? Ninguna.
Maduro continúa: “La revolución cambió y se volvió feminista. Y entre todos y todas decidimos remover la violencia machista de nuestro sistema de salud y empoderar a las mujeres a través del programa nacional de parto humanizado”. Según la prestigiosa revista médica The Lancet, la mortalidad de las madres en Venezuela en los últimos años ha aumentado un 65% y la mortalidad infantil, en un 30%. ¿Parto humanizado y feminista?
Pero Nicolás Maduro no solo se preocupa por las madres. También lo angustian los jóvenes: “Hace 20 años, antes de nuestra revolución bolivariana, era normal echar la culpa de la cesantía de los jóvenes a los propios jóvenes… que por flojos merecían una salud paupérrima, sueldos de hambre y vivir sin techo. Pero con nosotros en el Gobierno la cosa cambió…”. En esto el presidente tiene razón, la cosa cambió: ahora el poder de compra del salario mínimo es un 94,4% más bajo de lo que era en 1998. En la práctica, el salario mínimo “en la calle” es de poco más de tres dólares al mes (2,5 euros). Un mes de salario mínimo “oficial” solo alcanza para comprar dos kilos de pollo. Y ni siquiera todos lo alcanzan. Una enfermera que trabaja por su cuenta, por ejemplo, gana el equivalente de seis centavos de dólar al día. Pero hay más: los jóvenes que tanto preocupan al presidente son las víctimas más frecuentes del desenfreno criminal que sacude al país. Venezuela sufre uno de los más altos índices de asesinatos del mundo. ¿Qué ha hecho Maduro al respecto? Nada.
Naturalmente, la prioridad del presidente es el pueblo: “… Es esencial que la economía esté al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de la economía… La economía es el corazón de nuestro proyecto revolucionario. Pero en mi corazón está primero que todo la gente”. Esa gente que puebla el corazón del presidente está siendo diezmada por la primera hiperinflación latinoamericana del siglo XXI y por la falta de alimentos, medicinas y productos básicos. Según el Fondo Monetario Internacional, los precios subirán un 13.000% este año. El año pasado, el 64% de la población perdió, en promedio, 11 kilos de peso por falta de comida. Este año el desabastecimiento es aún peor y hay severos racionamientos de agua y electricidad. Menos mal que la economía que preside Maduro está al servicio del pueblo. ¿Cómo sería si no fuese así?
Además de desplegar su liderazgo económico y social, el presidente de Venezuela usa su columna para reafirmar sus credenciales democráticas: “Para nosotros solo hay libertad y democracia cuando hay un otro que piensa distinto al frente, y también un espacio donde esa persona pueda expresar su identidad y sus diferencias”. Para centenares de presos políticos, ese “espacio” es una celda inmunda donde viven hacinados en condiciones inhumanas y donde algunos de ellos son regularmente torturados, tal como lo han denunciado todas las organizaciones internacionales de derechos humanos. En la Venezuela de Chávez y Maduro, pensar distinto se volvió muy peligroso.
Para profundizar en la democracia que reina en su país, Maduro ha convocado elecciones anticipadas y es uno de los candidatos con más posibilidades de ganar, a pesar de que sus votantes se están muriendo de hambre: “Nos hemos empeñado con pasión en transparentar, en respetar y en hacer respetar las leyes electorales para las elecciones del próximo 20 de mayo… Y ese proceso será limpio y modelo…”. El pequeño detalle que omite el presidente y candidato es que 15 Gobiernos de América Latina, más la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá han denunciado como fraudulentos los inminentes comicios y han declarado que no reconocerán sus resultados. Maduro el demócrata inhabilitó a los principales partidos de la oposición; sus candidatos más populares están presos, exiliados o descalificados, y no permite que observadores internacionales independientes monitoreen el proceso electoral. Pero el presidente no está solo. La gran democracia rusa mandará un equipo de observadores para garantizar la pulcritud del proceso. Cuba y Nicaragua también.
Es muy revelador que, en su larga columna, Maduro no haya dedicado ni una línea a comentar sobre el infierno que están viviendo los venezolanos. En las encuestas que miden la felicidad expresada por la gente en distintos países, Venezuela solía estar en los primeros lugares. Hoy es uno de los lugares más infelices del mundo; ocupa la posición 102 entre 156 países encuestados. Los millones de venezolanos que han abandonado su tierra tampoco merecen comentario alguno de Maduro.
Y es que una de las peculiaridades más indignantes del régimen de Chávez y Maduro es la criminal indiferencia que han mostrado ante el sufrimiento de los venezolanos que ellos dicen amar. La indolencia, el desinterés, la pasividad con los cuales Maduro trata las trágicas crisis que crecen y se multiplican, matando a diario cada vez a más venezolanos, parecieran no afectarlo, no motivarlo a actuar, a buscar ayuda. Es al contrario: Maduro niega que Venezuela sufra una crisis humanitaria y no permite la ayuda internacional que podría ya haber salvado miles de vidas.
Sí; Maduro es banal. Pero también letal.
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Nuestra democracia es proteger/Nicolás Maduro
El País, 3 de mayo
Nuestra democracia es distinta a todas. Porque todas las demás —en prácticamente todos los países del mundo— son democracias formadas por y para las élites. Son democracias donde lo justo es lo que le conviene a unos pocos. Son democracias clasistas, donde los muchos son vistos como más en cantidad, pero menos en calidad.
En Venezuela, no. En Venezuela, la democracia es para los muchos, y lo justo es lo que es bueno para toda la gente. Y como las necesidades de la gente cambian, se articulan y se renuevan, es que el nuestro es un proyecto revolucionario que está en permanente cambio.
Por ejemplo, hace 20 años era normal nacer en Venezuela en medio de la violencia obstétrica. Y estaba lejos de todos nosotros imaginar siquiera que en el momento del parto no se juega solamente la salud del recién nacido, sino también la salud y los derechos de una madre y su familia. Pero la revolución cambió y se volvió feminista. Y entre todos y todas decidimos remover la violencia machista de nuestro sistema de salud y empoderar a las mujeres a través del programa nacional de parto humanizado, respetando su proyecto y decisiones de alumbramiento y crianza.
Nuestra democracia es proteger
Hace 20 años, antes de nuestra revolución bolivariana, era normal echar la culpa de la cesantía de los jóvenes a los propios jóvenes, y estaba instalada la idea de que los pobres lo eran porque eran flojos y que por flojos merecían una salud paupérrima, sueldos de hambre y vivir sin techo. Pero con nosotros en el Gobierno la cosa cambió. Y supimos decir con fuerza que no es justicia que alguien siga siendo pobre si trabaja todo el día. Por eso es que durante los Gobiernos chavistas hemos promovido una política de pleno empleo, y en mi Gobierno hemos lanzado, gracias al carnet de la patria —que es un sistema que integró digitalmente a todos y todas las venezolanas y venezolanos— el plan Chamba Juvenil, para garantizar a nuestros jóvenes el acceso al trabajo y a su porvenir.
Dijimos también hace 20 años, que era injusto que la vivienda propia fuese un sueño para el pueblo, pero realidad solo para las élites, y entonces creamos el plan Gran Misión Vivienda, con el que hemos construido y entregado más de dos millones de viviendas de calidad y gratuitas a las familias, y con el que tenemos proyectado llegar, en pocos años más, a los cinco millones de viviendas construidas.

A partir de este año, además, implementaré un nuevo plan de Seguridad Social para que Venezuela vuelva a tener esa educación y salud que tuvo hasta antes de las embestidas y la guerra económica, y que nos tenía como ejemplo de calidad para Latinoamérica. Una Seguridad Social que estará sostenida sobre una economía productiva estable, soberana y próspera, y no sometida a los vaivenes de los precios del petróleo.

La revolución económica de este nuevo período bolivariano tiene que ser innovadora y creativa. Porque decidimos responder al bloqueo comercial inhumano al que nos han sometido los Gobiernos de Estados Unidos y de Europa, y que tanto daño han hecho a nuestro pueblo, con la invención de la primera criptomoneda respaldada en riquezas del mundo, el petro, cuyos beneficios ya se están invirtiendo, inmediatamente, en la gente, como siempre lo hemos hecho.

Porque para nosotros es esencial en nuestra democracia que la economía esté al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de la economía. Una economía que es pura especulación, y no considera como prioridad la prosperidad y la soberanía del pueblo, es hambre para hoy y mañana pan para el imperio. La economía es el corazón de nuestro proyecto revolucionario. Pero en mi corazón está primero que todo la gente. La economía o es para el pueblo o es abuso. Para nosotros, los bolivarianos, la economía es justicia y la democracia, protección.

En Venezuela usamos una hermosa expresión para llamar a los amigos: “Mi pana”. Tiene varias explicaciones, pero para mí es porque acá un amigo es un pedacito de las entrañas de uno. Y eso mismo es, para nosotros los bolivarianos, la convivencia democrática. La nuestra es una democracia de panas, porque para nosotros la Patria es el pana y el otro, mi entraña. Porque para nosotros solo hay libertad y democracia cuando hay un otro que piensa distinto al frente, y también un espacio donde esa persona pueda expresar su identidad y sus diferencias. Por eso es que nos hemos empeñado con pasión en transparentar, en respetar y en hacer respetar las leyes electorales para las elecciones del próximo 20 de mayo. Estamos compitiendo junto a otros cuatro candidatos, todos distintos, pero todos respetuosos del acuerdo de garantías democráticas suscritas por 14 de los 18 partidos políticos existentes en Venezuela. Y ese proceso será limpio y modelo, tanto y más que las decenas de elecciones en las que hemos participado los venezolanos en las últimas dos décadas.

Lo que pasa es que nos cansamos de vivir polarizados, y decidimos convertir la violencia política de las guarimbas en poder constituyente, y encontrarnos en una Constitución hecha por el pueblo y para el pueblo. Por eso es que entiendo la desesperación de las élites, que por décadas se dedicaron a convertir al pueblo en populismo, en insulto, en tirria y en barbarie. La nuestra en cambio es una democracia orgullosamente popular, qué duda cabe. Es una democracia de la gente.

Una democracia que es también latinoamericana, africana e indígena. Porque en Venezuela tenemos un rito y un mito fundacional. Tenemos a Bolívar y a Chávez. Que no son pasado, pero son historia. Y siendo historia son también nuestro presente, porque son el sentido desde donde guiamos nuestro porvenir. Somos una democracia única porque somos una democracia de panas, justa, latinoamericana, popular, bolivariana, y donde el otro es la Patria y la Patria somos todos, aquí y ahora, avanzando juntos. Porque, como dijera Neruda:

“Que no nos juntaremos en la altura
que bajo la tierra nada nos espera
pero sobre la tierra vamos juntos
Nuestra unidad está sobre la tierra”.

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