4 may 2018

PRI: la culpa y el remedio/ Ricardo Alemán...

PRI: la culpa y el remedio/ Ricardo Alemán...
Milenio, 4 de mayo de 2018
Está claro, para el que lo analice con honestidad, que fue un grave error arrebatarle a militantes y dirigentes del PRI —al mismo tiempo— al candidato presidencial y al dirigente del partido.

¿Y por qué la gravedad del error?
Porque si bien es cierto que militantes y dirigentes aceptaron de buena gana a un candidato sin partido como José Antonio Meade —ante el descrédito de la marca PRI— también es verdad que los hechos confirmaron que resultó un desastre la orfandad del partido.
Dicho de otro modo, que sin el control del partido y sin la hermandad del candidato, los militantes y dirigentes del PRI se quedaron fuera de la fiesta. Por eso, a escala nacional y en los estados —y sobre todo donde habrá elecciones— muchos buscaron espacios de supervivencia en otros partidos, mientras que los hubo que de plano se replegaron.
¿Y quién fue responsable de las decisiones equivocadas en el PRI?

Está claro que la responsabilidad directa es del presidente Peña Nieto, en tanto priista número uno. Pero en la práctica el responsable se llama Luis Videgaray, padre de la candidatura de Meade y responsable de que la dirigencia del PRI quedara en manos del defenestrado Enrique Ochoa.
Por eso, frente a la crisis del PRI y de su candidato presidencial, la primera pregunta es si no se trata de un remedio tardío. Son muchos los que dicen que es muy tarde para cambiar la estrategia en torno a la candidatura presidencial.
Lo cierto es que “más vale tarde que nunca”. Es decir, que si bien el manotazo llegó tarde a la campaña de Meade —“al cuarto para las 12”— es mejor ahora que nunca, sobre todo si se toma en cuenta que el problema de fondo es de percepción, como en todo proceso electoral.
¿Lo dudan?
1.- Vamos a suponer que son correctas y confiables todas las encuestas que colocan a Meade en la tercera posición de la contienda presidencial, en algunas hasta con 14% de la intención del voto.
Si son acertados los sondeos, obliga la pregunta: ¿dónde está el voto duro del PRI, calculado entre 20 y 25% del padrón de todo el país? ¿Donde están los priistas de las entidades que gobierna el partido tricolor? ¿Por qué no aparecen en las encuestas?
2.- En efecto, la llegada de Enrique Ochoa enconchó a muchos militantes del tricolor, ahuyentó a otros y enojó a un sector nada desdeñable. Por eso, el cambio en la dirigencia y el regreso del grupo de Miguel Osorio —al que pertenece René Juárez— está pensado para reagrupar y regresar a esos militantes, cuadros intermedios y dirigentes que hoy se percibían fuera de la fiesta.
3.- ¿Y por qué regresarían o reaparecerían los priistas una vez que uno de los suyos regresa a la jefatura del partido?
La respuesta se localiza en una larga serie de encuestas que durante años hicieron las mismas empresas que hoy colocan en tercer lugar a Meade, y que colocaron a Miguel Osorio en la segunda posición, muy cerca de López Obrador. ¿Y eso a quién le importa?
4.- Resulta que más allá de la capital del país y de su zona metropolitana
—donde el PRI poco importa—, en el resto del país el voto duro del tricolor es el más numeroso y mejor organizado. Por eso ese PRI respaldaba a Miguel Osorio, porque era uno de ellos. Por eso, ese PRI está de vuelta al frente del timón del tricolor.
5.- Además, con una porción de sentido común, muchos señalan que la crisis del PRI no es del cambio de dirigencia, sino del pesado descrédito que enfrenta el viejo partido. Sin embargo, las campañas en Ciudad de México y sus respectivas encuestas desmienten la hipótesis. ¿Por qué?
Porque hoy, sin la existencia del PRI en CdMx, el candidato tricolor, Mikel Arriola, está en la segunda posición de las preferencias, por encima de la candidata del PRD, partido que se mantuvo en el gobierno desde hace más de 20 años. En la capital del país no hay PRI y la marca PRI no arrastra a Mikel al abismo. Y en CdMx no metió la mano el PRI de Enrique Ochoa.
¿Entonces, dónde está el problema? ¿No es cierto que Mikel es un candidato “espejo” al candidato presidencial Meade? El problema no es solo la marca, el problema es la mala operación.
6.- Además, si seguimos creyendo en las encuestas, recordaremos que la aceptación de Enrique Peña es de entre 22 y 25% de los ciudadanos. ¿Por qué, entonces, quienes califican de manera positiva al Presidente, no apoyan la candidatura de Meade?
El problema —y el error— no fue la candidatura no partidista de Meade, sino el siguiente paso: la imposición de Enrique Ochoa. Ya lo remediaron.
¿Están a tiempo o están perdidos?
Al tiempo.

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