2 ago 2018

El Papa cambia el Catecismo: la pena de muerte siempre inadmisible

El Papa Francisco aprueba la nueva redacción del párrafo del catecismo sobre la pena de muerte

“La pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”, afirma el nuevo texto sobre la pena de muerte del Catecismo de la Iglesia Católica
El Papa Francisco ha aprobado con un Rescrito la nueva redacción del artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte. Así lo informa el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis F. Ladraba.
La camilla para la inyección letal de la pena capital  (Copyright © Ken Piorkowski 2012)
El nuevo texto del artículo sobre la pena de muerte es el siguiente:
“Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.
Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.
Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”.
La cita se refiere al discurso del Papa Francisco a los participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, el 11 de octubre 2017, mientras la aprobación tuvo lugar en el curso de la audiencia al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis Luis F. Ladaria, el 11 de mayo pasado, y la firma fechada 1° de agosto 2018, Memoria de San Alfonso María de Ligorio.
El texto anterior
El Catecismo de la Iglesia Católica promulgado en 1992 había sido ya corregido en el párrafo sobre la pena de muerte después de las afirmaciones de Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium vitae en el 1995. El texto enmendado decía:
“La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos”
La carta del card. Ladaria a los obispos
El Rescripto del Pontífice es acompañado por una carta del cardenal Ladaria a los obispos de todo el mundo en la que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe explica que “la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, “expresa un auténtico desarrollo de la doctrina que no está en contradicción con las enseñanzas anteriores del Magisterio. De hecho, estos pueden ser explicados a la luz de la responsabilidad primaria de la autoridad pública de tutelar el bien común, en un contexto social en el cual las sanciones penales se entendían de manera diferente y acontecían en un ambiente en el cual era más difícil garantizar que el criminal no pudiera reiterar su crimen”.
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El Papa cambia el Catecismo: la pena de muerte siempre inadmisible
Ladaria: la reformulación “se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica”
Vatican Insider, 02/08/2018
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
El Papa Francisco ha dispuesto la modificación del Catecismo de la Iglesia católica para establecer que la pena de muerte, hasta ahora no excluida en términos absolutos, “es inadmisible porque atenta a la inviolabilidad y dignidad de la persona”. Una reformulación que, explica el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, el cardenal Luis Francisco Ladaria, “se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica”.  
Esta frase ha sido pronunciada por Jorge Mario Bergoglio en un encuentro el pasado mes de octubre con ocasión de los 25 años de la promulgación del nuevo Catecismo querido por Juan Pablo II, durante el cual había anunciado su intención de reescribir en este punto el texto del Catecismo. Y ahora la Sala Stampa vaticana ha difundido un texto que explica que el papa, en una audiencia concedida el pasado 11 de mayo al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, el cardenal Luis Francisco Ladaria, ha aprobado la “nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia católica”.  
Este es el nuevo texto del párrafo relativo a la pena de muerte: “Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común. Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente. Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”. El escrito firmado ayer y difundido hoy, dispone que el nuevo texto “sea traducido en las distintas lenguas e incluido en todas las ediciones del Catecismo”.  
 La versión original del Catecismo, en el punto 2267, ratificaba que “la enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana. Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos».  
 En una carta enviada a todos los obispos, el cardenal Ladaria explica que “si de hecho la situación política y social del pasado hacía de la pena de la muerte un instrumento aceptable para la tutela del bien común, hoy es cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera luego de haber cometido crimines muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los 
ciudadanos, han dado lugar a una nueva conciencia que reconoce la inadmisibilidad de la pena de muerte y por lo tanto pide su abolición”.  
 Se trata, puntualiza el purpurado jefe del ex Santo Oficio, de un “desarrollo” en el cual “es de gran importancia la enseñanza de la Carta Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II”, que “enumeraba entre los signos de esperanza de una nueva civilización de la vida «la aversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte, incluso como instrumento de “legítima defensa” social”. Enseñanza más tarde recogida en el Catecismo, continúa Ladaria, en el cual “la pena de muerte no se presenta como una pena proporcional a la gravedad del delito”.  
 Después de recordar otras sucesivas intervenciones de Karol Wojtyla contra la pena de muerte (Mensaje natalicio de 1998 y viaje en Estados Unidos el mismo año), Ladaria recuerda como “el impulso de comprometerse con la abolición de la pena de muerte continuó con los sucesivos Pontífices”, y subraya en particular que Benedicto XVI llamaba «la atención de los responsables de la sociedad sobre la necesidad de hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital» y luego auguraba a un grupo de fieles que «sus deliberaciones puedan alentar iniciativas «para eliminar la pena de muerte». Y «en esta misma perspectiva», subraya Ladaria citando los relativos textos, el Papa Francisco ha insistido en diversas ocasiones que la pena de muerte es «inadmisible», «implica un trato cruel, inhumano y degradante», va rechazada «frente a la posibilidad del error judicial». 
 La nueva redacción «se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica», precisa Ladaria, recordando que «queda en pie el deber de la autoridad pública de defender la vida de los ciudadanos como ha sido siempre enseñado por el Magisterio y como lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2265 y 2266». En este sentido, «la nueva formulación del n. 2267 del Catecismo expresa un auténtico desarrollo de la doctrina que no está en contradicción con las enseñanzas anteriores del Magisterio. 
 De hecho, estos pueden ser explicados a la luz de la responsabilidad primaria de la autoridad pública de tutelar el bien común, en un contexto social en el cual las sanciones penales se entendían de manera diferente y acontecían en un ambiente en el cual era más difícil garantizar que el criminal no pudiera reiterar su crimen».  
La nueva redacción, fruto de una conciencia crecida «a la luz del Evangelio», «quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor»

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