15 dic 2018

El Chapo y el cártel: celos, asesinatos y alianzas inestables

El Chapo y el cártel: celos, asesinatos y alianzas inestables
Por ALAN FEUER 
The New York Times, 12 de diciembre de 2018
En el imaginario popular, los cárteles mexicanos de la droga —como las familias de la mafia o las grandes corporaciones— a veces se consideran como organizaciones estables que han durado décadas. Aunque los líderes cambien, muchos creen que la estructura básica de los cárteles y los nombres asociados a ellos, no se transforman.
Sin embargo, un mes de testimonios en el juicio de Joaquín Guzmán Loera, el capo mexicano conocido como el Chapo, sugiere que los cárteles son menos parecidos a los Gambino o a General Electric y son más como algo salido de Juego de tronos. Los líderes de los cárteles no solo han cambiado frecuentemente a lo largo de los años, sino que los grupos en sí también se han transformado mediante una serie de alianzas y rompimientos casi constantes.

De acuerdo con varios testigos en el juicio, Guzmán comenzó en el narcotráfico a finales de la década de los ochenta, cuando trabajó para un capo más experimentado: Juan José Esparragoza, quien encabezaba el que se conocía como el Cártel de Guadalajara. En ese entonces, Guzmán estaba rodeado de un séquito modesto de familiares y amigos: su hermano Arturo, conocido como el Pollo; sus primos, los tres hermanos Beltrán Leyva, y su primer empleado, un piloto llamado Miguel Ángel Martínez.
Casi desde el inicio de su carrera, Guzmán tuvo problemas con el Cártel de Tijuana, que controlaba gran parte de las actividades del narcotráfico en la frontera mexicana con San Diego. Después se desató una guerra con los traficantes de Tijuana, cuando descubrieron que Guzmán transportaba cocaína a través de su territorio sin permiso, una violación del protocolo.
En 1991, según han dicho los testigos, esa guerra dio como resultado una de las primeras y más grandes reorganizaciones en el mundo de los cárteles. Después de estudiar el conflicto, un poderoso traficante llamado Ismael Zambada García se separó del grupo de Tijuana y se alió con Guzmán. Conocido como el Mayo, Zambada trajo consigo a otro veterano del narcotráfico: Amado Carrillo Fuentes, que en ese entonces dirigía el Cártel de Juárez.
Los testigos han señalado que hasta ese momento Guzmán y Carrillo Fuentes no habían trabajado mucho juntos, pero que se habían conocido en fiestas de los cárteles. No obstante, Carrillo Fuentes era más cercano a Zambada. (Ambos alguna vez gastaron 50 millones de dólares para comprar juntos un avión con el que traficaban drogas). También tenía su propio círculo de asociados. Entre ellos su hermano, Vicente Carrillo Fuentes, que se encargaba de supervisar a un equipo de sicarios, según han dicho los testigos.
Para 1992, esta triple alianza —Guzmán, Zambada y Carrillo Fuentes— conformaba el núcleo de lo que se convirtió en el Cártel de Sinaloa. Aunque cada hombre tenía su propio equipo e intereses comerciales separados, a menudo unían recursos. A veces, señalaron los testigos, empleaban a los mismos pilotos o invertían juntos en compras de toneladas de cocaína.
Durante los siguientes cinco años, la estructura del cártel fue más o menos la misma. Sin embargo, en 1997, Amado Carrillo Fuentes murió inesperadamente mientras se sometía a una cirugía plástica. Poco después, uno de sus principales secuaces, Eduardo González Quirarte, se dio un tiro en la cabeza mientras lo perseguía la policía. González no murió, pero sus lesiones le provocaron amnesia. Se vio obligado a retirarse, según los testigos.

Para llenar ese vacío, Vicente Carrillo Fuentes subió en la jerarquía con el fin de dirigir el negocio de su hermano y pronto se enfrascó en una lucha de poder con Guzmán, relató un testigo esta semana. De acuerdo con el testimonio de Tirso Martínez Sánchez, Guzmán buscaba controlar una lucrativa ruta de ferrocarriles que se usaba para transportar cocaína a través de la frontera con destino a Los Ángeles, Chicago y Nueva York. La ruta permitía que los líderes del cártel obtuvieran cientos de millones de dólares de manera constante. No obstante, Guzmán quería dejar a Carrillo Fuentes fuera del negocio, señaló Martínez.

Para complicar el asunto, poco después, Rodolfo, el otro hermano de Carrillo Fuentes, se hizo socio de un cártel rival, los Zetas, que operaba principalmente a lo largo del golfo de México. Al principio, han dicho los testigos, los Zetas y los traficantes de Sinaloa trabajaron bien juntos. Pero su relación se deterioró en 2002, cuando un importante sicario sinaloense asesinó al hermano de uno de los líderes de los Zetas y después buscó refugio con los aliados de Guzmán, los hermanos Beltrán Leyva.

Aunque los Zetas querían al asesino, dijeron los fiscales, los hermanos Beltrán Leyva se rehusaron a entregarlo. Al final se desató otra guerra: Guzmán y los Beltrán Leyva contra los Zetas y los hermanos Carrillo Fuentes.

En medio de la guerra, dijeron los testigos, Guzmán envió a unos sicarios para que ejecutaran a Rodolfo Carrillo Fuentes y en 2004, Carrillo Fuentes y su esposa fueron acribillados mientras salían de un cine en Culiacán.

Ese mismo año, la estructura del cártel cambió de nuevo cuando Vicente Carrillo Fuentes salió de la organización y dejó a cargo a Guzmán y a su primer socio, Ismael Zambada. En ese entonces, dijeron los fiscales, los hermanos Beltrán Leyva también subieron de categoría, aunque eso no duró mucho.


De hecho, para 2007, Guzmán ya se estaba enfrentando con los hermanos Beltrán Leyva, de acuerdo con Jesús Zambada García. Aunque los orígenes de la guerra siguen siendo poco claros, Zambada dijo que el conflicto inició debido al papel que los hermanos desempeñaron en la captura de un cargamento de cocaína que salía de Panamá.

La batalla de Guzmán con los hermanos Beltrán Leyva fue muy violenta, dijo Zambada, y cientos de personas murieron durante esta guerra. Además fue muy complicada. Los Beltrán Leyva, por ejemplo, establecieron una alianza por conveniencia con los Zetas. Eso fue extraño dado que Vicente Carrillo Fuentes, alguna vez su enemigo, aún estaba bastante conectado con la organización.

Sin embargo, así era el mundo de los cárteles, que con frecuencia se dividían, se reconfiguraban y después se desintegraban de nuevo antes de reagruparse.

Fue suficiente para volver loco a uno de los testigos, un abogado colombiano llamado Germán Rosero.

Según lo que relató, Rosero había trabajado con Guzmán y sus socios sinaloenses durante casi una década, pero decidió acabar con la relación cuando la batalla con los hermanos Beltrán Leyva comenzó a intensificarse. Desde su punto de vista, las guerras y los cambios constantes eran agotadores y peligrosos.




“Honestamente, ya no quería trabajar con ellos”, les dijo a los miembros del jurado el mes pasado. “No quería estar en medio de sus guerras”.

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