25 abr 2019

El cardenal Malcom Ranjith, arzobispo de Colombo

El cardenal Malcom Ranjith, arzobispo de Colombo
Vatican Insider,  23/04/2019
SALVATORE CERNUZIO
ROMA

«Deben ser castigados sin piedad, porque solamente unos animales pueden comportarse de esa manera». Ante la sangre, los cadáveres, entre los que había 45 niños, pedazos de articulaciones por todas partes en las iglesias de Sri Lanka después de las bombas que explotaron en tres templos el pasado domingo, el cardenal Malcom Ranjith utilizó palabras muy duras para referirse a lo sucedido. «Fue una reacción emotiva», dijo el arzobispo de Colombo a Vatican Insider durante una conversación telefónica, «fue horrible ver todos esos muertos, esa sangre, esa destrucción. Dejé que hablara mi alma».
Entonces, ¿se retracta de esas palabras?
 «No. O mejor dicho, dije que son animales y no quiero denigrar a los animales: estas personas son peores que los animales».
 Usted pidió al gobierno de Sri Lanka que pusiera en marcha una investigación «severa e imparcial»…
 «Sí, porque como Iglesia queremos asegurarnos que la ley se aplique a la letra y con toda su dureza. Es un acto de justicia».
 La ley de Sri Lanka prevé la pena de muerte. ¿Sería esta, en su opinión, una solución justa para quien ha matado a más de 300 inocentes?
 «Es cierto, la pena de muerte es legal en nuestro país, pero desde hace más de 45 años no se aplica. Los prisioneros que se encuentran en el brazo de la muerte pasan la cadena perpetua en la cárcel. Más allá de esto, siguiendo la enseñanza de la Iglesia y las más recientes indicaciones del Papa Francisco, consideramos inaceptable la pena de muerte. Sin embargo, lo que pedimos es una pena que sea adecuada a la culpa. Es lo que es justo».
 -¿Qué cosa, concretamente?
 «Cadena perpetua. Aislar a estas personas que practican el odio hasta matar a tantas personas. Más de 320… ¿Se da cuenta? No se puede justificar este comportamiento».
 Parece que el EI (ISIS) ha reivindicado los atentados…
 «¿Ah, sí? Esto me lo está diciendo usted… Las investigaciones, hasta ahora, no han dado ningún resultado. Cuando sean completadas, sabremos quiénes son los responsables. Tanto los autores de las masacres como los que los mandan, porque lo que es cierto es que no actúan por iniciativa propia».
 Parece que la pista extremista se esté haciendo cada vez más fuerte…
 «Sí, pero hay que tener cuidado y distinguir bien las cosas. Los que llevaron a cabo estos terribles ataques son terroristas y basta, no son musulmanes o creyentes, no creen en ningún Dios, en ninguna religión. Debemos aislarlos, distinguirlos de los que son los fieles “normales”. No podemos identificar a todos los musulmanes como terroristas. El islam es una religión de paz. Cuando un musulmán se encuentra a otro por la calle, dice: “Salaam”, la paz».
 Pero, ¿no le preocupa que estos atentados puedan representar un punto de quiebre en el diálogo interreligioso?
 «No, es más, de esta dramática experiencia saldremos más reforzados. Precisamente ayer tuvimos un encuentro interreligioso. Diferentes representantes de las diferentes confesiones vinieron a verme y también estaban los líderes musulmanes. Todos, y repito todos, condenamos lo que había sucedido. Algunos parlamentarios y ministros de fe islámica me expresaron su cercanía y condenaron estas acciones».
-¿Podría haber reacciones dictadas por la venganza entre la gente común, sobre todo entre los parientes y familias que perdieron a sus seres queridos?
 «Todos estamos sacudidos y es posible. Por ello pedí a los obispos, sacerdotes y párrocos que sigan haciendo llamados para mantener la paz y garantizar que nadie reaccione y ataque a nadie más. No sirve. La violencia no reduce la violencia, la añade».
 Usted fue inmediatamente a la parroquia de San Antonio al enterarse de la noticia. ¿Qué recuerdos tiene?
 «Cuando sucedió todo, yo estaba en mi casa, acababa de celebrar la misa de Pascua y estaba por desayunar. Hacia las 8.55 me llamaron por teléfono y me informaron sobre la bomba. Partí inmediatamente hacia la parroquia de San Antonio. Una vez allí, no me permitieron entrar, las fuerzas de seguridad temían que hubiera otras bombas sin explotar. Además no se podía entrar a la Iglesia, ni siquiera se podía pasar, era todo un lío. Entonces volví a la casa y recibí una segunda llamada telefónica que me informaba sobre las otras explosiones en Negombo y Batticaloa. Fue verdaderamente difícil. Es un momento trágico para nuestra comunidad, que es exigua, y que ahora afronta todas estas pérdidas».
 Se habla de 321 muertos hasta ahora, como dijo antes usted mismo, y alrededor de 500 heridos…
 «La situación en los hospitales es crítica. En los últimos días he ido a visitar a muchos heridos y a sus familias. Sus descripciones son increíbles, no lograba escuchar lo que me decían. Este ruido enorme, de repente: en San Antonio después de que los fieles habían terminado de recitar el Credo, en otra parroquia mientras un laico estaba haciendo un discurso de agradecimiento al párroco que iba a ser trasladado… Todo tan de repente. Algunos perdieron el oído, otros la vista. Hay quien tiene heridas en todo el cuerpo, pedazos de metal que están destruyendo los órganos. Escuché también muchos gritos. Es horrible. Todo iba bien, y ahora tenemos esta armada de enfermos». 
Como Iglesia, ¿de qué manera tratan de seguir adelante después de esta tragedia?
 «Estamos tratando de encontrar la razón de todo esto en la fe y, sobre todo, de superar el momento con valentía. Hay muchas personas, muchas familias, que han perdido a sus parientes, muchos padres que han perdido a sus hijos, incluso pequeños, que necesitan nuestra valentía para seguir adelante. El clero, los religiosos, los obispos deben luchar contra el desánimo y, mediante la fe, infundir confianza en el futuro.
 ¿Siguen suspendidas las celebraciones en las iglesias?
 «Desgraciadamente, todavía no hemos vuelto a comenzar con las ceremonias; nos dio la indicación la seguridad nacional y por ahora es mejor mantener las iglesias cerradas».
 Una última pregunta. El Papa Francisco ayer le nombró como «querido hermano» durante el Regina Coeli, insistiendo en su cercanía a usted y a toda la población. ¿Ha podido hablar con él personalmente?
 «No, no he hablado con el Papa. No me ha llamado por teléfono. Pero he escuchado sus llamados por nuestro país y por los creyentes. Quiero agradecer al Santo Padre por sus hermosas palabras de solidaridad y oración»....





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