6 jul 2019

Cinco + siete/Jorge Volpi


 El mejor rasgo exhibido por AMLO ha sido, sin embargo, su voluntad de rectificar los errores.
Cinco + siete/Jorge Volpi
Reforma, 06 Jul. 2019
El mejor rasgo exhibido por AMLO ha sido, sin embargo, su voluntad de rectificar los errores
Hace un año, Andrés Manuel López Obrador consiguió al fin lo que pareció imposible: ganar la Presidencia con un apoyo no solo mayoritario, sino contundente. Fue -lo dije entonces- el inaudito triunfo de la razón. México, durante los doce años anteriores, se había sumido en una de las peores etapas de su historia: Felipe Calderón, con su irresponsable estrategia de seguridad, desató la ola de violencia que, al día de hoy, se ha cobrado unas 250 mil vidas -repito la cifra semana a semana, esperando que nunca deje de sonar escalofriante-, mientras que Enrique Peña Nieto convirtió a su gobierno en una aceitada maquinaria de saqueo.

La victoria del 1o. de julio de 2018 representó, en este escenario, el repudio hacia el sistema que permitió semejante catástrofe. Con su tenacidad e inagotable fe en sí mismo, AMLO encarnó las esperanzas de cambio tanto como la necesaria ruptura con el pasado. Desde entonces, su estilo personal -austero, directo, impulsivo- modificó drásticamente las estructuras de poder. Y se encargó de devolverle un lugar principal a todos aquellos que habían sido olvidados durante los gobiernos anteriores: los millones sumidos en la pobreza o la pobreza extrema, conducidos al centro de la acción pública.
Durante cinco vertiginosos meses de interregno, el Presidente electo comenzó una frenética actividad destinada a convertir en hechos la promesa de hacer las cosas de otra forma. Esos cinco meses resultaron tan caóticos como fecundos: se tomaron medidas apresuradas y a veces irresponsables -como la cancelación del aeropuerto de Texcoco-, al tiempo que se dibujaron alentadoras estrategias para atacar tanto la violencia como la corrupción.
La lógica de gobierno posterior quedó asentada en ese largo preludio: un acertado diagnóstico del estado del país, medidas radicales destinadas a terminar con los abusos, con frecuencia improvisadas o erráticas, acompañadas de la genuina voluntad de corregirlas o adaptarlas. Y la omnipresencia de López Obrador, convertido no solo en Presidente sino en el único vocero de sí mismo, presencia diaria en los medios que fija la agenda del día tanto como concentra la nueva narrativa del país.
A partir del 1o. de diciembre, las contradicciones de la 4T no han hecho sino recrudecerse. Si de un lado ha proclamado el fin del neoliberalismo, del otro se ha visto obligada a aplicar políticas que difícilmente escapan a esta etiqueta, sea en la ferocidad de la austeridad republicana -y sus consecuencias en áreas centrales para el desarrollo del país como la salud, la cultura o la ciencia- o en la política migratoria de cierre de fronteras y abandono del derecho de asilo y del libre tránsito impuesta por Donald Trump. Y, si la apuesta preferencial por los pobres continúa siendo su mejor bandera -a través de un sinfín de programas sociales, del aumento del salario mínimo o de la democracia sindical-, el abandono de la prometedora estrategia de seguridad bosquejada durante el interregno -de la justicia transicional a la legalización de la mariguana y de la vinculación con las víctimas a la apuesta por la memoria y verdad-, hacia una puramente punitiva, centrada en la Guardia Nacional, augura que ninguno de los asuntos prioritarios -el combate a la violencia y a la corrupción- vayan a verificarse.
Cinco meses más siete meses, pues, de un programa que sigue contando con el apoyo mayoritario de la población -entre un 60 y 70 por ciento-, con una oposición real inexistente y una rabiosa oposición mediática, y tantas posibilidades de fracaso como de éxito. Pero vale la pena repetirlo otra vez: el México que recibió López Obrador era un México en ruinas. Ese México ahora es otro: más desordenado, sin duda, pero también más alerta y donde los más desfavorecidos al fin se han vuelto centrales. El mejor rasgo exhibido por AMLO ha sido, sin embargo, su voluntad de rectificar los errores. Si continúa haciéndolo y se decide a impulsar de manera decidida esa reforma integral a la justicia que le urge al país, su sueño de pasar a la historia como un gran Presidente acaso pueda cumplirse.
@jvolpi


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