14 ene 2020

Édgar Elías Azar, ¿imputable?


 Édgar Elías Azar, por fin imputable/RICARDO RAPHAEL
Revista Proceso # 2254, 12 de enero de 2020:
En el verano del 2016 Édgar Elías Azar, entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, presentó una demanda de amparo contra la Ley 3 de 3 porque, a su juicio, de darse a conocer públicamente su patrimonio vería afectadas su independencia y autonomía como juzgador.
Tres años después nos enteramos de que este exfuncionario público cuenta con un patrimonio inmobiliario cuyas rentas anuales rondan los 78 millones de pesos: ahora sí conocimos las verdaderas razones que motivaron aquel amparo.
Édgar Elías Azar no quería que se hiciera público cuán millonario se volvió durante los 38 años en que fungió como funcionario.
El expresidente del Tribunal Superior de la capital comenzó su vida profesional como intendente –sacudiendo libros en una biblioteca, según sus propias palabras–; fue mecanógrafo, archivista, taquígrafo y un día logró hacerse juez de paz.
Sus bisabuelos fueron sirios y sus abuelos libaneses; el padre nació en un barco y él creció en la ciudad de Acapulco. Es descendiente de migrantes que llegaron con una mano atrás y otra adelante, así que no puede presumir haber recibido su millonaria riqueza por vía heredada.
Tampoco hay nada en su currícula que lleve a suponer una actividad empresarial capaz de proporcionarle tal patrimonio. La robusta masa financiera que ostenta no la obtuvo vendiendo alfombras persas, importando vino francés ni montando una fábrica de pantallas planas.
El origen de su riqueza fueron las conexiones personales que le entregó la diosa fortuna: Édgar Elías Azar tuvo como compañero de clase a un político que llegó a ser enormemente poderoso durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, José Francisco Ruiz Massieu, el influyente excuñado que murió asesinado a plena luz del día.
No podría explicarse la exitosísima carrera de Elías Azar sin este dato biográfico fundamental. Cuando Ruiz Massieu fue gobernador de Guerrero, Elías Azar ocupó la cartera de secretario de Finanzas. Por aquellos años Acapulco vio pasar inversiones inmobiliarias muy grandes, sobre todo en la zona conocida como Punta Diamante.
Con la muerte de su amigo y mentor, Elías Azar regresó a la carrera judicial, obtuvo un puesto como juez civil, luego como magistrado del TSJDF y finalmente, en 2008, se hizo de la presidencia de ese órgano, a la cuál se aferró durante casi una década. En tono de broma sus colegas lo llamaban el Porfirio Díaz del Poder Judicial.
Durante su mandato, este Tribunal padeció una severa crisis de legitimidad. Los rumores fueron creciendo y decían que ahí dentro la justicia se vendía al mejor postor porque los jueces perdieron autonomía, ya que, desde la presidencia, Elías instruía el sentido que debía darse a las sentencias.
Suman muchas decenas las víctimas de su presunto comportamiento corrupto. Encabezan la lista Paola Cusi, última esposa de Emilio Azcárraga Milmo; la empresa Yahoo! Inc, que denunció la corrupción del Tribunal ante autoridades estadunidenses; los herederos de Ramón Ferrant Sola, la colombiana Stephanie Magón Ramírez, la abogada Ana Katiria Suárez, quien lo acusó por acoso sexual; y así un largo etcétera de personas agraviadas que estaban aguardando la oportunidad para hacerse escuchar.
Para obtener ingresos anuales de 78 millones de pesos, derivados de rentas inmobiliarias, es necesario contar con un patrimonio, al menos, 10 veces superior. ¿Cómo explicar que un funcionario público honrado haya amasado tan cuantiosa fortuna?
Aquí es donde los rumores entran en auxilio de lo inexplicable. Según denuncia presentada en Estados Unidos ante la SEC (Securities and Exchanges Commission) –a propósito de un caso en el que estuvo involucrada la empresa internacional Yahoo! Inc–, desde la presidencia del TSJDF Édgar Elías Azar encabezó una red de corrupción y tráfico de influencias para torcer los renglones de la justicia capitalina.
Durante octubre y noviembre de 2013 el periodista Miguel Badillo reportó la existencia de grabaciones, documentos y testimonios que corroborarían acusaciones muy graves (Contra Réplica).
También se le señaló por prevaricación –delito en el que pueden caer los jueces cuando dictan resoluciones arbitrarias a sabiendas de que dicha decisión es injusta y contraria a la ley.
Elías Azar multiplicó el número de sus enemigos cuando decidió, contrario a las costumbres del Tribunal capitalino, mantenerse en el puesto durante tres mandatos consecutivos; al parecer no fue por popular que obtuvo lo que quería, sino gracias a que una maquinaria de apoyos inconfesables abrazó su causa.
Para aderezar una reputación muy cuestionada dos mujeres presentaron también en su contra denuncias por acoso sexual: la abogada Ana Katiria Suárez y una periodista cuyo nombre permanece protegido.
La Fiscalía General de la República no ha proporcionado más información sobre la presunta denuncia presentada por la Unidad de Inteligencia Financiera de la secretaría de Hacienda en contra de Édgar Elías Azar por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero.
Sin embargo, de algo hay ya evidencia más que palmaria: el expresidente del Tribunal Superior de Justicia de la CDMX no es más un hombre arropado por el manto de la impunidad. Y sin esa protección, son muchos quienes querrán hablar, reclamar y denunciar por las decisiones tomadas durante la época más penosa en la historia de la justicia capitalina.
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