“El de aquí fanfarronea, hace gracejadas, inventa golpes de Estado, abandona a niños con cáncer, deja en desamparo a mujeres violentadas, no responde por asesinatos a pacientes en hospitales de Pemex, vende cachitos de lotería, exhibe estampitas y amuletos de diversas religiones...”
No hay mal que por bien no venga | Diego Fernández De Cevallos
Milenio, 23 de marzo de 2020
Sin Rodeos
El título de esta columna es un viejo adagio que siempre tiene validez, sea cual fuere el mal o su intensidad, pero en los momentos actuales cobra fuerza.
Aplica ante la tragedia que causa el coronavirus, su secuela de infectados y muertos, y la devastación económica que no perdonará a país alguno, pues, simultáneamente y a pesar de los estragos que ocasiona en todos los continentes, los científicos advierten que los menores desplazamientos humanos y la merma en las actividades productivas han sido determinantes para reducir la contaminación en el aire, los mares y los ríos, en mayor o menor medida, a escala mundial.
También en el recogimiento de millones de familias en sus hogares —sin ignorar los problemas que suscita lo sorpresivo de esa forzada convivencia, y la angustia económica y alimentaria que el problema provoca— hallamos una magnífica y privilegiada posibilidad, no obstante su forzamiento, para vivir intensamente unas semanas en el espacio familiar y conocer o redescubrir el caudal ilimitado de amor y valores que el trajín ordinario y el torbellino cotidiano, en los que se nos escapa la vida, nos impiden disfrutar del ámbito sagrado que es el hogar.
Otra oportunidad que nos brinda este microscópico asesino es recordarnos la fragilidad humana. Adriano (emperador romano en los años 117-138) decía: “Nadie puede sentirse emperador cuando se halla desnudo ante su médico”, cuanto más si el cuerpo postrado y doliente está así a causa de tan pequeño enemigo, que atormenta a sus presas y las precipita al destino que inexorablemente a todos nos espera.
Trae beneficio adicional para los mexicanos: nos obligará a sacudirnos la indolencia social y la actitud pordiosera y pedigüeña de quienes todo lo esperan del gobierno; pues mientras los mandatarios de otros países adoptan FUERTES MEDIDAS ECONÓMICAS para paliar la crisis, y apoyados en la ciencia y sus capacidades salvan vidas y auxilian en lo posible la salud de los gobernados; el de aquí fanfarronea, hace gracejadas, inventa golpes de Estado, abandona a niños con cáncer, deja en desamparo a mujeres violentadas, no responde por asesinatos a pacientes en hospitales de Pemex, vende cachitos de lotería, exhibe estampitas y amuletos de diversas religiones —burlándose socarronamente de los creyentes—, deambula manoseando a los acarreados que miserablemente llama sus “mascotas”, y ensaliva criaturas indefensas afirmando que “el verdadero escudo protector es la honestidad”.
Ese corrupto y demencial comportamiento, potenciado por el abyecto summa cum laude, subsecretario de “salud” obliga a la sociedad a organizarse con las demás instituciones del país para enfrentar este y otros desafíos, porque el “prodigioso luchador social” —también cum laude— resultó absoluta y evidentemente incapaz para gobernar.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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