15 jul 2020

Lectura de poemas de poetas mochitenses

Festival Mi Ciudad 2020; en el marco del 117 aniversario de Los Mochis, Sinaloa.
No cabe duda que la mejor manera de celebrar el ciento diez y siete aniversario de Los Mochis es leyendo poesía de poetas mochitenses; profetas en su tierra, casi nadie los es..
Lectura de algunos fragmentos de la poesía de Alejandro Avilez y Jaime Labastida; un poema de Ernestina Yépiz, otro de Alfonso Orejel y dos de León Cartagena..
Vídeo: https://www.facebook.com/imac.ahome/videos/305383137504432/UzpfSTEwMDAwMjg1ODI5MDA5MDoyODU5ODAyNTI0MTI0OTk2/
Decía el profe....quien nació a la orilla del Rio Sinaloa...
 “...Todos los sinaloenses nacimos a la orilla de un río  (...)
 toda la vida estaba en las márgenes de los ríos y el agua, 
el río mismo, se identificaba en nuestro subconsciente con la vida; 
entonces, siempre pensamos que el agua es la vida, 
que el río es la vida, que el río es el espíritu, 
que el río es todo lo que vive, 
se ahí que a veces surja la imagen del río 
como una de las más entrañables 
que uno puede concebir... “
@#
Rio natal.
No huyas, forma en luz transfigurada,
memoria fiel de la canción oída,
oh forma de la vida,
eternidad al tiempo encadenada
Permanencia que afloras de pasada,
flor de las soledades encendida,
agua de sol vestida
y en el árbol sediento derramada
Memoria de la luz, aliento mío,
no abandonarme intentes
a prematuro invierno en el estío
Suave esplendor, no huyas a tus fuentes
Alegra, oh dulce río,
mis riberas de sombra en tus corrientes...”
@#
De Jaime Labastida....
.¿Dónde, en verdad, nace el idioma?
¿En la garganta o en la piel?
¿En el hoyo más denso, más
amargo y profundo de la historia?..’ 
#
Invocación a una alta imagen
                                                               A Ruth
Mujer de viento,
permite que la playa de tu oído
recoja el mar de mis palabras.
He de enseñarte a amar lo que yo amo
y has de aprender a amarte toda tú:
He de romper lo unido a la costumbre
spara que tu sed conquiste calma....”
 De "Dominio de la tarde" 1991
Horas
11.30 p.m.
Durísima la luna. Igual que tú, tan lejos.
Suéñame, te digo, como te sueño aquí,
hasta que los dos sueños se conviertan en fuego,
hasta que mi aliento sea el tuyo,
hasta que respiremos cada uno
por la boca del otro....."
@#
Ahora un poema inconcluso de Ernestina Yépiz Peñuelas, autora de la novela de Paloma Sanlúcar.., 
Los árboles desprenden la hojarasca,
los pétalos de la rosa se marchitan;
pero mi buganvilla florece en el jardín
y una buganvilla florecida es una fiesta.
Habrá que convocar a los vecinos,
a los transeúntes todos;
que todos vean
que mi buganvilla  rejuvenece en pleno otoño
y con su colorido ennoblece las paredes,
cubre el piso
y la fachada herrumbrosa de mi casa;
que todos vean también
que su ramaje se extiende más allá 
—mucho más allá—
del muro de ladrillos que intenta contenerlo;
y su florescencia reviste
de una alfombra purpúrea
la calle entera y las banquetas.
He abierto las ventanas del balcón
y el viento hace
que un tumulto de flores,
en plena algarabía,
se postre en mi cama:
duermo sobre ellas
y en el sueño descubro
lo simple que es la felicidad.
@#
De Alfonso Orejel, ganador de varios premios entre ellos, Gilberto Owen en 2010, y el Premio de Poesía Ciudad de La Paz 2018,...
De palabras en Sepia.
Regreso a la casa de mi infancia
donde el único habitante es el silencio.
Miro el sol envejecido por el patio
sujetándose de las paredes.
Abro una puerta que se queja.
Adentro
gotea más lento el tiempo.
Sentada en el sillón
la soledad
hojea un álbum de fotos
con sus dedos amarillos.
Torpemente el espejo me sonríe
tratando de recordar
mi rostro.
Las grietas en la pared
y el susurro de la lluvia
me confiesan un secreto.
En el pasillo desolado suenan pasos.
Alguien me llama con palabras
que al sonar se convierten en ceniza.
Desde su eternidad cuadriculada
mis hermanos me contemplan
con un racimo de miradas muertas.
Allí está la ventana
donde arrojé aviones de papel
y sueños que devoró el olvido.
El gato flojo que consentía papá
se enreda entre mis pies
y maúlla con tristeza.
Esta es la hora
en que mi padre se despoja
de su ropa y de su nombre,
y es libre en la azotea.
Mirando esa ventana
Alicia soñó con ser un pájaro,
Tavo deseaba besar
a todas las muchachas,
Martín quería tatuar
el mundo en su mirada,
y Mino heredar el pie de atleta
de mi padre.
Por la persiana atisbo hacia el jardín.
Un abrazo reúne a dos ausentes:
mi madre muerta y el niño que no soy....
@#
Y dos poemas de León Cartagena.
La primera vez que supe de él fue vía Elmer Mendoza, lo menciona en e su novela "Asesinato en El Parque Sinaloa”...
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 SEMILLA DE LUMBRE
Sólo un hombre ( y también una mujer si me lo permite el autor.) puede sembrar una palabra, 
una semilla de lumbre,
que detenga o cambie el curso del tiempo. 
Todo parte de una página en blanco,
 se hacen elevar olas, se tiñe el silencio. 
Desde la nube baja un dardo luminoso, 
dobla las costillas de la Tierra,
que tiene dolor de parto, de poeta.
Un hombre desterrado sabe
que las estrellas son coágulos sujetos
a la costura fugaz de la máquina celeste.
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 EL CUERPO DE MI MUJER
Si se le mide de la cabeza a los talones,
el cuerpo de mi mujer tiene un año de largo; 
ni más ni menos, así, todo completo.
Enero le alborota los cabellos de la frente, 
el frío inicio del año la pone un poco 
difícil para las cosas de la cama...
, sin embargo 
favorece que los abrazos sean más largos.
El viento fresco y el rocío de febrero
le colorean de rosa intenso las mejillas y 
los labios; 
febrero es un mes chiquito,
y todo mundo juega a que se ama; ella no.
Pero algo sucede con el cosmos durante marzo:
el calendario abre un hueco 
para que el sol eche sus flores,
entonces mi mujer asolea sus alas,
vuela sobre mí como 
un pistilo rondando 
la lengua retráctil de una abeja.
Durante abril y mayo su cuerpo es rotundo, 
inhala y encumbra su volumen,
macizo montañoso perfumado,
y dos veces me quedo callado...., (en silencio en. profundo silencio)
No sé en otras mujeres, pero en ella
los mejores meses son los del verano, (ah!)
en los que su carne estruja sin importar que e
l día alcance los cuarenta grados; 
durante esos meses, llovizna bajo techo.
 Otoño lleva tatuada una cicatriz de infancia,
dulce trazo de tiempo sobre la corteza de un abeto, 
gemelos emulados por Dios —y con mucha razón--
 para poblar el suelo de la Selva Negra.
Abrazo a todos.; y gracias por la invitación, en especial a Alejandro Alvarez, 
gracias mil...

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