22 may 2021

Amé, fui amado, el sol (de Mazatlán) acarició mi faz...” Nervo

Amado Nervo murió hace casi 102 años, a las nueve con 37 minutos de aquel sábado 24 de mayo de 1919.

Meses antes. En 1918, Amado Nervo Ordaz regresa a México de Madrid y se entrevista con el presidente Carranza, quien le pide se vaya como ministro plenipotenciario de Argentina, Uruguay y Paraguay; en noviembre emprende su viaje que no fue fácil, sobre todo a los problemas de la primera guerra mundial; también rondaba una pandemia -gripe española-, como la de hoy que amenazaba al mundo.


Llegó a aquellos lugares a finales de febrero de 1919 con el único propósito de defender la doctrina Carranza, ante las amenazas del "acoso estadounidense a la Revolución”.

En los primeros días de mayo de 1919, llega a Montevideo a presentar cartas credenciales, pero iba enfermo de muerte, quizá el largo viaje le agravó su crónica enfermedad. (renal), pero aun así se da tiempo para dar entrevista y recibir homenajes de escritores y amigos; pero eso le agravó la enfermedad y le vino una crisis de uremia, ya no se levantaría jamás.

Sus amigos se volcaron al Parque Hotel de Montevideo donde estaba hospedado. 

Uno de sus amigos entrañables que siempre estuvo con Nervo antes de morir fue José Zorrilla de San Martín, el poeta nacional del Uruguay, y fue a quién le pidió después dudar que por favor le llevará a un sacerdote para que lo confesara, lo necesitaba para morir en paz. Zorrilla lo entendió debido a que también era católico practicante, y de inmediato salió en buscarlo,  convenció al jesuita, argentino Carlos Benítez, a quien le rogó que acudiera a llevar los últimos auxilios a un agonizante. 

Había afuera de la habitación un grupo de amigos del bardo quienes eran liberales e intentaron correr al cura, pero Nervo se impuso y el cura pudo confesar a aquel hombre que en su juventud pudo haber sido sacerdote: “Qué paz, qué tranquilidad siento en mi alma’ ―repetía el enfermo a su gran amigo el doctor Víctor Belaunde, Ministro Plenipotenciario del Perú en Montevideo― ‘Hace muchos años que no gozaba de una suavidad tan grata en mi espíritu, ¡Qué bueno es confesarse!’ (1).

Un dato curioso, que ocurrió entonces, dicen que cuarto de su habitación estaba en semi penumbra y había varias personas en la habitación, y ante ello el diplomático mexicano pidió como último deseo que abrieran la ventana porque quería ver el sol antes de morir, pero lamentablemente el día estaba nublado, eran antes de las ocho horas.

Quizá a Nervo le vinieron a la mente aquellas tardes doradas donde muchas veces disfrutó junto a su hermanos Enrique el sol de Mazatlán.. 

Minutos después sufrió un síncope, y volvió en sí y Belaunde puso en sus manos un crucifijo que encontró en su valija regalo de su hermana adoptiva, Catalina Cadenne, religiosa de la Visitación, el cual estrechó amorosamente contra su corazón y musitó: "-¡Señor!, ¡Señor! Yo no quiero morir sin ver el sol... Gracias, gracias... Señor, ya sé que estoy muerto...”.

Entonces como algo mágico el sol entró, por la ventana abierta, en un torrente de luz y la mañana se volvió cristalina como un diamante. Eran las nueve con 37 minutos de ese sábado 24 de mayo de 1919..

¡El deceso conmovió al pueblo de Uruguay, a México y al mundo!

Las exequias fueron enormes e impresionantes...

Amado Nervo fue sepultado en México el 14 de noviembre de 1919, varios meses después de su muerte, en la Rotonda de los Hombres -hoy de las Personas- Ilustres; el féretro fue donado por el pueblo de Uruguay.

Fue el mismo Nervo quien cuatro años antes -el 20 de marzo de 1915- escribió su mejor epitafio: En Paz.

El epígrafe del poema, escrito en latín, dice: “Artifex vitae, artifex sui”, y cuya traducción sería ‘artífice de sí mismo, artífice de su destino:

"Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

mas no me prometiste tan sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol (de Mazatlán) acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! (2)

Meses antes de morir Nervo deseó regresar a Tepic y de paso visitar Mazatlán donde vivió dos largos años, ya no le dio tiempo, la muerte lo alcanzó fuera de su patria; ya no pudo ver el rayo verde que trae ventura, aquel que vio en una playa mazatleca junto con su hermano Luis Enrique en una tarde de julio de 1893.

En mayo de 2018 un grupo de amigos seguidores de la obra de. Nervo decidimos hacerle un modesto homenaje en el Puerto. Además de leer su poesía pudimos colaborar para colocar un busto de bronce de Nervo, obra del maestro Sergio Peraza, está ahí en donde fue el periódico El Correo d la Tarde en Constitución y Carnaval lugar donde germinó la semilla del gran periodista, cronista y poeta que los fue.

Tomado del libro “Amado Nervo, ¿precursor del nuevo periodismo?”, de Ernesto Hernández Norzagaray, Ed. UPES, enero de 2021.

Notas al pie..

1.- Perfecto Menéndez Padilla  Epilógo a "Amado Nervo la evolución de sus ideas y su retorno a la fe”, en Amado Nervo, Obras completas, volumen XXIX. -La última vanidad. (Madrid, Biblioteca Nueva, 1928), pag. 182.

2.- Amado Nervo. Elevación (Nuevos poemas), 20 de marzo de 1915, acceso el 12 de agosto de 2020 http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/elevacion-nuevos-poemas/html/f1a2a2c5-8515-4549-9c38-9da40b2dc2b0_2.html

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