8 ago 2021

La columna prohibida que llevó al cese de Jorge F. Hernández

 El pasado jueves 5  de agosto, Jorge F. Hernández  dedicó su columna Agua de azar –publicada en Milenio-, - a defender a la lectura como una actividad placentera, vale la pena colocarla completa:


"La hija de Marx (Karl) hizo la primera traducción al inglés de Madame Bovary y a mí me conmueve imaginar que en la desvencijada mesa del comedor familiar había cuartillas de la prosa pura de Gustave Flaubert revoloteando al lado de las hojas que caían como otoño cerebral del padre preocupado por la lucha de clases, la plusvalía y el ejército industrial de reserva… y supongo que no faltará el Marx o marxista que argumente que Jenney Julia Eleanor Marx tradujo la vida loca de Emma Bovary para apuntalar la crítica a la frivolidad burguesa, a la oxidada sociedad campirana y demás dijes del capitalismo consumista. ¿O no? Quizá Eleonora Marx tradujo a Flaubert por ganarse un dinerito y ayudar a poner comida sobre la mesa de los Marx sabiendo que también traducía por el mero placer de navegar esas páginas que han de ser leídas por sécula seculórum, por obligación en ciertas escuelas, por intriga y curiosidad de alguna mujer fogosa, por algún personaje judío y en fuga soñado por Woody Allen… o simplemente por placer.

Por supuesto que se puede leer bajo la muy ideologizada militancia del errado o confundido bibliotecario improvisado (lease Marx Arriaga) que acaba de clamar algo en torno al consumismo capitalista como afán opuesto a quienes creen que leyendo reviven Playa Girón o las heridas de Camboya, cuando en realidad su tufillo más bien apesta a Pol Pot (que no es precisamente un guiso inglés), ese demente que pintó en letras rojas la condena fanática contra todo aquél que llevara lentes, gafas o quevedos de diversa dioptría “pues revelan que se trata de un lector”. Por supuesto que se puede exhortar al populis a que lea por adiestramiento, por memorización, por inculcación ideológica y como ungüento de uniformidad, pero yo parto aquí una lanza en favor de quienes leemos por insomnio, para viajar sin maletas a cualquier paisaje y sin reloj a cualquier hora y época; hablo de los que leen en voz alta para compartir una trama y los que leen en silencio para hablar con dioses, ligarse a una musa o matar a un tirano… y hablo del que lee por pendejo porque no lo queda de otra y el que lee las instrucciones para no dejarse engañar con un electrodoméstico y por supuesto por la niña que se talla los párpados en el instante luminoso de una línea donde un adolescente lee que es escrito como mago de maravillas en el libro que lee un anciano al que le leen en el asilo lo que una viejecita escribió en su juventud para dejar aclarado ya para siempre que en el fondo se lee por placer y diversos placeres se quedan en pura lectura así sigan babeando las recuas increíbles de advenedizos absolutamente ilegibles.

https://www.milenio.com/opinion/jorge-hernandez/agua-de-azar/por-placer

¡Durísimo!

Y además agregó en un programa radia. “Gracias a Marx Arriaga, caigo en la cuenta de que soy estúpidamente rico, un millonario inconcebible, un capitalista de grandes vuelos porque pues dejé 21 mil libros en una bodega en México y aquí llevo como 3 mil que estoy consumiendo constantemente”.

Jorge F. Hernández ha escrito historia, cuento, novelas desde la primera La emperatriz de Lavapiés; Réquiem para un Ángel; libros en los que combina sus textos y sus dibujos, como El dibujo de la escritura; su libro de Cuarentímos para la cuarentena, que publicó durante la pandemia y, recientemente, su novela Un bosque flotante.


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