17 jul 2022

Las columnas políticas hoy, domingo 17 de julio de 2022

Van 6 helicópteros desplomados en sexenio de AMLO

Seis helicópteros de la Marina se han desplomado por diversas causas, dejando un saldo de 15 elementos muertos, de acuerdo con reportes de la dependencia..El incidente más grave ocurrió el viernes en Los Mochis..

La aeronave, dijeron fuentes a Grupo REFORMA, había realizado reconocimientos en el Triángulo Dorado para ubicar a Caro, tras obtener información de inteligencia sobre su geolocalización.

Hace tres meses, se registró otro incidente también en Sinaloa. Un helicóptero cayó en la zona de hangares del aeropuerto de Mazatlán. Procedía de Sonora, donde había apoyado en la extinción de un incendio forestal.Se reportaron cinco heridos.

En agosto de 2021, un MI-17 en el que viajaba el Secretario de Gobierno de Veracruz, Éric Cisneros, se desplomó en Hidalgo. Los seis pasajeros resultaron lesionados.

Otro helicóptero se accidentó en el aeropuerto de Villahermosa en octubre de 2020. Tres elementos resultaron heridos. Y ese mismo año, un helicóptero Black Hawk cayó en un operativo en Veracruz, con saldo de un muerto.

Nota de Benito Jiménez e Iris Velázquez/Reforma.

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Casi 48 horas despues, trasladan a la CDMX los cuerpos de marinos fallecidos.

Bajo un fuerte operativo de seguridad, en unidades de una casa funeraria, los féretros con los cuerpos de efectivos de la Marina fueron trasladados al aeropuerto para ser alojados en dos aeronaves federales. 

Una de las tres unidades aéreas que participaron en el operativo, con quince elementos navales a bordo, se desplomó muy cerca del aeropuerto internacional de la ciudad de los Mochis...(Nota de Andrea Becerril/ La Jornada)..

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"Tiemblan en México y EU si habla Caro Quintero", dice ex oficial de la DEA

San José. – La recaptura y eventual extradición a Estados Unidos del narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero “pone a temblar” a mexicanos y estadounidenses que ejercieron altos puestos de mando en los gobiernos de los presidentes de México, Miguel de la Madrid (1982—1988), y de Estados Unidos, Ronald Reagan (1981—1989), y supieron y encubrieron “la verdad” del asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena, en 1985.

La advertencia fue lanzada, en una entrevista telefónica desde EU con EL UNIVERSAL, por el estadounidense Phil Jordan, exoficial de la DEA, agencia antidroga de EU, que conoció los entretelones de uno de los casos más graves y turbulentos en los nexos de Washington con los gobiernos de México de los últimos 37 años: el asesinato de Camarena, mexicano—estadounidense, en febrero de 1985 en una residencia en Guadalajara, Jalisco. (El Universal).

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EU juega al policía bueno-policía malo con el caso Caro Quintero

Bajo Reserva Exprés

Nos cuentan que las aparentes tensiones del lado estadounidense sobre la participación de su agencia antidrogas, la famosa DEA, en la detención con fines de extradición de Rafael Caro Quintero, son en realidad un pequeño juego del policía bueno y el policía malo.

La cabeza de la agencia, Anne Milgram, felicitó públicamente a sus integrantes por la cooperación con autoridades mexicanas para atrapar al capo y el embajador en nuestro país, Ken Salazar, declaró que el operativo fue totalmente mexicano, de la Marina, para ser exactos.

Nos hacen ver que ninguno de los dos miente: hubo cooperación de inteligencia de Estados Unidos y el operativo concreto fue realizado por marinos mexicanos.

Pero el intercambio sirve al gobierno vecino para recordarle a quien se le pueda olvidar que la iniciativa vino de allá, que por fin se sacaron esa espina que traían clavada desde hace 37 años por el asesinato del agente encubierto Enrique Camarena, y que las derivaciones del caso que surjan estarán bajo control de Washington.

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Caro Quintero y los enigmas no resueltos/ Roberto Rock

El Universal 17/07/2022 ;

El arresto de Rafael Caro Quintero es el más reciente episodio de una trama que se extiende por más de 37 años. El reparto, singularmente, incluye a viejos jefes de las mafias del narcotráfico y a políticos de resonancias actuales, entre otros Manuel Bartlett Díaz. El caso desnudará el tono real de la relación entre los gobiernos de México y Estados Unidos, y proyectará luz sobre la captura del crimen organizado sobre estados como Sonora. La “mañanera” de este lunes podría arrojar nuevas claves. 

A inicios de 2014, tras un año de ser liberado por orden judicial bajo secretismo, Caro Quintero estuvo a punto de ser recapturado en un peliculesco operativo de fuerzas militares, en un minúsculo poblado de Badiraguato, similar al también sinaloense caserío de San Simón, donde el viernes pasado fue aprehendido. En octubre cumplirá 70 años. 

Un video tomado desde un helicóptero militar en aquella oportunidad daba cuenta que el despliegue de fuerzas de la ley por tierra y aire había fracasado por una delación, cuando antes de iniciar se vio partir de la ranchería a decenas de motocicletas de montaña, en cualquiera de las cuales huyó el narcotraficante más buscado por la justicia norteamericana. 

Contrastar dicha escena y la de ahora, con Caro descubierto atrás de unos arbustos por un perro de la Marina, exhibe dos realidades complementarias: la marginación a la que estaba ya sometido, traicionado por sus jefes, incluso por su guardia personal. Más una cadena de inteligencia y traiciones que solo puede ser aceitada por dólares de la agencia antinarcóticos estadounidense, la DEA. 

Anne Milgram, su propia directora, firmó un raudo comunicado para reivindicar la intervención de la dependencia, lo que fue leído por sectores del gobierno mexicano como una bofetada ante los desencuentros recientes. Fue necesario que el embajador Ken Salazar intentara desmentir con un “tuit” a Milgram para atribuir el mérito al gobierno López Obrador. El comunicado de Milgram exhibió que los captores de Caro están entre los 14 marinos muertos durante el extraño choque del helicóptero que los trasportaba cuando alistaba ya su aterrizaje. 

Caro Quintero fue un capo mediano, reputado como audaz, en el Cártel de Guadalajara, un desprendimiento de la mafia sinaloense. El 7 de febrero de 1985, por órdenes de jefe, Miguel Ángel Félix Gallardo —al que se atribuían vínculos con funcionarios federales— secuestró, torturó (en presencia, dice el expediente, de los entonces secretarios de Gobernación, Manuel Bartlett, y de la Defensa, Juan Arévalo) y asesinó al agente de la DEA Enrique Camarena y a su piloto Alfredo Avelar. Los hechos ocurrieron en una finca de Rubén Zuno, cuñado del recién fallecido presidente Luis Echeverría. Caro huyó a Guatemala, pero fue detenido seis meses después “temblando como pescado”, según testimonios. Tenía 33 años. En 1989 se le condenó a 199 años, que se redujeron a 40. Purgó sólo 28. 

Tras su liberación —otra historia enigmática— se le ubicó como lugarteniente en Sonora y Chihuahua bajo las órdenes del Cártel Jalisco Nueva Generación, la mafia que más creció durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Este grupo y “Los Salazar”, ligados a Sinaloa, tienen arrinconado al gobierno sonorense del morenista Alfonso Durazo, cercano a Palacio. 

Todo indica que Caro se volvió un fardo inútil para ese grupo, de interés solo para la justicia norteamericana, que ha esperado 38 años vengar a uno de los suyos. Ello otorgaría al gobierno Biden una medalla importante en un momento electoral…, si Caro les es extraditado pronto. Pero eso dependerá de la lectura que otorgue Palacio. Le sugiero guardar espacio para más enigmas. 

rockroberto@gmail.com

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AMLO, Biden y la comentocracia/Hernán Gómez Bruera

El Universal, 17/07/2022;

Nunca dejo de preguntarme si los comentócratas hacen una labor útil para entender nuestra realidad. En los últimos tiempos, esa pregunta me la hago cada vez más. ¿Qué tanto escriben cosas que ayuden a comprender lo que estamos viviendo? 

Pareciera que más de uno no puede resistirse a adaptar la observación de la realidad a lo que dictan sus prejuicios, sus sesgos, sus fobias. La reciente visita a Estados Unidos, y la relación de AMLO con sus presidentes, es buena muestra de ello. 

En la mente de muchos pareciera como si la relación con el vecino del norte hubiera dado un giro de 180 grados de la presidencia de Donald Trump a la de Joe Biden. Un giro donde AMLO habría pasado de ser un subordinado agachón a convertirse en un pendenciero bravucón. 

A las pruebas me remito: En julio de 2021 Pablo Hiriart escribió: “Luego de una actitud abyecta ante Donald Trump, como no la había tenido antes ningún otro presidente mexicano en muchas décadas [¡nótese por favor!], López Obrador desenvainó la espada de Bolívar contra Estados Unidos.” (https://bit.ly/3Pe8bX0). 

En una columna de enero de 2021 titulada “el buscapleitos”, Denise Dresser escribió: “López Obrador está buscando pleito con Estados Unidos, bayoneta en mano, como si estuviera en jaque tanto su hombría como el honor del país. Con Trump calló, pero con Biden gritará” (https://bit.ly/3PgaIQo). 

En la misma línea, Rubén Aguilar decía en julio de 2020 que López Obrador se “doblaba ante las órdenes del presidente estadounidense”. Ya para enero de 2021 escribía que nuestro presidente había adoptado con Biden un “tono antinorteamericano” (https://bit.ly/3PB0GJv). 

Ni siquiera Jesús Silva Herzog, serio y más ponderado que la media de los analistas, ha escapado a este tipo de juicios. En mayo de 2021, el politólogo escribía que AMLO había adoptado la “estrategia del silencio” con Trump y de la “provocación” con Biden. 

¿De verdad ha sido así de abrupto el cambio de AMLO y su política exterior por el simple hecho de cambiar de un presidente a otro? Por supuesto que no. 

Ha habido mucha más continuidad que cambio en la relación bilateral. Y en ambos casos —lo acabamos de ver con la última visita— el pragmatismo ha sido la principal característica. Se cede en algunos aspectos, se negocia en otros. Había tensiones en el ámbito energético, por ejemplo, pero se terminaron anunciando cuantiosas inversiones en el ámbito de las energías renovables. Y así sucesivamente. 

Cambian los estilos, desde luego. La principal diferencia es que, con Trump, AMLO debía hacer una labor de contención que reducía el espacio de autonomía. Había que ser cuidadosos y en extremo prudentes. Con Biden, en cambio, para AMLO hay un margen de negociación algo más amplio que ensancha las posibilidades. En ese contexto nuestro Presidente eleva un poco la apuesta, adopta otro tono. 

Pero nuestra esquizofrénica comentocracia, esa que le exigía alzarle la voz a Donald Trump cual si de algo hubiera servido, no puede siquiera concebir que ahora se incomode en lo más mínimo al Señor Presidente de los Estados Unidos. El que a ellos les gusta más. 

Por fin, ¿qué quieren? ¿Será que siquiera lo saben? 

Lejos de entender y alcanzar a explicar el movimiento real que se desarrolla ante nuestros ojos, esta opinocracia –a la que nunca nada le viene bien, y menos cuando se trata de López Obrador– sigue la máxima de John Locke: “Si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad”. 

www.hernangomez.com.mx

@HernanGomezB

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Poseer a Barragán/ Luis Rubio

El gobierno se ha distinguido por la opacidad en el manejo de las inversiones públicas

La desmesura o pecado de orgullo, que los griegos denominaban hubris, consiste en creerse más que humanos, desconocer y traspasar imprudentemente los límites de nuestra condición olvidando su insuperable finitud. Tal desmesura, dice Aníbal Romero, incluye el desdén hacia los costos que nuestra pérdida del sentido de las proporciones puede acarrear a otros, en términos de angustia, dolor y desencanto. Un gobierno dedicado a caprichos sin la menor preocupación por la relación entre costos y potenciales beneficios es un ejemplo inexorable de desmesura.

La propensión a la desmesura es una constante en la naturaleza humana. En la Ilíada, Homero muestra diversas formas en que Helena, Aquiles y otros personajes pierden sentido de realidad. Eso mismo ocurre cada vez que un gobierno decide en función de mitos, dogmas o preferencias sin reparar en lo obvio: los recursos que emplea no son suyos. Los gobiernos utilizan recursos que recaudan de la población y son, o deberían ser, responsables ante ésta. Éste claramente no ha sido el caso del actual gobierno.

Los gobiernos, potenciados por su enorme tamaño, ejercen sus recursos como mejor consideran, impactando la vida cotidiana por comisión, pero también por omisión. El gobierno actual diseñó tres proyectos emblemáticos cuyo costo debe medirse de dos maneras: en primer término, por la inversión misma y las opciones que existían; igual de importante, es indispensable evaluar sus consecuencias. No hay mejor ejemplo de esto que el famoso Aeropuerto Felipe Ángeles: el costo de construirlo, el costo de destruir el NAICM, que llevaba cerca de 40% de avance, y el costo de tener que construir un nuevo aeropuerto en el futuro porque la combinación de los dos actuales (AIFA y AICM) es disfuncional y, en todo caso, insuficiente.

El gobierno se ha distinguido por la opacidad en el manejo de las inversiones públicas, así que todo son estimaciones, pero los cálculos publicados sugieren lo siguiente: el costo de AIFA fue de 5 mil millones de dólares; el costo de destruir el aeropuerto de Texcoco, incluyendo el repago a los tenedores de bonos, bordea los 16 mil millones de dólares. En adición a esto, como saben todos los usuarios del viejo aeropuerto, pero que es un secreto para el presidente, tarde o temprano se requerirá un nuevo aeropuerto que reemplace al actual y ese nunca va a ser el de Santa Lucía. Ese nuevo aeropuerto costará al menos otros 16 mil millones de dólares. En suma, el "chistecito" va a costar unos 37 mil millones de dólares.

Algo similar ocurrirá con la refinería y el Tren Maya. Las estimaciones más recientes sugieren que la refinería costará cerca de 18 mil millones de dólares y que el Tren Maya alcanzará una cifra de aproximadamente 11 mil millones de dólares al tipo de cambio actual. Como con el aeropuerto, la medida tiene que ser doble: lo que costarán los proyectos y los potenciales beneficios que lleguen a arrojar. Si las tendencias actuales en materia de automóviles eléctricos se materializan, lo mejor que se podría esperar es que un proyecto concebido para funcionar por décadas (la refinería que Pemex adquirió en Texas tiene más de un siglo desde su construcción), opere por un máximo de diez años: de mediados de los veinte a mediados de los treinta. O sea, otro enorme dispendio. El Tren Maya constituye una apuesta todavía más temeraria, toda vez que ni siquiera pasa por dos de las tres ciudades importantes de la península.

La desmesura tiene muchas formas de cuantificarse, pero la esencial es aquella que se deriva de dogmas que nunca experimentaron criba alguna de realidad. Yo no sé si el aeropuerto de Texcoco se localizaba en el mejor lugar, pero no tengo duda alguna de que los dos aeropuertos que hoy existen comparten un mismo espacio aéreo y, por lo tanto, no suman sino restan. Todo por demostrar, como indicaba el título del libro que el presidente colocó junto a su sillón el día en que anunció la cancelación del aeropuerto, "quién manda aquí". Gracias a la ausencia de contrapesos, los presidentes mexicanos mandan en su sexenio y son propensos a los excesos aquí apuntados, pero ninguno como el actual.

La soberbia y la arbitrariedad se mezclan para producir no sólo excesos, sino devoción por los mismos, la mejor medida de hubris, ese pecado capital tan mexicano que tan costoso le ha salido al país a lo largo de su historia. Por muchos años, el hoy presidente criticó, con toda legitimidad, el excesivo costo del rescate bancario, estimado en alrededor de 12% del PIB. El costo de sus proyectos de inversión se acercará al 6% de la economía. La diferencia es que aquél fue producto de una crisis mal manejada; éste fue intencional y autoinfligido.

El presidente Juárez anticipó lo que vendría ciento cincuenta años después de su muerte: "Un sistema democrático y eminentemente liberal, como el que nos rige, tiene por base esencial la observancia de la ley. Ni el capricho de un hombre solo, ni el interés de ciertas clases de la sociedad, forman su esencia. Bajo un principio noble y sagrado él otorga la más perfecta libertad, a la vez que reprime y castiga el libertinaje... Es por tanto evidente, que a nombre de la libertad jamás es lícito cometer el menor abuso".

@lrubiof

 

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