4 mar 2023

Una oleada de esperanza/ Sergio García Ramírez

Una oleada de esperanza/ Sergio García Ramírez

El Universal, 4 de marzo

Una oleada de esperanza anima a la República, que confía en el abrigo de la Constitución y de quien garantiza su imperio: la justicia. Así lo proclamaron centenares de miles de mexicanos, mirando hacia la ley fundamental y los tribunales de la nación.

El 26 de febrero de 2023 figura en las páginas luminosas de la historia reciente. Se repitió la hazaña del 13 de noviembre de 2022. Los mexicanos tomamos las plazas de México para reclamar el imperio de la democracia y rechazar el autoritarismo que destruye nuestras instituciones. Reanudamos un viaje que deberá culminar en 2024, cuando el sufragio popular recupere el imperio de la ley y la razón. No perdamos de vista esa ruta y ese destino.

No somos ingenuos. Hay un largo camino por andar. El caudillo no cejará. Advertimos el miedo y el desencanto que obstruyen la marcha del progreso. Sabemos de los obstáculos que disuadan el rescate de la justicia y la libertad. No ignoramos que al lado de los mexicanos que elevan la voz, muchos otros no se atreven a hacerlo, silenciados por el temor. Pero gradualmente se abren nuevos cauces para la expresión democrática. Así ocurrió el domingo 26 de febrero de 2023.

Ese domingo integramos con entusiasmo la muchedumbre que fluyó hacia el Zócalo y dece nas de plazas de un centenar ciudades. Se movió con un solo clamor: ¡Democracia, cordura, respeto! ¡Ya! No fueron el caudillo y sus alfiles, utilizando recursos del poder, quienes convocaron a los ciudadanos. Estos mismos, de diversas condiciones, acudieron torrencialmente a la asamblea democrática que reanimó nuestra esperanza.

Los manifestantes llegaron al Zócalo, desecharon provocaciones tan menudas como sus autores, y reclamaron a coro —¡impetuoso y gigantesco!— el primado de la ley. Hubo discursos exigentes, expuestos por oradores que honraron su calidad de ciudadanos libres frente a millones de compatriotas que tributaron el mismo honor a la libertad.

Frente al pórtico de nuestro más alto tribunal —contrapeso de una dictadura que acecha a plena luz— demandamos el amparo de la justicia federal. Subrayamos que nuestra Constitución aloja principios y valores que ponen a salvo la democracia. Y confiamos en que la balanza de la justicia impedirá el atropello y restablecerá el imperio de la ley.

Cuando corren peligro nuestros derechos, nos ponemos en las manos de la justicia, porque ¡la ley es la ley! Hoy la nación deposita su destino en esas manos. México recurre a sus juzgadores, freno del arbitrio y garantía de legalidad. Por eso quienes pretenden subvertir la democracia se han lanzado contra los tribunales, denostándolos. Pero la justicia ha resistido.

El gobernante no quiso ver ni escuchar. Colmó de injurias a sus conciudadanos. Retomó el discurso rupestre que acostumbra. Sostuvo que la nación está sometida a un destino que no variará: el que provenga del caudillo, que ejerce la autoridad como el jinete que lleva las riendas de su montura. Y advirtió que habrá otra concentración, reclutada con los recursos —la fuerza, la dádiva, la promesa— que le confiere su actual condición.

En otro tiempo se dijo que los tribunales frenarían el capricho de un emperador que pretendía arrollar a un modesto molinero. Éste aseguró: para impedirlo atropellos hay jueces en Berlín. También los hay en México, para detener el arbitrio de quien pretende ser nuestro emperador. De ahí la oleada de esperanza que anima a la República.

Profesor emérito de la UNAM


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