30 oct 2023

Las columnas políticas hoy, lunes 30 de octubre de 2023

Preocupa la propaganda, la narrativa que quieren crear de  la Cuatroté, es irreal escuchar al  c. presidente diciendo que las cosas van bien y que los periodistas solo buscamos las podridas, y que mejor hay que hacernos a un lado para que hagan bien su trabajo....

Incluso se ve mal llamado a votar a favor de su movimiento, y menos en estos momentos....

No acepta -ni lo aceptará jamas- que se equivocaron en el prevención de Otis, y menos colocarse en el papel de victima..


También se equivocaron en la tragedia ocurrida en Tlahuelilpan, Hidalgo donde una explisión  ocasionó la muerte a 135 personas.

Y ahora traen un desmadre con las cifras de muertos en Acapulco, claro las cifras son a la baja..

Fue la misma oficina, la pomposa la Coordinación Nacional de Protección Civi que dirige la sra- Laura Velázquez Alzúa..

O sea no hicieron bien su trabajo y ahora o hacen peor...

Ayer dijeron que había 48 difuntos; 43 en Acapulco y cinco en Coyuca; hoy dicen que son tres menos...

La  sra. Gobernadora de Guerrero, le aclara al c. Presidnete  hasta el momento, según el reporte de Fiscalía, tenemos 45 personas fallecidas y 47 personas no localizadas, este es el reporte preliminar que tenemos hasta el momento,.."nos duele, nos unimos al dolor de las familias que perdieron a un ser querido...

Y coloca en la línea a la Fiscal local quien aclaró que son 45 los cuerpos reportados, tres de ellos  extranjeros...

Y Tras la ‘confusión’ sobre la cifra de fallecidos, López Obrador explicó que el número oficial de muertos lo dará la fiscalía de Guerrero, una vez que el Ministerio Público constate el fallecimiento de una persona.

“Puede ser que se sepa de otros (muertos) pero no se ha hecho la diligencia judicial y lo que queremos es hacerlo así”, dijo.

Cuestionado sobre los tres fallecidos que no se contemplan en el reporte de la Fiscalía, López Obrador dijo que “puede ser” que la Fiscalía aún no los haya documentado, “pero lo que se tiene comprobado es el dato que se dio”, insistió.

“Vamos a estar informando diario, porque esa es la mejor medida para tener tranquilos a los familiares que no localizan a sus seres queridos”, señaló.

Balance

Pero a cinco días de la tragedia las cosas no son nada buenas ; ruinas, escombros, autos volteados, postes caídos, árboles derrumbados, casas sin techo, edificios sin puertas,  cristales rotos, tiendas y negocios con las cortinas metálicas despedazadas... Todo se derrumbó en una noche

Todo es tan irreal que parece un sueño, dice Héctor de Maulén en su crónica de hoy en El Universal

El horror, el horror  es la frase  pronunciada por Kurtz en el libro 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad.

Mucha gente salió ya de Acapulco, primero fueron los turistas, ya hora lo hace michos residentes que tienen familias en otras partes como en la Cd de Mx-, buscarán otros horizontes; la reconstrucción será larga, por lo menos cinco años  ya nada será igual..

Por cierto, a AMLO le gusta hacer comparaciones dice que cuando el huracán Katrina -categoría 3- pegó en  Louisiana en 2005 y que dejó un saldo de muertos: 1,883; AMLO sube la cifra a dos mil -117 más-, por lo que dice que decir que nos fue bien ya que un categoría 5 dejó solo 45 muertos..

 Por cierto ¿sabrán ya el nombres de los muertos?

Por cierto a a AMLO se le ves estos últimos días con ira, con enojo. Incluso leyó una mentada de madre que puso Viccente Fox  en la red social y leída en su boca se vio mal..

Trae ira, no le salen las cosas como quiere y cada dia tiene menos tiempo para gobernar; debe irse a Palenque dentro de once meses...

No es bueno para l país que siga con ese humor, dice el papa Francisco que "hay gente que tiene el alma amarga, que todas las mañanas se lava los dientes con vinagre”.., y que “Vivir enojado es una enfermedad. Y el remedio es rezar más....

Pero no sé si AMLO sepa  rezar, y sobre todo a Santo se encomiende..

La columna de Raymundo Riva Palacio es muy dura hoy en El Financiero.: ¿Durmió bien, señor Presidente?/

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La mañanera de AMLO rompe récord de duración con tres horas, 35 minutos y 31 segundos

Empezó as 07:01 horas y terminó a las 10:37..

En el Salón Tesorería López Obrador comenzó su conferencia matutina a las 07:01 horas y terminó a las 10:37. Luis Estrada, director de SPIN, indicó que esta mañanera “ha sido la de mayor duración”  con 215 minutos con 31 segundos.

La última mañanera de mayor duración fue la registrada el 26 de diciembre del año pasado, que duró 3  horas con 27 minutos, cuando superó a la del 5 de diciembre de 2022, con una duración de tres horas con 18 minutos.

Inició su mañanera de hoy expresando su pésame a los familiares de las personas fallecidas por el huracán “Otis” en Acapulco. “Hemos estado ayudando y vamos a seguir ayudando”, dijo, luego abrió un largo lapso de exposiciones sobre precios y avances del Tren Maya, y finalmente contestó preguntas.

Todavía al final de la mañanera se dio tiempo de poner el video de un chef que pide ayudar a Acapulco por los estragos del huracán "Otis.

"Así como ustedes quien informar, hacer su trabajo, también hay otros que no quieren informar, que lo que quieren es ir a provocar, generar caos, buscar la podrida", acusó.

También defendió las acciones de su Gobierno para atender a Guerrero, anunció que mañana regresará al puerto para encabezar una reunión y afirmó que va "poner de pie" a Acapulco.

"¿Que no vamos a poder levantar a Acapulco en muy poco tiempo? Vamos a poner de pie a Acapulco, me canso ganso", soltó.

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Perdimos mucho tiempo y aviso de huracán Otis no fue óptimo: Rosengaus | Video

Michel Rosengaus, consultor privado en hidrometeorología, informó en ‘Aristegui En Vivo’ que 36 horas antes de que el huracán Otis tocara tierra se informó que lo haría como huracán categoría 2 y 12 horas antes se dio a conocer que su riesgo sería de categoría 5, por ello, el especialista afirmó que se perdió mucho tiempo..

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Cínicos..

Cuatro diputados de Morena propusieron reformar la Ley General de Protección Civil y quitar la responsabilidad a la federación...

Actualmente, estas alertas son responsabilidad de la Coordinación Nacional de Protección Civil, a través del Centro Nacional de Comunicación y Operación de Protección Civil, y está encargada de integrar sistemas, equipos, documentos y demás instrumentos que contribuyan a facilitar la oportuna toma de decisiones a los integrantes del Sistema Nacional...

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Mueren 20 en yate y hay 37 desaparecidos: REFORMA.

"Ellos intentaron combatir el huracán desde sus barcos, en las boyas amarrados, para que en caso de poder enfrentarlo, librar sus embarcaciones. Solamente tres embarcaciones lo lograron. Tres de 800 embarcaciones que se perdieron, entre ellas el 'Aca Rey'. Nada más quedaron tres flotando", reveló Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios Turísticos (Canaco-Servitur).

"Muchos no imaginaron la dimensión del fenómeno, nadie nos esperábamos un fuerza 5 (huracán), pues ya cuando llegó la información faltaban dos o tres horas para que impactara, así que a muchos no les dio tiempo de maniobrar", relató a Grupo REFORMA.

Una de las víctimas de ese transporte turístico fue el Piloto Naval, José Andrés Soberano Mellado, de 27 años y originario de Puebla.

"Despedimos con pesar a un gran joven poblano, el Piloto Naval José Andrés Soberano Mellado, quien perdió la vida en cumplimiento de su deber durante el huracán #Otis en #Acapulco", expresó el Gobernador poblano, Sergio Salomón. 

Familiares buscan a capitanes y marineros desaparecidos tras el paso de “Otis”

Se manifestaron en la glorieta de la Diana Cazadora, en la Costera Miguel Alemán, para solicitar la búsqueda de capitanes y marineros que desde hace seis días no aparecen.

Se trata de hombres de mar que, como era costumbre, se quedaron a cuidar sus embarcaciones ante el huracán, del que nunca imaginaron sus efectos catastróficos.

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Las columnas políticas hoy, lunes 30 de octubre de 2023

Médicos cubanos, a Acapulco; ¿les dará el IMSS frigobar y filete?

Bajo Reserva/El Universal

Nos informan que el IMSS envió a Acapulco a un grupo de médicos cubanos para apoyar en las labores de atención a población afectada por el huracán Otis. Nos hacen ver que la mayoría de los servicios básicos en el puerto no se han podido restablecer, como el de luz y agua, ni el abasto de gas y gasolina. Ante esto, más de uno se pregunta cómo le hará el instituto para mimar a estos médicos, a quienes han acostumbrado a condiciones de comodidad que no tienen la mayoría de los médicos mexicanos, quienes han criticado estas consideraciones a sus colegas de la isla. No es insidia lo de que los miman, pues nos recuerdan las dos más recientes licitaciones del Seguro Social, publicadas en este diario, que pedían a los proveedores asegurar wifi, filete de res o salmón, clima y frigobar.

La Marina tiene lista la planta potabilizadora, pero no le dan agua

Nos cuentan que los elementos de la Marina desplegados en la zona de desastre en Guerrero han tenido que enfrentar el enojo de pobladores que les reclaman la falta de agua potable, al grado, nos aseguran, de amagar con lincharlos. La Marina llevó una planta de agua potabilizadora, que tiene lista para funcionar, pero los gobiernos estatal y municipal no han podido proveer el agua que debe purificarse. Nos dicen los marinos que ellos están prestos para ayudar, pero ante la situación que ha rebasado a las autoridades locales, son ellos quienes reciben in situ los reproches.

Para compensar al Poder Judicial, le quitan… ¡al Poder Judicial!

Nos cuentan que aunque el líder de la bancada morenista en la Cámara de Diputados, Ignacio Mier, juró que no se afectaban los derechos adquiridos de los trabajadores del Poder Judicial con la desaparición de 13 de sus fideicomisos, ahora los diputados guindas buscan de dónde sacar dinero para que en el Presupuesto de 2024 se les garantice el acceso a medicamentos. Y los afectados será, nuevamente, ¡el Poder Judicial! Ahora serán los once ministros de la Suprema Corte, a quienes les quitarán 70 por ciento de los 380 millones de pesos que tienen como presupuesto para alimentos. Tal vez don Ignacio quiera proponer también un recorte a otra bolsa más elevada para comidas, en beneficio de los trabajadores, y nos referimos al de la Oficina de la Presidencia, que este año se le asignaron 424 millones de pesos para alimentos y utensilios.

Expriista colmilludo, al equipo de Claudia

Nos comentan que la incorporación del expriista Fernando Castro Trenti al equipo de Claudia Sheinbaum se interpreta en Morena como un gesto de apertura de la exjefa de gobierno a los grupos morenistas que no pertenecen a su círculo cercano. Don Fernando es muy cercano al senador con licencia Ricardo Monreal, con quien trabajará en la campaña de Sheinbaum, y su oferta al equipo claudista es aportar muchos votos en Baja California, donde fue presidente estatal del PRI y también del Comité Directivo municipal en Tijuana. Fue parte del Servicio Exterior con el expresidente Enrique Peña Nieto, pero una vez concluido el sexenio anterior, como muchos otros tricolores de colmillo largo, renunció a su partido. Ahora se sube al barco del 2024.

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Estrictamente Personal

¿Durmió bien, señor Presidente?/ Raymundo Riva Palacio

EL FINANCIERO...octubre 30, 2023 | 

El recuento de los daños por el huracán Otis avanza a cuentagotas, con una incapacidad para tener estimaciones oficiales de manera más expedita que apure la ayuda de emergencia, o con un ocultamiento deliberado para neutralizar el costo político para el gobierno, que es una externalidad común. Esta díada no es nueva y siempre detonan los desastres naturales –en México y otros países– una discusión paralela por la forma como actuó el gobierno en turno. La única diferencia hoy, en el primer desastre natural del sexenio, es cómo ha respondido el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El Presidente de piel ultrasensible ha dedicado más tiempo a denostar que a informar. Ninguno de sus antecesores se victimizó y, se puede argumentar, tampoco actuó tan erráticamente. El presidente Enrique Peña Nieto, criticado –incluso por López Obrador– fuertemente por su gestión en los sismos de 2017, tuvo un manejo más eficiente, si analizamos la toma decisiones entre ambos. Al presidente Miguel de la Madrid le fue peor en la crítica en los sismos de 1985, y aunque aún arrastra la mentira de que se escondió en Los Pinos, su manejo limitado y torpe en los primeros días no fue tan desastroso como ahora.

López Obrador y su gobierno se hundieron por desestimar irresponsablemente a Otis y, en algunos casos, de manera criminal. En este espacio se dio a conocer la semana pasada la hoja de ruta de Otis y la fuerza que iba siendo registrada por el Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Miami, que tiene comunicación fluida con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que muestra cómo casi 12 horas antes de que golpeara Otis a Acapulco, se supo de su letalidad potencial, y a poco más de nueve horas que entrara al puerto, ya había sido considerado “extremadamente peligroso”.

López Obrador, ante las críticas por su gestión, dijo que sí informó del huracán, mostrando un mensaje en X a las 8:25 de la noche de ese día alertando, en efecto, que Otis llegaría con mucha fuerza y que estaban perifoneando en el puerto. A esa hora, todo era inútil por extemporáneo, pero lo más grave es cómo llegó el Presidente, junto su gobierno, a ese punto.

Primero, de acuerdo con una primera reconstrucción, porque López Obrador estuvo desconectado todo el día de la evolución de Otis. En Palacio Nacional minimizaron las alertas tempranas, y vieron a Otis como algo natural, no extraordinario. La noche del martes, la única instrucción que dio el Presidente fue a su vocero, Jesús Ramírez Cuevas, para que escribiera la escueta alerta en las redes sociales. Nada más. Buenas noches. Y se fue a dormir.

Laura Velázquez, coordinadora nacional de Protección Civil, debió haber advertido al Presidente en lo que se estaba convirtiendo Otis, pero nunca sonó las alarmas en el gobierno pese a las banderas rojas que levantó el CNH. Hubo acciones preventivas individuales limitadas del Ejército y la Comisión Federal de Electricidad, reforzando su personal en Acapulco. La gobernadora Evelyn Salgado estaba en la Riviera Nayarita e ignoró la amenaza para su estado. En Acapulco, la vida nocturna siguió como siempre.

La columna Red Compartida del diario La Prensa reveló el sábado que el secretario general de Gobierno, Saúl López, inauguró la Convención Internacional Minera a las siete y media de la noche en Punta Diamante, e invitó a recorrer los stands y a la cena, a la que se quedó el comandante de la 27ª Zona Militar, general de Brigada Martín Gerardo Franco, a quien atrapó el huracán en el hotel donde era el evento, y se quedó varado hasta que al día siguiente, gracias a los teléfonos satelitales de los convencionistas, pudo pedir ayuda para que lo rescataran. La gobernadora Salgado fue obligada a regresar a Guerrero en un transporte aéreo de la Marina, y la primera acción presidencial a la mañana siguiente fue viajar por carretera a Acapulco, contra la sugerencia del general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, que tenía un helicóptero listo para llevarlo.

No es cierto, como dijo el Presidente, que la víspera comenzó a aplicarse el Plan DN-3 y el Plan Marina, porque éstos se ejecutan una vez que el siniestro pasó. Lo cierto es que no hizo nada de lo que hicieron sus antecesores en situaciones similares. Peña Nieto ordenó a una parte de su gabinete legal y ampliado irse a vivir a Los Cabos, cuando lo arrasó el huracán Odile, bajo la coordinación de la exsecretaria de Turismo Claudia Ruiz Massieu; López Obrador tiene a su gabinete más ocupado en preparar reportes y enlaces para sus clips y mañaneras que atender íntegramente la crisis. En 1997, cuando el huracán Paulina golpeó Guerrero, el presidente Ernesto Zedillo exigió el restablecimiento de la energía eléctrica y ayuda urgente para compensar la pérdida de los medios de subsistencia; López Obrador invierte más tiempo en atacar a la prensa y andar de gira, que en dedicarse de tiempo completo a la emergencia.

Sus fobias y limitaciones no le permiten ver algunas consecuencias del fenómeno. Por ejemplo, el pillaje. López Obrador ordenó retenes y cordón militar para evitar el saqueo, que tiene una razón distinta al vandalismo, aunque siempre hay quienes aprovechan cualquier coyuntura. Para una población que vive en efectivo y al día, como cerca de un millón de personas en Acapulco, la falta de energía eléctrica apagó los cajeros automáticos, a lo que se sumaron las instrucciones contradictorias del Presidente sobre la concentración y distribución de la ayuda. Esa debía ser la prioridad, con un enfoque social, no sólo con disuasión militar.

Otis fue un huracán atípico que a cualquier gobierno hubiera rebasado. La diferencia entre López Obrador y sus antecesores es que ninguno se fue a dormir y dejó la emergencia al garete. Todos instalaron gabinetes para la contingencia en lugar de irse a viajar a zonas alejadas del epicentro del desastre. Todos tenían un equipo profesional, no a una runfla de incompetentes que, en algunos casos, podrían llegar a ser acusados de homicidio culposo por omisión de responsabilidades.

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Reconstruir Acapulco/Ricardo Monreal Ávila

EL UNIVERSAL

Por décadas, Acapulco fue el símbolo del paraíso en México. Sus hermosas playas, su clima cálido y su impresionante paisaje montañoso lo convirtieron en un destino turístico excepcional. Además de su belleza escénica y aguas cristalinas, este puerto fue un punto clave en la ruta de los galeones que transportaban mercancías entre Asia y América durante la época colonial. Su relevancia aumentó en las décadas de 1960 y 1970, ya que se convirtió en el primer destino turístico de nuestro país que fue adecuado para acoger tanto a visitantes nacionales como internacionales en gran cantidad.

Es innegable también que Acapulco ha dejado una huella significativa en la cultura popular a través de la música, el cine, la televisión y el turismo, convirtiéndose en un destino emblemático conocido en todo el mundo. Tan solo durante la reciente temporada vacacional de verano de este año, la derrama económica estimada por el gobierno de Guerrero para el puerto fue de 6 mil 95 millones de pesos, y la afluencia fue de 977 mil visitantes, lo cual refrenda su importancia y estatus como un destino favorito de la gente para vacacionar.

Sin embargo, hoy la realidad de Acapulco dista mucho de lo que fue hasta antes del paso devastador del huracán Otis, a las 00:25 horas del miércoles 25 de octubre. Los videos e imágenes que circulan en las redes sociales y medios de comunicación ya dieron cuenta del nivel de destrucción y dolor que dejó a su paso este ciclón categoría 5.

Ante tal escenario desolador, en el que la Fiscalía de Guerrero ha contabilizado hasta el momento 39 víctimas mortales, resulta pertinente reflexionar en torno a lo ocurrido, para tratar de comprender qué potenció ese nivel de desastre, qué sigue a partir de ahora y, sobre todo, los pasos que hay que dar para comenzar con la reconstrucción de Acapulco, especialmente en estos días cruciales, en los que se requiere de una actuación más efectiva de los diferentes órdenes de gobierno para atender a la población afectada.

En primer lugar, se debe observar bien dónde estuvo la falla, para evitar que se repita un situación de esta magnitud. Es cierto que la furia de Otis rebasó todas las expectativas. Fue una tormenta tropical que se convirtió en huracán categoría 5 en menos de 12 horas. Si bien el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) estuvo monitoreando su evolución y el Centro Nacional de Huracanes alertó sobre su potencial catastrófico, lo cierto es que este evento —que fue el peor de su clase en los últimos 30 años en el Pacífico— dejó a la población de Acapulco con muy poco margen de acción para prepararse ante un desastre de tales proporciones.

Una vez más, la furia de la naturaleza demostró que, para asegurar la sobrevivencia, ya es inaplazable que nos adaptemos a una nueva realidad ambiental, dictada por el cambio climático y por la ineludible necesidad de convivir con fenómenos meteorológicos que serán cada vez más fuertes, violentos e impredecibles, lo que exige contar con una mayor capacidad de alertamiento y de respuesta.

Lo anterior incluye una visión a futuro y reformular la planeación, el desarrollo urbano y los reglamentos de construcción de grandes edificios a escasos metros del mar, porque incluso hoteles emblemáticos como el Princess, entre otros ubicados en la zona Diamante del puerto, no resistieron el embate de la lluvia y las rachas de viento que alcanzaron los 250 kilómetros por hora.

De igual manera, esta tragedia nos lleva a pensar sobre la pertinencia de establecer centros de acopio permanente, con artículos de primera necesidad e imperecederos, que permitan prestar auxilio inmediato a la población en situaciones de desastre, a fin de prevenir y evitar el caos, así como los actos de rapiña.

Vimos que lo sucedido en Acapulco también ocasionó una crisis que devino en el saqueo de tiendas, comercios, establecimientos e incluso casas particulares por parte de algunos grupos de personas. Por ello es muy necesaria la solidaridad, tal y como ocurre en este tipo de eventos que afectan directamente a la población, en especial a la más vulnerable.

Otro aspecto importante tiene que ver con reforzar la infraestructura para la detección, monitoreo y seguimiento de fenómenos naturales. Esto implica destinar mayores recursos para estar en mejores condiciones de prevenir y gestionar los posibles riesgos, a fin de que la gente pueda actuar a tiempo, ponerse a salvo y colaborar con las autoridades, robusteciendo las rutas críticas ya establecidas gracias al fomento de la cultura de la protección civil.

La historia nos ha demostrado que la unidad y el apoyo mutuo son fundamentales en tiempos de crisis, más ahora, cuando viene lo más difícil: el recuento de los daños y el inicio de la reconstrucción de Acapulco. En estos momentos, es esencial que sigamos mostrando nuestra solidaridad con el pueblo guerrerense, que enfrenta esta tragedia con valentía y resiliencia.

Es imperativo que los distintos niveles de gobierno continúen brindando la asistencia necesaria a la brevedad, no solo para restaurar las infraestructuras dañadas, sino también para ayudar a las comunidades a recuperarse. La reconstrucción debe ser inclusiva y centrada en las necesidades de las personas, especialmente de aquellas que se han visto más afectadas por esta tragedia.

Debemos abogar por un enfoque solidario que priorice la justicia social y la equidad en la recuperación de Acapulco. Desde aquí expresamos toda nuestra solidaridad y disposición para superar en unidad los desafíos que se avecinan para el puerto y sus habitantes.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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Día con día

El ciclón y la tragedia/Héctor Aguilar Camín

Milenio

El ciclón Otis pasó, pero la tragedia de Acapulco apenas empieza.

Hay que distinguir entre los daños del ciclón y la tragedia en curso dejada por sus daños. El ciclón no tenía remedio, nadie hubiera podido evitarlo, aminorar su furia, pero la tragedia sí: el gobierno y la sociedad mexicana pueden atacar los daños que Otis dejó y aminorar sus efectos.

Desconocemos el daño mayor de Otis que es el número de muertos, heridos y desaparecidos: el daño humano.

Al escribir estas líneas las cifras oficiales eran de 48 muertos y 36 desaparecidos. Sabemos, por la simple visión de lo arrasado, que son muchos más. Y que la falta de luz, agua, comida, medicinas, seguridad, lo agrava todo, puede volver un infierno lo que ya es una pesadilla.

Sabemos que la cuenta de la desgracia sigue su curso de precariedad, enfermedad y muerte. Sabemos también que Acapulco, el Acapulco que conocemos, dejó de existir, y que no volverá a la vida en mucho tiempo.

Otis destruyó no sólo lo mucho o lo poco que tenía cada quien en Acapulco, sino el corazón mismo de la vida de la ciudad, su sector turístico y todo lo asociado a él: hoteles, condominios, empleos, servicios, comercios, mercados legales e ilegales y hasta el crimen.

El hecho puro y duro es que México perdió de un golpe una ciudad de 800 mil habitantes, pero los 800 mil habitantes siguen viviendo en la ciudad destruida, que ya no tiene cómo sostenerse, pues ha perdido el motor de su vida material.

El ciclón pasó, lo que queda es esta ciudad arrasada con sus habitantes perdidos en ella, presos entre la desesperación y la rapiña, viejos recién nacidos entre un nuevo presente amargo y un futuro inexistente.

Acapulco necesita lo que no ha recibido: un llamado nacional de reconstrucción, una cruzada de gobierno y sociedad con dinero, inteligencia y acciones suficientes para contener la tragedia.

No es eso lo que estamos viendo, sino una rencilla, una batalla. Vemos a un Presidente irritado, que quiere controlarlo y callarlo todo, y que no ha convocado a lo elemental: la solidaridad de la nación con la tragedia que cruza por Acapulco después de Otis.

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Y la crónica de reporteros que están en el lugar:

Acapulco: el Apocalipsis de una ciudad, por Héctor de Mauleón

La vida de este puerto cambió por completo en cosa de tres horas. Otis dejó kilómetros de ruinas, escombros y muchedumbres errantes

Acapulco parece un lugar que hubiera sido abandonado hace 200 años. 

EL UNIVERSAL, ESTADOS| 30/10/2023 |;

Se acabó. Es el Apocalipsis de una ciudad. No se está preparado para encontrar imágenes como estas. Kilómetros de ruinas, escombros, autos volteados, postes caídos, árboles derrumbados, casas sin techo, edificios sin puertas, construcciones con todos los cristales rotos, tiendas y negocios con las cortinas metálicas despedazadas, cables eléctricos que forman espantosas telarañas sobre lo que un día fue el puerto de Acapulco.

Ir de la caseta de entrada a la glorieta de la Diana llega a tomar cuatro horas: una odisea, un calvario entre el calor asfixiante y el hervidero de autos detenidos.

Desde ahí se comienza a mostrar el horror de Acapulco: un paisaje donde se amontonan, junto al desastre, la piel de la miseria y caravanas de gente que arrastra, carga, lleva en carretillas y “diablitos” los objetos que acaba de saquear.

Todo es tan irreal que parece un sueño. Durante esas horas no dejan de pasar cientos de hombres, mujeres, niños y ancianos con cajas de chiles, de papas, de servilletas, de papel de baño, de refrescos, de cervezas, de cigarros, de todo lo que pueden cargar.

Un desfile de garrafones, llantas, refrigeradores, baterías de auto, cajas registradoras, televisores, aparatos de sonido.

En Acapulco vino primero la devastación del huracán. Ahora está en marcha la de la rapiña. “Se llevaron hasta la silla del mostrador”, dice un hombre frente a una miscelánea completamente saqueada.

Walmart, Coppel, Sams, Soriana, Elektra. Todas tienen los vidrios rotos. La gente sigue buscando entre los anaqueles vacíos y algunos cargan incluso con los anaqueles vacíos.

La avalancha cayó sobre Home Depot y Office Depot. Fueron saqueadas tiendas de empeño. Un centro de distribución Telcel está ahora completamente vacío. De los Oxxo, no quedó uno vivo: por la noche, en la Zona Diamante, alguien fue a avisarle a una patrulla de la Guardia Nacional que tres hombres se estaban llevando incluso la caja fuerte.

Absolutamente todo está lleno de muchedumbres errantes. Frente a las contadas estaciones de gasolina que siguen abiertas se forman filas de personas que deben esperar hasta ocho horas para poder comprar 20 litros de gasolina. Cuando la reserva de combustible se agota, las escenas de rabia y desesperación retumban en las calles.

La incesante, iridiscente Costera de otros días, llena de ruido y de ráfagas de color enloquecido, ha dejado de existir. Al avanzar a lo largo de la hecatombe, entre sombras de lo que fueron hoteles, restaurantes, antros, edificios —el viejo ensueño de fama universal que todo mundo alguna vez llegó a buscar y a encontrar—, Acapulco parece un lugar que hubiera sido abandonado hace 200 años.

Pero no fue así, la ciudad entera quedó destruida en una sola noche.

Hace apenas una semana, en el puerto se esperaba, para el periodo decembrino, la llegada de más de un millón de turistas (en el verano lo visitaron 977 mil); se calculaba una derrama de más de más de 6 mil millones de pesos.

El huracán Otis lo cambió todo. En cosa de tres horas, cambió la realidad para 800 mil personas.

A la mañana siguiente, en el fraccionamiento Las Playas, los pájaros no cantaron por primera vez en 22 años. La razón: todos los árboles habían desaparecido. Caía sobre las calles un silencio de tumba.

“Cuando salgas y veas no te asustes, ya no hay nada”, le dijo Reynaldo Álvarez a su esposa Nayibe.

Habían pasado la noche encerrados en el baño de su casa. A la medianoche del martes 24, Otis había comenzado a rugir. “Todo tronaba, todo rompía, todo volaba. El piso se cimbraba peor que en el terremoto, y así por horas. No había luz. Acapulco estaba en la peor de las oscuridades. Nuestros cuerpos se quedaron sin fuerza, como si hubiéramos luchado por horas con algo invisible”, narra la señora Álvarez.

“No puede ser verdad lo que veo, qué es esto”, dijo Álvarez cuando salió a la calle.

Cuenta que seguía lloviendo y que en la calle flotaban los muebles, los tinacos, los enseres domésticos, los portones de ellos y de sus vecinos. Las casas estaban inundadas. La gente caminaba entre montañas de escombro, de láminas, de basura. Todos iban como sin rumbo.

Esa noche, los dos Acapulcos, el Acapulco del lujo y el Acapulco del hambre, quedaron revueltos en los mismos lodos. En su célebre reportaje sobre el puerto, Ricardo Garibay escribió que ahí, en medio de sus brutales contrastes, algunas veces el espíritu estaba ausente: el alma quedaba “en estado de espera permanente”.

Eso exactamente parece ocurrir frente a las escenas que hoy roban la respiración. Cae la noche en Acapulco y seres que se quedaron sin alma, porque lo perdieron todo, recorren las calles como los zombies de las películas de horror.

Veo a una familia sentada frente a su casa de láminas: todos tienen la mirada perdida. A las puertas de una pequeña tienda, otra familia se protege, machete en mano, contra posibles saqueadores.

Todo es un desierto donde centros comerciales, tiendas departamentales y condominios de millones de pesos, quedaron en ruinas.

Mucha gente se va de Acapulco. Salen coches y motos rumbo a Chilpancingo. Algunos van por víveres y gasolina. Otros salen a esperar que pase la tormenta. “¿A qué te quedas cuando lo pierdes todo?”, me dice una señora que en una mano lleva a su niña y en otra una maleta exorbitante, mientras se dirige a la caseta por donde pasará algún camión.

Atrás, militares y guardias nacionales limpian de escombros la Costera, le regalan a la gente su propia comida, se meten en el lodo para retirar escombros, postes, árboles.

Queda claro que el huracán fue el principio. Y que en realidad, el Apocalipsis de Acapulco apenas está comenzando.

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La tragedia que vive el otro Acapulco, por León Krauze

Tras el paso de Otis, las 50 familias de la comunidad de Los Coyotes perdieron todo, hasta el camino hacia la escuela. Ahora la gente duerme a la intemperie y pide ayuda a gritos desde la carretera, con la esperanza de que alguien les preste atención

El Universal, ESTADOS| 30/10/2023 |

“¡Ayúdenos! ¡Cualquier ayuda humanitaria! ¡Para los niños!”, gritaba a todo pulmón, implorando que los autos que pasaban disparados hacia la tragedia en la costa de Guerrero se detuvieran un instante a compartir víveres, o siquiera a escuchar. Habían sido ya tres días desde el horror de aquella madrugada en la que el huracán Otis se había llevado todo, y Enrique intuía que su comunidad comenzaba a tener las horas contadas. Por la mañana, arengó a buena parte de las 50 familias campesinas que viven en un puñado de casas de cartón y lámina en Los Coyotes, a 30 kilómetros de Acapulco: “Si no salimos, nadie nos va ayudar”. Como un Moisés guerrerense, los guió colina arriba donde, entre todos, trataban de convencer a los automovilistas de detenerse y prestarles un poco de atención.

La tragedia de Los Coyotes es el drama del otro Acapulco, muy lejos de los grandes hoteles de la costera, de los edificios de la zona diamante y de los barrios en las colinas que rodean la bahía, una de las más hermosas del mundo. Si la devastación en el Acapulco urbano ha sido total y el desamparo doloroso, entre el fango en Los Coyotes, la desesperanza es abrumadora.

Cada historia se queda en el recuerdo

Hasta hace unos días, María de Lourdes vivía con su hijo Eric, de 24 años, en una minúscula casa con paredes de cartón, trozos de plástico y techo de lámina. Dormían juntos en una cama, bajo cobijas que todavía están pagando a plazos. La noche del huracán, el camino de terracería que está a unos metros se convirtió en un río y Eric pensó que el agua se lo llevaría todo. Dice que se echó a su madre a la espalda y corrió para luego luchar, con el agua a la cintura, hasta ponerse a salvo. Confiesa no saber de dónde sacó la fuerza.

Vianey vive cerca con su hija, su nuera y tres nietos pequeños. También vieron crecer el torrente. El viento se llevó el techo de su casa y arrancó las paredes. Aterrados, los niños vieron salir volando algunos de los animales que les daban sustento. Cuando el huracán arreciaba corrieron hasta casa de un vecino donde se refugiaron dentro de un auto minúsculo. Imaginémoslo: 10 personas y un perro dentro de ese automóvil, escuchando el rugido de la tormenta, suplicando que el peso de toda esa gente fuera suficiente para que el carro no se moviera y fuera arrastrado por la corriente. Kimberly, de siete años, le dijo a su madre que no quería morir como había muerto su hermanita años atrás. Su madre le pidió que dejara de llorar y cerrara los ojos. Le prometió que el viento se iría si la niña lograba dormirse. No pudo.

Lourdes vive con su esposo Dionisiano y sus suegros en una vivienda al centro de la comunidad. Hasta antes de la pesadilla, sobrevivía vendiendo papayas de los árboles que había plantado en una pequeña parcela. Por años vio crecer esos árboles, con enorme paciencia. El más generoso estaba dentro de su casa, dando fruta y sombra. Eso no existe más. Hoy, Lourdes recoge una docena de papayas que cayeron al piso y las apila en una mesa: lo único que queda de la única manera que tenía de mantenerse. La vida ya era dura, porque Dionisiano perdió las dos piernas hasta la rodilla por la diabetes hace cuatro años. No puede trabajar. No puede moverse. ¿Qué hará, paralizada y sin sustento?

Más allá de la carretera, la calle de terracería por donde bajó el caudal que por poco se lleva la vida de Lourdes y Eric es la única que conecta Los Coyotes con el resto de las comunidades cercanas a La Venta. El agua la convirtió en un embudo, en un callejón sin salida. Hoy, los escombros no permiten el paso. No hay manera de llegar a la pequeña escuela donde Kimberly y sus primos sueñan con un futuro distinto. Raimundo, un hombre elocuente que describía la escena, comenzó a llorar. Si no hay manera de llegar a la escuela, me dijo, no hay manera de que los niños estudien y si no hay manera de que los niños estudien, tampoco hay porvenir. Si alguien no ayuda a limpiar esa calle de terracería, la gente de Los Coyotes no tendrá salida: “Estamos como perros encerrados, no tenemos para dónde correr”, me dijo Raimundo

Por lo pronto, las familias en Los Coyotes limpian cada metro de su comunidad. Muy lentamente, tratan de encontrar el saldo de la tragedia. Los niños lamentan que sus cuadernos escolares están empapados, la tinta de sus apuntes convertida en lágrimas bicolores. Los adultos miran las milpas colapsadas, los animales hinchados de muerte, las láminas arrugadas por el viento, como pedazos de papel, los colchones que no se secan. Y pasan los días angustiados, porque no hay pañales, papel de baño, leche, huevo, agua, harina, frijoles, ni mucho menos medicinas que permitan dormir tranquilo en la oscuridad, a pesar de la certeza de que está cerca el aguijón de un alacrán que, en las circunstancias actuales, auguraría una tragedia.

Duermen a la intemperie, porque sus techos se fueron volando y nadie les ha llevado lámina, ni les ha ayudado a reconstruir. Duermen con sus hijos, abrazados, tratando de reencontrar rumbo en la penumbra. Kimberly dice que tiene miedo todas las noches.

Junto a la carretera, la comunidad de Los Coyotes sigue pidiendo ayuda. Ahí sigue estando Enrique, agitando su cartel y pegando gritos. Ahí está Dionisiano, sentado sobre la hierba, los muñones vendados, viendo pasar los autos casi por reflejo. Y ahí están los niños, corriendo de un lado a otro, jalando una resortera, llevando en la mano un pequeño juguete, sonriendo con ese optimismo a veces incomprensible que solo da la infancia.

¿Qué vendrá para Los Coyotes y su gente cuando el lodo se haga polvo? ¿Podrán pagar los mil pesos que les exige el hombre en La Venta, el dueño de sus parcelas que llama cada mes para cobrar, con la promesa de que todos, algún día, podrán ser dueños de un pedacito de tierra mexicana? ¿Podrán los niños volver a la escuela al final del camino de terracería? ¿Reverdecerán los árboles de papaya y los limoneros? ¿Podrán volver a sentirse seguros, ya con un techo sobre la cabeza, con algo de luz corriendo por los cables hoy caídos? ¿Comprenderá alguien realmente la magnitud de la tragedia de este, el otro Acapulco?

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Acuerdan 1,400 juzgadores acciones legales por fideicomisos

Más de mil 400 jueces de distrito y magistrados de circuito acordaron hoy iniciar acciones legales a nivel nacional y ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) contra la extinción de los fideicomisos del Poder Judicial de la Federación, Nota de Abel Barajas..

La Asociación Nacional de Magistrados y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación (Jufed), que preside el Magistrado Froylán Muñoz Alvarado y congrega a ese número de impartidores de justicia, dio a conocer que sus acciones no afectarán las labores jurisdiccionales.

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El asalto a la razón

Agandalle oficial del auxilio civil/Carlos Marín

Milenio / 30.10.2023

El desprecio del presidente López Obrador por la sociedad es tan profundo que, contra la Ley General de Protección Civil, la margina del auxilio a los afectados por Otis.

Dijo el jueves:

“Queremos que la distribución de las despensas las hagan la Secretaría de la Defensa y la Secretaría de Marina, no las autoridades civiles ni del gobierno federal ni del gobierno estatal ni del gobierno municipal y mucho menos organizaciones sociales llamadas no gubernamentales o de la sociedad civil, para que nadie se aproveche de la necesidad de la gente. En forma directa se va a atender a todos los damnificados de Acapulco…”.

Como si las donaciones fueran del gobierno.

Y al día siguiente:

“Es importante lo que dio a conocer el general (Luis Cresencio Sandoval), que es un acuerdo con la Secretaría de Marina, que el apoyo que se está enviando se procure entregar a Marina y a Defensa, y que no se lleve directo a Acapulco, que podamos acopiar todo el apoyo en Chilpancingo para no saturar la autopista (…). No es conveniente que transiten muchos vehículos por Acapulco (…). Entonces, es mejor que todo el apoyo llegue a Chilpancingo y de ahí se traslade a Acapulco…”.

Tan insólita disposición genera desconfianza e inhibe las donaciones, en particular por la experiencia, relativamente reciente, de que alimentos y enseres para las víctimas del terremoto en Turquía que fueron confiados por particulares al gobierno de Ciudad de México terminaron puestos a la venta en mercados públicos.

Las reacciones del oficialismo a la tragedia en Acapulco y municipios aledaños exhiben una evidente desorganización y falta de comunicación a grado tal que el vocero de la Presidencia de la República, Jesús Ramírez Cuevas, exeó este domingo a mediodía:

“Circulan en redes versiones falsas de que se impide la entrada de ayuda a Acapulco. Cualquier persona puede llevar ayuda al puerto de Acapulco. Pueden dejarla en Chilpancingo o llevarla directamente al puerto. Esas noticias falsas buscan desprestigiar la labor del gobierno federal”.

¿Acaso no se enteró de lo que su jefe dijo y enfatizó en dos ocasiones? ¿Por qué la insistencia del gobierno en victimizarse?

La concentración de las despensas en las fuerzas armadas crea la ilusa idea de un “gobierno magnánimo” y pasa por alto la clave de la Protección Civil que se venía aplicando desde el terremoto de 1985, con el concurso del gobierno (en sus tres niveles), la iniciativa privada y la sociedad.

El artículo 26 de la ley mandata:

“Fomentar la participación comprometida y corresponsable de todos los sectores de la sociedad en la formulación y ejecución de los programas destinados a satisfacer las necesidades de protección civil en el territorio nacional”.

Por definición, protección civil implica esos tres sectores y por esto el logotipo de la institución es un triángulo, ya que si faltara uno de ellos el auxilio sería imposible.

La Ley General de Protección Civil es clara y define la acción solidaria y participativa, no exclusiva o monopólica...

cmarin@milenio.com

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Los propagandistas al rescate del “damnificado” AMLO/Carlos Loret de Mola

EL UNIVERSAL | 30/10/2023 |;

Está echada a andar la operación de rescate más importante tras el devastador paso del huracán Otis: salvar al presidente López Obrador.

Acatando la línea de la mañanera y apoyados por el aparato propagandístico al servicio del Estado, los medios de comunicación afines al gobierno, los periodistas funcionales al régimen y los intelectuales a sueldo, están tratando de justificar que el presidente no avisó a su pueblo de lo que venía, echando mano de un viejo recurso: no podía saberse.

Para ellos y para el gobierno, la prioridad no es el rescate de los damnificados. La prioridad es lavarle la cara al señor presidente porque no actuó a tiempo, no avisó del huracán a los pobladores de Guerrero y se ha quedado chiquito en su respuesta a la magnitud de la emergencia.

Pero para su mala fortuna, los datos duros los exhiben: sí podía saberse.

Desde las 3:15 de la madrugada del martes el Servicio Meteorológico Nacional advirtió que Otis se convertiría en huracán, que iba directo a Acapulco y había que extremar precauciones a la población en general. El presidente, que presume que se levanta temprano y que lo primero que hace es tener una reunión de seguridad a las 6 de la mañana, no dijo absolutamente nada en su conferencia mañanera de ese día que duró 2 horas con 40 minutos. Ni una palabra.

Su negligencia se acentúa con el paso de las horas. A las 3:15 pm Otis ya era categoría 3 y el Meteorológico advertía que en la noche sería 4. El presidente siguió sin decir nada por horas. Puso un tuit hasta las 8:06 pm. A esa hora, ya poco podía hacer la gente: era de noche, estaba lloviendo y había vientos de más de 200 kilómetros por hora.

AMLO queda más exhibido si vemos las alertas del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos: desde un día antes, el lunes a la 3:48 pm, se lanzó una alerta temprana de que Otis podía ser huracán. A las 9:38 pm del mismo lunes ya decía que sería huracán: “la potencia de Otis se intensificará”. El martes a la 2:56 pm ya hablaba de “huracán de grandes dimensiones”. El primer tuit de AMLO se publicó cinco horas después.

Cada minuto contaba. El presidente tuvo información y elementos para advertirlo, y no hizo nada. Eso están tratando de tapar el gobierno y sus voceros.

La negligencia del presidente de México permeó hacia abajo en el obradorato: el secretario de Gobierno de Guerrero, el morenista Ludwig Reynoso, inauguró esa noche una convención minera con cientos de invitados. Sí. Con el huracán ya en categoría 4.

Ningún país puede salvarse de los brutales daños que deja un huracán de la magnitud de Otis. Pero lo que hace un gobierno antes y después del huracán es clave para mitigar el sufrimiento de la población.

El gobierno de López Obrador otra vez minimizó el peligro, no avisó a la población y está respondiendo muy tarde ante la magnitud de la tragedia: el secretario de la Defensa Nacional presumió el viernes (tres días después del impacto del meteoro) que había distribuido 7 mil litros de agua potable. Pero nada más Acapulco tiene 800 mil habitantes. Así que esos 7 mil litros de agua potable equivalen a que cada litro de agua se lo tienen que repartir entre 114 ciudadanos. Y todavía lo presumen como logro.

Los damnificados no importan. Lo que importa es el presidente. Y sus propagandistas se inmolan por él. Para su mala suerte, la realidad y los datos duros los ponen en su lugar.

SACIAMORBOS

Como no tiene modo de defender que el gobierno minimizó la tragedia y se ha quedado pasmado y chiquito en su respuesta, el presidente de México ataca a los periodistas que lo exhiben.

Los propagandistas del régimen, sus periodistas afines y los intelectuales a sueldo ocupan su energía en complacer a López Obrador con una de las ofrendas que más disfruta: sumarse a la golpiza de los periodistas que detesta.

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Sin gobierno/Denise Dresse

REFORMA

El 24 de octubre a las 8:25 p.m., el presidente López Obrador tuiteó lo siguiente: "Atento aviso a toda la población de la Costa Grande de Guerrero: De acuerdo con la información disponible se pronostica que el huracán Otis entrará al territorio con categoría 5 entre Acapulco y Tecpan de Galeana de las 4 a las 6 de la mañana, Están en marcha el Plan DN-III-E y el Plan Marina en coordinación con el gobierno del estado. Acepten trasladarse a refugios, mantenerse en lugares seguros, alejados de ríos arroyos, barrancas y estén alerta sin confiarse. Nosotros también estamos pendientes". Así se informó a Acapulco de la catástrofe que se aproximaba a una velocidad insólita. Sin un sentido de urgencia, sin un entendimiento de la emergencia, sin una estrategia para informar masivamente a la población. Así, en un tuit, quedó exhibido el fenómeno transformador de la 4T. El país se ha ido quedando sin gobierno.

No hubo gobierno que diera seguimiento a aquello que el Sistema Meteorológico estadounidense y el National Hurricane Center venían monitoreando muchas horas antes de que Otis arribara a la costa acapulqueña. No hubo advertencias del escalamiento y sus implicaciones "devastadoras" y "catastróficas". No hubo coordinación entre las autoridades federales, estatales, municipales y el Ejército. No se promovieron refugios de manera masiva, ni se ordenó un cese total de actividades o el resguardo de la población. No se enviaron convoyes militares con lo que se necesitaría el día después y ahora escasea. No hubo capacidad de respuesta. Lo que sí hubo fue ignorancia o indolencia o incompetencia o indiferencia.

Es cierto que Otis fue un fenómeno meteorológico sin precedentes, que superó las capacidades de los modelos meteorológicos y sacudió a la comunidad científica. Es cierto que la veloz intensificación con la cual se transformó de tormenta tropical en huracán nivel 5 dejó boquiabiertos a los expertos más avezados. Pero también es cierto que los tres niveles de gobierno no reaccionaron como debieron haberlo hecho. AMLO tuiteó, Evelyn Salgado desapareció, Protección Civil se escurrió, el Ejército se paralizó, y Acapulco pagó el precio. Otis dejó poco margen de maniobra, pero en ese tiempo pudieron haberse emitido alertas en cadena nacional por radio y televisión, pudieron hacerse preparativos para la provisión de todo lo que hoy hace falta, pudieron darse indicaciones de emergencia.

Pero los acapulqueños y los turistas siguieron bailando, cenando, comprando, caminando en la playa y participando en convenciones, porque el gobierno desapareció. Ese "elefante raquítico" que AMLO criticaba acabó atascado en el lodo, sin la capacidad de proveer un teléfono satelital, enviar helicópteros militares para trasladar al gabinete, inspeccionar la zona, comunicar qué estaba sucediendo y quién estaba al mando. Pocas cosas tan patéticas como presenciar al Presidente de la decimoquinta economía del mundo, varado en una camioneta militar, con miembros de su equipo y del Ejército intentando sacarlo de ahí a empujones.

Ese es el legado de 5 años de recortes, despidos, desaparición de protocolos y desprofesionalización de la administración pública. Ese es el impacto de no limpiar al Fonden y sustituirlo con un "programa" de 18 mil millones de pesos usados a discreción. La falta de previsión, la falta de planeación, la falta de operación han acentuado la catástrofe. El desmantelamiento del Estado magnifica los desastres naturales y sanitarios. Los malos manejos y la politización intensifican los daños, obstruyen la ayuda, incrementan el número de muertos, y profundizan el dolor. Fue lo que pasó con Trump y el huracán en Puerto Rico; es lo que ha pasado con AMLO en Acapulco. Ambos, amplificadores de desastres naturales y pandemias. Ambos, negacionistas de los efectos del cambio climático, y Otis es uno de ellos.

Señalar los costos de la gobernanza garrafal en momentos de crisis no es señal de politiquería o falta de solidaridad. Exigir que las autoridades actúen de manera eficaz no parte de un afán adversarial o de lucro político. Es lo que AMLO reclamaba antes de llegar al poder. Antes de que adelgazara a las agencias encargadas de monitorear, alertar, y reaccionar. Antes de que parara la provisión de ayuda para concentrarla en manos del Ejército y los Servidores de la Nación. Y antes de que decidiera gobernar vía Twitter (X), abandonando a Acapulco a la tempestad.


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