7 jul 2024

LEA y el Gran Premio de los 64 mil...

Edmundo Cázares y el presidente LEA y el Gran Premio de los 64 mil...

Por Edmundo Cázarez C.


Con cierta frecuencia, se dice que los tiempos de Dios son perfectos “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar ….”, reza una de las estrofas de la popular canción Cantares, que el cantautor español Juan Manuel Serrat se encargara de inmortalizar, y que, además, me parece idónea para iniciar un breve relato, el cual, deseo compartir con usted, mi estimado lector de MISIÓN POLÍTICA, acerca de la inolvidable e inusitada experiencia que me tocó vivir en aquella hermosa y pacífica Ciudad de México, precisamente, a la mitad de los años 70´s, cuando transcurría el quinto año de la administración del licenciado Luis Echeverría Álvarez, el quincuagésimo séptimo presidente de la República, quien ejerció el poder durante el período de 1970 a 1976, y como nada es para siempre, cumplidos los cien años de edad, concluyó su ciclo de vida la noche del viernes 8 de julio de 2022, en su casa de Cuernavaca, Morelos, por cierto, rompiendo un récord al que ningún expresidente de México haya llegado.

Dice el dicho que cada quien habla de la feria como le va en ella, y para quien esto escribe, siendo tan solo un adolescente de 16 años de edad, tuvo la enorme oportunidad de convivir muy de cerca con el licenciado Luis Echeverría, cuando se desempeñaba como presidente de la República, pero fue convivir con un ser humano que me impresionó enormemente y del que aprendí mucho. 

El próximo lunes 8 de julio se estarán cumpliendo dos años de su existencia física, a manera de un sencillo, pero sincero reconocimiento, a ese extraordinario ser humano que la vida me permitió conocer, con enorme tristeza, manifiesto el dolor que me invadió verme imposibilitado para ir a despedir al amigo en su último viaje, y todo, a causa de un deterioro en mi salud causado por el COVID-19, teniendo que acatar, estrictamente, las indicaciones médicas para lograr recuperarme. 

No cabe duda que la vida te da sorpresas, a veces, las aplica de manera positiva, pero otras, sinceramente, llegamos hasta el grado de renegar hasta haber nacido por lo complicado y sin poder encontrar la salida, pero lo más importante de ello, es asimilar lo vivido, y que sin lugar a dudas, nos habrá de servir para seguir avanzando por la senda que nos tocó caminar.

Proveniente de su natal Michoacán, a los 16 años de edad, por la mente de ese adolescente que arribaba a la gran capital del país, trayendo consigo solamente el firme propósito y el sueño de que, algún día, pudiera llegar a convertirse en un periodista. El décimo tercer hijo de un humilde y destacado artesano michoacano, don Jesús Cázarez Solorio. Jamás imaginó que el destino le tenía preparado un enorme reto: Tener ante sí, al presidente de la República en funciones, pero detrás de ese personaje de la política nacional, había un extraordinario ser humano que vivía en la Residencia Oficial de Los Pinos.

Vayamos pues, con esta singular historia….

Dice el refrán que: “No hay mal que por bien no venga” Sorprendido por el intempestivo retiro de la beca que le había otorgado el entonces gobernador del Estado de Michoacán, Servando Chávez Hernández para que pudiera trasladarse a la Ciudad de México y estudiar la carrera de periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, ubicada en aquellos tiempos en la calle de Goldsmith, colonia Polanco, se dio a la tarea de buscar una casa de huéspedes cercana a la escuela en donde pudiera pernoctar y asearse. Gracias a la oportuna orientación y el apoyo incondicional que le brindó desde el primer día en que tuvo la suerte de entrevistarse con el prestigiado periodista Don Alejandro Avilés (QEPD), quien fungía como director de la Carlos Septién, pudo encontrar acomodo en una vieja casona de la calle Eugenio Sué.

A tan sólo seis meses de haber llegado a lo que se conocía como el Distrito Federal, la capital del país, la cancelación de la beca que le había sido otorgada por el entonces gobernador de su estado fue un golpe brutal para su estabilidad emocional y de vida. Motivo por el cual, no solamente tuvo que suspender temporalmente sus estudios en la Carlos Septién, sino que tenía que aprender cómo debería afrontar una intensa lucha cruda y sin tregua, para lograr una precaria supervivencia, pero sin contar con familiares o conocidos en la Gran Urbe Mexicana.

Como miles de provincianos que llegaban al Distrito Federal en busca de mejores condiciones de vida, no quiso darse por vencido y optó por no regresar a su natal Michoacán, de esta manera, no le quedaba de otra que sufrir en carne propia una precipitada decisión tomada. Tenía que resignarse buscar un lugar para dormir, ya fuera en las bancas de la Alameda Central, en las sillas colocadas en las salas de espera de las terminales de autobuses ADO, que en aquellos años estaba muy cerca del Monumento a la Revolución, o bien, en la terminal de los famosos autobuses Tres Estrellas de Oro, en Fray Servando Teresa de Mier, pero eso sí, sin perder la fe que le permitiera continuar con fortaleza y soportar los estragos del hambre, al no tener prácticamente nada para comer. Durante varias semanas soportaba el dolor que producían las paredes del estómago ante la falta de alimentos. Lo único que tragaba, eran sus lágrimas de dolor y desesperación.

 Un chamaco de 16 años, solo ante el mundo e ignorado por la gente, a quienes les pedía un pedazo de pan y lo único que recibía a cambio eran mentadas de madre, insultos y un desprecio total. Bien dice el refrán… “No hay mal que dure cien años”

En uno de esos tantos días de largas e interminables caminatas por las calles de la capital del país, un sábado por la noche, al pasar frente a los enormes aparadores de la famosa tienda de muebles Viana, que estaba ubicada en Buenavista, un tanto atónito, se detuvo para observar un programa de televisión que le llamó mucho la atención: “El Gran Premio de los $64,000.00’’, magistralmente conducido por don Pedro Ferriz Santacruz. De inmediato, sus ojos brillaron de alegría y una fantástica idea invadió su mente…. ¡Ahí estaba la solución a su problema para poder continuar con sus estudios en la Carlos Septién!!, pero también, para comer, vestir y contar con un lugar en donde alojarse.

Sin pérdida de tiempo, se metió a la tienda, solicitando a una de las empleadas le facilitaran una pluma y papel para anotar la dirección del famoso e histórico programa televisivo, para poder ir inscribirse y concursar. Dueño de esa fe y la total seguridad que habría de ganar el Gran Premio de los $64,000.00. Quizás, era como si se hubiera encontrado la lámpara de Aladino. 

Al lunes siguiente, desde la Glorieta del Metro Insurgentes, caminó hasta la calle Matías Romero número 94 en la colonia del Valle, algo así como 8.7 kilómetros, hasta donde se encontraba la oficina del programa “El Gran Premio de los $64,000.00”. Por espacio de casi tres horas de un largo andar, soportando los rayos del sol y preguntando cómo llegar a la dirección anotada en aquel pequeño trozo de papel estraza color café, durante el trayecto, en su mente, una y otra vez, se preguntaba… ¿Con qué tema iba a concursar?

Haciendo un minucioso análisis de los temas que otros participantes escogían, tales como la historia del deporte, la vida y obra de Beethoven, entre muchos otros más, este inquieto chamaco quería concursar con el tema de un personaje… ¡que estuviera vivo y que todo mundo identificara de inmediato!! Por su mente, desfilaron infinidad de personalidades tales como Mario Moreno Cantinflas, María Félix “La Doña, Francisco Gabilondo Soler “Cri Crí”, entre todas más celebridades, pero había una que le taladraba su mente… “Vida, Obra y Trayectoria Política del presidente de la República Luis Echeverría Álvarez” … ¡Zaz!!, ése era el tema, además, era el quinto año de su gobierno.

Al llegar a su destino, fue recibido por quien era el productor y director general del programa, el licenciado Rafael Riva Palacio, quien al enterarse que el atrevido adolescente quería poner en las pantallas de cristal, la vida y obra del presidente de la República en turno, le dijo: “Mira chamaquito, quizás y por tu corta edad, desconozcas que no solamente en la televisión, sino que en la radio, periódicos y revistas, tenemos estrictamente prohibido abordar tres temas: “La Virgen de Guadalupe, El Ejército Mexicano y el Presidente de la República”. 

Como si se tratara de un interrogatorio en los separos de un Ministerio Público, don Rafael Riva Palacio le cuestionaba ¿Por qué deseaba concursar en el programa?, pero, sobre todo, ¿En qué habría de utilizar el premio en caso de ganarlo? Tras escucharlo con paciencia, el director general y productor del programa, le recalcó que la única posibilidad para que pudiera lograr su participación, era que el propio presidente de la República le llamara directamente a él y le otorgara su beneplácito.

La tarea no era nada fácil. ¡Uff!!, conseguir el permiso del presidente de México para concursar en El Gran Premio de los $64,000.00. ¡Estaba en chino!! Fue a buscar a su hermano, quien era Cadete del Heroico Colegio Militar, en aquellas legendarias instalaciones de Popotla, le comentó lo que estaba viviendo. De esta manera, fue como pudo encontrar un momentáneo acomodo en la casa de los papás de uno de sus compañeros del H. Colegio Militar, en la colonia Lindavista. Ahí, le proporcionaron uno de aquellos y voluminosos directorios telefónicos, lleno de optimismo, rápidamente, se puso a buscar la forma de establecer contacto con la oficina del presidente Echeverría.

Después de varios días, los intentos resultaban estériles, por fin, un lunes 3 de marzo de 1975, logró su inicial objetivo, comunicarse a la Dirección de Difusión y Relaciones Públicas de la Presidencia de la República, cuyo titular era Mauro Jiménez Lazcano, un periodista de la vieja guardia que se desempeñaba como vocero del Primer Mandatario Mexicano, atendiendo la llamada telefónica su secretaria, la guapa y eficiente Cristina Gallardo, quien al saber la edad del imberbe y posible concursante, le demostró su afecto y confianza.

Moviendo cielo, mar y tierra para que sus jefes inmediatos: Mauro Jiménez Lazcano y Fausto Zapata Loredo, responsables de la imagen del presidente en turno, lo recibieran y que el propio presidente estuviera enterado con la finalidad de obtener su visto bueno para concursar en aquel inolvidable programa de televisión.                        

A partir de ese momento, era luchar contracorriente. Tenía que convencer a los hombres cercanos a Luis Echeverría que lo convencieran y diera su autorización para participar en El Gran Premio. Habían transcurrido un par de semanas desde aquel primer contacto con Los Pinos, hasta la casa de Lindavista, en donde permanecía en calidad de huésped y/o “arrimado”, llegó una llamada telefónica proveniente de la Residencia Oficial de Los Pinos, del otro lado de la línea telefónica, estaba el licenciado Mauro Jiménez Lazcano para expresarle que: “El Señor Presidente Luis Echeverría, ya tiene conocimiento de tu petición y a la brevedad, le harían llegar una nota al respecto por parte del propio Jefe del Ejecutivo Federal”.

Un par de días más, el precoz michoacano, mientras se encontraba jugando en la calle “tochito” con cinco o seis amigos ocasionales y vecinos de donde le habían brindado un albergue provisional, llegaron dos motociclistas del entonces Estado Mayor Presidencial, al ver que se acercaban a ellos, se percataron que buscaban el número de la casa que había proporcionado para recibir alguna noticia procedente del presidente de México, al verificar el número correcto, uno de los oficiales motociclistas preguntaron si alguno de ellos conocía a un tal Edmundo Cázarez, todos, pero tooodos, estiraron su brazo, con el dedo índice de su mano, lo señalaban con ese dedo acusador, como si fuera culpable de algún un delito.

Un oficial de apellido Legorreta, expresaba: “Vengo de la Residencia Oficial de Los Pinos, traigo para ti, un mensaje de parte del Señor Presidente Luis Echeverría” Totalmente incrédulo, y por qué no decirlo, totalmente sorprendido, temeroso y hasta temblando como gato recién bañado, su única respuesta fue: ¡No mamen!!, si ustedes vienen de parte del presidente, nosotros, somos amigos de la Casa Blanca” Acto seguido, un oficial me entrega un pequeño sobre color blanco, que al abrirlo, descubro una pequeña tarjeta color blanco, escrita con su puño y letra, la cual, conservo hasta el día de hoy y en la que se lee: “Con un afectuoso saludo, te agradezco que hayas escogido el tema sobre mi trayectoria política para participar en el programa de TV, El Gran Premio de los $64,000.00. Me gustaría recibirte en Los Pinos y brindarte mayor información para que te documentes: Luis Echeverría.”

¡No lo podía creer!!… era el ¡Ábrete Sésamo!!, de manera automática y proveniente de la oficina del productor de El Gran Premio de los $64,000.00, me hacían saber que mi participación estaba autorizada y que la fecha fijada de mi participación en el programa, era a partir del sábado 4 de octubre de 1975. Así es que, a partir de ese momento, me tenía que poner a estudiar a conciencia todo lo concerniente a la vida del presidente Luis Echeverría. 

¡No tenía otra alternativa!! Estaba obligado en hacer un papel digno. Además, era la oportunidad de mi vida… ¡y frente al mismísimo presidente de la República!!, así es que no tenía de otra… ¡Tenía que chingarle!!

De esta manera, el sábado 8 de marzo, en punto de las 14:00 horas, era recibido en la Residencia Oficial de Los Pinos -la casa presidencial-, el acceso autorizado fue por la puerta 3, sobre avenida Chivatito. Al proporcionarle mi nombre a un elemento del también ya desaparecido Cuerpo de Guardias Presidenciales, mi nombre aparecía en una hoja de registro. Alcancé a percatarme que, exactamente a un lado de mi nombre, aparecían los nombres de todos mis hermanos, el de mis padres. 

No cabe duda, el área de inteligencia del extinto Estado Mayor Presidencial había hecho su tarea, investigar todo lo concerniente al invitado especial del presidente de la República.

Una vez y estando dentro de las instalaciones de la Residencia Presidencial, un oficial del Estado Mayor Presidencial con grado de Mayor de Infantería, Rafael Macedo de la Concha, ayudante personal del ciudadano presidente, me conduce hasta el despacho presidencial. Acondicionado con muebles coloniales. Al costado derecho, un escritorio de madera con cubierta de cristal, desde donde el presidente de México, durante el periodo 1970- 1976, tomaba decisiones. Al fondo, una enorme fotografía a color de la pareja presidencial: Doña María Esther Zuno y Luis Echeverría Álvarez.

De pronto, por una puerta lateral, portando una guayabera color blanco y un pantalón de casimir gris Oxford, a pasos agigantados, el presidente de México se encaminaba hasta donde lo estaba esperando ese humilde puberto. Me levanto como resorte del sillón en donde permanecí sentado. Estirando su mano derecha para saludarme, el presidente me dice: “Hola joven Edmundo… ¡Aunque casi eres un niño!! Qué bueno que aceptaste venir a platicar conmigo. Voy llegando de una gira de trabajo por Acapulco con el secretario de la Reforma Agraria, Augusto Gómez Villanueva. Le voy a pedir a mi hijo Benito, que tiene más o menos tu edad, sea el encargado de llevarte para que conozcas los Pinos. Asimismo, te va a llevar a una sala de proyecciones que tenemos aquí, para que veas algunos materiales fílmicos del trabajo que llevamos a cabo desde el primero de diciembre de 1970. Estoy seguro te habrán de servir mucho para que te documentes”

A decir verdad, tener frente a mí, al presidente de México, no me sentí intimidado ni nada por el estilo, al final de cuentas, Luis Echeverría era un hombre tan normal como cualquier otra persona. Pero me preguntaba por dentro: ¿Cuánta gente del todo el país quisiera estar en mi lugar en estos momentos, para exigirle un sinfín de cosas y pedirle ayuda? 

Lo que más me llamaba la atención del presidente, era que, en ningún momento, se expresaba en primera persona, es decir, “Yo hice esto. Yo inauguré o construí aquello”, al contario, en cada una de las cosas que me expresaba, siempre era en tercera persona “como nosotros”.

A escasos cinco minutos, hasta el despacho presidencial llega su séptimo hijo, Benito, a quien le dice: “Mira, Benito, este chico se llama Edmundo Cázarez, va a concursar en el programa de televisión “El Gran Premio de los $64,000.00”, con el tema “Actuación y Trayectoria Política del presidente Luis Echeverría”, quiero que lo lleves a conocer toda la residencia, pero también, que vea unos trabajos fílmicos en la sala de proyecciones y los esperamos comer”. Colocando su mano izquierda sobre mi hombro, el presidente me pregunta: “¿Te vas a quedar a comer con nosotros verdad?”, a lo que de inmediato le respondí: “Pues usted envió unos motociclistas a la casa en donde me estoy quedando provisionalmente, aquí traigo la tarjetita en donde me invitaba a comer”.

Antes de iniciar mi “tour” por la casa del poder presidencial, acompañado por su hijo. Ante la presencia de los entonces secretarios de Gobernación y Educación Pública, los licenciados Mario Moya Palencia y Víctor Bravo Ahuja, respectivamente, con voz fuerte, el presidente exclama: “Antes de que se vayan, Edmundo, quiero que me digas ¿Quién está detrás de ti?” Su pregunta era fulminante y con tono acusatorio, así de inmediato, se me hacía un tanto sin sentido. Volteo la cabeza hacía atrás de mi lado derecho, acto seguido, hago lo mismo del lado izquierdo, justo en donde se encontraba de pie, junto a mí, su hijo Benito y le respondo: ¡No hay nadie señor Presidente!! 

Echeverría suelta una sonora carcajada y me dice… “A qué muchachito, está bien. Ya váyanse, recuerden que los esperamos ara comer” 

Durante el recorrido por los salones de Los Pinos y Casa Presidencial, Benito me explicaba que, lo que su papá quería saber, era que le dijera quién o quiénes me habían aconsejado para que concursara en El Gran Premio de los $64 mil pesos, con el tema sobre su vida y obra. Por espacio de dos horas, después de haber caminado por los inmensos jardines y visitado las instalaciones del Estado Mayor Presidencial en Molino del Rey. Concluimos el “tour”, en la sala de proyecciones, en donde pude ver diversas giras presidenciales de Luis Echeverría a China, con Mao Tse Tung. Al Vaticano, siendo recibido por el Papa Paulo VI. A Cuba, con una reunión muy amigable con Fidel Castro, así como infinidad de giras de trabajo por todo el país.

Poco antes de las 3 de la tarde, suena el teléfono rojo de la “red presidencial”, colocada justo a un lado del asiento en donde estaba Benito. Era su papá, avisándole que ya nos fuéramos a comer.

Al llegar al comedor de la casa presidencial, me percato que estaba finamente decorado, pero sin lujos exorbitantes, muebles y anaqueles de madera tradicionales de la cocina mexicana. Al centro del comedor, una mesa rectangular en donde, uno a uno, fueron llegando los ocho hijos que procrearon el matrimonio Echeverría/Zuno. En un acto por demás de cortesía, antes de sentarnos a comer, el propio presidente de la República, tuvo a bien presentarme con sus hijos, explicándoles el motivo de mi visita y que era el invitado especial. En la mesa, no había absolutamente nadie más que la familia presidencial y su invitado.

A la cabeza de la mesa, estaba el lugar destinado para el Jefe del Ejecutivo Federal, mi lugar, estaba junto a él. A mi lado derecho, siempre junto a mí, Benito. Del lado izquierdo de la mesa y frente a mí, estaba sentada la señora María Esther Zuno, una mujer extraordinaria, sencilla, amable y generosa. Los lugares contiguos, por ambos lados, los ocuparon sus hijos Luis Vicente, Álvaro, Rodolfo, Pablo, María Esther, María del Carmen y Adolfo. Para abrir boca, nos sirvieron unas deliciosas quesadillas de flor de calabaza, huitlacoche con quesillo, chicharrón y papa con queso. De beber, agua de Jamaica y Kiwi con fresa.

De pronto, se levanta Benito de la mesa y corre a una sala cercana, en cosa de un par de minutos, regresa trayendo consigo una grabadora portátil y me dice: “Toma Edmundo, para que grabes todo lo que te va a contar mi papá” Sin darnos oportunidad de nada, Echeverría le dice con tono de voz fuerte: “Nada que va a grabar, si acaso, tráele una libreta y una pluma para que anote” 

Uff, cuando nos sirvieron el primer tiempo, una sopa de verduras con tapioca, el presidente me relataba que había nacido un 17 de enero de 1922 en la calle de Querétaro número siete de la colonia Roma. Así como sus datos generales y los de sus hermanos y padres. Todo apurado y como pude, recuerdo que engullí la sopa a toda prisa para no perder detalle y escribir correctamente el relato que me hacía el presidente de la República de manera exclusiva.

Como tercer tiempo, me sirven una pechuga de pollo rellena de mariscos en salsa de mango, sorpresivamente, la señora María Esther me dice: “Hijo, pásame tu plato para partir tu pechuga en pedacitos y puedas comer porque no vas a poder escribir y hacer todo…” ¡Qué honor!!, la primera dama del país, me estaba dispensando una serie de atenciones para que pudiera comer. Por espacio de casi dos horas, entre otras muchas cosas, el presidente de México me contaba las aventuras de juventud que vivió a bordo de un barco pesquero que zarpó desde el puerto de Veracruz hacia Santiago de Chile y Argentina, junto con su gran amigo: José López Portillo, recalcándome, una y otra vez, que López Portillo sería el próximo presidente de la República, pero haciéndome la advertencia que no se lo podía contar a nadie. ¡Así fue!! Ese adolescente michoacano, era el primer mexicano en saber quién sería el próximo presidente de México para el sexenio 1976 -1982.

Una vez concluida la comida, Echeverría me pide que lo acompañara hasta su despacho, en donde ya lo esperaban el ingeniero Eugenio Méndez Docurro, entonces Secretario de Comunicaciones y Transportes; el licenciado Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación; el licenciado Fausto Zapata Loredo, Subsecretario de la Presidencia y el licenciado Juan José Bremer, que era su secretario particular. Me presenta parte de su equipo de colaboradores, les indica que estuvieran muy atentos al desarrollo de mi participación en el programa de televisión, el cual, se transmitía todos los sábados a las ocho de la noche, a través de la señal del Canal 2, perteneciente de la naciente Televisa, después de la fusión de Televisión Independiente de México –TIM- Canal 8 y Telesistema Mexicano.

Echeverría me invita que me sentara en uno de los sillones frente a una mesa de trabajo de madera circular, color vino y con cubierta de piel. En presencia de los señores secretarios, con voz firme y fuerte, me pregunta: ¿Por qué escogiste el tema sobre la Actuación y trayectoria Política del Presidente de la República? A lo que, simplemente, le respondo que yo consideraba que era muy importante que el pueblo en general, supiera quién era el hombre que nos gobernaba. Cómo se llevaba con sus hijos. Cómo era su vida privada, y no solamente como la máxima autoridad del país, que era lo único que aparecía tanto en periódicos, en la televisión y la radio, pero nunca, sabíamos con exactitud quién era el ser humano.

Dirigiéndose a los ahí presentes, con voz fuerte, Echeverría les dice… 

-¡Carajo!!, este chamaco tiene apenas 16 años y su visión me sorprende, será un excelente jefe de prensa y publicista presidencial ¿Ya escucharon Fausto Zapata  y Mauro Jiménez? ¡Les puede quitar su chamba… ehhh!!

Quizás, y aunque Echeverría se caracterizó por confiar plenamente en los jóvenes, me hace la siguiente pregunta: ¿Te gustaría ser diputado por Michoacán?... ¡Es tu natal Estado!! Sin dudarlo ni un segundo, mi respuesta fue rotunda y tajante ¡NO!!, A lo que me replica. “¡Mira chamaquito!! ¿Te atreves decirle que no al presidente de la República? Mi respuesta nuevamente fue reiterativa y contundente: ¡No!! Señor Presidente, le vuelvo a repetir que, mi única ilusión, es llegar a ser un buen periodista.   

Antes de despedirme, del presidente Echeverría, me expresa que ya le había dado instrucciones tanto Mauro Jiménez Lazcano y Fausto Zapato Loredo, para que me brindaran todo el apoyo y facilitaran la información necesaria para documentarme y hacer un buen papel durante mi participación en El Gran Premio. Por cierto, en voz baja, me dijo: “Cuando estés con Pedro Ferríz, por favor, dale este mensaje: “Dice el presidente Echeverría, que, por favor, cuando entres a la cabina, te coloquen un “chicharito” (un audífono inalámbrico). Esto, te lo digo solo a ti, por si acaso te llegaras a equivocar, yo me voy a comunicar por teléfono y te digo la que debes de responder. Pero se lo dices ehhh”. Una indicación presidencial que no podía olvidar.

A partir de esa fecha y durante toda mi participación en el programa de televisión, prácticamente, estuve viviendo en Los Pinos, inclusive, tenía acceso a la biblioteca presidencial y cualquier funcionario del staff presidencial, me podía recibir de manera inmediata. Lo único malo… ¡era un casi niño de 16 años y sin malicia!! Mi trato con el presidente de México era constante, por cierto, y quizás, para “probarme” que estaba estudiando su vida, repetidamente, me llamaba hasta su despacho y me formulaba preguntas con fechas precisas tales como ¿Cuándo me reuní con el Papa Paulo VI? ¿Cuándo recibí a Pablo Neruda? ¿Cuándo fue mi primera intervención en la ONU?, etc.

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A LUIS ECHEVERRIA… ¡LA HISTORIA LO JUZGARÁ!!

*.- Dile al presidente… ¡Que vaya mucho a chingar a su madre!!

Por Edmundo Cázarez C.. -Segunda y última parte-

Con cierta frecuencia, se dice que los tiempos de Dios son perfectos. Que en esta vida no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla. Pero cumplir 100 años de edad, es un hecho verdaderamente extraordinario, y más aún, cumplirlos dentro de un contexto de pandemia mundial, lo que lo vuelve todavía más inusual. Actualmente, en todo el mundo, solamente existen medio millón de personas que alcanzan la longevidad centenaria, es decir, aquella persona que ha alcanzado los cien años de vida, pero no llegan más allá de los 105 años.

El pasado lunes 17 de enero, Luis Echeverría Álvarez, se convirtió en el primer expresidente que ha alcanzado la longevidad centenaria, ni su gran amigo de toda la vida, José López Portillo, tan siquiera alcanzó los noventa años, pues falleció a los 84 años de edad. Luis Echeverría, un hombre completamente sano físicamente. Desde muy joven manifestó ser adicto al ejercicio practicando el tenis, la natación y caminatas, lo que le ha permitido conservar esa hiperactividad y aunque ya no la enfoca al esfuerzo físico, hoy en día, su pasión es por la lectura y el cine.

Por cosas de la vida, siendo un adolescente, sin haberlo planeado, así de pronto, tuve un increíble acercamiento con el entonces presidente de la República durante el sexenio 1970-1976, lo que me brindó la oportunidad de descubrir a una persona de nuestro pueblo que ostentaba la máxima responsabilidad a la que puede aspirar un mexicano, convertirse en presidente de la República. Y vaya que la administración de Luis Echeverría se mantuvo bajo el sello del populismo.

Llegar hasta el presidente en turno, no es nada fácil, mucho menos, cuando aún no se alcanza la mayoría de edad. Los niños y adolescentes, no solamente de ahora, sino desde hace décadas, a los gobernantes de los tres niveles, tal parece que les vale madre lo que les suceda, ni lo que requieran para su desarrollo las personas chiquitas, olvidando por completo, que ellos, también un día lo fueron.

Previo a mi participación en el prestigiado programa de televisión “El Gran Premio de los $64,000.00”, que no solamente hizo historia, sino que dejó una huella imborrable en los anaqueles de la televisión mexicana. Verme inmerso en toda la infraestructura y factor humano que se mueven alrededor de un presidente de la República, es simple y sencillamente impresionante.

Durante ocho largos meses y desde la precaria visión de un adolescente provinciano, pude percatarme de cómo se manejaban las cosas desde lo que era la sede del poder presidencial: la Residencia Oficial de Los Pinos. La cosa por más sencilla que dijera “el Señor Presidente”, era una orden que se cumplía a como diera lugar.


Quizás, en 2022, existe el mismo sometimiento presidencial que se aplicaba en las épocas de Luis Echeverría, pero con la única diferencia, es que antes, existían personas jóvenes y preparadas en la toma de decisiones, que, quiérase o no, permitieron un avance, y dista muchísimo en la forma de cómo pretenden ejercer el poder desde Palacio Nacional en la 4T, a base de caprichos, destruyendo todo lo que se había construido y retrocediendo a ciegas.


Sin temor a equivocarme, la oportunidad que me permitió la vida para adquirir esta irrepetible experiencia, para mí, simple y sencillamente fue única, excepcional e inolvidable. Aunque mi única tarea era aprender todo lo referente a la trayectoria desarrollada por el presidente Echeverría, debido a la propia inexperiencia de un chico de tan solo 16 años de edad, no podía percibir el tamaño de la envergadura del tema que había escogido para desarrollarlo dentro de un programa de televisión que tenía enormes índices de audiencia, el cual, se transmitía todos los sábados en punto de las ocho de la noche, a través del entonces único canal de televisión que existía en el país con cobertura nacional: Canal 2 de Televisa.


Durante el tiempo de preparación para participar dentro de El Gran Premio, todos los días aprendía algo nuevo: Tuve la enorme oportunidad de ser testigo del trato afable y respetuoso que se brindaba desde la presidencia de la República, a cada uno de los reporteros que cubrían “la fuente”, y no como sucede hoy en día que, desde Palacio Nacional, y durante las mañaneras, el único objetivo y propósito es denostar, agredir e insultar a todo aquel periodista que se atreva criticar al actual gobierno.

Como simple reportero, no soy nadie para estar defendiendo al gobierno de Luis Echeverría, porque a final de cuentas, era casi un niño de 16 años de edad, pero sí, veía como en el Salón Presidentes, ubicado en planta baja de la Residencia Oficial de Los Pinos, se atendía con esmero y respeto a cada uno de los reporteros, facilitándoles toda la información que solicitaban para su cotidiana actividad periodística. Recuerdo haber visto al entonces muy joven reportero Joaquín López Dóriga, así como a Miguel reyes Razo, Pedro Talavera, Abraham Mohamed, entre otros muchos más, ofreciendo una disculpa por no recordar bien sus nombres de todos ellos, la verdad, estaba muy chavito.

Lo que recuerdo perfectamente, era que Mauro Jiménez Lazcano, Director de Información y Relaciones Públicas de la Presidencia de la República, todos los días, incluyendo sábados y domingos, llegaba casi de madrugada al Salón Presidentes para conversar con cada uno de los reporteros, proporcionándoles la información que necesitaban. Era un trato de reportero a reportero. Con su inconfundible frase: “Cómo cosa tuya”. Su función y responsabilidad era ser la de vocero presidencial. Le “sugería” a los reporteros, cuando iban a entrevistar al presidente: “Como cosa tuya”, pregúntale esto al presidente, sin que ello, significara que estuviera sometiendo al reportero, sino que lo hacía para lograr que la entrevista tuviera mayor productividad. Por cierto, exactamente enfrente del Salón Presidentes, había un comedor del Estado Mayor Presidencial, en donde se brindaba alimentos, café, refrescos y agua a los reporteros sin ningún costo. Era un trato digno y humano.

También, tuve la suerte de conocer a un chamaco casi de mi edad, él, tenía 19 años y era nada más ni nada menos que el bolero consentido del Presidente de la República, me refiero a Pedro Valtierra, quien con el paso del tiempo, se convirtió en un extraordinario fotógrafo, gracias a que aprendió a la perfección las enseñanzas de otro legendario fotógrafo como lo fue el inolvidable Agustín Pérez Escamilla (QEPD), mejor conocido como “El Chino Pérez”, un hombre simpático, agradable y con una creatividad envidiable “el ñorse de la sapren” = “el señor de la prensa”, todo lo hablaba al revés.


Otras de las cosas que no podré olvidar, eran esos intrépidos y arriesgados viajes a bordo del avión destinado para el transporte de los periodistas, bautizado como “El Pancho Fayucas”, tantas historias quedaron petrificadas en sus pasillos y asientos. Mudos testigos de la entrega del café, bocadillos, aperitivos, y por supuesto, no se me pueden olvidar los “sobres” o “chayos”. A mis escasos 16 años, yo no lo veía como delito, sino como un apoyo económico al reportero para “alivianar” un poco los miserables sueldos que percibían… ¡y que siguen percibiendo!!

1975 estuvo salpicado por muy diversos eventos que cimbraron no solo al Distrito Federal, sino al país por completo. Estando en Los Pinos, específicamente en el área de la Información, lo que hoy se conoce como Comunicación Social, me mantenía perfectamente bien informado. Me acuerdo del huracán Caroline, que un 24 de agosto impactó las costas de Tamaulipas, por cierto, Echeverría no me permitió que acompañara a los reporteros que viajaban con él, para supervisar los daños que había provocado.

Otro acontecimiento de importancia, fue el que sucedió el lunes 20 de octubre, cuando dos trenes de la Línea 2 del Metro chocaron en la estación Viaducto, debido a que el conductor no frenó con anticipación y murieron 31 personas, resultando heridas 70, en lo que se consideraba el peor accidente en la historia del Sistema de Transporte Colectivo, como resultado de lo ocurrido en la estación Viaducto del Metro, fue como se instaló el sistema de pilotaje automático.


Para concluir con esta rápida aportación de eventos que aún permanecen en mi memoria biológica, no puedo olvidar aquel 14 de marzo cuando Luis Echeverría, en una clara terquedad, y no obstante que la Sección segunda de Logística e Inteligencia del Estado Mayor Presidencial le habían recomendado, una y otra vez, que no era prudente que acudiera hasta el auditorio Salvador Allende de la Facultad de Medicina de la UNAM, en donde los estudiantes lo abuchearon. Echeverría decidió asistir con el propósito de inaugurar el inicio de cursos. Los ánimos se calentaron de tal manera que, en un claro acto de provocación, el propio Echeverría terminó llamándoles “fascistas”, “jóvenes movidos por la CIA”, y a grito abierto, les recordaba que “así gritaban los jóvenes de Hitler y Mussolini”.


La seguridad e integridad física del presidente de la República estaba en peligro, por lo cual, tuvo que salir de inmediato por la puerta trasera del recinto universitario, justo en el momento que una piedra impactó en su cabeza, provocándole una descalabrada. Era increíble ver al Presidente de México bañado en sangre y no por la gravedad de la pedrada, sino que las descalabradas resultan ser muy aparatosas.


Pero volviendo con lo mío, la fecha fijada para la primera intervención dentro del programa “El Gran Premio de los $64,000”, había llegado. Sobre mi cabeza sentía una enorme presión de todo tipo. Por un lado, en el estudio “A” Paco Malgesto de Televicentro, en avenida Chapultepec, había personal del Estado Mayor Presidencial a la expectativa, y ante el posible arribo tanto de la señora María Esther Zuno de Echeverría, quien me había ofrecido ir al estudio para apoyarme, como integrantes del gabinete presidencial que habían recibido la indicación del presidente Echeverría para que me apoyaran durante mi participación.

Uff, me había metido en camisa de “once varas”. No me quedaba otra que hacer un digno papel, pero más que el compromiso que había adquirido con el presidente… ¡Era un enorme reto conmigo mismo!!

La noche del sábado 4 de marzo, en punto de las siete y media, me permitieron el acceso al famosísimo estudio “A”, Paco Malgesto, de Televicentro. A partir de ese momento y hasta el término del programa no podía tener contacto con nadie. A los participantes, nos tenían reservados lugares separados del público que asistía. Nuestro lugar estaba en el piso “set”. Todo era nerviosismo, no obstante, estaba completamente seguro y confiado de la preparación que había tenido. Era quizás, algo así como un primer examen profesional… ¡Pero en cadena nacional y por televisión!!

Todo estaba listo. Elegantemente bien vestido y enfundado en smoking, llega don Pedro Ferríz a saludar a cada uno de los participantes y nos desea mucha suerte. Nos invita a que estemos tranquilos y que todo estará bien. Cuando hace su arribo al estudio, el señor Emilio Azcárraga Milmo, todo se torna en un silencio sepulcral. Vaya que imponía su presencia. Don Emilio El tigre Azcárraga, era un hombre recio, extremadamente serio. No imponía solamente respeto, sino hasta un poco de temor por su enorme personalidad. De igual manera que lo había hecho minutos antes don Pedro Ferríz, el señor Azcárraga, nos saluda de mano a cada uno de los participantes y cuando llega conmigo, discretamente, me dice al oído: “Quiero que sepas perfectamente, que no tendrás ningún tipo de trato especial durante tu participación en El Gran Premio por el simple hecho de haber escogido el tema de la vida y obra del presidente Echeverría. Que te quede bien claro, tendrás el mismo trato que se le brinda a todos los demás participantes” Uff, de inicio, ya me estaban leyendo la cartilla.

Mientras que el floor manager pedía silencio total, iniciaba el conteo para entrar “al aíre” ¡Prevenidos…!! Todo estaba listo. Estando cerca de mí don Pedro Ferríz, le transmito el recado que me había dado el presidente, pero también, lo escuchó el señor Azcárraga, su reacción fue inmediata y me dijo: “Pues quiero que le digas al presidente Echeverría, que yo te dije, -y todavía me pregunta- ¿Sabes quién es el señor que te está hablando? A lo que le contesto con cierta timidez: Sí, usted es el señor Emilio Azcárraga Milmo. “Ah bueno, pues dile al señor presidente, que te dije yo, Emilio Azcárraga, que aquí en mi casa no se va hacer lo que él diga. Lo que está pidiendo que hagamos contigo, ponerte un apuntador, no es algo correcto… En mi casa mando yo… ¡Y que vaya y chingue su madre!!

Al escuchar lo que me había dicho el señor Azcárraga… ¡Me quedé helado!!, No comprendía lo que estaba sucediendo, pero intuí que no era nada, pero nada bueno para mí.

Sergio Beauregard, un destacado locutor, quien se encargaba de abrir y cerrar el programa decía: “En Vivo, desde la Ciudad de México, Televisa presenta… ¡El Gran Premio de los 64 mil pesos!!, y para conducirlo, queda con ustedes, el señor Pedro Ferríz…” La noche del sábado 4 de octubre, fui el cuarto concursante. Me habían dejado al último, porque era mi primera participación….

Cuando me presenta don Pedro Ferríz, exclama: “Nuestro siguiente concursante es Edmundo Cázarez Cárdenas, quien ha escogido como tema: “Vida, Obra, Actuación y Trayectoria Política del Presidente de la República Luis Echeverría Álvarez”. Antes de empezar con las preguntas, me hace una pequeña entrevista acerca de mis orígenes, familia, estudios y recalca: “Quiero decirte, que no por haber escogido el tema de la vida y trayectoria del señor presidente, no recibirás ningún tipo de trato preferencial” Aunado a eso, todavía me cuestiona: ¿Por qué escogiste el tema del señor presidente? ¿Acaso quieres ser gobernador del Estado de Michoacán de dónde eres originario?

Mi respuesta fue clara y contundente: “No don Pedro, antes que nada, saludo con respeto y humildad a los millones de televidentes que están viendo este prestigiado programa de concurso. ¿Por qué escogí el tema del señor presidente? Por favor, soy un chavito de 16 años de edad, lo que quiero, aparte de ganar el Gran Premio de los $64,000.00”, para seguir estudiando mi carrera de licenciado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Provengo de una familia muy humilde y no me interesa para nada la política. No, no quiero ser gobernador de mi estado. Quiero seguir estudiando, y si escogí el tema de la vida y trayectoria del señor presidente, es porque creo que toda la gente del país, tiene el derecho de saber: ¿Quién es el señor que nos está gobernando? ¿Cómo se lleva con sus hijos? ¿Qué come? Los mexicanos, no sabemos absolutamente nada del ser humano que es presidente porque en los periódicos, y hasta aquí mismo en los noticieros de Televisa, solamente hablan del Primer Mandatario, el Jefe del Ejecutivo, el Presidente de México, pero paro nunca se ocupan del ser humano.

Todavía alcanzo a escuchar al señor Azcárraga que le decía al productor del programa… ¿Quién chingados es este pinche escuincle?

No obstante que los reflectores me deslumbraban, me percato de la presencia en el estudio, del licenciado Mario Moya Palencia, entonces Secretario de Gobernación, acompañado por el general Jesús Castañeda Gutiérrez, quien era Jefe del Estado Mayor Presidencial. A la distancia de 47 años, no concibo cómo fue posible que un imberbe adolescente, moviera de tal manera las estructuras del poder en México…

Al tocarme mi turno, ya dentro de la cabina de cristal en donde nos metían a los concursantes, la primera pregunta que me formuló don Pedro Ferríz fue…. “Edmundo, por $64 pesos, dime: La fecha y lugar de nacimiento del presidente de la República Luis Echeverría, así como el nombre de sus papás. Tienes 30 segundos para responder, Televisa y estufas Mabe te deseamos suerte…” Mi respuesta fue rápida y precisa. Nació el 17 de enero de 1922, a las 4 y media de la mañana en la calle de Querétaro número siete, de la colonia Roma, aquí en el Distrito Federal. El parto fue atendido por el médico Cirujano Rafael Ortiz. Sus padres fueron: el señor Rodolfo Echeverría y la señora Catalina Álvarez. Además, tuvo dos hermanos: Rodolfo y Eduardo” ¡¡¡¡Peeeerfectamente bien contestado!!!, exclamaba don Pedro Ferríz al momento en que el público asistente al teatro estudio “A” Paco Malgesto aplaudía, y así, despedían el programa al “aire”.

Uff… Había empezado mi participación en el Gran Premio de los $64,000.00 con el pie derecho. Al término de la emisión del programa, el licenciado Moya Palencia me abraza y felicita. Por su parte, el general Castañeda me dice que el señor presidente nos espera en su despacho de Los Pinos. Al llegar a la oficina del presidente, a las 10 de la noche y todavía estaba trabajando, cuando se percata de mi presencia en su oficina, en un acto por demás de cortesía, se levanta de su escritorio, me da un muy efusivo abrazo. Me hace saber que me vio muy tranquilo y me felicitaba. Que me fuera a descansar. ¡Pero se me olvidó darle “el mensaje” que le había mandado el señor Azcárraga!!

Tratar de reseñar cada una de las participaciones que tuve en El Gran Premio, considero que resultaría cansado y hasta tedioso para usted, estimado lector de ÍNDICE POLÍTICO, solo me resta comentarle que, desde el inicio y hasta la etapa de los 16 mil a los 32 mil, mi sinodal había sido don Pedro Ferríz, lo cual, me transmitía confianza y seguridad. Pero había una indicación directa del señor Azcárraga… ¡Me tenían que eliminar lo más pronto posible y fuera como fuera!!

Por parte de Luis Echeverría, contaba con el apoyo y el respaldo personal del presidente de la Republica, pero por parte de Televisa, jamás debí haber concursado con dicho tema. Había un claro distanciamiento entre el presidente de la República y el dueño de Televisa. No concebían que un “pinche escuincle”, como se referían a mi persona, hubiera puesto en jaque su tranquilidad.

La noche del 25 de octubre de 1975, fue mi última participación. Durante las dos anteriores intervenciones, se respiraba una marcada tensión. Era algo así como el patito feo. Hasta en medios como El Heraldo de México y Excélsior, entre otros, me calificaban como “el hijo putativo” de Echeverría.

Por cierto, aunque yo no tenía enemigos con nadie, me habían asignado una escolta del Estado Mayor Presidencial que me brindaba protección y seguridad, la verdad, era algo totalmente incómodo, se había acabado mi libertad y privacidad. Repito, yo no tenía enemigos, pero el presidente…. ¡Tenía muchísimos!!

Para el colmo, esa noche sin decirme nada, así de sopetón, me cambian de sinodal. En lugar de don Pedro Ferríz, con quien ya me había acoplado, me pusieron a Juan Ruiz Healy. Me sentí completamente extraño. Logró ponerme nervioso y confundirme, pero al final, había conseguido su objetivo y cumplía al pie de la letra, la orden que había recibido de su jefe… ¡Eliminarme!!

La pregunta que me formuló Juan Ruiz Healy fue así: “Edmundo, has logrado avanzar hasta los $32,000.00, estás a un paso de llegar a la final del Gran Premio de los $64 mil pesos. A través de los informes presidenciales, el pueblo mexicano puede constatar el avance que ha tenido la nación… Por 32 mil pesos, responde:

*.- ¿Qué declaraciones hizo el Presidente Echeverría en la residencia Oficial de Los

Pinos, minutos antes de salir a rendir su Tercer Informe de Gobierno?

*.- ¿Quién lo entrevistó y que señalamientos hizo el señor presidente?

*.- ¿A qué hora salió de Los Pinos rumbo a Palacio Nacional?

*.-¿Quiénes integraban la comitiva del Congreso de la Unión para recibirlo en Palacio

Nacional

*.- ¿Quiénes lo acompañaron de Palacio Nacional hasta la Cámara de Diputados?

*.- ¿Quiénes integraban la comitiva para recibirlo en la Cámara de Diputados?

*.- ¿Cuánto duró el Tercer Informe de Gobierno del Presidente Echeverría?

*.- ¿Quién contestó el Tercer Informe de Gobierno?

*.- Por último, menciona mínimo, diez entidades federativas de reciente creación

que el presidente Echeverría daba a conocer en su Tercer Informe de Gobierno.

Cuentas con sesenta segundos para responder. Televisa te desea mucha suerte…

Uff… Dentro de la cabina de cristal y con los audífonos puestos. No me permitieron tener un asesor conmigo, además, escuchaba absolutamente todo lo que expresaba la gente que había asistido al teatro/estudio “Paco Malgesto”. Unos, decían que seguramente Echeverría me haría gobernador. Otros, de pendejo no me bajaban. Cuando respondí hasta ¿Quién había dado respuesta al Tercer Informe de Gobierno?, todo había sido de manera correcta. Lo malo fue la última pregunta. Jurídica y constitucionalmente, una entidad federativa es un estado de la República. Lo que ellos me estaban preguntando, era que mencionara el nombre de dependencias paraestatales, como lo eran Comisiones, Institutos, Fideicomisos, etc. De las diez que mencioné, solamente me hicieron válidas cinco, con lo cual, quedé automáticamente eliminado. Pero como premio de consolación, me había hecho merecedor de un colchón y de una estufa. Curiosamente, al sábado siguiente, el programa había desaparecido del “aire”.

Al terminar el programa, personal del Estado Mayor Presidencial me llevó de inmediato a Los Pinos con el Presidente Echeverría. Al llegar a su despacho, estaba acompañado por su secretario particular, el licenciado Juan José Bremer. Me pidió que tomara asiento en una de las sillas cercanas a su escritorio. Su mirada era penetrante. Lo noté sumamente serio y me dijo: Tú, por supuesto que estuviste muy bien. Golpeando la cubierta de su escritorio con el puño de su mano derecha, y quizás, apretando los dientes, expresó. ¡Esto se acabó! Acto seguido, tomó el teléfono rojo de la “línea presidencial” y se comunicó con el licenciado Víctor Bravo Ahuja, quien era Secretario de Educación Pública y le dijo: “Señor Secretario, buenas noches, por favor, quiero que el próximo lunes recibas a Edmundo Cázarez y veas lo de una beca para que pueda continuar con sus estudios en la Escuela de Periodismo Carlos Septién”.

Dice el refrán que cada quien habla de la feria como le va en ella, pero para mí, fue un gran honor y una inmensa distinción haber tenido ese acercamiento con el expresidente Luis Echeverría Álvarez. Nunca le pedí nada. Era casi un niño… A lo mero macho, tampoco me regaló absolutamente nada material, casas, coches… ¡nada!! Haberme otorgado una beca, fue el mejor regalo que me pudo haber hecho, y lo que más aprecio, es que cuando he tenido la oportunidad de hablar vía telefónica con él, siempre me ha dispensado su tiempo y brindándome un trato de caballero, atento, amable, pero, sobre todo, su valiosa amistad.

Sin lugar a dudas, Luis Echeverría, fue uno de los últimos presidentes de la República del México contemporáneo, que ejerció el poder a plenitud y de un México maravilloso que ya se nos fue. Si cometió errores como Presidente de la República o como Secretario de Gobernación, no soy quien deba calificarlo. No soy fiscal, policía ni nada. Soy un simple reportero que está profundamente enamorado y apasionado de su cotidiano quehacer periodístico. Repito, al licenciado Echeverría, la historia se encargará de juzgarlo. Por lo pronto, le reitero mi admiración, respeto y más… por cumplir cien años de vida…. Feliz Cumpleaños licenciado Luis Echeverría.



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