11 mar 2008

Iraq

Iraq. año cinco/Tahar ben Jelloun, escritor.
Publicado en LA VANGUARDIA, 09/03/2008;
Si hubiera una justicia - divina, humana o satánica-, quienes han reducido un país como Iraq a un inmenso caos se sentarían hoy ante un tribunal penal internacional para responder de sus crímenes. Sin embargo, el equipo que lidera la mayor potencia del mundo prosigue impunemente su tarea de destrucción con toda tranquilidad.
Hoy día, la vida humana en Iraq no vale nada. Se ha abierto paso la barbarie como forma de supervivencia, se han destruido la mayoría de las infraestructuras; en suma, se ha asesinado a un país y se ha entregado a un pueblo en manos de asesinos y ladrones. He aquí el resultado de una invasión estadounidense decidida por un hombre y un equipo impulsados por un racismo profundo y un fanatismo religioso bajo los que buscan cobijo y por intereses que han procedido a maquillar para presentarlos bajo capa de democracia.
Todos hemos visto esas imágenes de Bagdad, esa ciudad de historia tan rica y hermosa. Hoy es un lugar de combate donde la gente muere sin saber por qué y otros luchan como mercenarios sin saber a quién aprovecha su acción. Milicias de toda laya matan día tras otro. Sus ataques se ceban sobre todo en mujeres y niños; prefieren alistar a sus jóvenes en combates inciertos… Es una estrategia esclava del absurdo y el sinsentido. La vida ya no guarda allí parecido alguno con nada… Los que pueden huyen, otros subsisten como pueden y unos pocos redoblan si cabe su ferocidad en una guerra no deseada y cuya necesidad o fin no aciertan siquiera a vislumbrar.
El país se halla desestructurado. La sociedad está hecha trizas. Las creencias religiosas sirven a modo de punta de lanza. Los chiíes se hallan en el poder, situados en él por los estadounidenses. Los suníes luchan contra ellos. Los unos cuentan con el apoyo de Irán que desempeña un papel tan importante como el de Estados Unidos
(aunque no siempre patente), los otros son títeres de Al Qaeda, movimiento que no tiene rival a la hora de aniquilar sistemáticamente a una población desprotegida. Y, por añadidura, otros suníes que se autocalifican de resistentes colocan bombas en barrios populares para provocar el mayor número posible de víctimas.
El ejército estadounidense, el oficial y el otro (el privado, que emplea métodos más expeditivos) se atrincheran en un ámbito superprotegido: ya no saben cómo desembarazarse de tal situación. Casi ningún periodista extranjero se aventura en el país. Los secuestros y ejecuciones de varios periodistas han acabado por disuadir de toda posible visita salvo disfrazándose de habitante del país y sin pasar, naturalmente, por periodista. Dieciocho rehenes siguen en manos de asesinos.
Es un cuadro ideal para que la mafia prospere y haga negocios. De hecho ha aparecido y siembra el terror con las mismas credenciales que las de los ejércitos extranjeros que han ido a Iraq a “aportar la democracia y el bienestar al país”. En esta guerra en la que la religión desempeña el papel más detestable que imaginarse pueda, donde la religión escinde y divide sin tregua y arma a unos contra otros, el ser humano ya no sabe a qué Dios dirigirse. Muchos cristianos iraquíes han sido masacrados. No se ha hablado de ello. Quienes han podido se han exilado (son una minoría, a decir verdad, en este juego mortal). Es la hora del fanatismo y la sinrazón, del fanatismo sin matiz ni gradación.
Desdichados comerciantes cuelgan en sus escaparates retratos de líderes religiosos en la confianza de obtener su protección. El propietario de una tienda ha llegado a confesar que ha perdido la fe, que ya no cree en nada y que sólo confía en poder abandonar un día este infierno. Pero los señores de la guerra siguen tirando de los hilos y no dejan de enriquecerse. Una vieja historia. Por lo demás, el ser humano no tiene por qué cambiar. Sigue siendo un lobo, un ave rapaz. Un ser que fácilmente se desgaja de su propia humanidad.
Descubrí este país en 1975. Sadam aún no había alcanzado la presidencia iraquí. Lo recuerdo como un país volcado todo él en la cultura. Se alentaba a los artistas y los escritores no sufrían censura alguna. Contaba con una universidad floreciente. El Estado preservaba una buena porción del dinero del petróleo para el arte y la filosofía. Era cuando Bagdad aspiraba a ocupar el lugar de El Cairo, capital de la cultura árabe. No era una democracia a la occidental, pero el partido Baas apostaba por la cultura y respetaba a los creadores.
Luego Sadam accedió a la cúpula del poder y el infortunio se apoderó del país. Actualmente, la desgracia se llama Bush. Sadam comenzó la destrucción de Iraq, Bush se esfuerza por coronar la tarea en las peores condiciones.
¿Cuándo y quién hará justicia al pueblo iraquí?

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