29 sept 2008

A no tener miedo!

Morelia: el error de septiembre/Cecilia Soto
Excélsior (www.exoline.com.mx) 29-Sep-2008;
Sólo la alteración drástica de las condiciones de operación de su negocio, una alteración negativa, pudo haber llevado al narcotráfico a cometer el error de descubrir ante la población entera hasta dónde puede llegar. Es cierto que el terror puro y duro contra inocentes busca antes que nada provocar la parálisis y la aceptación temerosa del statu quo. Pero los testimonios que leí este sábado, en la Plaza Melchor Ocampo, en Morelia, revelan que afortunadamente no hay consenso, especialmente entre los jóvenes, para aceptar en forma pasiva el terror de “vivir a medias”, como lo describió Pascal Beltrán del Río, en su Bitácora dominical.
La Plaza está profusamente transitada y el hermoso Centro Histórico de la capital michoacana luce sus calles atestadas de personas que acuden a los comercios, así como de algunos turistas. Las delegaciones de la Olimpiada Iberoamericana de Física han llegado puntualmente a la cita que se inicia este domingo, sin que ninguna embajada haya intervenido para impedir que viajen a Morelia. En cambio, la delegación del Tec de Monterrey, Campus Monterrey, que había planeado asistir al Festival de Cine de Morelia, que comenzará en dos semanas, ha cancelado el viaje.
La Plaza Melchor Ocampo luce lo que los artistas plásticos llamarían “una instalación”. Dos grandes mantas en sendos lados de la misma, anuncian la iniciativa “Por amor a Morelia, una flor por la paz”: con miles de pétalos de rosa se ha formado un gran círculo con el rojo intenso de esa flor, una referencia obvia a la sangre de los heridos y asesinados la noche de la ceremonia del Grito. Un cartel escrito a mano pide: “No tengan miedo”. Los estudiantes de un CETIS firman un mensaje valiente: “Unidos contra el terrorismo. Descansen en paz”. Otro cartel, esta vez anónimo, refleja una toma de conciencia frente al terror: “Porque lo que nos hicieron no tiene perdón alguno, ¿cómo pueden dormir después de lo que nos hicieron?” Lo que nos hicieron a todos, dice correctamente este cartel.
Más adelante, en la misma Plaza, muchas veladoras y flores señalan el lugar de la explosión de la primera granada. Pétalos rojos que sobraron del gran círculo que mencioné, forman una cruz. Aquí abundan los mensajes. Varias mujeres cuidan de que no se apaguen las veladoras. Los transeúntes, entre ellos yo, se detienen a leer los carteles. Uno hace referencia a los heridos mutilados: “A quien corresponda: Puedes quitarme la vida, puedes arrancar mis manos, pero mi corazón y mi libertad no los entregaré. Yo no te tengo miedo”. Otro: “Presidente, no pedimos venganza. Sólo justicia, seguridad y paz”. Y otro, impreso y colocado en varias de las esquinas del improvisado altar: “Aquí murieron los que escucharon el Grito de Independencia y lo sellaron con su sangre para seguir siendo libres”. Y uno que ojalá fuera premonitorio: “México siempre unido en los momentos difíciles”. Y una cita que, se dice, es de Shakespeare: “El pesar oculto es como un horno cerrado, donde el corazón se reduce a cenizas”.
Numerosos arreglos florales rodean las veladoras. Destaca el de la Red de Migrantes de Michoacán. Otro cartel, que también se dirige a Felipe Calderón, denuncia las condiciones que hicieron posible la metástasis del narcoterror: “Señor Presidente, los verdaderos enemigos de México: la corrupción y la impunidad”.
¡Qué contraste con la confesión de los presuntos responsables del estallido de las granadas! El supuesto asesino de inocentes afirma que “se paniqueó”, pide al fiscal con una sonrisa que lo comprenda y le llama obsesivamente “señor”, en clara señal de sometimiento y reconocimiento de la autoridad. “¿No me mientes?”, le pregunta el fiscal. “¿Por qué?”, le responde mansamente el presunto asesino, como si estuviera fuera de toda posibilidad de mentir e intentar evitar décadas en la cárcel y la furia de los encarcelados. No hay temor en la declaración, ni cinismo. El responsable de la segunda granada está tan tranquilo que, relajado, cruza la pierna y cuenta cómo tuvo la granada una hora en la bolsa del pantalón. La detención tampoco parece resolver el enigma: grandotes, bien alimentados, bien vestidos, no aparentan ser los pobres diablos que pretenden. ¿Quién acepta un encargo así, que arriesga todo el futuro y lo destruye frente a la sociedad y su familia? O les dieron algún calmante o la confesión fue arreglada.
Tres determinantes externas favorecieron el crecimiento del narcotráfico en México: la destrucción del liderazgo centralizado de los grandes cárteles de Colombia, con la consecuente destrucción de las rutas directas hasta Estados Unidos; el cambio de patrón de consumo de drogas en el vecino, de la cocaína hacia las metanfetaminas. Y, en tercer lugar, el disimulo estadunidense hacia su problema de consumo y, hasta muy recientemente, para con el tráfico de armas. No puede ni debe haber pacto con el narcotráfico ni puede pensarse tampoco en la legalización de las drogas en nuestro país, un tema tabú en Estados Unidos. Se debe apoyar la estrategia de cerco y ataque militar al tiempo que se cierran las facilidades obvias para el lavado de dinero: penalizar la venta de automóviles, casas y grandes negocios en efectivo y quitar la patente a los notarios que faciliten ese lavado.
ceciliasotog@gmail.com

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