4 oct 2009

Los judíos, el diálogo y la esperanza

Los judíos, el diálogo y la esperanza
Por el historiador Jorge E. Traslosheros. miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México, docente en la UNAM sobre el momento que atraviesan las relaciones entre judíos y católicos.
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Acaba de pasar el Yom Kippur. Se trata de la fiesta más grande de los judíos por ser el día de la expiación y del perdón. Esto me recuerda que judíos y católicos han iniciado un camino de reconciliación. Las dificultades no faltan. Los judíos fueron víctimas de agravios por más de mil años y una historia así no se borra con cualquier gesto.
Sin embargo, los frutos son más que los fracasos y los encuentros se hacen cada vez más profundos. Así, a nadie debe extrañar que Benedicto XVI cuente entre sus amigos a más de un teólogo hebreo. Tampoco que, ante las acusaciones recibidas por supuesto antisemitismo, distintas comunidades rabínicas hayan acudido en su defensa. El presidente de Israel, Shimon Peres, le ha manifestado su aprecio por haber llevado las relaciones entre judíos y católicos al punto más alto de su historia.
El acercamiento es más que un gesto diplomático o un asunto de carisma personal. El hecho es que a lo largo del siglo XX el pensamiento y la actitud de la Iglesia hacia el pueblo hebreo fue cambiando, incluso desde antes de la Shoá, hasta afectar el núcleo mismo de la teología. El cambio tiene que ver con la idea rectora de la Alianza entre Dios y los judíos, un hecho que define de su identidad y su sentido de la historia.
Durante siglos, los cristianos afirmaron que la Nueva Alianza sellada por Cristo en el calvario cancelaba la anterior y con ello la primogenitura de los hebreos. Sobre esta interpretación se cometieron indecibles injusticias, dejando claro ejemplo de lo que sucede cuando la teología se pone al servicio de la política, ya sea para justificar la discriminación de judíos o de seres humanos en el vientre materno, o la "lucha de clases". Cuando la teología se pone el servicio de la política acaba por divorciarse de la razón y con ello del núcleo de su existencia que no es otra que la relación amorosa entre Dios y el ser humano.
Hoy, la falacia ha sido abandonada en beneficio de una interpretación más acorde con el evangelio y que sorprende por su sencillez: puesto que Dios no falta a sus promesas, la Primera Alianza persiste y el pueblo judío sigue siendo el elegido. Los cristianos, como pueblo de Dios tienen su propia misión y en manera alguna sustituyen a los judíos. Esta idea es ahora magisterio eclesiástico y son parte de las enseñanzas y reflexiones de las nuevas generaciones de católicos. Juan Pablo II lo puso muy en claro: los judíos son los hermanos mayores en la fe.
El camino a la reconciliación apenas empieza y se pavimenta con diálogo, esperanza y reconocimiento. Ante el recién celebrado día de la expiación y la reconciliación, aprovecho para desear la paz a mis hermanos judíos
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Tomado de Zenit

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