16 ene 2010

Parte de guerra

Parte de guerra /Jaime Sánchez Susarrey
Reforma, 16 Ene. 10
1.¿Tuvo razón Felipe Calderón al declarar la guerra? El diagnóstico del presidente de la República al inicio de su gestión fue simple: si no actuaba de inmediato y con toda la fuerza, México corría el riesgo de convertirse en un narco-Estado. Lo que no hizo, y la verdad es que no tenía forma de hacerlo, fue prever la capacidad de respuesta del crimen organizado. Porque hasta ahora las Fuerzas Armadas han sido incapaces de someter a los cárteles de la droga y vivimos una espiral de violencia nunca antes vista. A la fecha 15 mil muertos.
2. ¿Se rompió el pacto con el narcotráfico? Según Ricardo Monreal, ex gobernador de Zacatecas y ex priista, el contenido del pacto era el siguiente: 1) no muertos en las calles; 2) no drogas en las escuelas; 3) no escándalos mediáticos; 4) entregas periódicas de cargamentos y traficantes menores; 5) derrama económica en las comunidades; 6) no proliferación de bandas; 7) cero tratos con la estructura formal del gobierno (policías o funcionarios judiciales); 8) cobrar errores con cárcel, no con la vida; 9) orden y respeto en los territorios; 10) invertir las "ganancias" en el país.
3. De ser cierta la versión de Monreal, el pacto con el narcotráfico se habría roto desde antes de la llegada de Felipe Calderón a la Presidencia de la República. Porque la proliferación de bandas, la espiral de violencia, los territorios controlados y la corrupción de altos mandos (basta recordar el caso del general Gutiérrez Rebollo) datan de sexenios anteriores. Cabría incluso preguntarse si la alternancia política en el 2000 y el enorme poder financiero y de fuego de los cárteles no terminaron por sepultarlo definitivamente.
4. ¿Se puede ganar la guerra contra el narcotráfico? Depende de cómo se defina la victoria. Si el objetivo es eliminar el consumo de drogas y liquidar el tráfico ilícito, la respuesta es no. Pero si el objetivo es contener la capacidad de fuego y rescatar los territorios y las ciudades que están bajo el poder de los capos, la respuesta -en teoría- es sí.
5. ¿Se va ganando en la práctica la guerra contra los cárteles? No, no en la práctica. A tres años de distancia, las Fuerzas Armadas no han logrado recuperar los territorios ni contener a los cárteles. La espiral de la violencia revela que el poder económico y de fuego de los narcotraficantes es superior a cualquier previsión. De ahí el callejón sin salida en que nos encontramos. El presidente de la República echó mano del último recurso del Estado, las Fuerzas Armadas, pero los resultados no han sido contundentes, y lo más grave es que no se avizora un plazo razonable para la victoria.
6. El problema está en que a medida que pasa el tiempo las cosas se complican más. Las Fuerzas Armadas no están diseñadas ni preparadas para operar como cuerpos policiacos. Las campañas en su contra por presuntas violaciones de los derechos humanos y los riesgos de que los mandos -altos y bajos- y la tropa se corrompan son cada vez mayores. Dicho de otro modo, el último de los recursos del Estado no puede utilizarse indefinidamente en el combate contra el crimen organizado. Y es un hecho que el futuro ya nos alcanzó.
7. ¿Existe una solución alternativa? Sí, y no es ningún misterio. Se debe crear una policía nacional única que sea capaz de asumir esa tarea. Porque mientras ese cuerpo no exista será imposible regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles. El problema está en que no hay un acuerdo entre la clase política para forjar dicha corporación. Los gobernadores se oponen abiertamente, e incluso la propuesta, mucho más modesta e ineficaz, de crear 32 policías estatales y suprimir las municipales ha encontrado fuertes resistencias.
8. En suma, el Estado mexicano está en un callejón sin salida. Felipe Calderón no se echará para atrás. Mantendrá, sin duda alguna, a las Fuerzas Armadas en la primera línea de fuego hasta el final de su gobierno. Una retirada a estas alturas equivaldría a una derrota. Peor aún. No es evidente siquiera que se pudiera alcanzar un nuevo "pacto" para contener la violencia. Las preguntas caen por su propio peso: ¿con cuál de todos los cárteles habría que pactar? Y lo más importante: ¿en qué condiciones luego de que la guerra se habría perdido?
9. La fuerza de los cárteles de la droga proviene de tres fuentes y un corolario: los enormes recursos financieros, el avituallamiento permanente de todo tipo de armas -sofisticadas y de alto poder-, la capacidad de reclutar jóvenes para sus organizaciones y un poder de corrupción prácticamente ilimitado. Así que mientras no se toque la estructura financiera y el flujo de armas no habrá modo de debilitarlos. Pero la verdad es que en ninguno de esos flancos el Estado ha tenido, ni parece tener, la capacidad de enfrentarlos.
10. Nos guste o no, llegamos a una situación límite. La guerra contra el narcotráfico se puede ganar en teoría, pero en la práctica se va perdiendo. Volver al pasado, al tiempo de los pactos por debajo de la mesa, tampoco parece viable. La única salida en el mediano y largo plazos está en el pacto de la legalidad. La despenalización del consumo de las drogas eliminaría de un tajo el mercado negro y la violencia. La historia no es nueva. Fue lo que hicieron los estadounidenses con el fin de la prohibición del alcohol en los años veinte. Y es lo que empiezan a hacer de nuevo en los estados en los que la marihuana ha sido legalizada para uso medicinal.
11. No se trata de descubrir el hilo negro. La despenalización es el único camino para terminar con la guerra y el primer paso debería darse con la marihuana.

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