29 jul 2010

Nacho Coronel


Nacho Coronel, el capo en ascenso
Ricardo Ravelo, reportero
Revista Proceso # 1759, 18 de julio,
Nacido al amparo de Amado Carrillo Fuentes y considerado entre los más importantes líderes del cártel de Sinaloa, Ignacio Coronel Villarreal en dos decenios se convirtió en uno de los principales capos del narcotráfico del país y tiene, según las autoridades, poder suficiente para crear su propio cártel. La DEA y el FBI consideran incluso que el antiguo socio de los hermanos Beltrán Leyva, con quienes hoy protagoniza cruentas batallas en el estado de Jalisco, ha gozado de impunidad a lo largo de su carrera criminal.
En poco más de dos décadas, Ignacio Nacho Coronel Villarreal se consolidó como el cuarto hombre más importante del cártel de Sinaloa y logró ampliar sus actividades de trasiego de droga a gran escala hacia Sudamérica, Estados Unidos y varios países europeos, que hoy son las principales rutas de su boyante negocio.
Robert Mueller, director del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), incluso elaboró una ficha criminal en la que destaca que, por su gran capacidad, Coronel Villarreal puede constituir su propia organización criminal en un corto tiempo.
Conocido también como Ignacio Valdez Urrutia, Dagoberto Rodríguez Jiménez, Nachito, El Ingeniero y el King of Ice, el capo forma parte de la llamada Federación de Narcotraficantes que encabeza Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, a quien en marzo de 2009 la revista Forbes convirtió en multimillonario al atribuirle una fortuna de mil millones de dólares.
Al igual que sus pares, Coronel Villarreal es sigiloso y suele cobijarse en el misterio. Algunos documentos oficiales consignan que nació el 1 de febrero de 1954, aunque no mencionan el lugar. La PGR sostiene que es originario de Canelas, Durango, pero un reporte del FBI fechado el 17 de abril de 2003 –cuando se ofreció una recompensa de 5 millones de dólares a quien proporcionara datos para su captura– indica que es oriundo de Veracruz.
Aunque son pocas las fotografías de Coronel Villarreal, el FBI incluye una en la que se le observa de barba cerrada y vestido con una camisa y un sobretodo oscuros. La imagen va acompañada de la descripción física del capo: pelo castaño, ojos cafés, raza “blanco hispano” y 143 libras de peso. ¿Su oficio?: “Hombre dedicado a los negocios”.
En los ochenta, cuando Coronel inició su carrera delictiva, era el cabecilla del cártel de Juárez en Zacatecas. Trabajaba entonces a la sombra de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, y de Eduardo González Quitarte, El Flaco, quien fue publirrelacionista de esa organización criminal hasta 1997.
Tras la muerte de Carrillo Fuentes, Coronel Villarreal, Juan José Esparragoza Moreno El Azul e Ismael El Mayo Zambada se desligaron de ese cártel para sumarse al de Sinaloa, que recobró su poder en 2001 luego de que El Chapo Guzmán se fugó del penal de Puente Grande, Jalisco.
En aquella ocasión, junto con Luis Valencia Valencia, cabeza del cártel del Milenio, y Óscar Nava Valencia, El Lobo –ambos vinculados con los hermanos Beltrán Leyva–, Coronel protegió al Chapo. Años después, cuando los Beltrán Leyva rompieron con Guzmán Loera, Nacho Coronel se mantuvo firme en el cártel de Sinaloa. Hoy, sin embargo, opera en El Molino, un municipio cercano a la ciudad de Zapopan, Jalisco, según datos de la PGR.
No obstante su filiación al clan sinaloense, la Drug Enforcement Administration (DEA) y el FBI sostienen que desde la década pasada Coronel consolidó su poder y es capaz de “operar con luz propia”.
“Ha incrementado su poder desde la década de los noventa y ahora es la cabeza de una célula poderosa en México, trabaja directamente con fuentes de abastecimiento colombianas que lo surten de cientos de toneladas de cocaína”, según la ficha criminal elaborada por las autoridades de Estados Unidos.
El despegue
Hábil en el trasiego de droga, Nacho Coronel amplió su abanico de actividades en los últimos años: hoy, además de cocaína, trafica con metanfetaminas y cuenta con decenas de laboratorios clandestinos a lo largo del territorio nacional, lo que le permite controlar más de 50% de la producción de drogas sintéticas, según la DEA.
En investigaciones federales se le menciona incluso como presunto socio del empresario de origen chino Zhenli Ye Gon, acusado de introducir efedrina al país con apoyo gubernamental y a quien se le decomisaron 205 millones de dólares en 2007, al parecer producto del narcotráfico, en un cateo a su residencia de Las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México.
Formado a la sombra de Carrillo Fuentes, Coronel también supo abrevar de los hermanos Beltrán Leyva, pero cortó con ellos en enero de 2008, cuando decidieron separarse del cártel de Sinaloa. Según el FBI, Coronel “promueve sus actividades de narcotráfico por medio del soborno, la intimidación y la violencia”.
A pesar de que Coronel se inició en el negocio del narcotráfico desde muy joven, no fue sino hasta diciembre de 2003 cuando la Corte del Distrito Oeste de Texas lo acusó por primera vez de tráfico de sustancias ilegales y de conspiración para poseer e importar precursores químicos controlados, con el presunto fin de producir drogas sintéticas, uno de sus prósperos negocios.
Según la ficha de búsqueda del FBI difundida en Estados Unidos, Coronel se convirtió en años recientes en el capo que mejor compite en la producción y distribución de sicotrópicos sintéticos.
Los organismos estadunideses lo llaman King of Ice o King of Crystal, un apelativo que no usan sus allegados, quienes prefieren llamarlo El Ingeniero Coronel Villarreal, Nacho Coronel o Nachito Coronel: en el mundo donde él se desenvuelve lo conocen como El Cachas de Diamante, al parecer por su afición a las armas recubiertas de oro o diamantes, el sello distintivo de los empresarios del narco y sus poderosos sicarios.
La PGR asegura que, como engrane del cártel de Sinaloa, Nacho Coronel controla buena parte del Pacífico mexicano desde el occidente. Su feudo, agrega la dependencia, es el estado de Jalisco, cuna de capos famosos, como Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo; cuenta también con el apoyo de cuerpos policiacos y elementos del Ejército en Durango, Sonora, Michoacán, Guerrero y otras entidades del sur del país.
Durante la etapa de esplendor de los hermanos Héctor y Arturo Beltrán Leyva, cuando aún eran parte del cártel de Sinaloa, Coronel gozó de la protección oficial, pues se mantuvo a la sombra del poder. Algunos de sus socios en el lavado de dinero son beneficiarios de programas gubernamentales destinados al campo y a la ganadería.
Entre ellos destacan los hermanos Jesús Raúl, Francisco Amado y Marco Antonio Beltrán Uriarte, también de Sinaloa, quienes a pesar de estar señalados como lavadores de dinero proveniente del narcotráfico, durante el sexenio de Vicente Fox recibieron apoyo de cuatro programas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
En diciembre de 2006, el semanario Zeta de Tijuana publicó un reportaje en el que mencionó que los hermanos Beltrán Uriarte fueron detenidos por el Ejército tras el cateo a tres inmuebles, en los que se hallaron 2 millones de dólares y poco más de 1 millón de pesos en efectivo.
Poco antes del arresto de los tres hermanos Beltrán Uriarte, inteligencia militar identificó a Jesús Raúl como el operador de Coronel en el trasiego de droga vía marítima y aérea desde Centro y Sudamérica.
Documentos de la PGR y de la Secretaría de Seguridad Pública federal señalan que los Beltrán Uriarte son oriundos de Angostura, Badiraguato y Mocorito, Sinaloa; otros familiares suyos se afincaron en Guadalajara, donde hoy son parte del entorno que controla Coronel.
A los Beltrán Uriarte se les ha identificado desde hace años con el blanqueo de capitales, aunque ellos lo niegan. Dicen que su fortuna proviene de sus prósperos negocios ganaderos y agrícolas, que en realidad son empresas fachada, según los expedientes federales.
Otro de los hermanos Beltrán Uriarte, Miguel, conocido como El Veterinario, está incluido en la averiguación previa 2984/2002 por su presunta vinculación con el llamado narcobatallón militar que en octubre de 2002 fue desmantelado en Guamúchil, Sinaloa, por brindar protección al narcotráfico, en particular a la célula de los Beltrán Leyva y del propio Coronel.
A pesar de esos antecedentes, los Beltrán Uriarte aparecen en el padrón de productores que se benefician de los programas oficiales destinados al campo. Según el semanario Zeta, en 2004 Francisco Amado recibió subsidios del Procampo para cultivar 70 hectáreas de pasto perenne de temporal. Su folio era el 500718268.
Su hermano Miguel cultivó tres hectáreas de sorgo. Su folio en el Procampo era el 500718278; Jesús, otro miembro del clan, sembró siete hectáreas de maíz de temporal. Es beneficiario de ese programa gubernamental y su número de registro es 500718280.
Y a la par que las actividades ganaderas de los hermanos Beltrán Uriarte estaban en pujanza, se consolidó su relación con Nacho Coronel, por lo que se mudaron a Jalisco, donde presuntamente invirtieron buena parte de sus ganancias ilícitas.
Los exsocios
Todo iba bien para Nacho Coronel y sus aliados en el cártel de Sinaloa hasta que a principios de 2008 decidió romper relaciones con sus antiguos mentores, los hermanos Beltrán Leyva, por discrepancias en una operación que Coronel terminó por controlar. Poco después, los Beltrán Leyva anunciaron su salida del cártel de Sinaloa.
Esa ruptura puso al descubierto las relaciones que esa organización mantenía con el poder político desde hace años, en particular con altos mandos de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
La PGR se enteró de esa división por el testimonio de Fernando Rivera Hernández, un capitán del Ejército que hoy está en retiro. Según la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/166/2009, Rivera Hernández, presunto protector de los hermanos Beltrán Leyva, cuenta que el pleito entre éstos y Coronel era tan fuerte que incluso Arturo Beltrán, El Barbas, ordenó ejecutar a su rival.
La orden de Arturo Beltrán Leyva era “pagar lo que fuera necesario a nuestros contactos para hacer ese jale pendiente con Nacho Coronel y ayudar al gobierno a que capturaran al Chapo Guzmán”, relata el militar en la indagatoria citada.
Y agrega. “En febrero de 2008, El Diecinueve, un sicario al servicio de los Beltrán Leyva, al que le apodaban así porque había perdido una falange, me pidió que junto con mi grupo de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada nos dedicáramos a la búsqueda de Nacho Coronel, ya que este narcotraficante y su gente habían traicionado a don Arturo Beltrán, y que por ello querían cobrar venganza”.
Rivera Hernández asegura también que por ese trabajo los Beltrán Leyva le iban a pagar 350 mil dólares. Aunque aclara: “Nunca se realizó ese jale”. Pese a esos antecedentes, durante 2008 y 2009 Coronel nunca fue molestado por ninguna autoridad; por el contrario, fueron Los Zetas los que intentaron asesinarlo en varias ocasiones.
Tras su salida del cártel de Sinaloa, los hermanos Beltrán Leyva se acercaron a Los Zetas y, juntos, se apropiaron de Durango. Con ello se intensificó la guerra entre los cárteles por el control de otros territorios, como Jalisco, Michoacán y Guerrero. A la par, se desataron las matanzas y las traiciones.
Apenas a principios de abril, por ejemplo, presuntos sicarios de Los Zetas, los nuevos aliados de los Beltrán Leyva, asesinaron a Alejandro Coronel, de 16 años. La PGR informó que el joven era hijo del capo y que había sido secuestrado poco antes de su ejecución.
Sicarios al servicio de Coronel contraatacaron. En Nayarit asesinaron a 10 personas e incineraron sus cuerpos para evitar que las autoridades las identificaran; semanas después levantaron en Sonora a Clara Elena Laborín Archuleta, esposa de Héctor Beltrán Leyva, El H.
Coronel le perdonó la vida. Y dejó un narcomensaje en el lugar donde la liberó, dirigido a El H: “Nosotros te vamos a enseñar a ser hombre y a respetar a la familia, asesino de niños. Aquí está tu esposa, por la que te negaste a responder: te la entrego sana y salva para que veas y aprendas que para nosotros la familia es sagrada”.
En marzo último, el entorno de Coronel comenzó a ser golpeado después de varios años de inmunidad. José Antonio Escareño Aviña, El Pelón, exsocio de los hermanos Valencia y operador de Coronel, fue capturado por elementos de la Policía Federal en Puerto Vallarta, Jalisco.
Buscado por la DEA y el US Marshals Service, en Estados Unidos a Escareño Aviña se le considera pieza clave en la exportación de drogas sintéticas de México, donde contaba con amplias conexiones desde 1992.
Coronel también fue golpeado el pasado 21 de enero, cuando cuatro integrantes de su banda: Raymundo Larios Vizcarra, Ernesto Coronel Peña, José Jaime y Juan Ernesto Coronel Herrera –estos tres, familiares del capo–, fueron detenidos. Se les acusó de lavado de dinero y delitos contra la salud.
Rumores
Las luces intermitentes se encendieron el 20 de mayo, cuando circuló en los medios jaliscienses la versión de que en Zapopan había sido detenido Nacho Coronel por agentes de la SIEDO y un grupo de marinos. El secretario de Gobierno del estado, Fernando Guzmán Peláez, alimentó el rumor al declarar: “Sí, podría estar detenido Nacho Coronel”; pero luego se desdijo: “No podemos confirmar ni descartar nada”.
Al final se supo que la Secretaría de Marina y la PGR habían realizado un operativo conjunto en el municipio de Juanacatlán y en la zona metropolitana de Guadalajara para detener a Coronel y a sus secuaces, pues el capo tiene dos órdenes de aprehensión giradas por los jueces de distrito Tercero y Cuarto, respectivamente, en el penal de Puente Grande, Jalisco.
Una de esas órdenes de captura es con fines de extradición a Estados Unidos, donde tiene cuentas pendientes con la justicia. En ese país se le acusa de varios delitos relacionados con la delincuencia organizada, así como de privación ilegal de la libertad, secuestro, enriquecimiento inexplicable y lavado de dinero, según confirmó el reportero en la SIEDO.
Casi de manera simultánea, el 21 de mayo otro escándalo sacudió al país: el secuestro de Diego Fernández de Cevallos. Al principio la PGR guardó silencio, sobre todo ante las versiones de que tras el plagio del exsenador panista estaba el cártel de Sinaloa y que la organización intentaba forzar al gobierno para que entregara a Coronel.
Los días posteriores, inmersa en una maraña de versiones encontradas, la PGR aclaró que Coronel no estaba detenido, pero que sí realizó varios operativos para capturarlo. Hoy, a dos meses, se desconocen los pormenores de la supuesta detención de Coronel y del plagio de Fernández de Cevallos, quien, según sus captores, aún está vivo, como informó La Jornada el jueves 15.
Sobre este punto, el investigador Edgardo Buscaglia, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, comenta que en México el crimen organizado es tan poderoso que existe la posibilidad de que el narco fuerce al gobierno a soltar capos a cambio de la liberación de políticos secuestrados.
–¿Podría ser el caso de Diego Fernández de Cevallos? –se le inquiere.
–No lo sé, pero en un país donde las redes criminales mantienen secuestrados a los hombres del poder político y han feudalizado amplios territorios, todo es posible.

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