21 ene 2011

La paz, no una ofensiva de paz

La paz, no una ofensiva de paz/Yuriko Koike, ex ministro de Defensa y Asesor de Seguridad Nacional del Japón, y presidente del Consejo Ejecutivo del Partido Liberal Democrático.
Traducido del inglés por Carlos Manzano
EP 16/01/11;
Cuando aparece de repente una paloma norcoreana con una rama de olivo en el pico, el mundo debe ponerla en entredicho para revelar sus garras ocultas. Es lo más prudente, porque las recientes palabras tranquilizadoras con las que Kim Jong-il se dirigió al enviado especial de los Estados Unidos en Corea del Norte, Stephen Bosworth, no son nuevas. De hecho, lo que Kim ofrece ahora no es la paz, sino una “ofensiva de paz”, táctica utilizada por Corea del Norte repetidas veces desde el armisticio de 1953 para sembrar la división, siempre que los adversarios del régimen han demostrado unidad y resolución.
La construcción secreta por parte del régimen de Kim de unas instalaciones de enriquecimiento de uranio en gran escala, que cuentan con más de 2.000 centrifugadoras, revelada a Siegfried Hecker, de la Universidad de Stanford y ex director del Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Estados Unidos, demuestra sus intenciones, menos que inocentes. La existencia de dichas instalaciones parece la declaración más clara posible de que el régimen se propone lograr la capacidad para intimidar a sus vecinos con su arsenal nuclear.
Algunos creen que Corea del Norte ha comenzado a exhibir su amenaza nuclear en aumento para asegurar la secesión en el poder del Kim Jong-un, el orondo hijo menor, de veintitantos años de edad, de Kim Jong-il, pero, en vista de que esas instalaciones deben de haber estado en construcción durante mucho tiempo, ésa no puede ser la única motivación ni la principal siquiera.
Lo más probable es que el “objetivo fundamental” del “Amado Dirigente” sea la de asegurar su propia posición, en vista del angustioso estado de la economía de Corea del Norte, pues ahora parece que la única forma para Kim Jong-il de defender su dinastía familiar contra cualquier amenaza interna es la de hacer una exhibición de fuerza como potencia nuclear.
A Kim se le van acumulando las amenazas. La deificación del dirigente, que en tiempos era el fundamento del régimen, está desintegrándose. El fracaso económico, las crónicas escaseases de alimentos, el aumento de la desconfianza y de la animosidad públicas para con el gobierno de Kim y una evidente renuencia en algunos elementos del ejército norcoreano a ir a la guerra indican la fragilidad en aumento del régimen.
También hay señales de una adoración en aumento de países liberales, como, por ejemplo, los EE.UU. y Corea del Sur, en toda la sociedad norcoreana, sentimiento que el régimen ha intentado aplacar transmitiendo una o dos películas occidentales en la televisión estatal.
Una señal más grave es la de que la delincuencia va en aumento y el desplome de la atención de salud estatal está propiciando la propagación de diversos tipos de enfermedades infecciosas. La esperanza de Kim ha de ser la de que, al exihibir su arsenal nuclear, puede obligar a los EE.UU., al Japón y a Corea del Sur a ayudarlo a resolver algunas de las crisis internas del régimen.
El objetivo más inmediato de Kim es el de presionar al gobierno de Barack Obama para que atenúe las sanciones encabezadas por los EE.UU. contra Corea del Norte, por haber llegado, evidentemente, a la conclusión de que, mientras sigan aplicándose las sanciones, su dinastía no tiene futuro. Para recalcarlo, su régimen se ha negado a asistir a las conversaciones multilaterales.
A ese respecto, Kim ha mostrado lo equivocado que está sobre el funcionamiento de la democracia occidental. Al parecer, creía que, a raíz de la derrota que Obama sufrió en las elecciones de mitad de período, los EE.UU. carecerían de voluntad para hacer frente a una nueva amenaza nuclear y concertarían un acuerdo de paz con su régimen, con lo que se perpetuaría su dinastía. “Estamos preparados para el diálogo y para la guerra”, ha declarado Kim.
Pero, naturalmente, lo verdadero es lo opuesto: la victoria de los conservadores republicanos en el Congreso ha dejado a Obama con menos margen aún para ofrecer zanahorias a Corea del Norte. Además, la política de riesgo para obtener concesiones es una táctica particularmente deficiente, ya que el comportamiento de Kim está empezando a ir unido en las mentes americanas a la amenaza estratégica –probablemente mucho más grave, para los EE.UU.– del Irán para conseguir armas nucleares propias. De hecho, se habla mucho entre los servicios de seguridad occidentales de que las centrifugadoras recientemente reveladas no estaban montadas realmente en las instalaciones de Nyeongbyeon, lo que quiere decir que el régimen de Kim está ocultando otras instalaciones.
Entonces lo que hay que preguntarse es quién construyó esas instalaciones y quién transfirió la tecnología necesaria para ello a Corea del Norte.
Aunque hay indicios en aumento de intercambios cooperativos entre Corea del Norte y el Irán, no se ha encontrado una prueba concluyente. Se ha informado de que más de 200 norcoreanos están trabajando subrepticiamente en el Irán. Si entre ellos hay personal del Despacho 99, la dirección nuclear secreta de Kim, y del Despacho 39, la oficina que controla los fondos en divisas para fines corruptos, se debe prestarles más atención.
Naturalmente, el funcionamiento interno del régimen de Kim está envuelto en el misterio, no sólo para el mundo exterior, sino también para la mayor parte del Gobierno de Corea del Norte. La única forma de aumentar la transparencia desde el exterior es la de iluminar las actividades exteriores de Corea del Norte, lo que significa revelar todas las conexiones y vinculaciones entre Corea del Norte y el Irán que se puedan encontrar.
No cabe duda de que la cooperación nuclear entre Corea del Norte y el Irán está ayudando a los dos países a burlar las normas internacionales… y ahora parece ser que Birmania se ha unido a ese eje de proliferación nuclear ilícita.
Un país podría ayudar al mundo a conseguir la transparencia –y la influencia– que necesita: China, cuyo territorio ha de estar facilitando las relaciones nucleares entre el Irán y Corea del Norte. Suponiendo que China no apruebe esa malvada alianza, tiene el deber de poner fin a esos intercambios.

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