27 mar 2011

Acerca de Licencia para matar de Dessser

Acerca de Licencia para matar
De José M. Rosas M. (Revista Proceso # 1795, 20 de marzo de 2011)
Señor director:
Le agradeceré publicar la siguiente carta, dirigida a su colaboradora Denise Dresser.
Mi querida Denise: El que esto suscribe es un poblano que se considera de izquierda, a pesar de no militar en ningún grupo o partido político.
Leí con atención –como siempre lo hago– tu columna titulada Licencia para matar (Proceso 1794), y créeme que me llena de incredulidad lo que ahí planteas, pues si en diversos artículos has expresado tu animadversión hacia López Obrador, nunca creí que ésta llegara al grado de responsabilizar del destino de la izquierda a un solo hombre. Sólo faltó que, en lugar de llamarlo “un peligro para México”, lo identificaras como “un peligro para la izquierda”.

Tratando de dejar de lado la visceralidad, ¿no crees que esos mismos planteamientos que haces respecto a López Obrador pudieran muy bien aplicarse a otros actores políticos de “izquierda”, como Manuel Camacho, Amalia García, Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard y, sobre todo, Los Chuchos? Esto, debido a que ellos, dejándose llevar más por cuestiones personales, han colocado al PRD al nivel del PRI y del PAN, al punto de que no podemos ya distinguir quién es de izquierda y quién de derecha.
En ese sentido, los ciudadanos de a pie necesitamos un partido de izquierda real que enarbole las mejores causas del país, que deje de ser electorero, “cacha votos”, con candidatos resentidos, sin compromiso, a quienes no importa cómo llegar al poder para, una vez ahí, comportarse como los verdaderos priistas o panistas que son.
Al respecto, habría que preguntarse qué han dejado a la izquierda tales alianzas. A mi juicio, los resultados han sido magros, y como ejemplo pongo a Puebla, en donde la percepción generalizada no es que ganó una coalición, sino el PAN, mientras la izquierda sigue igual de atomizada y sin presencia ante la población. En este sentido, a quienes la izquierda ha suministrado oxígeno es a los panistas. ¿Es esto lo que se busca? Lo que se dice al respecto me recuerda el “voto útil” de Fox, con todas sus consecuencias.
En esta situación, muchos mexicanos sentimos que una de las pocas personas de izquierda realmente congruentes es precisamente López Obrador, cuyo mayor delito ha sido pretender organizar a la población al margen de los partidos y tratar de ser la voz de quienes no podemos hacerla oír.
De ti esperamos, como del resto de los colaboradores de Proceso, que continúes haciendo contribuciones a la democracia.
 Atentamente
José M. Rosas M.
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 Acerca de Licencia para matar De Miguel Hernández Jiménez De Miguel Hernández Jiménez
Señor director:
Tras leer con interés el artículo de Denise Dresser Licencia para matar, aparecido en Proceso 1794 el pasado 20 de marzo, le solicito un espacio en Palabra de Lector para la publicación de mi punto de vista.
La autora pide a López Obrador que él mismo se defina y manifieste de qué lado está:
“¿Del lado de la izquierda capaz de formar un frente opositor para vencer al PRI, o del lado del PRI? ¿Del lado de Marcelo Ebrard o de Enrique Peña Nieto? ¿Del lado de una consulta que fortalezca la participación ciudadana o del lado de quienes quieren evitarla? ¿Del lado de acuerdos programáticos entre partidos y organizaciones civiles para inaugurar una nueva forma de hacer política o del lado de priistas que se oponen a su creación? ¿Del lado de la sociedad o de quienes sólo desean manipularla? ¿Del lado de una izquierda revitalizada o del lado de una izquierda que las rivalidades personales se empeñan en matar? ¿De nuestro lado o tan sólo del suyo?”
Al respecto, y con la confianza que me inspira la doctora Dresser, le sugeriría no esperar la respuesta de Andrés Manuel.
No, porque no es necesaria, pues las definiciones que se sugieren están a la vista de todos y, de manera concreta, a través del discurso público que el político tabasqueño ha pronunciado desde, por lo menos, su candidatura presidencial.
El Peje, como le llaman sus cercanos, tan sólo está del lado suyo, y en su afán, mezquino ya, de acceder a la Presidencia de la República, ha colocado en un lugar secundario no tan sólo a la izquierda partidista, sino a la propia democracia.
Es por demás evidente que, al oponerse a la consulta en el Estado de México, se muestra como un político totalmente antidemocrático, ya que desprecia la opinión de los ciudadanos de aquella entidad. 
La democracia es tolerancia a la pluralidad, y la sociedad mexicana es plural, aunque en pleno siglo XXI no se ha entendido porque se parte de un diagnóstico equivocado del quehacer político. Así ocurrió en 2006 con la elección presidencial, experiencia que por lo visto no ha logrado asimilar el macuspano, quien se dice de izquierda aunque él mismo haya colocado a esa corriente en la peor de sus crisis.
En efecto, el desenlace político de la elección presidencial de 2006, si bien es cierto correspondió a una campaña de miedo impulsada por la derecha y los medios de comunicación masivos, también lo es que fue efecto de los múltiples errores cometidos por la izquierda en general y por su candidato en particular.
Errores que ciertamente, como izquierda, fuimos incapaces de analizar –y mucho menos reconocer– desde una perspectiva autocrítica. Con el paso del tiempo, eso llevó al perredismo a un conflicto interno cada día más agudizado, al grado de que la segunda fuerza en el Congreso llegó a ser la tercera, y de pilón dividida.
¿Quién, en su sano juicio, se atrevería a negar los errores cometidos? ¿Quién podría afirmar que la ausencia en el debate con Calderón y Madrazo fue la mejor decisión? ¿A quién se le ocurrió lo relativo a la “presidencia legítima”? ¿Quién, con las actas en la mano, demostró el “fraude electoral”? ¿Quién decidió violar los derechos de terceros con el plantón de Reforma? ¿Quién presume de democrático y se niega a consultar al pueblo? ¿Quién utiliza a su antojo a partidos distintos y se empeña en destruir a aquél al que dice pertenecer? ¿Quién, desde ayer, y a más de un año de distancia, pretende imponerse como el candidato de la izquierda a la Presidencia de la República para el 2012?
Errores y más errores, sin duda, de los cuales somos corresponsables todos; pero son errores que enseñan y de ellos debemos aprender, pues es el futuro del país lo que se encuentra en juego, y éste no puede ponerse en riesgo sólo por el interés de un político que, aunque pregone lo contrario, ha decidido seguir su rumbo dando la espalda a la democracia. (Carta resumida.)
Atentamente
Miguel Ángel Hernández Jiménez
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Respuesta de Denise Dresser
Señor director:
Le agradeceré publicar la siguiente respuesta.
José M. Rosas: Gracias por tu carta. Mi crítica a Andrés Manuel López Obrador no nace de la visceralidad; está enraizada en un diagnóstico distinto al suyo sobre el principal peligro que enfrenta México en los próximos años. A mi juicio, es el regreso del PRI como forma de vida, como mecanismo para la distribución del botín, como estructura corporativa, como maquinaria clientelar. Y mi preocupación es que al oponerse a la alianza PAN-PRD como lo ha hecho, AMLO está contribuyendo a esa revitalización priista.
Tienes razón: Los ciudadanos necesitamos un partido de izquierda que enarbole las mejores causas. ¿Cómo vamos a lograr ese objetivo en un escenario en el que Enrique Peña Nieto esté instalado en Los Pinos, apoyado por los intereses atrincherados del país?
 En política, lamentablemente, nunca se puede escoger entre el blanco y el negro, sino entre diferentes tonos de gris oscuro. Y de allí que te pregunte: ¿Qué es peor para México y qué tono de gris oscuro prefieres: las alianzas opositoras PAN-PRD o un país nuevamente dominado por el PRI?
 Para alguien que sigue intentando hacer contribuciones a la democracia, el segundo resultado es el más oscuro para México.
Atentamente
Denise Dresser
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Licencia para matar denise dresser
Al igual que aquella famosa película de James Bond, Andrés Manuel López Obrador ha pedido una “licencia para matar”. Licencia para impedir la creación de una alianza PAN-PRD que podría ponerle freno al avance del PRI en el Estado de México. Permiso para acelerar la consolidación de la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto, que se presenta cada vez más como un hecho consumado. Licencia para matar la única posibilidad de evitar el regreso triunfal del priismo, lo cual entrañaría una profunda regresión política en el país. Permiso para hacerle la vida fácil al Copete Electrónico. Más que evitar la resurrección priista, AMLO parece obcecado en asegurarla. Más que evitar el reingreso a Los Pinos del enemigo histórico de la izquierda, AMLO parece desear ese desenlace. Y paso a paso, decisión tras decisión, López Obrador mata por su propia mano a la izquierda mexicana.
Porque las implicaciones de su vehemente oposición –tanto a la consulta ciudadana como a la alianza electoral en territorio mexiquense– evidencian una actitud alarmante. Una posición preocupante. Una táctica de corto plazo que producirá daños de largo plazo. Con tal de evitar el crecimiento de Marcelo Ebrard, AMLO está dispuesto a asegurar el fortalecimiento de Peña Nieto. Con tal de erigirse como el “único candidato capaz de salvar a México”, AMLO está dispuesto a franquearle el paso al PRI. Antes que darle la oportunidad a la izquierda de ganar, López Obrador prefiere controlarla aunque acabe perdiendo votos. Antes que ser congruente con las alianzas que apoyó en lugares como Oaxaca, López Obrador está dispuesto a denostarlas si de meter el pie a sus adversarios en su propio partido se trata. Frenar el éxito de alianzas que erosionan su poder dentro del PRD le importa más que desmantelar la maquinaria mexiquense que el PRI ha encendido.
Como escribió Elías Canetti, “el horror que produce la muerte se vuelve satisfacción cuando vemos que es alguien más el que está muerto”. Y a AMLO la muerte del PRD no le preocupa. El desmoronamiento político de la izquierda electoral no le atemoriza. El caudal de votos perredistas convertidos en votos priistas no le quita el sueño. Piensa que puede competir solo, ganar solo, triunfar solo. Y por ello, para AMLO la alianza electoral que fue buena en Oaxaca no es buena en el Estado de México. Por ello, para AMLO el perfil democrático incuestionable de Javier Corral –impulsor de la alianza– se vuelve de pronto motivo para llamarlo “alguien que sirve a las mafias que se han apoderado de México”. Al actuar así, López Obrador se vuelve el promotor más exitoso de los mafiosos contra los cuales dice pelear. Al lanzarse contra una alianza argumentando que “no traería nada nuevo”, López Obrador asegura que sea así. Al criticar la consulta ciudadana, López Obrador avala la transición trunca.
Alguien debería recordarle a AMLO que el enemigo verdadero a vencer no es Ebrard: es Peña Nieto. El adversario real que debe ser contenido no es el PRD: es el PRI. El peligro inminente no es la posibilidad de una alianza PAN-PRD: es la división de la oposición. El problema urgente no es parar a Los Chuchos: es parar la resurrección de lo peor del priismo. Si el PRI recupera la Presidencia gracias a las maniobras cuestionables de López Obrador, el futuro de la izquierda mexicana se avizora sombrío, duro, desfondado. Porque los priistas regresarían al poder durante por lo menos dos sexenios. Doce años para canibalizar al PRD y arrebatarle liderazgos y electores y plataformas y militantes. Doce años para desmantelar los pocos contrapesos e instituciones democráticas que hemos logrado establecer. Doce años para destrozar lo que tomó más de veinte construir.
Ese será el escenario predecible si López Obrador insiste en pelearse con propios en lugar de combatir ajenos. Si insiste en volver más agreste el terreno electoral para la izquierda en lugar de emparejarlo donde más importa. En el Estado de México está la base electoral, estratégica, operativa y financiera del proyecto priista. Es allí donde está en juego el futuro de Enrique Peña Nieto y la coalición corporativa que comanda. Es allí donde todas las fuerzas de la oposición –panistas, perredistas, petistas, convergencistas– deberían unirse para formar un frente común. Un dique para proteger a la débil democracia mexicana. Un muro para defender un paraje donde sea posible imaginar la vida política de otra manera: menos cupular y más ciudadana; menos partidista y más participativa; menos centrada en preservar los pactos del pasado y más preocupada por esbozar los nuevos entendimientos del futuro.
Según AMLO, “la oligarquía ya tiene a su candidato, y es Enrique Peña Nieto, que simboliza la corrupción, el clientelismo y los intereses del duopolio televisivo”. Eso es cierto, pero lamentablemente López Obrador no está proveyendo al país de instrumentos para impedir el ascenso del Modelo Bombón mexiquense. Al contrario, está allanando su camino. Porque la candidatura solitaria de Alejandro Encinas no sería suficiente para ganar. Porque si lo que AMLO quiere detener –vía el Estado de México– es una alianza PAN-PRD para la elección presidencial, lo está haciendo al enorme costo de otorgarle al político más popular del país la candidatura del PRI. Porque si lo que AMLO desea es enfrentarse a Peña Nieto en 2012 y jalar el voto antipriista a su propia causa, los números no le dan para imponerse en esa elección. Ganaría la batalla contra el PRD, pero perdería la guerra necesaria para lograr la transformación del sistema que el PRI heredó y que ahora revive.
Andrés Manuel López Obrador ha dicho que “son momentos de definición”. Entonces a él mismo hay que pedirle que se defina. ¿De qué lado está? ¿Del lado de la izquierda capaz de formar un frente opositor para vencer al PRI, o del lado del PRI? ¿Del lado de Marcelo Ebrard o de Enrique Peña Nieto? ¿Del lado de una consulta que fortalezca la participación ciudadana, o del lado de quienes quieren evitarla? ¿Del lado de acuerdos programáticos entre partidos y organizaciones civiles para inaugurar una nueva forma de hacer política, o del lado de priistas que se oponen a su creación? ¿Del lado de la sociedad o de quienes sólo desean manipularla? ¿Del lado de una izquierda revitalizada o del lado de una izquierda que las rivalidades personales se empeñan en matar? ¿De nuestro lado o tan sólo del suyo? l

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