23 jun 2011

El asunto de las armas, de nuevo

El Presidente Felipe Calderón en la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica

"Hay temas que debemos revisar con urgencia. Uno, es el tráfico de armas
"De las 112 mil armas que hemos decomisado en cuatro años, más del 80 por ciento, 70 por ciento reconocido por las autoridades de agencias americanas, tienen su origen en venta en los Estados Unidos".
Guatemala, Guatemala, 22 de junio del 2011/Discurso.
Muchísimas gracias.
Querido Presidente Álvaro Colom Caballeros, Presidente de la República de Guatemala.
Muchas gracias por esta oportunísima invitación, y esta excelente convocatoria y, también, por la hospitalidad del querido pueblo hermano de Guatemala.
Saludo también, con afecto, a todos los amigos Presidentes o Primeros Ministros, aquí presentes.
Desde luego, a nuestra amiga Laura Chinchilla, Presidenta de Costa Rica.
Al Primer Ministro de Belice, Oliver  Barrow.
A nuestro querido amigo Mauricio Funes, de El Salvador.
Al Presidente Porfirio Lobo, de Honduras.
Al Presidente. Todos, queridos amigos. Ricardo Martinelli, de Panamá.
Y, desde luego, al Presidente Juan Manuel Santos, querido amigo de Colombia, también.
A todas las Ministras, a todos los Ministros de los países interesados, donantes, colaboradores, aquí presentes. También los saludo con enorme aprecio y afecto, a nombre de todos los mexicanos.
A todos los titulares de organismos internacionales.
Al señor Secretario de la OEA, el doctor Insulza.
A todos los Jefes de Delegación, también; Cancilleres; a los invitados especiales; a los medios de comunicación.
A todas, amigas y amigos:
Hay mucha gente. Y qué bueno, Álvaro. Se ve que tienes un gran poder de convocatoria, y te felicito. Sé que el tema es muy importante, y la presencia de tan distinguidas personalidades, así lo acredita.
A mí me es muy grato estar. Desde luego, me es muy grato estar en Guatemala. Para mí siempre ha sido, como sabes, querido Álvaro, aquí también fue un punto importante de mi luna de miel en mis tiempos; y, desde luego, que estar aquí lo es más.
Y, sobre todo, estar en esta Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad en Centroamérica, que me parece, como ya se ha dicho aquí, por ti, y por quienes te han precedido en el uso de la palabra, un hito, un paso muy, muy importante y trascendental, en la solución de un problema que tenemos en común.
Celebro que se realicen, además, esfuerzos como éste, en el que tenemos la oportunidad de reforzar nuestros puntos de vista, y de establecer esquemas más efectivos de cooperación, a fin de brindar seguridad y paz a nuestros ciudadanos.
Ante el crimen organizado no podemos presentar, los Estados, un frente desorganizado. Ante el crimen organizado tenemos que cerrar filas y responder con Estados organizados hacia adentro, unidos hacia adentro y organizados entre sí, unidos entre sí.
Así que, muchas felicidades por la convocatoria nuevamente. Y muchas felicidades, además, a todos los pueblos y países hermanos, a los Gobiernos centroamericanos, no sólo por la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, sino por la voluntad clara que todos han manifestado con hechos en la solución de este gravísimo problema.
Ya ha quedado de manifiesta la magnitud de esta problemática.
Por qué es esta región, Centroamérica, la que más sufre por la violencia. Y si unimos a nuestros pueblos, de Colombia, de México, de Venezuela, por qué es ésta la región más marcada del mundo como la de mayores tasas de homicidios por cada 100 mil habitantes.
Precisamente, porque tenemos un problema común, que está vinculado al crimen organizado, y a eso me referiré.
Por cierto, también, quiero felicitarlos por el video que nos acaban de presentar. A mí me parece breve y muy claro, que nos ayuda a todos a comprender de mejor manera el problema, este video introductorio.
Ahí, por cierto, se plantea un dilema que, a mi juicio, es aparente, y creo que vale la pena abordarlo de una vez. El dilema que plantean ahí es: O seguridad, o bienestar.
Sin embargo, y por desgracia, ese dilema, desde mi punto de vista es falso.
Qué es lo que está pasando con nuestros pueblos.
Que mientras no haya seguridad no va a haber bienestar pleno. Así que, la seguridad se está convirtiendo en el principal, la falta de seguridad mejor dicho, se está convirtiendo en el principal obstáculo del desarrollo y del bienestar de nuestros pueblos.
Y, en consecuencia, para poder tener bienestar, además de una fuerte política social y de crecimiento económico, también tenemos que conseguir el objetivo medular de la seguridad.
Es por eso en México que nosotros hemos decidido hacer frente a la criminalidad con determinación, porque estamos padeciendo enormemente el problema, al igual, que todo Centroamérica.
Porque sabemos, además, que la mejor herencia que podemos dejar a las generaciones por venir es un país de leyes y de instituciones; un país de tranquilidad y de paz con justicia, libertad y democracia.
Y porque al hacerlo, en México también contribuimos a tener una región mucho más segura.
Y déjenme decirles que más que una guerra contra el narcotráfico, como muchos insisten en llamar y, desde luego, lo respetamos, la nuestra es más amplia y es una lucha por la seguridad. Es una estrategia por hacer de México un país de leyes, con valores y con pleno Estado de Derecho.
Yo quisiera reflexionar con ustedes tres importantes aspectos del esfuerzo a nivel regional, que creo que debemos desplegar y que están contenidos, en cierta manera, en parte de la estrategia.
Déjenme decirles, además, que el esfuerzo que estamos haciendo es un esfuerzo sin precedentes y también con resultados alarmantes y sin precedentes.
Álvaro, mencionabas datos extraordinarios de confiscaciones en Guatemala y, efectivamente, aquí asumimos temas de tamaño, pero las cifras son alarmantes para cualquier pueblo.
Hace rato comentábamos, con Juan Manuel Santos, los decomisos en Colombia, los mayores de todos, y los enormes decomisos hechos ahora en Panamá, por ejemplo, por Martinelli. En fin. Y creo que el rosario de cuentas que damos es cada vez más alarmante.
Simplemente en México, les digo que hemos decomisado en cuatro años, 53 mil vehículos terrestres, más de 500 aeronaves, de todo tipo, desde jets hasta avionetas pequeñas de cruce de frontera; casi 12 millones de cartuchos, 12 millones de municiones, 112 mil armas, de las cuales el 60 por ciento son rifles de asalto, de los cuales por lo menos el 80 por ciento, 70 por ciento, reconocen los americanos, son vendidos en Estados Unidos.
Y esta historia, evidentemente, se complementa con una trágica pérdida de vidas humanas, de miles de mexicanos e, incluso, centroamericanos, en nuestro país.
Cuáles son las tres cosas en las que yo quisiera enfocarme, de las muchas que hay que escoger.
Primero, instituciones sólidas; segundo, sociedades fuertes; y, tercero, cooperación internacional.
Primero. Me refiero a la necesidad de construir instituciones sólidas. Ésta es una tarea cardinal. Por qué razón. Porque la debilidad institucional es la grieta a través de la cual están penetrando las organizaciones delincuenciales, para imponer sus intereses sobre los intereses de nuestras sociedades.
Por décadas, en muchos países de nuestra región, de nuestra América, no se asumió con seriedad que la debilidad institucional era un riesgo enorme, precisamente, para la seguridad y la democracia, y que, en consecuencia, debía asumirse, a su tiempo, con seriedad, también, la  construcción de instituciones de seguridad y de justicia sólidas, honestas y eficaces.
Y, hoy, tenemos no sólo la responsabilidad compartida, yo diría la urgencia, de construir a toda prisa y sin descanso, esas nuevas instituciones en nuestros países.
Qué instituciones son ellas.
Primero. Agencias de seguridad y justicia. El entramado institucional debe pasar por cuerpos policiacos depurados, renovados y fortalecidos; ministerios públicos o fiscalías, también, depuradas y renovadas; y jueces, también, renovados y depurados.
Debe pasar por organismos de justicia y seguridad confiables y eficaces; y debe pasar, también, por una política social tal, que gane la carrera de las oportunidades, ofrecidas a través de educación, salud y trabajo, para los jóvenes, y ganemos esa carrera frente a los criminales, que pretenden cooptarlos,  para su reclutamiento o para su mercado de adicciones.
Estamos ante un problema, esto es muy importante que lo explique y lo reitere, porque estamos ante un problema nuevo. O mejor dicho, corrijo, estamos ante un problema viejo, pero que tiene nuevas fauces, nuevas caras.
Este problema viejo, que tiene nuevas fauces, es el viejo problema del tráfico de drogas, pero ahora que tiene nuevas fauces, expresadas en narcomenudeo, control territorial y diversificación de la delincuencia organizada hacia secuestro, extorsión y cobro de derecho de piso.
Este problema viejo, con nuevas fauces, por lo mismo, se convierte en un problema nuevo, inédito. Por eso estamos enfrentando una realidad diferente.

Entre muchas de esas nuevas fauces, déjenme referirme básicamente a dos de ellas por cuestión de tiempo. Una, es el narcomenudeo y, la otra, la expresión lógica del narcomenudeo, que es la búsqueda de control territorial por parte de los criminales, a través de la corrupción o la intimidación institucional.
Es cierto, la corrupción siempre ha estado presente en nuestros países, y lo hablo con toda honestidad a nombre de México. La corrupción ha sido mal endémico de mi país, no sé de otros, es probable.
Pero hay un problema adicional a ese problema viejo, que es para qué se corrompe o para qué se intimida a una autoridad.
El narcotráfico tradicional, el narcotraficante tradicional, que busca llegar a Estados Unidos, corrompe o amenaza, pero para pasar. En cambio, el narcotraficante que, además, es narcomenudista, corrompe y amenaza para quedarse. Es totalmente distinto.
El primero lo que busca es salir a toda prisa de ahí y sin ser visto. El segundo piensa quedarse permanentemente y ser visto como el más violento, como el dueño de la plaza, como el que manda en el lugar.
El primero corrompe a las autoridades. El segundo busca suplantar a las autoridades, convertir su ley en la ley del pueblo o del país. Sus armas, en la nueva fuerza pública del país. Y sus decisiones, en la nueva autoridad del país, o de la plaza, o del pueblo.
El primero, insisto, se oculta. El segundo se manifiesta, a través de su poder, de sus crímenes horripilantes, de sus decapitados, de sus torturados, de sus camionetas y sus armas. Ese es un nuevo fenómeno de Centroamérica, y de México, y de nuestra América Latina, que está presente.
Y el fenómeno de la disputa del narcomenudista por el control territorial es distinto del fenómeno de la disputa del traficante de drogas por el control de ruta. El que tiene el control de ruta busca una línea y un punto, y el que busca narcomenudeo busca un territorio completo, y al chocar contra otras organizaciones criminales, se da ese choque, se da ese corto circuito, que es violencia de bandas enfrentándose a otras bandas, cada vez con mayor violencia y crueldad.
Ese es el problema nuevo que estamos enfrentando, y eso es lo que nos convierte, como ha dicho el Secretario Técnico de SICA, en rehenes en nuestros propios hogares y, por eso, se apoderan de nuestros parques, de nuestras plazas y de nuestros pueblos.
Por eso, el antídoto para ese control territorial de los criminales es el fortalecimiento institucional, porque la única manera de parar su fuerza territorial es que ahí, en ese pueblo que pretenden dominar, haya una policía superior a la de ellos, haya una fuerza pública superior a la de ellos y haya leyes e instituciones más fuertes que las de ellos.
Y si eso es en cada pueblo debe ser en cada estado, en el caso mexicano, o en cada provincia y en cada país de Centroamérica, del Caribe y de México.
Por eso, necesitamos reconstrucción institucional. Y por eso en México también iniciamos un proceso, por ejemplo, de depuración y profesionalización de nuestras fuerzas de seguridad.
La implantación, por ejemplo, de un nuevo modelo y de una nueva Policía Federal. Hace cuatro años había seis mil Policías Federales, con un grado enorme de corrupción. Hoy tenemos 36 mil Policías Federales, reclutados entre jóvenes universitarios para labores de inteligencia y de información, y jóvenes bachilleres para labores operativas, todos pasados por control de confianza, por vetting, con lo cual estamos pasando a tener una policía confiable, y además la estamos dotando, con ayuda de las agencias internacionales, incluyendo las de Estados Unidos, y agradezco, de verdaderamente la tecnología más avanzada para información, intervención y, finalmente, captura de criminales.
En dos años, por ejemplo, de la lista de los 37 criminales más buscados que publicamos en 2009, hemos capturado a 21, el último, el día de ayer, el líder que quedaba, por ejemplo, del Cártel de La Familia en México.
Es importante, además, que mejore nuestra coordinación, que verdaderamente nuestros países compartamos experiencias, información, capacidades de detección, instituciones de seguridad fortalecidas en toda la región.
Necesitamos, por ejemplo, ampliar, los países amigos de Centroamérica, nuestros servicios de capacitación, de vetting, de información, de  bases de datos, de Plataforma México, etcétera, etcétera.
Segundo punto. No sirve nuestro esfuerzo si no hay sociedades más fuertes. .
Hoy, Centroamérica y México son países muy jóvenes. Y, hoy, más de la mitad, y quizá más de dos terceras partes de nuestros jóvenes, no tienen acceso a la universidad, no tienen opciones de trabajo, se reclutan. A los 10 años están entrando a la droga, a los 12 o 13 están robando el monedero de su madre para, finalmente, entrar a la banda que ayuda al narcomenudista de su colonia y, con ello, después se reclutan como sicarios, y terminan muriendo a los 20, veintitantos años de edad.
Entre la gente que hemos capturado, ya casi 80, autores de la matanza de San Fernando, donde murieron varios migrantes centroamericanos, hemos detenido, por desgracia, a jóvenes, uno de 17 años y otro de 14, que reconocen su participación en esos hechos tan bárbaros. Y la edad promedio de la gente que muere en los enfrentamientos entre cárteles, no rebasa los 25 años.
Entonces, debemos trabajar a toda prisa, y necesitamos la ayuda, o necesitamos  dar ayuda, también, para reconstruir el tejido social de esta región, a través de oportunidades educativas, universidades, bachilleratos, oportunidades de salud y de esparcimiento para nuestros jóvenes; deporte masivo, deporte contumaz, si se me permite la expresión, que permita una perspectiva distinta a jóvenes que hoy no tienen ni ideales, quizá, ni valores, ni creencias, ni esperanzas. Tenemos que reconstruir, uno por uno, cada uno de los anhelos en el alma de los jóvenes.
El tercero. Un aspecto crucial, de ello la prevención  y tratamiento de adicciones.
Un problema medular, vinculado a la nueva realidad,  es que nuestros países dejaron de ser sólo centros de producción y tránsito de drogas para, también, comenzar a ser mercados de consumo. Y esa es la nueva realidad del control territorial de las bandas criminales.
Nosotros estamos destinando, por ejemplo, un importante recurso, casi 400 millones de dólares al año, para construir una red de prevención y de tratamiento de adicciones. Hemos construido más o menos 91 universidades nuevas en cuatro años, más de 800 bachilleratos; hemos pasado en la educación universitaria del 24 al 30 por ciento, y con ello no hemos llegado todavía, desde luego, con todo este, esfuerzo a darle oportunidad a todos los jóvenes.
Tercer punto. Es la necesidad de replantearnos los supuestos de la cooperación internacional, que hoy nos reúne, y que, desde luego, se aplaude y se agradece.
Hay temas que debemos revisar con urgencia. Uno, es el tráfico de armas y, otro, es los temas relacionados con drogas mismas.
Por una parte, es inaplazable imponer controles al tráfico ilegal de armas en la región. Como he dicho, de las 112 mil armas que hemos decomisado en cuatro años, más del 80 por ciento, 70 por ciento reconocido por las autoridades de agencias americanas, tienen su origen en venta en los Estados Unidos.
Y este fenómeno se multiplicó, tiene fecha precisa a partir de 2004, en el que se derogó en Estados Unidos la ley que prohibía la venta de armas de asalto, la Assault Weapons Ban, que terminó y simplemente no la renovaron.
Y a partir de ahí hay un flujo tremendo de armas que está alimentando la ferocidad y la capacidad de fuego de los criminales. Y les está permitiendo desafiar a la  autoridad. Y les permite expandirse territorialmente.
Esto tiene que solucionarse, porque no es posible que se eliminen niveles de violencia, si hay una industria voraz que, por lucro, porque esa es la única razón, sigue vendiendo armas indiscriminadamente a los criminales de México y de toda la región.
Lo segundo es reflexionar, de manera serena y responsable, sobre los paradigmas respecto de las drogas en la región. He dicho, y he empezado por reconocer, que nosotros tenemos un problema adicional que ya no sólo somos países de tránsito, sino también de consumo.
Pero eso no quiere decir que ya no sea el tráfico de drogas el principal problema que alimenta a los criminales. Es cierto que hoy, por muchos esfuerzos restrictivos que se han hecho, el consumo de drogas en Estados Unidos sigue terriblemente alto, tan alto que eso permite a las organizaciones criminales obtener ingresos cada vez más elevados. Eso lo traduce en una capacidad de mayor corrupción de instituciones y sociedades, y mayor capacidad de fuego a ciudadanos inocentes, alimentada, insisto, por la ambición y la voracidad de la industria armamentista.
Déjenme decirles, qué pasaría si en nuestros países no estuviéramos en la ruta de las drogas y concretamente la ruta de la cocaína entre los Andes y los Estados Unidos. Si Centroamérica, el Caribe y México no estuviéramos en la ruta de la cocaína, nuestra realidad sería muy distinta, y nuestra vida sería mucho menos violenta y nuestros países mucho más seguros.
Déjenme ponerlo de otra forma. Qué pasaría si Centroamérica, México y el Caribe estuviéramos o al Norte de Estados Unidos o al Sur de los Andes, no estaríamos aquí discutiendo estos temas.
O déjenme plantearlo hipotéticamente de otra manera.
Qué pasaría, por ejemplo, si hubiera un puerto en Estados Unidos, le pueden poner el nombre que quieran, allá al Norte, puede ser en el Atlántico o en el Pacífico, y que allá, finalmente, entrara y llegara toda la cocaína que los americanos quieren consumir, que no pasara por aquí, porque esta ruta de la cocaína por nuestro territorio es la ruta de la muerte.
Que allá, no sé cómo le puedan hacer pero, por ejemplo,  si pusieran a los mismos aduanales que revisan y que dejan pasar la cocaína por diversos puntos de Estados Unidos y los concentraran a todos en ese puerto, no tendría que pasar por nuestros territorios.
Pero lo que quiero enfatizar, amigas y amigos, más allá de estas hipótesis, quizá para muchos fantásticas y, admito, irreales, lo que quiero enfatizar es que la responsabilidad es fundamental, sobre todo, en los mercados de consumo de cocaína.
Y para hacer eso hay que hacer, para compartir esa responsabilidad en serio, hay que hacer varias cosas.
Uno. O reducir el consumo de drogas, porque la cocaína se ha mantenido estable, pero lo que es las metanfetaminas y la heroína ha crecido notablemente allá. Reducir en serio la demanda de drogas.
Dos. O nuevamente prohibir la venta de armas de asalto a nuestra región.
O, tres. Si la venta de cocaína es un mercado de ventas brutas de 35 mil millones de dólares en Estados Unidos, según se calcula, y una buena parte de esos miles de millones de dólares vienen a alimentar a las bandas criminales aquí, la ayuda internacional debe ser por lo menos equivalente al flujo de dinero en dólares que los criminales reciben aquí, para organizarse y para matar.
O, cuatro. Revisar los paradigmas mismos de la política sobre el manejo de drogas que hasta el momento, está claro, tiene debilidades evidentes. O, yo diría, hacer todas esas cosas juntas: reducir la demanda, prohibir la venta de armas hacia acá, aumentar la cooperación internacional, no de manera simbólica porque esto no se trata de caridades, de manera real, para neutralizar la fuerza de los criminales.
Y revisar los paradigmas, respecto de la política sobre drogas, antes de que nuestros pueblos sigan sufriendo la violencia y la muerte. Antes de que los señores de la muerte terminen por enseñorearse de nuestras sociedades.
Muchos pueblos estamos luchando. Y créanme que eso es una buena noticia.
Por qué. Porque tenemos instituciones, luchamos, peleamos y vencemos.
Pero muchos pueblos en nuestra Centroamérica, en nuestra Mesoamérica toda, son pueblos que están, por tristeza de todos, en manos de estos señores de la muerte. Eso ya no lo podemos hacer. Y a ese debate yo invito y convoco, Álvaro, agradeciendo tu hospitalidad.
Vamos revisando de fondo los paradigmas de la política de droga. Vamos exigiendo un compromiso de apoyo internacional fuerte y determinante. Vamos exigiendo un compromiso real de demanda de droga, si eso no se puede hacer. Y vamos, también, parando el tráfico criminal de armas asesinas a nuestros países.
Muchísimas gracias, nuevamente, por tu invitación.

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