6 jun 2011

Falla Cisen en guerra al narco

Falla Cisen en guerra al narco
Ejecentral.com May 30, 2011
Con un presupuesto que supera los 8 mil millones de pesos en los últimos cuatro años, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), no ha logrado involucrarse en la guerra del gobierno contra el narcotráfico.
En contraste con sus homólogos de los servicios de inteligencia de las Secretarías de Defensa Nacional, Marina y Seguridad Pública, que han logrado instrumentar operativos encubiertos para golpear las estructuras de los cárteles, el Cisen no ha podido posicionarse en la comunidad de inteligencia como un organismo útil para el combate al crimen organizado.
Desde su fundación en 1989, las unidades de inteligencia del Cisen instrumentaron esporádicamente operativos encubiertos contra el crimen. Infiltraron a pequeños grupos de narcotraficantes y mantuvieron monitoreados durante años los penales federales. Los operativos más recurrentes fueron las infiltraciones de agentes en los centros de reclusión en busca de información sobre organizaciones del narcotráfico. Pero estos operativos se fueron reduciendo hasta desaparecer.
Edgardo Buscaglia, uno de los más lúcidos investigadores que han abordado el tema del narcotráfico en México, dice que el Cisen ha estado ausente de la guerra contra el narcotráfico debido al abandono institucional que lo ha mantenido en el limbo de la comunidad de inteligencia. “Los agentes de inteligencia del Cisen trabajan en un marco organizacional muy defectuoso, no pueden hacer un trabajo de campo profesional como se acostumbraba hacer, bien o mal. Ese esquema de trabajo de campo está muerto”.
Entre 2001 y 2006 la plantilla laboral de agentes y analistas de inteligencia disminuyó casi un 30 por ciento de los 3 mil efectivos que había en 2000. Fue hasta principios del actual sexenio que “se autorizaron nuevas plazas para aumentar la capacidad del despliegue territorial”, dijo en febrero de 2009 el director del Cisen, Guillermo Valdés.
Pero no sólo ha sido el deterioro burocrático lo que mantiene al Cisen alejado de la agenda del crimen organizado, sino que obedece a una decisión deliberada tomada desde los orígenes de la institución, lo que lo convierte en un organismo ausente en la guerra contra las drogas.
Jorge Tello Peón, fundador del Cisen y ex secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, le explicó en una conversación en noviembre de 2008 al director de la escuela de inteligencia, Luis Herrera-Lasso, cómo desactivaron a los agentes operativos del Centro de la lucha contra el narcotráfico.
“En la administración del presidente De la Madrid, en una ocasión que revisábamos la agenda de seguridad, hubo una discusión entre Carrillo Olea y Manuel Bartlett. Manuel no consideraba el narcotráfico como un problema de seguridad nacional. A mediados de los ochenta todavía se discutía si era o no un problema de seguridad nacional. Al final de la administración de Miguel de la Madrid fue cuando ya se reconoció claramente el daño que el narcotráfico le generaba a la propia Dirección Federal de Seguridad, a otros órganos del Estado y a los propios gobiernos estatales. El presidente Carlos Salinas, al poco tiempo de iniciar su administración, incluyó el narcotráfico en la agenda de seguridad nacional. Ya había elementos claramente indicativos de que este delito constituía un riesgo mayor.”
En la entrevista, destinada a formar parte de un documento de circulación restringida, Tello detalló las decisiones más importantes que se tomaron hace veinte años y que convirtieron al Cisen en un organismo ajeno a las funciones operativas destinadas a neutralizar las amenazas relacionadas con el narcotráfico.
 “Se tuvo cuidado en separar la inteligencia política de la inteligencia criminal. La Procuraduría no contaba con los cuadros para emprender esa tarea. Se decidió no traer el tema del narcotráfico al Cisen, pero se decidió llevar al personal del Cisen a aprender el tema del narcotráfico a la Procuraduría, que era donde debía atenderse. Sólo el Cisen contaba con cuadros para construir otro sistema de inteligencia, en este caso, para atender el tema del narcotráfico.”
Desde entonces, luego de la creación en la PGR del Centro de Planeación Para el Control de Drogas (Cendro), la agenda del Cisen no contempló el narcotráfico como una de sus prioridades, y sólo ha sido factor de investigación en las mesas de análisis, no obstante que desde finales de los noventa el Centro ya vislumbraba las consecuencias de no combatir con eficacia a los cárteles de la droga.
En un documento del Cisen fechado en enero de 1997, los analistas del Centro evaluaban los riesgos que implicaba el narcotráfico. “El crimen organizado se debe entender como una amenaza a la estabilidad del gobierno; utilizan la violencia para lograr sus intereses y sus redes trascienden fronteras. Las organizaciones que conforman el crimen organizado parecen tener más campo de acción en aquellos países con economías débiles, en donde impera la corrupción y la ilegalidad. El peligro que representa la penetración del crimen organizado en la esfera del gobierno, conlleva a la conformación de un Estado criminal”.
Para los analistas del Cisen la esperanza de contrarrestar el narcotráfico era mediante acciones de inteligencia, una propuesta que surgió como un disparo al aire en un párrafo del documento que pedía regresar al Cisen las acciones operativas y sistemáticas de combate al crimen que habían tenido otros organismos como la DFS. “La relación que surge entre el gobierno y el crimen organizado se presenta entonces como un problema que solamente se podría resolver con el diseño de las políticas públicas adecuadas. Para contrarrestar el crimen, los gobiernos deben no solo contar con leyes adecuadas, sino con un sistema de inteligencia de primer nivel”.
Contrario a las peticiones veladas de los analistas del Cisen, contenidas en informes internos, las labores de inteligencia contra los narcotraficantes se concentraron en las secretarías de Defensa y Marina.
 “La inteligencia militar mantuvo todas esas prácticas, y por lo tanto ha sido una válvula de escape para poder lograr algunos de los éxitos en la detección de redes criminales”, dice Edgardo Buscaglia.
Para este investigador, la desordenada alternancia política en el país ha contribuido a la decadencia del servicio de inteligencia civil del gobierno. “La decadencia del órgano de inteligencia mexicano, que en el mejor de los casos se transforma en un órgano de espionaje político, es un síntoma de un problema mucho más profundo y radical que es la fragmentación del sistema político mexicano por la falta de un modelo político de consenso; no hay un modelo de Estado.
 “Los órganos de inteligencia son un síntoma de esa situación, son una consecuencia de esa situación. Por lo tanto, los agentes de inteligencia están a la deriva. Los órganos de inteligencia mexicanos han estado distraídos en este desorden institucional, en esta transición, y no han dado los resultados esperados.”
En diciembre de 2000, la transición política hundió al Cisen en un limbo institucional que lo convirtió en una dependencia de ornato. Eduardo Medina Mora, el primer director de inteligencia de la oposición, justificó en noviembre de 2008 las razones por las que el Cisen siguió ausente de las acciones contra el crimen organizado. “La aproximación natural y primordial del Centro no era la seguridad pública ni la delincuencia organizada, y no lo era por diseño. Cuando se separó del Cisen la Dirección de Protección para formar la Policía Federal Preventiva, en 1999, se trasladaron los temas y las capacidades al área de inteligencia de la PFP”.
Medina Mora, que asumió en septiembre de 2005 la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública y en diciembre de 2006 fue nombrado procurador general de la República, confiesa que el Cisen perdió la perspectiva de la evolución de los cárteles de la droga y no previó las consecuencias.
 “La evolución de la delincuencia organizada, especialmente la dedicada al narcotráfico, que empezábamos a visualizar desde la perspectiva analítica y que se comenzaba a plasmar en los documentos que producía el Centro, no necesariamente reflejaban la dimensión que estos adquirieron ya muy claramente a finales de 2004, sobre todo en los escenarios de violencia que surgieron en Sinaloa, en Tamaulipas, y sobre todo en Nuevo Laredo, con disputas entre organizaciones de narcotráfico por territorios”, dice el ex procurador en una entrevista que se incluyó en un documento que conmemora los veinte años del Cisen.
Para entonces el Cisen, sin capacidad de diagnóstico por falta de información, ya estaba fuera del tema, no obstante que el narcotráfico seguía siendo una parte sustancial de la agenda de riesgos, según el propio Medina Mora. “La delincuencia organizada y la evolución del narcotráfico, son temas de la agenda de seguridad nacional”.
El director del Cisen, nombrado por Felipe Calderón en diciembre de 2006, Guillermo Valdés, destacó como un avance significativo el haber hecho a un lado a los agentes de inteligencia del Centro de las labores de investigación sobre narcotráfico. “Entre los principales avances registrados en los primeros años del Cisen se encuentra el abandono definitivo de la concepción policiaca de la inteligencia y de sus prácticas”, escribió en febrero de 2009 en el prólogo del documento elaborado por el Cisen.
Pero lo que para los directores de inteligencia del gobierno es un hecho lógico y positivo, para el investigador Edgardo Buscaglia es un desorden institucional, y el Cisen debió de haber invertido parte de los más de 8 mil millones de pesos de su presupuesto de los últimos cuatro años en acciones de inteligencia para combatir el narcotráfico.
 “El Cisen debe reconstituirse para poder enfrentar este y otros desafíos. La misión de un órgano de inteligencia es proporcionarle opciones operativas al ejecutivo, acciones operativas que tiene que llevar a cabo a corto, mediano y largo plazo; esa es la labor de un servicio de inteligencia en la batalla contra el crimen organizado”, dice Buscaglia.
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