20 nov 2011

La reinvención de Andrés Manuel

La reinvención de Andrés Manuel/ Pascal Beltrán del Río
Excélsior, 20 de noviembre de 2011
El acto para anunciar la definición de la candidatura para 2012 será recordado como uno de los mejores momentos de la historia de la izquierda.
Para Daniel Sada, in memóriam.
La semana que termina ha sido, a no dudarlo, la de la izquierda mexicana.
Había acostumbrado al país a verla aventando sillas y tomando tribunas en sus debates internos, pero la izquierda supo presentar otra cara cuando concluyó sin desavenencias el proceso por el que optaron sus dos principales figuras, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, para decidir quién de ellos sería el candidato de una coalición de partidos armada de antemano.
De entrada, hay que destacar el método elegido: ir a una elección en urnas o en asamblea para nominar a su candidato presidencial habría sido suicida. Entonces, la izquierda —o, más bien, la dupla aludida— optó por reeditar uno de los mejores momentos de la historia de las llamadas fuerzas progresistas: la declinación de Heberto Castillo, candidato del PMS, por Cuauhtémoc Cárdenas, al cuarto para las 12 de la elección presidencial de 1988. Muchos no lo saben o no lo recuerdan, pero esa decisión también se tomó con base en una encuesta.
El acto para anunciar la definición de la candidatura para 2012 seguramente será recordado como uno de los mejores momentos de la historia de la izquierda, así como de la presente contienda.
El martes 15 de noviembre —curiosamente, casi 30 años exactos después de la desaparición del Partido Comunista y la creación del PSUM, cuyo registro electoral heredó el PRD—, los dos aspirantes entraron juntos a un salón del hotel Hilton Alameda. Al cabo de pocos minutos, Ebrard había tomado la palabra para aceptar que el sistema de encuestas había favorecido a López Obrador.
De golpe se esfumaron las predicciones de muchos columnistas de la prensa nacional que adelantaron que se anunciaría un “empate” entre los dos aspirantes y que éstos se irían a una especie de muerte súbita para dejar la decisión final al mes de febrero, cuando legalmente termina el período de precampañas, o, peor aún, a un escenario de conflicto.
Súbitamente, la izquierda exorcizó su propensión al disenso y logró algo mucho más complicado que lo que tienen que enfrentar el PAN y el PRI, partidos en los que los aspirantes no tienen el abismo programático que existe entre AMLO y Ebrard. Éstos optaron por sumar sus coincidencias y dejar de lado sus diferencias.
¿Cómo lo lograron? Se ha hablado mucho de la generosidad del jefe de Gobierno. Eso suena muy poético. Sin duda Ebrard logrará capitalizar esa imagen en su muy amplio futuro político, pero yo me inclino por pensar que hubo acuerdos muy concretos en la mesa de negociaciones. Acuerdos que, es evidente, van más allá de la definición de quién será el candidato de la izquierda al GDF, pues eso, ya lo había dicho Ebrard en un desayuno con periodistas, no estaba sujeto a negociación. Acuerdos que tienen que ver con lo que venga después de 2013. Acuerdos a los que uno y otro mostraron la capacidad de llegar, a diferencia de lo que estamos viendo —hasta ahora, al menos— en el PRI y en el PAN.
Sin embargo, por muy importante que haya sido lo ocurrido el martes pasado, la construcción de una candidatura competitiva por parte de la izquierda apenas ha comenzado.
Se puede decir que los primeros pasos han sido acertados, pues Andrés Manuel López Obrador logró que se empezara de hablar de él otra vez en los días subsecuentes.
Así sea para criticar sus primeros ofrecimientos de campaña, el virtual aspirante presidencial del Movimiento Progresista ha sido el centro de la discusión. Hay quienes creen y quienes dudan de su reconversión en un político más moderado e incluyente, pero eso es de lo que todo mundo habla. Y se puede decir objetivamente que AMLO va logrando la magia de transformar su imagen de terquedad y obstinación en una de constancia.
Otro probable acierto de López Obrador y sus asesores es la apropiación del concepto del amor, al que ya había recurrido la panista Josefina Vázquez Mota. Su propuesta de crear una “república amorosa” ha sido tomada hasta con choteo, pero, nuevamente, ha logrado convertirse en tema de discusión en las mesas de los restaurantes y en las redes sociales.
Coincido con el místico indio Chandra Mohan Jain (Osho), quien escribió en 1975 que hay que dudar de los políticos que hablan de amor porque “la política es anti amor y el amor es anti político”. Sin embargo, en un país donde la violencia es un tema recurrente, el mensaje del amor puede ser pegajoso, especialmente entre los jóvenes.
Algo ha sucedido en la imagen de AMLO que la ha vuelto atractiva para algunos sectores que antes la despreciaban. Llama la atención, por ejemplo, su reunión reciente con un grupo de empresarios de Monterrey —entre ellos, Alfonso Romo—; el apoyo que acaba de anunciar el panista Fernando Canales Stelzer, hijo de un exgobernador de Nuevo León, y que haya sido invitado al Centro Woodrow Wilson, en Washington, antes que los otros aspirantes.
¿Quiere decir eso que la candidatura de López Obrador ya es competitiva? Yo digo que todavía no. Las mismas encuestas aplicadas a petición de él y Ebrard muestran un alto nivel de rechazo, el más alto entre los seis aspirantes actuales, fuera del panista Santiago Creel.
Eso es muy difícil de remontar, aunque no imposible. ¿Qué está en la base de ese rechazo? Sin duda, muchas de las actitudes de AMLO que datan de la pasada contienda electoral e incluso antes: su desdén por algunos sectores de la sociedad, su decisión de no acudir al primer debate de la campaña, su rechazo a la transparencia, su falta de respeto por la ley y las instituciones, su victimización, su plantón en Reforma…
Fue llamativo que dijera a Joaquín López-Dóriga que no tiene “el monopolio de la verdad”, una afirmación que ayuda a diluir la impresión pública de que es un político que desprecia a sus críticos y cree siempre tener la razón. Sin embargo, en la misma entrevista sostuvo que su aprendizaje de la campaña de 2006 —el único que mencionó— fue que le había faltado una mejor organización.
Sin desdeñar que los pleitos entre las redes de AMLO y la estructura del PRD provocaron que su candidatura no estuviera representada en muchas casillas, las razones de su derrota pueden encontrarse en otros lados. No cabe duda que decisiones y palabras suyas sembraron miedo hacia su triunfo. Miedo que capitalizó el PAN mediante el eslogan “peligro para México”. Y es probable que si no hubiera dado por hecho el apoyo de Cuauhtémoc Cárdenas habría podido cosechar varios cientos de miles de votos más.
Quizá sea temprano, pero aun no he visto a López Obrador tender la mano a quienes han sido sus rivales dentro de la izquierda en este último lustro, marcadamente la corriente de Los Chuchos.
Sin duda son muchas las ofensas de uno y otro lado, pero una reconciliación —o al menos el “beneficio de la duda”, que AMLO ofreció a Televisa— ayudaría a López Obrador a quitarse la etiqueta de rijoso que tanto le cuesta tragar al electorado mexicano, y le daría acceso al sector de clase media que acepta las ideas de centroizquierda y que podría ser proclive a la candidatura de Vázquez Mota, en caso de ser postulada ésta por el PAN.
Por cierto, quitarse esa etiqueta también dependerá de que AMLO revise su entorno, pues sigue rodeado de algunos personajes miserables que le han sido leales por conveniencia pero que estarían felices en caso de que el candidato repitiera los errores que llevaron al desplome de una candidatura muy exitosa en 2006.
¿Cómo se esfumaron los 10 o 15 puntos de ventaja que llevaba AMLO al arranque de la pasada contienda electoral? ¿Cómo perdió el apoyo de la clase media? Esas son las preguntas que López Obrador tendría que responderse. Y no emprender, como quisieran algunos de sus seguidores, una revancha por el 2006.
En fin, la izquierda tiene un largo camino que recorrer para meterse entre los dos primeros lugares de la contienda (donde se decide quién gana, como he planteado muchas veces en este espacio), pero el arranque parece prometedor, especialmente cuando ve uno lo que está pasando en el PAN e incluso en el PRI, donde la generosidad no ha hecho acto de presencia

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