15 ene 2012

Confusiones ciudadanas


"Estoy a favor de las candidaturas ciudadanas, pero la de Wallace tiene sello partidista y por ello será usada por unos y por otros con intereses electorales...Ugalde

Confusiones ciudadanas/Luis Carlos Ugalde, expresidente del IFE.
Reforma, 15 enero 2012
Ante la frustración por la corrupción y la impunidad de la clase política, se ha generado un idealismo falso que supone que hay políticos por un lado y ciudadanos por otro. Los primeros encarnan el abuso y los segundos la esperanza del buen gobierno. Ante una democracia electoral que ha dado pocos resultados en México, se esgrime que la solución estriba en que gobiernen "los ciudadanos" y no los políticos.
Pero la fórmula que ha dado resultados en otras democracias liberales no es ésa, sino que cada quien atienda su negocio y lo haga bien: los políticos ejerciendo el poder y los ciudadanos exigiendo cuentas y sancionando a través del voto y de la crítica abierta. Intercambiar sombreros para solucionar el mal gobierno es una puerta falsa: no se mejora el gobierno y se desperdician recursos ciudadanos.
México tiene una escasa tradición de participación ciudadana que afortunadamente ha empezado a cambiar en los últimos 20 años. Cada vez más surgen organismos que promueven los derechos humanos, la seguridad pública, los derechos de las minorías y de los consumidores, entre otros. Es aire fresco que debemos celebrar. Isabel Miranda de Wallace es ejemplo de esta nueva generación de mexicanos valientes que asumen una causa, combaten la impunidad y generan energía social.
Pero el lugar de los organismos ciudadanos es la sociedad, no la política gubernamental. El lugar de los movimientos ciudadanos es vigilar a los gobiernos, denunciar el abuso del poder y exigir cuentas. Suponer que los ciudadanos que aspiran al poder público tendrán un mejor desempeño que los políticos es una ingenuidad, porque lo que explica la corrupción y el mal gobierno son las estructuras y las reglas del juego, no la voluntad de quienes gobiernan. Ciertamente los gobernantes talentosos e íntegros pueden hacer una diferencia, pero el reto son los contrapesos ciudadanos y políticos para que los gobiernos rindan cuentas, no la buena voluntad de los individuos.
Ciudadanizar la política se ha convertido en un fetiche que confunde porque genera falsas expectativas. Recuerdo que en 1997 el Partido Verde desplegó una campaña eficaz, pero falsa, al pedir que se votara por un ecologista, no por un político. La historia de ese partido ha mostrado que también hay demagogia en el discurso ciudadano. No hay ninguna similitud, por supuesto, entre la calidad moral de la señora Wallace, hoy candidata designada del PAN para gobernar el Distrito Federal, de aquella de los ecologistas "verdes", pero sí hay un hilo conductor que une la frustración colectiva frente a los políticos con la aceptación acrítica del papel ciudadano frente a la política activa.
Ser político no debe entrañar un pecado original por definición. Se ha desvirtuado el hecho y con ello se han creado seres de Venus y de Marte, suponiendo que los políticos nacieron en otra latitud mientras que los ciudadanos siguen siendo impolutos sin pecado original. El pecado de la política no surge por el origen de los gobernantes sino por las reglas del juego y por la falta de una sociedad activa que vigile y exija cuentas.
El pecado original de la política en México es la falta de contrapesos ciudadanos a la acción de los gobiernos. Es el pasmo y el conformismo de la sociedad durante los dos últimos siglos, es la adicción a los presupuestos públicos, a las exenciones fiscales, a la negociación de la ley y a los tratos privilegiados. La modernidad política requiere apostar por la rendición de cuentas y los contrapesos, no por las buenas intenciones.
Estoy a favor de las candidaturas ciudadanas, pero la de Wallace tiene sello partidista y por ello será usada por unos y por otros con intereses electorales. La legalidad, la igualdad y la integridad de la política se construirán a partir de políticos profesionales y de partidos que rindan cuentas, no a partir de apuestas personales. En México necesitamos una República de la Legalidad, no del amor ni de la buena voluntad. A pesar de que mexicanos sin partido puedan hacer una diferencia en la política activa, el cambio significativo se dará cuando nuestro sistema de partidos esté sometido al escrutinio activo y organizado de la sociedad.
Con la admiración que me merece Isabel Miranda de Wallace, creo que México perderá un ejemplo de lucha ciudadana sin ganar a cambio a una buena candidata.

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