15 ene 2012

¡Necesitamos recuperar la confianza! Abelardo Alvarado.

¿Qué candidato va a venir a resolver los problemas que tiene nuestro país?..
 NUESTROS BUENOS DESEOS PARA EL AÑO NUEVO/Mons. Abelardo Alvarado Alcántara, exsecretario general de la CEM
Al empezar un nuevo año, generalmente las personas nos expresamos nuestros buenos deseos; les deseamos a nuestros seres queridos, a nuestras amistades y a todos con quienes tenemos alguna relación, que el nuevo año nos traiga un poco mas de bienestar y felicidad. Los creyentes cristianos nos deseamos que Cristo, cuyo nacimiento  celebramos en la navidad y cuya celebración se continúa los primeros días de enero, nos llene de paz, de alegría, de salud, de bienestar y nos conceda un año lleno de sus bendiciones: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti, y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”, leemos en la primera lectura de la misa del 1º. de enero. Este es el principal deseo de los cristianos.
Siendo además éste un año electoral, todos los medios centrarán su atención en la lucha entre los partidos por atraer los votos de los ciudadanos. Se hablará de la interminable lista de problemas que afectan a nuestro país (violencia, inseguridad, pobreza, desempleo, baja calidad de la educación, corrupción, deficiente impartición de justicia, constantes violaciones a la ley, impunidad, inoperancia del Congreso, abandono del campo, etc. etc.). Los políticos se echarán la culpa unos a otros y presenciaremos una campaña llena de descalificaciones, insultos, mentiras y promesas que se quedarán sin cumplir. Y confieso que no me considero pesimista, sino  más bien soñador e idealista.
Por supuesto que estoy convencido que el panorama que nos presentan los medios no es nada alentador, ni despierta en nosotros ningún sentimiento de confianza y de esperanza de un mejor año. Por eso, en esta ocasión, yo quisiera hacer más bien un llamado a poner nuestra atención en otro problema de fondo que nos afecta a todos los mexicanos: la necesidad de fomentar una nueva cultura, desde los hogares, las familias, la escuela y en todas las instituciones públicas. Despertar un sentido de solidaridad y de confianza en nosotros mismos, en el ser humano. Cambiar nuestra mentalidad y adoptar nuevas actitudes en nuestra relación con los demás. Es esta también una tarea de las Iglesias, en particular de nosotros los cristianos.
Ningún ser humano ni ninguna sociedad puede vivir aisladamente, sin confianza. Querámoslo o no, todos tenemos necesidad de los demás. Nadie se basta a sí mismo. Los seres humanos existimos con una estrecha dependencia unos de otros. Las personas no somos islas. Precisamente lo que nos hace ser personas y nos permite realizarnos como personas (es decir, desarrollar nuestras facultades, alcanzar las metas que nos proponemos en nuestra vida, llevar a cabo nuestros proyectos, sentirnos realizados y gozar de bienestar) es la forma como nos relacionamos con los demás. Cuando sentimos que nos respetan, que reconocen nuestra dignidad de personas, nuestra libertad y nuestros derechos, que nos estiman y toman en cuenta y particularmente cuando nos sentimos aceptados y amados, somos felices. La felicidad no se encuentra cuando cada quien busca solo su propio provecho, la felicidad se encuentra cuando se pone en práctica y se vive  la solidaridad con los demás.
Esta nueva actitud no es espontánea y necesita ser cultivada. Sobre todo cuando las situaciones que vivimos nos llevan a desconfiar de los demás y cuando sufrimos la amarga experiencia de vernos engañados. El egoísmo, la envidia, el rencor, el odio, que anida en el corazón humano, lleva a la persona a una conducta malvada, a hacer daño al otro, a quien vemos como un peligro para nuestro bienestar personal. Es aquí donde está la verdadera raíz de los males que aquejan a la sociedad.
¿Qué candidato va a venir a resolver los problemas que tiene nuestro país? Quienquiera que resulte electo Presidente de la República, de cualquier partido político que sea, va a encontrar un país deshecho, con una gran frustración, lleno de preocupación y temor, sin esperanza. Muchos se verán tentados a recurrir a la violencia ciega, que mayores daños nos traería y que no es la solución a los problemas. El nuevo Presidente no podrá a corto plazo resolver los grandes problemas y sobre todo sólo, sin el apoyo de la sociedad, no podrá cambiar la situación actual.
Necesitamos recuperar  la confianza. Entender que sólo unidos los miembros de la sociedad, independientemente de nuestras creencias religiosas, nuestra ideología, nuestro nivel social y cultural, podremos salir adelante. México es un país muy rico en recursos materiales, pero sobre todo en recursos humanos. Pero basta de que se siga explotando solo para provecho de unos pocos. Es necesario pensar en los más débiles, en los pobres, en los que no tienen forma de sobrevivir. Tenemos que caminar hacia una nueva práctica de solidaridad humana.
Los creyentes cristianos tenemos motivos más firmes y convicciones más profundas que nos deben llevar a vivir la solidaridad cristiana. Cristo Nuestro Salvador ha venido a dar un nuevo sentido a nuestra existencia. El ha compartido nuestra condición, la debilidad y fragilidad del ser humano, nuestro sufrimiento, la necesidad de vernos libres del poder del mal y de la muerte. El es la luz que viene a iluminar las tinieblas de nuestras vidas, el que nos ha hecho ser hijos de Dios y por consiguiente, hermanos entre nosotros. Nos ha comunicado su Espíritu, nos da la fuerza para superar nuestras debilidades y miserias. Nuestra solidaridad con los demás es la que nos lleva a experimentar el amor de Dios en nuestras vidas.
Ojalá que nuestros gobernantes entiendan que lo que más necesita nuestro pueblo es vivir en paz, sin temor, sintiéndonos hermanos; ellos deben trasmitir a los ciudadanos la esperanza, la confianza en las instituciones públicas, el sentido de responsabilidad y de servicio en todos los servidores públicos, pero empezando por el testimonio de sí mismos. Dios nos conceda unos buenos gobernantes.   

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