12 feb 2012

Un gran desorden bajo el cielo


 Un gran desorden bajo el cielo/El profesor Walter Laqueur
Traducción: José María Puig de la Bellacasa 
Publicado en LA VANGUARDIA, 12/02/12.
Y ahora, Siria. Muchos juzgaron, hace un año, que al hilo de la primavera árabe comenzaba una nueva era no sólo de democracia y libertad sino también de paz en Oriente Medio. Pero tal periodo no ha llegado y no llegará en breve plazo. La situación en Siria es mala. Han sido asesinadas cinco mil personas, tal vez más, y los disturbios pueden convertirse en una guerra civil en toda regla. Cunde la preocupación en la diplomacia estadounidense y europea: ¿qué podría hacerse para mejorar la situación y detener el derramamiento de sangre? Parece estar descartada una intervención militar; Estados Unidos y la OTAN han aprendido la lección… La Liga Árabe, siempre renuente a intervenir incluso a nivel diplomático, ha fracasado en sus tibias misiones. Una resolución de la ONU sobre Siria no prosperará debido a la oposición de Rusia y China. Tampoco era seguro que fuera a tener un efecto apreciable en el futuro. Estados Unidos y otros países han retirado a su embajador de Damasco pero ello no modificará el panorama.

Todo el mundo dice que es menester destituir a Bashar el Asad. Pero no está solo. Siria es un país profundamente dividido; alrededor del 30% de la población es no suní y buena parte de las minorías existentes temen que un nuevo régimen les conceda menos libertades que el antiguo. Hay conflictos locales entre tribus y clanes, entre ricos y pobres, entre las ciudades del norte y Damasco. El dilema a que hace frente Occidente estriba en que, aunque resulta muy de desear la sustitución de los gobernantes actuales tanto por razones humanitarias como políticas –pues representaría asestar un golpe a los planes de Irán de ganar supremacía en Oriente Medio–, nadie quiere un régimen tan malo como el actual y que aún puede empeorar en el futuro. Es un problema al que hacen frente numerosos países de Oriente Medio.
La oposición siria está profundamente dividida. Las autoridades en Washington hablan de la necesidad de apoyar a la oposición y preparar el periodo posterior a la caída de El Asad. ¿A quién apoyar? En Londres funciona el Congreso Nacional Sirio fundado en una conferencia y que recibe la influencia de los Hermanos Musulmanes. Existe también el Comité de Coordinación Nacional, de signo más laico, asentado básicamente en el interior de Siria. Numerosos grupos locales representan intereses religiosos y tribales. Incluso los desertores de las fuerzas armadas sirias se dividen entre el Movimiento de Oficiales Libres y el Ejército Libre Sirio, y mantienen una colaboración pero no muy estrecha.
Se ha acusado al Comité de Coordinación Nacional de no ser suficientemente radical; está dispuesto a negociar con el Gobierno actual pese a sus fechorías. Se ha acusado al Congreso Nacional Sirio de ser un instrumento de los Hermanos Musulmanes deseosos de imponer el islamismo político, el sistema legal de la charia.
En relación con este último punto, si bien es cierto que no cabe equiparar a los Hermanos Musulmanes con al Qaeda y es verdad que no plantean de momento demandas de tipo radical (sus líderes egipcios han aclarado que “en los primeros cinco años no se cortarán manos”), siguen queriendo imponer una dictadura religiosa. Es su misma razón de ser; de lo contrario, serían como los demás partidos. Los diplomáticos occidentales han hablado con los distintos partidos, incluidos los Hermanos Musulmanes, pero ¿recogerán algún fruto?
Los disturbios en Siria pueden adoptar diversas formas en el futuro. El régimen actual podría caer repentinamente a consecuencia de alguna conspiración en el seno del mando de las fuerzas de seguridad o de las fuerzas armadas. Podría también producirse una situación de punto muerto, que podría durar un mes o varios meses. O podría tener lugar una solución a la egipcia en la que Bashar El Asad y algunos más serían expulsados del poder. Posteriormente podrían surgir jefes locales en representación de diversas facciones. Cabe la posibilidad de que durante un cierto tiempo se corra un velo sobre los conflictos existentes en el seno de la oposición, aunque se precisarán grandes esfuerzos para alcanzar este modesto objetivo. Además, el resultado puede ser magro: los conflictos son demasiados y demasiado profundos.
Entre tanto, los diplomáticos occidentales podrán decir que ni Oriente Medio ni Siria en particular serán nunca los mismos y que la libertad prevalecerá. Es decir, que hemos de situarnos en el lado correcto de la historia, como acaba de decir Hillary Clinton. Sin embargo, ¿cuál es el lado correcto de la historia en Oriente Medio? No deberíamos ser demasiado duros con los diplomáticos que intentan encontrar una solución pacífica. Su tarea es casi imposible. La historia parece apuntar hacia el caos y a cualquier cosa menos a la libertad y la democracia en Siria y en otros muchos otros lugares de Oriente Medio. Es de esperar que no para siempre, pero indudablemente para un largo tiempo.
Las perspectivas señalan que habrá un gran desorden bajo el cielo, como reza una de las expresiones de Mao. Pobres diplomáticos. Pobre pueblo sirio.

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