3 mar 2013

Otra renuncia en la Iglesia/LEONARDO BOIX


  • Otra renuncia en la Iglesia/LEONARDO BOIX


Revista Proceso No. 1896, 3 de marzo de 2013
LONDRES.- Acusado de haber cometido “actos sexuales inapropiados” a principios de los ochenta contra tres sacerdotes y un excura británicos, el jefe del catolicismo en Escocia y más alto representante de la Iglesia católica en el Reino Unido, el cardenal Keith O’Brien, de 74 años, se vio forzado a renunciar.

El “intolerante del año” –como lo nombró en noviembre pasado el grupo Stone­wall, defensor de los derechos de gays y lesbianas, por su férrea oposición al matrimonio entre homosexuales– dejó su puesto a tres semanas del 17 de marzo (fecha original prevista para su retiro) y queda sin posibilidad de participar en el cónclave para elegir al sucesor del Papa Benedicto XVI.

 Todo comenzó el 4 de febrero, cuando tres sacerdotes y un excura británicos, quienes permanecen en el anonimato por razones legales, elevaron en Londres una queja formal ante el representante papal en el Reino Unido, el nuncio Antonio Mennini, denunciando “actos sexuales impropios por parte del cardenal. Las denuncias presentadas por escrito y en estricta confidencialidad, fueron hechas una semana antes del 11 de febrero, cuando Benedicto XVI anunció su renuncia al papado.
 Las denuncias se conocieron el 24 de febrero, cuando las publicó el dominical inglés The Observer en un reporte especial. Un día después el arzobispado de Edimburgo anunció la renuncia del cardenal.
 Según confirmaron a Proceso fuentes de la Iglesia católica escocesa, los cuatro denunciantes pertenecían a la diócesis de Saint Andrews y Edimburgo. El excura afirmó que O’Brien se portó “inapropiadamente” con él a comienzos de 1980, luego de una noche de plegarias, cuando el denunciante era seminarista en el St. Andrew’s College, en Drygrange. Dicho sacerdote dejó los hábitos el 5 de agosto de 1985, el día en que O’Brien fue nombrado arzobispo.
 En su denuncia reveló que el cardenal había tratado de manosearlo y besarlo en la boca. En un breve escrito el exseminarista indicó: “Supe entonces que él siempre tendría poder sobre mí. Fue asumido que dejaba el sacerdocio para casarme. Pero no fue por eso. Dejé los hábitos para preservar mi integridad”.
 Un segundo denunciante, que sigue siendo sacerdote, dijo que en 1981 fue visitado en su parroquia de las afueras de Edimburgo por O’Brien, quien se propasó con él sexualmente luego de una ronda de bebidas, discusiones teológicas y rezos.
 Otro sacerdote dijo que O’Brien tuvo “comportamientos inapropiados” cuando el primero era seminarista. Precisó que en julio de 1982, tras una homilía en Edimburgo, él y el arzobispo compartieron algunas copas de whisky, tras lo cual éste lo manoseó e intentó tener sexo oral.
 El cuarto denunciante, también sacerdote, dijo que el cardenal solía aprovechar las plegarias nocturnas en una parroquia rural en las Highlands (norte de Escocia) para tener “contactos inapropiados” con él, en un periodo que fue desde 1980 a 1984.
 O’Brien, quien en sus últimos meses pastorales se había mostrado a favor de que los sacerdotes se casaran y tuvieran hijos, rechazó de inmediato las acusaciones y confirmó que una vez que el Vaticano investigue el asunto emprenderá personalmente acciones legales contra los denunciantes.
 Tres días antes de verse obligado a renunciar y en una entrevista en la radio BBC de Escocia, emitida el 22 de febrero, había revelado que se retiraría al cumplir 75 años, el próximo domingo 17, luego de votar por el sucesor de Benedicto XVI. El escándalo le impidió asistir al Vaticano.
 O’Brien es un decidido opositor al aborto –lo considera un asesinato–, a la eutanasia, a la fertilización asistida –que comparó con los experimentos nazis– y al matrimonio entre homosexuales, al que llamó “aberración”.
 “Intolerante del año”
 Nacido el 17 de marzo de 1938 en Ballycas­tle, en el condado norirlandés de Antrim, Keith­ Michael Patrick O’Brien había mostrado desde pequeño su inclinación por la religión.
 A los 16 años y luego que su familia se mudara a Escocia, ingresó al seminario de Saint Andrew’s College, en Drygrange, antes de inscribirse en la Universidad de Edimburgo, donde años después obtuvo el grado de licenciado en química y matemáticas. Según sus colegas de seminario, era “reservado pero ambicioso y de carácter fuerte”.
 Se ordenó sacerdote el 3 de abril de 1965, poco antes de cumplir 26 años. El siguiente lustro fue empleado por la alcaldía de Fife como maestro de matemáticas y ciencia, además de servir como capellán de la St. Columba Secondary School de Cowdenbeath, al norte de la capital escocesa, donde enseñaba matemáticas.
 Su gran “triunfo” personal, como él mismo lo describiría, llegó el 5 de agosto de 1985 cuando fue ordenado arzobispo de Saint Andrews y Edimburgo, uno de los máximos cargos de la curia escocesa. De 1996 a 1999 sirvió como administrador apostólico en la diócesis de Argyll y las Islas Escocesas, y de marzo de 2002 a 2012 fue presidente de la Conferencia de Obispos de Escocia. El 21 de octubre de 2003 el papa Juan Pablo II lo hizo cardenal, cargo que le permitió participar dos años después en la elección de Benedicto XVI.
 Su último traspié fue con Stonewall al negarse a aceptar los llamados matrimonios igualitarios. El grupo defensor de los derechos de gays y lesbianas había “galardonado” a O’Brien el 1 de noviembre pasado en una ceremonia en Londres como “el intolerante del año”, luego de que el cardenal escribiera un artículo el 3 de marzo de 2012 en el Daily Telegraph, donde dijo que los matrimonios entre homosexuales eran “una subversión grotesca a un universalmente aceptado derecho humano”.
 Tras la renuncia del cardenal, Colin Mac­Farlane, director de Stonewall en Escocia, se mostró esperanzado en que la investigación dé con la verdad y deseó “que el sucesor (de O’Brien) muestre un poco más de caridad cristiana para los abiertamente homosexuales”.­
 Consultado por Proceso, el profesor John Haldane, uno de los teólogos del catolicismo más importantes de Escocia y consejero del Vaticano, sostiene: “La renuncia y la decisión del cardenal O’Brien de no participar en el cónclave –que para él es obviamente una tragedia personal y un desastre– podría ser vista más ampliamente como una reestructuración de la Iglesia que se colapsa.
 “Pero de hecho creo que podría también verse como el final de una época en la historia del catolicismo en Escocia y, más ampliamente, del mundo anglosajón, que provee de una ocasión para trazar una línea, dar vuelta a la página y comenzar de nuevo.”

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