14 nov 2013

¿Habría tal vez que suprimir los servicios de inteligencia?


Secretos estadounidenses/Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.
Publicado en La Vanguardia |14 de noviembre de 2013

Las recientes revelaciones sobre la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) acerca de las escuchas a políticos destacados, como a la canciller Merkel y a líderes de otros países (aliados de EE.UU.), han causado una gran indignación y siguen presentes de modo prominente en los medios de comunicación en varios países. Sin duda, la cuestión ha dañado la reputación de EE.UU., sobre todo en un país como Alemania. No tanto en el Reino Unido, que colaboró con Washington, y menos en Francia, donde prevaleció un enfoque más cínico (“todo el mundo lo hace, la diferencia es que los estadounidenses lo hacen a mucha mayor escala”). Sin embargo, en EE.UU., después de unos días de cierta agitación el tema apenas suscita debate. Aunque los políticos están de acuerdo en afirmar que algunas actividades de los servicios de inteligencia han escapado de control y se debería hacer algo al respecto, los medios de comunicación y el interés público se han desplazado a otros temas como el Obamacare. ¿Cómo cabe explicarlo? Hay más de una razón. Estados Unidos atraviesa una fase inflacionista que significa que no hay deseo de involucrarse en costosas y peligrosas aventuras en el extranjero. No habrá intervenciones militares en ningún sitio en un futuro previsible, ni en Iraq ni en Afganistán. Pero también significa que los estadounidenses, tanto la élite política como el hombre corriente, muestran poco interés por lo que otros piensen acerca de su país. Si los alemanes o los brasileños están indignados con Estados Unidos es, innegablemente, triste, pero no ocasiona noches de insomnio a nadie en el país, salvo en el caso de empresarios que pueden perder ventas o contratos. Los que ahora atacan a EE.UU. eran antiamericanos de todos modos; si no hubiera sido por Snowden, habrían encontrado otras razones para censurar a EE.UU.

Ahora bien, ¿escuchó también la NSA las conversaciones de los ciudadanos estadounidenses e investigó sus ordenadores? Algunas personas se han enfadado mucho, pero según los sondeos, la gran mayoría no experimenta gran preocupación por los hechos. Algunas personas creen que la pérdida de la intimidad y de la vida privada es un desastre de envergadura. No obstante, ¿no se han perdido en cualquier caso, dado que la piratería informática no es monopolio del Gobierno?
Tal ha sido una de las principales debilidades de los servicios de inteligencia estadounidenses durante muchos años, tal vez desde el principio. El espionaje estadounidense ha sido siempre mucho mejor en recopilar información por medios técnicos (escuchar, observar, fotografiar) que a través de medios humanos, el llamado humint ( human intelligence) por el que se infiltran agentes en el terreno del enemigo. ¿Por qué? Los intereses estadounidenses en el extranjero siempre han sido limitados. La geografía no se enseña en la mayoría de escuelas de EE.UU., sólo en un puñado de universidades. Es cierto que los estadounidenses viajan mucho al extranjero, pero el perfecto conocimiento de lenguas extranjeras es muy limitado.
En todas estas cuestiones cabe aplicar lo propio a otros países grandes; un país grande y poderoso no necesita saber tanto sobre el mundo exterior como un país pequeño. Pero la cuestión se aplica, en particular, a EE.UU. Cuando había la guerra fría, se hizo un esfuerzo para perfeccionar y ampliar el estudio de los asuntos rusos y soviéticos. Pero cuando la URSS cayó, también decayó el interés en los asuntos rusos. En los últimos años ha aumentado el interés en el mundo chino y el árabe, como también en el mundo musulmán, aunque no de modo espectacular; son lenguas difíciles y culturas complejas y se precisa gran esfuerzo para adquirir conocimientos sólidos en estos campos. El conocimiento del español ha aumentado, pero obedece sobre todo a la inmigración de tantas personas latinas. Por otra parte, EE.UU. ha estado siempre a la vanguardia de la invención tecnológica, mucho antes de los tiempos del ordenador. Los servicios de inteligencia (hay dieciséis agencias de inteligencia, además de la CIA) han reunido enormes masas de hechos, lo cual es a veces de gran utilidad, por ejemplo, para hacer un recuento de los sistemas de armas de un posible enemigo; pero esta operación profesional informa escasamente de las intenciones políticas y militares, porque en el mundo de la política concurren en este asunto numerosos factores (y habitualmente los más importantes) que no se pueden cuantificar. Una vez recopiladas estas grandes masas de información, es menester emplear muchas más personas que lean, analicen y distribuyan esta información para su archivo y conservación. Cuanto más personal se emplea, mayor es la probabilidad de que los secretos dejen de ser secretos.
¿Habría tal vez que suprimir los servicios de inteligencia? Como dijo el secretario de Estado Henry Stimson (1929-1933), “los caballeros no leen las cartas de otros caballeros”. Tenía toda la razón, pero por desgracia no todas las personas que trabajan en la política son damas o caballeros.
Este debate sobre los arcana imperii (los secretos de Estado) ha proseguido desde tiempos inmemoriales. El mundo tal vez estaría mejor si no hubiera secretos, si prevaleciera una total apertura. Es poco probable que suceda. Sin embargo, a menos que el secreto se combine con sentido común, habrá contratiempos, pequeños y grandes como el actual.

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