15 dic 2013

La historia quedó atrás/JENARO VILLAMIL


La historia quedó atrás/JENARO VILLAMIL
Revista Proceso #1937, 14 de diciembre de 2013
El historiador Lorenzo Meyer no lo duda: la aprobación de la reforma energética en la Cámara de Diputados el jueves 12 –día de la Guadalupana– fue un acto perfectamente planeado: detrás de todo hubo “una inteligencia perversa, maquiavélica”. Y aclara que, quienes hayan sido, leyeron mal a Maquiavelo, pues él aseguraba que el príncipe debía aprender de los malos, pero para fortalecer la autonomía del Estado frente a los otros poderes. Sin embargo, dice a Proceso, ellos aplicaron la máxima al revés: hay que ser perversos para debilitar al Estado, no para fortalecerlo. Y para ello dejaron en el olvido lo fundamental que es para México y los mexicanos la historia, en la que está enraizado el petróleo.
 El único punto que queda fuera de la reforma energética aprobada por la mayoría del PRI, PAN y Partido Verde en el Congreso es “cómo eliminar la corrupción, la variable fundamental en esta red de intereses”, afirma el historiador Lorenzo Meyer.
 Y agrega: “No se dice quién va a vigilar los nuevos contratos, y los nuevos órganos reguladores no tienen manera de enfrentar a los tiburones transnacionales”.

 Para Meyer, conocedor de los entretelones de la industria petrolera antes y después de la expropiación de 1938 y crítico de la decisión adoptada en el Senado la semana pasada, se requería de una decisión formidable: “enfrentar la corrupción y hacer de Pemex una empresa con compromiso y servicio, con un proyecto de largo plazo, con un espíritu de independencia, con una idea de futuro de sociedad y de nación”.
 –¿Ya no existe ese compromiso?
 –Ese compromiso se pierde con la reforma.
 Entrevistado por Proceso para hacer un balance sobre la importancia histórica de la decisión adoptada en el Congreso, Meyer considera que la “verdadera agenda” de quienes impulsaron la reforma energética y la modificación de los artículos 25, 27 y 28 constitucionales no era la lucha anticorrupción en Pemex, sino “la apertura a los privados” y después la lucha contra la corrupción.

En cuanto a la creación de una Comisión Nacional de Hidrocarburos que, según la iniciativa aprobada, tendrá autonomía y se regirá por criterios “transparentes”, el investigador responde:

“Los comisionados van a ser nombrados por el presidente. Para integrarse a este organismo se necesita ser experto y ser honrado. ¿Tenemos a la gente que cumpla esos dos criterios? Eso no se toma en cuenta en los criterios; se da por sentado que serán honrados y con conocimiento.

“No se toma en cuenta que las grandes empresas petroleras transnacionales tienen muchos años de experiencia en el mundo corrompiendo a instituciones débiles. Si aun en las democracias fuertes y consolidadas corrompen, ¡imagínese en la mexicana!”

Autor del libro Nuestra tragedia persistente. La democracia autoritaria en México, Meyer coincide con analistas y legisladores que aseguran que hubo “una inteligencia perversa, maquiavélica”, detrás de la aprobación de la reforma petrolera.

“Quien llevó la parte más importante del cambio –dice– es el PAN, el partido que perdió la presidencia en 2012. El PRI le permite incorporar sus demandas en la reforma para acabar con lo último que quedaba del cardenismo en la historia priista.

“Me pregunto: ¿así fueron las circunstancias o fue deliberado? El PAN ya pagó los costos políticos. Está fuera del poder. Va a pagar electoralmente porque lleva el bastón de mando en la reforma.”

Incluso, abunda, el PAN “pidió un plato de lentejas a cambio de aprobar esto”: la reforma política aprobada es algo muy menor y mal hecha. No es lo que ellos pedían”.

Al preguntársele quién pudo ser la “mente perversa” que diseñó esto, cita al clásico florentino Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe:

“Quienes hayan sido leyeron mal a Maquiavelo. Él decía que el príncipe debía aprender de los malos, pero para fortalecer la autonomía del Estado frente a los otros poderes. Ellos lo han aplicado al revés: hay que ser perversos para debilitar al Estado, no para fortalecerlo.”



Petróleo: su peso histórico



Meyer leyó la exposición de motivos del dictamen de reforma energética elaborado por los negociadores del PRI y del PAN. Su primera sorpresa fue darse cuenta de que, asegura, “no hay ni un solo reconocimiento de lo que hicieron en el pasado al enfrentarse a los grandes intereses de entonces.

“No hay un solo reconocimiento, ni en la (fracción) del PAN, menos aún en la del PRI. Ellos dicen que la historia es una carga, que hay que deshacerse de eso. No entienden que la historia es una concepción del mundo.

“Es curioso que en Estados Unidos –la democracia más liberal del mundo– nunca dejan de hacer referencia a su historia. Aquí no. Para éstos la historia es un distractor; en Estados Unidos es una fuente de inspiración.”

Tras esa comparación, el autor de Su Majestad Británica contra la Revolución Mexicana (1900-1950), considerada una de las investigaciones más reveladoras sobre la influencia de Inglaterra en el proceso de expropiación, continúa: “Es en ese sentido que no comparto la idea de uno de los cuadros que está en la iniciativa. Es una fotografía de ahora. Se compara a las distintas industrias petroleras mundiales. Nos ponen de ejemplo a Noruega y nunca dicen que ellos no tuvieron que luchar contra nadie por defender su petróleo. ¡Qué bueno que ellos no tuvieron que luchar! ¡Qué envidia!

“Pero nosotros no. Nosotros, en el petróleo, tenemos una lucha que condensa toda nuestra lucha contra el imperialismo, aunque suene anticuado. La expropiación petrolera empezó muy temprano, desde 1902. México se convirtió en uno de los primeros en hacer una legislación retroactiva y lo plasmó en la Constitución de 1917.

“Le costó muchísimo al país. Cárdenas supo usar una coyuntura favorable para cristalizar lo que decía la Constitución. La política petrolera para arrancarle el dominio a las transnacionales no se hizo con las masas, se hizo con la élite política.”

–Sin embargo, hubo después de la decisión de expropiar un apoyo inmediato de la sociedad a la decisión adoptada.

–Se invirtió mucho para lograr la expropiación. Fue uno de esos raros momentos en nuestra historia que la dirigencia política del país y la sociedad civil coincidieran en uno de los objetivos.

“En ese momento es cuando el asunto petrolero toma una dimensión mayor y se vincula con nuestra identidad como nación. Ahí se resumió la visión de ganar o perder soberanía.”

De acuerdo con Meyer, hasta antes de 1938 la sociedad mexicana no sabía qué era el petróleo o cuál era la importancia. Los constitucionalistas de 1917 redactaron el artículo 27 por una necesidad recaudatoria que se fue transformando en patriótica.

“Cárdenas tuvo la visión de hacer identificar la capacidad de manejar nuestra industria petrolera con la capacidad de desarrollar al país”, reflexiona.

–¿Fue un momento de alta autoestima nacional?

–Fue el hallazgo de haber encontrado un objetivo común entre sociedad política y sociedad civil. Las presiones extranjeras vinieron inmediatamente después de la expropiación. Cárdenas hizo una lectura muy anticipada de las fuerzas que venían y optó por aliarse con quienes, en ese momento, no se veían como los triunfadores.

–¿Con la expropiación petrolera también cristaliza el presidencialismo mexicano?

–En parte. En realidad, fue a través del reparto agrario que Cárdenas construye la base social del nuevo régimen.

De hecho, subraya, “Cárdenas no necesitaba expropiar el petróleo para su cálculo de poder inmediato. Fue una visión de largo plazo, no de corto plazo, lo que motivó al general a tomar una decisión de ese tamaño”.

–¿Por qué no necesitaba expropiar?

–Porque Cárdenas ya había llegado a un arreglo con los ingleses y se había descubierto la riqueza de Poza Rica. Eso lo relató en Su Majestad Británica.

–¿Por qué adoptó esa decisión?

–Porque era un estadista. Porque él estaba consciente de que había que sacar a México de un círculo infernal que venía desde la Colonia. Porque vio al petróleo como una palanca para industrializar al país.

“Él se echó un problema encima que un político, como los de ahora –quienes tienen un cálculo corto–, no se hubiera echado. Fue el único que supo estar a la altura de los tiempos como estadista. Gracias a esa decisión, el país pudo crecer después a tasas de 6% anuales, que nunca volvimos a tener.”



Crisis, deuda y energéticos



Para Meyer, la crisis del petróleo se inició cuando José López Portillo decidió petrolizar la economía y convertir a México en un exportador de crudo ante el hallazgo de la abundancia de pozos como Cantarell.

“Hasta ese momento, nosotros no estábamos en el negocio de vender nuestro petróleo al exterior; era para la industrialización y el desarrollo interno del país”, relata el catedrático de El Colegio de México.

Añade: “Paradójicamente, la promesa era muy similar a la que nos hacen ahora: mandar al exterior la riqueza petrolera y convertirnos en una potencia. La crisis sobrevino con la disminución de los precios a nivel internacional y el endeudamiento de México en un lapso muy breve.

“López Portillo quiso salvar al régimen autoritario del PRI petrolizando la economía. Las muestras de debilidad venían desde el 68 y se agudizaron con Echeverría”, comenta el historiador en clara referencia a la insurgencia civil que surgió en los años setenta del siglo pasado.

–¿No resultó paradójico que, al mismo tiempo que hacía la reforma política de 1977, petrolizaba la economía para salvar al régimen autoritario?

–López Portillo propuso revivir el régimen autoritario con la administración de la abundancia para darle vida artificial a algo que ya vivía una crisis. Fue una decisión muy desafortunada para el país.

“La lógica del régimen –de entonces, como ahora–, era la eficacia, no la democracia. Fue la huida hacia delante. No duró más que un abrir y cerrar de ojos porque sobrevino la crisis de la deuda en 1982. Estábamos sacando petróleo, endeudándonos. La orden fue: hay que ordeñar a Pemex y después vemos qué sucede. Se acumularon errores y se convirtió a Pemex en un mecanismo para paliar la ine­quidad que el fisco no pudo resolver.”

Cuando se colapsa el modelo económico, en 1982, arribó una nueva élite política que también vivió sucesivas crisis: el de Miguel de la Madrid “fue un sexenio de pura crisis”, y su sucesor Carlos Salinas “terminó con la crisis de 1994”.

Con Vicente Fox, recuerda Meyer, el precio del petróleo aumentó otra vez y, en lugar de emprender una reforma a fondo, para combatir la corrupción y salvar a Pemex de su carga fiscal, el panista lo hundió más.

–¿Qué sucede ahora con el retorno del PRI?

–Les urge dar el siguiente paso: pagar el futuro con la aceptación en el presente del capital privado internacional, e hipotecar al país.

–¿De nuevo otro ciclo de crisis y petróleo?

–La población de ahora no lo va a resentir de inmediato. Es el futuro el que se hipoteca. Lo que perdemos ahora es soberanía. Una vez que se firmen los primeros contratos, ya el petróleo es de ellos.

–¿Así se explica la desmovilización social de estos momentos frente a la reforma?

–Es muy difícil para los mexicanos sentir el petróleo como suyo. Es algo intangible. No les van a quitar un peso. ¿Van a luchar por él? ¿Por qué lo harían cuando sus dirigentes han sido tan corruptos? Y luego sucede que al dirigente social más importante (Andrés Manuel López Obrador), quien estaba al frente de la defensa del petróleo, le da un ataque al corazón. Ese sí fue un regalo para los impulsores de esta reforma.

–¿ Hay muchas coincidencias en las fechas, no?

–El hecho de que el día de la Guadalupana –el jueves 12–, cuando se inicia la movilización religiosa más importante de los mexicanos, se aprueba la reforma energética, fue algo perfectamente planeado. 

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