12 ene 2014

Entrevista al vaticanista Salvatore Izzo


Benedicto y Francisco: dos papas con enfoques complementarios"
El vaticanista Salvatore Izzo analiza los últimos once meses de la Iglesia, de la renuncia de Benedicto XVI a los nuevos desafí­os de papa Francisco
 Ciudad del Vaticano, 11 de enero de 2014 (Zenit.org) Federico Cenci 
 Los periodistas presentes en la Sala de Prensa vaticana, en la tarde del pasado 13 de marzo, no olvidaran nunca este momento. El anuncio de la fumata blanca vino como un sock de entusiasmo contagioso. Sonrisas, abrazos y gritos de júbilo tomaron el lugar, por algunos minutos, del aplomo habitual que reinaba en ciertos ambientes. Finalmente, después de semanas de Sede Vacante, el pueblo cristiano podía conocer a su nuevo Santo Padre.
Salvatore Izzo, vaticanista de larga trayectoria, periodista de la agencia italiana Agi, recuerda haber sido de los más ruidosos y entusiasmados. A diez meses de distancia, explica que ese entusiasmo estaba en buena posición. En la entrevista, Izzo habla sobre la renuncia de Benedicto XVI - al que se siente profundamente unido - y analiza el pontificado de Francisco, un Papa "traído de la mano del Señor".

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 En su opinión, ¿cuáles son las razones que han llevado a Benedicto XVI a la renuncia?
 -- Salvatore Izzo: El 11 de febrero de 2013 ha sido quizá el día más doloroso de mi vida, junto al de la muerte de mi padre. Lo digo porque tu pregunta toca un tema muy delicado para mí y no quisiera ser malinterpretado.  Lo primero quiero afirmar que no creo que haya alguna razón para no creer en la motivación de una persona seria y honesta como el papa Benedicto ha dado con su gesto: el progresivo descenso del vigor necesario, tanto del cuerpo como del alma, para guiar a la Iglesia en un tiempo difícil. No obstante la avanzada edad, durante 7 años pasó con extraordinaria generosidad y eficacia: le he seguido en todos los viajes, y no puedo olvidar como supo "conquistar" por ejemplo los Estados Unidos y Gran Bretaña, o a los jóvenes en Australia y toda la población libanesa.  Por no hablar de Cuba, de Tierra Santa y de las maravillosas visitas marianas a Lourdes, Fátima y Loreto. Y es en este orden de las cosas que, a los 86 años, podría no sentirse capaz de mantener el paso necesario para guiar nuestro pueblo en camino. Pero personalmente creo que a esta condición de cansancio y debilidad, advertida frente a la gravedad de los problemas aún por afrontar, a partir de la ultra-necesaria reforma de la Curia, hayan contribuido al mismo tiempo muchas más: no podemos olvidar que el Papa ha sido aislado, ofendido, calumniado, traicionado, y al final también robado en su propia casa. Para entender qué ha sucedido en estos años es necesario releer lo que ha escrito en la carta a todos los obispos del mundo sobre el "caso Williamson" y en la de los católicos de Irlanda heridos por abusos, que considero dos documentos importantísimos y reveladores de la santidad personal de Joseph Ratzinger. Las palabras con las cuales ha descrito la agresión sufrida después de la remisión de la excomunión y las lágrimas que ha derramado con las víctimas de los crímenes realizados por sacerdotes me volvieron a la mente mientras debía escribir para Agi - y ha sido para mí muy triste - lo que había sucedido en el consistorio en el que sin previo aviso Benedicto anunció su renuncia.

¿Es verosímil que el cardenal Bergoglio fuera también el candidato deseado por Benedicto XVI?

-- Salvatore Izzo: Sinceramente no creo que el papa emérito tuviera uno o más candidatos. Creo que Benedicto se haya fiado completamente del Señor, confiando que el Espíritu - como dijo después Francisco el 16 de marzo en el encuentro con los periodistas - después de haber sugerido la renuncia, guiase también la elección del sucesor. Creo que a estas cosas se debe mirar con un espíritu de fe (sino no se entiende nada) y Joseph Ratzinger es un hombre de profunda fe. En cuanto a las hipótesis que podría haber hecho Benedicto - como todos - en estas horas de espera, aunque si obviamente recordaba los muchos votos que obtuvo Bergoglio en el 2005, no parece que habría hablado nunca de la posibilidad concreta de su elección en el cónclave sucesivo. Pero esto no me parece un elemento significativo, mientras que sí subrayo el hecho de que el papa emérito ha prometido absoluta obediencia al sucesor aún antes de saber quien sería.
Según algunos, la candidatura del cardenal Bergoglio se impuso con decisión desde la primera votación del Cónclave. ¿Qué opina usted al respecto?
 --Salvatore Izzo: Por lo que he podido reconstruir, parece que desde la primera votación Jorge Mario Bergoglio y otros dos cardenales latinoamericanos cercanos a él (pero ambos en cifra claramente inferior al entonces arzobispo de Buenos Aires) habrían recibido juntos un número de votos tal de acercarse al tercio de los electores. Por tanto, fue claro desde el principio que el viento del Espíritu soplaba en esta dirección. Y me resulta difícil de creer la hipótesis de un paquete de votos consistente preconstruido a favor de un candidato italiano. Estando divididos entre sí, no parece plausible que nuestros candidatos pudieran contar con apoyos iniciales significativos de cardenales de otros países.

¿Cómo acogió la elección de papa Francisco?
--Salvatore Izzo: Desde el momento de la renuncia de Benedicto, durante un mes y dos días - lo confieso un poco avergonzado - personalmente he caído en un estado de confusión angustiosa, una noche realmente oscura: sentía que Benedicto había hecho una elección demasiado dolorosa, aunque si lo había hecho por el bien de todos, en particular de los más débiles y pobres del mundo, los que tienen en el Papa el único defensor. Además de bajar de la Cruz, ¡Benedicto se había dejado clavar! De esta tristeza paralizante me ha levantado la fumata blanca el 13 de marzo, cuando aún antes de saber quién había sido elegido, he sentido la gran alegría de sentirme de nuevo hijo. Y en ese signo exterior he reencontrado la razón de mi fe porque - dado la situación de la Iglesia - la elección del nuevo obispo de Roma al segundo día no podía ser más que un don del Espíritu Santo. Impresión que ha confirmado después el anuncio del elegido: un prelado que vivía en pobreza y que ha elegido por nombre Francisco, realizando aquel sueño del cual había escrito varias veces en los días precedentes (aunque si honestamente lo admito - había pensado más bien en la posibilidad que de osar tanto podía haber sido elegido el capuchino O'Malley). Por esto con mis hijos y mi mujer - que estaban conmigo en la Sala de Prensa - he vivido instantes de verdadera fiesta, quizá también demasiado ruidosa, come se lamentó algún colega. Después, cuando Francisco desde la Loggia de las bendiciones recordó a Benedicto e inclinó la cabeza, entendí qué gran don estábamos recibiendo con su elección.
 Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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