9 feb 2014

50 años del Villaurrutia a Elena Garro


50 años del Villaurrutia a Elena Garro/
PATRICIA ROSAS LOPÁTEGUI 
Revista Proceso #  1945, 8 de enero de 2014;
El 14 de febrero se cumplen 50 años de que Elena Garro recibió el Premio Xavier Villaurrutia por su emblemática novela Los recuerdos del porvenir, premio que compartió con La feria, de Juan José Arreola.
Esta épica mexicana creada entre 1951 y 1953, cuando Elena Garro se encontraba delicada de salud, primero en París, Francia, y después en Berna, Suiza, atravesó mares y continentes guardada en los míticos baúles de su autora, quien no pensaba publicarla porque la había escrito, aparentemente, sólo instigada por la añoranza de su familia, sus nanas indígenas y, en suma, por el México de su infancia. Sin embargo, años más tarde, cuando decidió que tal vez valía la pena que saliera a la luz la saga de los Moncada y del general Francisco Rosas, descubrió que ningún editor se interesaba en ella: ni en México ni en Argentina ni en España.
En julio de 1963, María Luisa La China Mendoza entrevistó a Elena Garro. En un momento del diálogo, Garro le comentó que le había enviado la novela a sus amigos argentinos Jorge Luis Borges, José Bianco y Adolfo Bioy Casares, para que revisaran la puntuación. Helenita, su hija, interrumpió y explicó:

 “Por cierto, los tres le escribieron una carta a mi mamá donde declaraban que era una novela tan buena, una crítica a la sociedad tan fuerte, que sólo podría comparársele con La guerra y la paz, de Tolstoi.”
 La novela originalmente llamada “Ulises” tocó tierra y se volvió realidad a finales de 1963, gracias a la Editorial Joaquín Mortiz.
 La solapa estuvo a cargo de José Emilio Pacheco, según me lo confesó el mismo poeta; transcribo uno de los párrafos:
 “Con un arte maestro de sus propios recursos, Elena Garro ha escrito una novela que confía su eficacia a dos elementos, poesía e imaginación, raras veces empleados tan diestramente en la narrativa mexicana. Desprendido de la geografía o la crónica inmediata, Ixtepec evoca los días petrificados que el estallido revolucionario vino a romper y sustituyó por un orden de terror. En ese marco vemos surgir una galería extraordinaria de seres que cercan la tragedia de amor y desamor del general Francisco Rosas. Mientras se urde el juego de la muerte, otros son capaces de detener un tiempo que al fluir muestra y esconde a Julia y Felipe Hurtado, fusila a Nicolás Moncada… Extraviado en lo real, en lo imposible, Francisco Rosas se hunde como en los planos de un espejo; Isabel permanece enterrada con su amor como recuerdo del porvenir mientras duren los siglos.”
 El 14 de febrero de 1964, Elena Garro recibió el galardón de manos del licenciado Humberto Romero, secretario privado del entonces presidente, Adolfo López Mateos. La ceremonia tuvo lugar a las 19:30 horas en las Galerías Excélsior de la Ciudad de México. La presentación de los laureados escritores estuvo a cargo de Francisco Zendejas, fundador del premio y secretario de la Sociedad de Amigos de Xavier Villaurrutia.
 Dos semanas más tarde, Zendejas comentó desde las páginas de Excélsior:
 “La decisión del jurado. Se declara que los mejores libros de literatura publicados en México durante el año de 1963, en opinión de los firmantes: Rodolfo Usigli, Octavio Paz y Francisco Zendejas, son: la novela de Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, y el gran relato de Juan José Arreola, La feria.
 “El jurado cree que la de Arreola es una obra de maestro y una crónica admirable de Zapotlán. Libro raro por su estructura donde nadie y todos hablan; donde los hombres se confiesan sus sueños, sus fracasos y sus propósitos, buenos o malos. Libro que intenta apropiarse, para el uso de la novela mexicana, la semántica universal; pero que, en cierta forma, da un paso adelante respecto de las corrientes literarias de boga, especialmente en francés e inglés, haciendo de lo propiamente tradicional, en el cuerpo y en el espíritu, una expresión donde lo popular se diluye a filtros estrechamente intelectuales. Libro de juego, casi de pasatiempos, pero que responde gravemente a su intuición, a su explosión de feria pueblerina, radicalmente mexicana.
 “‘Arreola nos ha dado una obra grotesca y macabra, mitad pantomima de interés, mitad danza de muertos, en la mejor tradición de los grandes satíricos de nuestra lengua’.
 “En su novela, Elena Garro ha creado dos personajes que, ‘quizá por primera vez en la historia de la literatura mexicana, poseen calidad carnal y mítica (el general y el loco del pueblo), y una gran variedad de tipos que son algo más que estampas, cada uno diario de vida propia. Su mundo está habitado por criaturas vivas; tiene una acción continua, una historia externa a la que corresponde otra interna, todo ello sostenido por una gran imaginación poética que nos lleva de la descripción realista a lo maravilloso; la realidad desemboca en el mito. En medio de un tratamiento acendradamente realista, Elena Garro logra lo que creemos, en el buen sentido, el mayor truco de la novela mexicana (así como el truco es legítimo de la literatura teatral) al volver toda esa realidad ilusoria. Lo fantástico, al final de los dos grandes relatos que la componen, nos hace diseñar toda la elaborada realidad que había construido previamente. Y con ello la escritora continúa en la gran tradición de la novela de Occidente: inserta lo fantástico en lo real y lo real en lo fantástico’.”
Los recuerdos del porvenir es la Ilíada mexicana, la epopeya que condensa lo real y lo maravilloso de nuestro devenir histórico; la que nos da rostro al encapsular los mitos fundacionales de nuestra identidad dualística; la que realiza una lectura desacralizadora de la Revolución y de la Guerra Cristera, donde las palabras y la magia se fusionan provocando un lirismo excepcional; es, en suma, un parteaguas en las letras mexicanas y un referente en la literatura universal.

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