Y la reparación del daño?
Con
base en argucias, el cura abusador permanece impune/RODRIGO
VERA
Revista Proceso No 2007, 18 de abril de 2015
El
defensor del joven Jesús Romero Colín insiste en que el cardenal Norberto Rivera
debe sujetarse a las leyes y denunciar ante la Procuraduría General de Justicia
del Distrito Federal al sacerdote Carlos López Valdés, quien abusó de su
cliente. De no hacerlo, dice, habría un problema de soberanía. Y lamenta las
argucias del abogado del cardenal, Armando Martínez, quien argumenta que “desde
el punto de vista canónico” la situación está finiquitada. Por lo pronto, el caso será llevado a la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
De
acuerdo con la legislación civil, dice el abogado Salas, López Valdés cometió
por lo menos tres delitos: violación equiparada, corrupción de menores y
pornografía infantil.
Y
asegura que la arquidiócesis lleva años negándose a cooperar en el proceso que
le lleva la PGDF al hoy expárroco:
“En
2008 nosotros le empezamos a pedir a la arquidiócesis los primeros documentos.
Y desde entonces se ha estado negando a cooperar. Varias veces también llegamos
a solicitar audiencia con el cardenal Rivera. Y hasta febrero pasado nos
recibió, comprometiéndose a apoyarnos. Pero en los hechos todavía no vemos
nada”.
–¿Qué
documentos eclesiásticos están pidiendo actualmente?
–Pedimos
una relación de las parroquias donde estuvo oficiando el padre Carlos López de
1993 a 2013, pues siguió oficiando durante y después del proceso eclesiástico
que lo condenó. También pedimos que la arquidiócesis nos diga quiénes eran sus
superiores inmediatos durante el tiempo en que cometió sus abusos sexuales,
para así ir delimitando responsabilidades. Y, por supuesto, necesitamos
documentación de su expediente en el tribunal eclesiástico, como su declaración
de culpabilidad.
Castigo
de papel
El
denunciante Romero Colín era un niño de 11 años cuando, en 1994, entró a ayudar
como acólito al padre Carlos López en la parroquia de San Agustín de las
Cuevas, ubicada en Tlalpan. Desde entonces y hasta 1999 –un periodo de cinco
años– el sacerdote estuvo abusando sexualmente del menor.
Avergonzado
y confundido, Romero Colín no se atrevía a revelar tales hechos a sus padres,
quienes eran muy cercanos al párroco. Lo hizo hasta 2007. Inmediatamente, su
familia denunció al cura tanto en la arquidiócesis como en la PGJDF. Ante lo
irrefutable de las pruebas –como fotografías donde aparece el religioso
abusando de menores–, la Iglesia lo declaró culpable y lo suspendió como
sacerdote en 2011.
Pero
el castigo eclesiástico quedó en el puro “papel”, pues el pederasta –a decir
del joven– siguió oficiando durante los cuatro años en que se le sometió a
juicio; aun lo sigue haciendo en el estado de Morelos. Romero Colín también
asegura que Jonás Guerrero y Marcelino Hernández, entonces obispos auxiliares
del cardenal Rivera, tenían pleno conocimiento de sus abusos desde años antes
de que se le sometiera a juicio, y pese a ello decidieron encubrirlo (Proceso
2004).
El
abogado Salas insiste en que, por lo pronto, debe presentarse a declarar Jonás
Guerrero, actual obispo de Culiacán, ya que entonces era encargado de la Sexta
Vicaría de la Arquidiócesis y superior inmediato del pederasta.
“Nosotros
ya antes habíamos requerido a Jonás Guerrero, pero fue justo cuando lo sacan de
la arquidiócesis de México y lo hacen obispo de Culiacán. Marcelino Hernández
(actual obispo de Colima) también estaba al tanto de los delitos del padre
Carlos porque intentó ayudarlo psicológicamente para que no siguiera
delinquiendo”, comenta.
El
único subalterno del cardenal al que la procuraduría citó a declarar fue
Alberto Pacheco, a cargo entonces del Tribunal Eclesiástico. “En su
comparecencia, Pacheco incurrió en falsedad porque negó los hechos contra el
padre Carlos que le imputó su propio tribunal. Desgraciadamente, Pacheco murió
el año pasado”, dice el abogado Salas.
–¿Debe
también comparecer el cardenal Rivera?
–Primero
trataremos de que haya orden de aprehensión contra Carlos (López) Valdés. Y
esperamos que el cardenal nos aporte elementos para obtenerla, como nos lo
prometió en la reunión que tuvimos con él.
Alude
al encuentro que, el pasado 18 de febrero, sostuvo él y Romero Colín con el
cardenal. Ahí también estuvieron Armando Martínez, abogado del cardenal, y el
vocero de la arquidiócesis Hugo Valdemar.
Ese
día, comenta el entrevistado. “entregamos al cardenal 16 anexos del caso. Él
prometió apoyarnos y designó a su abogado como enlace con nosotros. Yo me he
comunicado telefónicamente con Armando Martínez y él me ha dicho que después me
regresa la llamada. No lo ha hecho. En esas estamos. Hasta hoy la arquidiócesis
no ha querido cooperar”.
Y
respecto a la Fiscalía Central de Investigación para la Atención de Delitos
Sexuales de la PGJDF, a cargo de las indagatorias, Salas señala que “ha actuado
de manera negligente en el proceso. Lleva ocho años con las mismas diligencias
por practicar, al grado de que ni siquiera ha podido localizar a López Valdés.
En fin, ha mostrado una clara negación de acceso a la justicia”.
Indica
que incluso la instancia que lleva el caso –el Juzgado 55, en Materia Penal,
del Distrito Federal– “le ha dicho a la procuraduría que necesita perfeccionar
su investigación porque es muy deficiente y omisa, pues a partir de ella no se
puede determinar ningún tipo delictual”.
–¿Han
acudido a otras instancias para conseguir justicia?
–Sí,
el año pasado interpusimos una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del
Distrito Federal. Al parecer pronto emitirá una recomendación tanto a la
procuraduría como a la arquidiócesis, por sus violaciones a los derechos
humanos cometidas durante el proceso de Romero Colín.
Las
justificaciones
El
abogado Salas refiere que, en caso de que definitivamente se cierren todas las
puertas en México, acudirán a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
para ver si ésta canaliza el caso a la Corte Interamericana.
Por
lo pronto, dice, el Comité de Derechos del Niño, de la ONU, le dio entrada al
caso de Romero Colín, junto con otros dos casos de pederastia sacerdotal en
México: el de Marcial Maciel y el del padre Nicolás Aguilar, quien, por cierto,
también fue sacerdote de Rivera Carrera.
A
diferencia del defensor de la víctima, el abogado del cardenal, Armando
Martínez, señala categórico que la arquidiócesis no denunció penalmente a su
sacerdote pederasta porque no estuvo obligada a hacerlo. Argumenta:
“Nosotros
no teníamos por qué denunciar debido a que ya había una denuncia presentada
ante la procuraduría. Es decir; la noticia criminis ya la había dado la propia
víctima al Ministerio Público.”
De
esta manera –indica–, no se infringió el artículo 12 bis de la Ley de
Asociaciones Religiosas, el cual ordena textualmente a las distintas iglesias
que “deberán informar en forma inmediata a la autoridad correspondiente la
probable comisión de delitos, cometidos en ejercicio de su culto o en sus
instalaciones”.
El
también presidente del Colegio de Abogados Católicos desmiente cualquier
acusación de encubrimiento o de falta de cooperación contra el cardenal Rivera,
pues, enfatiza, el purpurado cumplió con su obligación de someter a juicio
eclesiástico al pederasta. Dice:
“Es
absolutamente falso que la arquidiócesis no quiera cooperar. Desde el punto de
vista canónico, la situación del padre Carlos está finiquitada. Ha sido
reducido al estado laical absolutamente. Tuvo suspensión ad divinis, significa
que está suspendido para siempre del ejercicio sacerdotal. Es un civil más.
Esto quedó establecido por decreto e inscrito en la Santa Sede. ¿Si esto no es
cooperar, entonces cómo puede llamarse?”
–La
defensa de la víctima señala que ustedes no quieren aportar las pruebas de su
tribunal eclesiástico para utilizarlas en la procuraduría.
–Nosotros
no podemos abrir, a instancias de ningún particular, los archivos de la
arquidiócesis. Sólo los abriremos a petición de la autoridad. Pero hasta el
momento no nos ha pedido nada la autoridad, en este caso la Procuraduría del
Distrito Federal, que es quien ejercita la acción penal. Si nos hace esa
petición, nosotros inmediatamente le llevamos nuestros archivos. Estamos
plenamente dispuestos.
“En
este caso queremos seguir cooperando, incluso coadyuvar en la investigación.
Durante la reunión con el joven Jesús y sus abogados, nosotros claramente les
dijimos que estamos dispuestos a coadyuvar. Pero no estamos acreditados en el
expediente para la coadyuvancia. No tenemos personalidad jurídica. En este
momento sólo la tienen la víctima, el acusado y el Ministerio Público. Quiero
ayudar a Jesús, pero, por respeto, no puedo meterme oficiosamente en un asunto
que no me corresponde.”
–Sin
embargo, a la procuraduría llegó a comparecer Alberto Pacheco, del tribunal
eclesiástico. Se dice que ahí declaró que no le constaba la culpabilidad del
padre Carlos…
–En
esa ocasión yo acompañé al padre Pacheco, quien era el vicario judicial de la
arquidiócesis. Hará unos tres o cuatro años, no recuerdo con precisión porque
no tengo el expediente. Él respondió a todas las preguntas que le hizo el
Ministerio Público. No recuerdo que haya cometido una falsedad de declaración.
Tampoco recuerdo si ya entonces se había dado la sentencia eclesiástica. Pero
bueno, él ya murió, y la acción penal se extingue con la muerte.
–Si
se les requiere, ¿también irían a declarar los obispos Jonás Guerrero y
Marcelino Hernández, así como el cardenal Rivera Carrera?
–¡Claro!
Y el cardenal se lo dijo personalmente a Jesús: “Lo que me pidan, eso haré”. El
cardenal ya ha declarado otras veces ante el Ministerio Público. Esta no sería
la primera vez. Decían que al obispo Jonás se le había movido a Culiacán para
evitarle esta situación. ¡Por Dios! Culiacán también está en México y mediante
un exhorto puede ser citado. Yo mismo le he dicho: “Monseñor Jonás, necesito
que usted declare si es requerido”. Y él me ha contestado: “A la hora que sea,
lo que necesiten”. Los tres son ciudadanos mexicanos, tienen domicilio fijo y
están ejerciendo.
–Pese
al castigo eclesiástico, se comenta que el pederasta oficiaba misas durante el
tiempo que duró su proceso eclesiástico y actualmente lo sigue haciendo en el
estado de Morelos. ¿Es cierto?
–Durante
su proceso, en efecto, el padre estuvo oficiando indebidamente en los
velatorios del ISSSTE que están en la avenida San Fernando. También tuvimos
conocimiento de que lo hacía en algunos lugares privados, como centros de
retiro y cosas así. Ante esto, la arquidiócesis le envió cartas al director de
los velatorios para decirle que el padre Carlos había perdido sus licencias
ministeriales y no debía oficiar. También se mandaron cartas a la gente. Se
dieron los avisos correspondientes.
“Y
actualmente, que yo sepa, no está oficiando en Morelos. Me comentan que trabaja
de ‘cerillo’ en un centro comercial de Villa Coapa, que anda por esos rumbos.
Todas las diócesis están notificadas para impedirle ejercer el sacerdocio. Es
todo lo que podemos hacer. La Iglesia no tiene policías ni tampoco la autoridad
del Estado para arrestarlo.
“En
lo personal me duele mucho este caso, pues el padre Carlos fue mi párroco y
conocí a la gente que trabajaba con él. A Jesús lo conocí de monaguillo.
También conozco a sus papás. Es una lástima que el muchacho haya caído en manos
de abogados que no tienen ninguna estrategia jurídica. Yo estoy dispuesto a
asesorarlos.”
–¿Para
las autoridades civiles no es válida la sentencia de culpabilidad del tribunal
eclesiástico?
–¡No!
Porque nuestra Constitución prohíbe los tribunales especiales. Para las
autoridades mexicanas, todo tribunal eclesiástico es absolutamente inexistente.
Sus fallos no tienen ninguna repercusión. ¡No existen!
–¿Un
mismo acto puede ser delito para la Iglesia y no serlo para el Estado?
–Por
supuesto. El ejemplo más claro es el del aborto, que está prohibidísimo por la
Iglesia, merece la pena de excomunión, y, sin embargo, es permitido por varias
legislaciones civiles.
–Y
en el caso del padre López Valdés, ¿resultó culpable para la Iglesia e inocente
para la procuraduría capitalina?
–Así
es. No han podido adecuar su conducta a ningún tipo penal. Por desgracia, en
ese ámbito civil la Iglesia no puede hacer nada, está atada de manos.
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