Revista
Proceso No 2007, 18 de abril de 2015
El
virrey” y su herencia de sangre/JOSÉ
GIL OLMOS
Alfredo
Castillo Cervantes no tiene empacho en decir que es amigo del presidente
Enrique Peña Nieto. También lo son sus primos Humberto Castillejos Cervantes,
responsable de la Consejería Jurídica de la Presidencia, y el senador con
licencia Raúl Cervantes Andrade, clave para la aprobación de la reforma
energética y quien hoy busca ser magistrado de la Suprema Corte.
Los
tres han adquirido enorme poder en el gobierno federal. Castillo Cervantes
estudió ciencias penales y criminológicas en la Universidad Autónoma
Metropolitana, ciencias políticas y administración pública en la Iberoamericana
y economía financiera en la Escuela Bancaria y Comercial.
Recién
nombrado titular de la Conade el jueves 16, ha sido cercano colaborador de Peña
Nieto desde 2011, cuando en el Estado de México sustituyó en la Procuraduría
General de Justicia a Alberto Bazbaz, defenestrado tras su fracaso en la
investigación de la muerte de Paulette Gebara Farah.
Antes,
en 2002, fue director de Planeación Estratégica de la Agencia Federal de
Investigación (AFI), posteriormente director de Servicios de Seguridad Privada
en la Secretaría de Seguridad Pública y luego subprocurador regional del
municipio mexiquense de Cuautitlán Izcalli.
El
20 de mayo de 2013 saltó a la Procuraduría Federal del Consumidor donde
sustituyó a otro miembro del equipo peñista: Humberto Benítez Treviño, quien se
vio envuelto en el escándalo provocado por su hija Andrea Benítez. En enero de
2014 Castillo llegó a Michoacán como comisionado nacional de Seguridad y estuvo
ahí un año. Hoy está al frente de un organismo deportivo, un ámbito en el que
incursiona por primer vez.
Cifras
de la violencia
Castillo
llegó a “coordinar a las autoridades federales en territorio michoacano”, pero
en realidad se comportó como “virrey” –señalan sus críticos– y actuaba por
encima del gobernador y del Congreso local.
Lo
mismo formuló y ejecutó políticas para la prevención de delitos que acciones
encaminadas a la reconstrucción de tejido social y al fortalecimiento de las
instituciones; también dispuso, ordenó y coordinó acciones de apoyo de fuerza
pública federal; solicitó el auxilio de las Fuerzas Armadas; recibió a los
delegados, comisionados y representantes del Ejecutivo federal asentados en la
entidad.
Tenía
facultades incluso para solicitar al secretario de Gobernación la designación o
remoción de los miembros de organismos federales en Michoacán y para celebrar
convenios y acuerdos de coordinación y colaboración con las autoridades
estatales y municipales.
Con
un presupuesto de 154 millones 599 mil 638 pesos, de los cuales 126 millones
fueron para “servicios personales” y el resto para “gastos de operación”, según
documentos de la Secretaria de Gobernación, la comisión encabezada por Castillo
sólo logro una meta: desarmar e institucionalizar a las autodefensas de la
región de Tierra Caliente, convirtiéndolas en Fuerzas Rurales adscritas a la
Secretaria de Seguridad Pública local.
Días
antes de renunciar como comisionado, el 25 de enero, Castillo Cervantes
compareció ante la comisión permanente del Congreso de la Unión. Dijo que en
Michoacán ya no había problemas de inseguridad ni extorsiones y que la
violencia se redujo de manera notable. Incluso se apoyó en cifras del Instituto
Nacional de Estadística y Geografía para señalar que Michoacán ocupa el lugar
25 en ese rubro; también comentó que los secuestros denunciados bajaron de 194
a 13 durante su gestión como comisionado.
“No
podemos hablar hoy por hoy que exista un Estado fallido cuando –a diferencia y
de manera inédita en cualquier otra parte del país o del mundo– se logró que 38
personas se entregaran de manera voluntaria a las instituciones para enfrentar
un proceso penal que en 15 días estaba perfectamente clarificado”, argumentó.
Lo
cierto es que Castillo dejó Michoacán inmerso en la violencia. El 16 diciembre,
semanas antes de su remoción, hubo un enfrentamiento en La Ruana entre la gente
de Hipólito Mora y Luis Antonio Torres, El Americano. Hubo 11 muertos, incluido
un hijo de Mora.
La
madrugada del 6 de enero, en Apatzingán murió un número aún indeterminado de
civiles –ejecutados casi todos– cuando policías federales desalojaron la
presidencia municipal.
El
secretario de la Cámara Nacional de Comercio en Michoacán, Gonzalo Zaragoza
Méndez, afirmó que en 2014, justamente cuando Castillo estuvo como comisionado,
más de mil 400 comercios tuvieron que cerrar.
Según
datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, ese año fue el más violento de
la historia de la entidad: se contabilizaron 2 mil 638 homicidios y Michoacán
pasó del cuarto al segundo lugar como estado más violento del país, con más de
mil 52 homicidios dolosos; también se convirtió en una de las 10 entidades con
más secuestros (121) y extorsiones (275) registrados durante el periodo de
Castillo como comisionado.
Versión
del padre Goyo
Apenas
dejó de ser comisionado Castillo, el padre Gregorio López, vicario de la
catedral de Apatzingán, lo acusó de recibir dinero de los grupos criminales y
de una presunta alianza con los nuevos capos locales conocidos como Los
Viagras.
“No
reorganizó Castillo a los grupos, pero sí los empoderó, les dio charola; les
dio fuero”, expuso López el pasado 18 de marzo. Y agregó: “Un criminal siempre
será un criminal; un perro siempre será un perro; un burro no va a pasar a
caballo porque le pongas una silla plateada. Hay gente que estuvo con Los Zetas
–Los Viagras, por ejemplo– o con La Familia Michoacana o Los Templarios y ahora
están con Los Viagras”.
Comandado
por los hermanos Mariano, Nicolás, Carlos, Rodolfo, Gabino y Francisco Sierra
Santana, este grupo comenzó a posicionarse en la región de Tierra Caliente
luego del desmembramiento de Los Caballeros Templarios.
Para
Guillermo Valencia, expresidente municipal de Tepalcatepec, Castillo dejó peor
a Michoacán porque empoderó a los nuevos grupos criminales –Los Viagras– y
traicionó a los que lucharon por mejorar la situación en el estado: José Manuel
Mireles e Hipólito Mora.
Domingo
Barajas, exautodefensa del municipio de Apatzingán, en entrevista telefónica
sostiene que Castillo traicionó a los michoacanos porque desarticuló al
movimiento y protegió a los criminales: “Empezó bien pero se fue ladeando desde
que comenzó a recibir dinero. Ahí es donde todo se vino abajo, después vino la
traición”.
Castillo
nunca participó en un operativo; sólo se dedicó a escuchar lo que le decía la
gente. “Ahora está en el deporte, premiado por el gobierno que debería
castigarlo porque dañó la imagen de seguridad en Michoacán. Todo lo que hizo
fue un fracaso y nos traicionó a todo el pueblo que luchamos por la paz y por
defender a nuestras familias”, dice Barajas.
E
insiste: Castillo se fue “con la gente equivocada”, pactó con uno de los
cárteles y persiguió y encarceló a quienes querían limpiar el estado del crimen
organizado, como el doctor Mireles. Además, durante su gestión en Michoacán, el
gobierno federal pactó para que el Cártel de Jalisco Nueva Generación sea el
que controle Michoacán a través del grupo La Línea.
“Creo
que con ese nombre lo que quieren decir es que o te alineas o te mueres.
Nosotros no le tememos a ningún cártel, a quien tememos es al gobierno que está
con ellos”, remata el exautodefensa.
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