8 jun 2016

La belleza del matrimonio como unión entre un hombre y una mujer, dice Rogelio Cabrera López

  La belleza del matrimonio como unión entre un hombre y una mujer/ por Monseñor Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey           
MENSAJE A LA COMUNIDAD
5 de junio de 2016
Ante la preocupación que los fieles me han manifestado, sobre la iniciativa del Ejecutivo Federal ante la inclusión de la figura del matrimonio entre personas del mismo sexo, deseo reafirmar la postura que, en comunión con todos los Obispos de México, hemos hecho pública y en donde manifestamos la obligación de quienes gobiernan de respetar la identidad del matrimonio, así como el profundo desacuerdo de los católicos con esta iniciativa.
La Iglesia católica ha enseñado desde siempre, basada en la ley de la naturaleza y en la palabra de Dios, que el matrimonio entre un hombre y una mujer responden a su vocación humana y religiosa. Que el matrimonio se basa en el amor mutuo y la voluntad de procrear.
Desde el inicio de las civilizaciones, se ha reconocido el valor innegable del matrimonio, tanto en lo social como en lo espiritual. Por lo que, en la mayoría de las sociedades y de las religiones, se celebra el matrimonio como uno de los acontecimientos más importantes en la vida de una persona.

Como toda institución humana, el matrimonio no ha estado libre de concepciones a veces parciales e incluso erróneas. Desde el patriarcado que negaba la dignidad de la mujer, hasta las recientes concepciones legalistas, que reducen el matrimonio a un contrato civil.
Por lo que la legislación civil, debe reconocer al matrimonio en todas sus dimensiones: la relativa a la procreación y el cuidado de los hijos, y la relativa al amor conyugal como fundamento de la familia y de la sociedad.
El llamado “matrimonio igualitario”, olvida que el matrimonio nace de la naturaleza sexuada del ser humano y lo pretende limitar a una figura legal. Ante esto, el llamado es a que se respete la institución humana del matrimonio y se resuelvan las necesidades jurídicas de las personas homosexuales mediante figuras legales alternativas.
Es importante que nuestros legisladores, con la prudencia que debe caracterizar su misión, pongan cuidado en todo lo que se refiere al bien de los matrimonios y de los niños. El ideal es que siempre los niños gocen del cuidado de un papá y una mamá, por lo que deben existir códigos que protejan el bien y el futuro de ellos, exigiendo en toda adopción que se garantice el desarrollo armónico en la educación que necesitan.
A lo largo de mi ministerio, especialmente en el trabajo pastoral que realizamos, he podido constatar las carencias e inclusive el grave daño que sufren los hijos cuando carecen de una figura, paterna o materna, adecuada.
Finalmente, quiero hacer notar que los fieles laicos tienen el derecho de manifestar su opinión públicamente y de exigir su participación en todo lo que concierne a sus familias y a la educación de sus hijos.
Pido a todos los fieles católicos que, lejos de enfrascarnos en debates hirientes, con acusaciones vanas y agresiones homofóbicas, vivamos con una actitud impregnada del verdadero espíritu cristiano, recordando siempre las enseñanzas de nuestro Salvador Jesucristo. Hay que comprender que, tanto algunos gobernantes y  legisladores que están a favor de la legalización de las uniones homosexuales, como algunos ciudadanos que propugnan por su derecho a la unión homosexual, o incluso ya viven de esa manera, son miembros de la Iglesia católica.
 Nuestro compromiso con la verdad sólo dará frutos si está acompañado de la caridad. Por lo que les invito a que oremos unidos por nuestros gobernantes, para que Dios ilumine sus corazones e inteligencias y tomen una decisión apegada a la verdad y al bien común, así como por todos aquellos que buscan sinceramente hacer el bien y actuar con justicia.
 Recordemos que, en medio de las dificultades de este mundo, los cristianos debemos ser portadores de la paz y del amor infinito que Dios quiere derramar sobre todos.


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