Teléfono Rojo / José Ureña/ 24 Horas
Manuel Bartlett, ante su negro pasado
De discurso duro y conducta férrea.
Lo puede decir Cuauhtémoc Cárdenas cuando en julio de 1988 lo vio al frente del poder del Estado para dar el triunfo a Carlos Salinas mediante aquella histórica caída del sistema.
Y duro fue en las negociaciones con Elba Esther Gordillo y la Sección 22 cuando, entre el 1 de diciembre de 1988 y el 6 de enero de 1992, estuvo al frente de la SEP.
No pudo interferir entre Salinas y la Maestra porque ella tenía derecho de picaporte en Los Pinos desde aquella tarde cuando Manuel Camacho la llevó a la oficina presidencial para recibir la gran noticia de su vida:
-He decidido que usted sea la secretaria general del SNTE, en lugar de Carlos Jonguitud Barrios.
-¿Ya lo sabe él? –preguntó ella.
-Sí. Estamos operando –le informó el Presidente.
-Acepto, señor Presidente –convino Gordillo-, pero le pediría un favor.
-¿Cuál?
-Que el maestro (Jonguitud) no tenga la suerte de Joaquín Hernández Galicia, la Quina.
-Concedido –le contestó Salinas, quien dispuso desterrar a Jonguitud a Estados Unidos en un plazo de horas y encomendó la operación a Fernando Gutiérrez Barrios.
“No me permitieron ni siquiera ir por ropa a mi casa. Me secuestraron, y cuando llegué al aeropuerto ya me esperaba mi esposa con los boletos en la mano”, me dijo después Jonguitud Barrios.
Nada de diálogo con la sección 22
No tuvo la misma suerte la Sección 22.
Primer foco de alta resistencia magisterial –las secciones 7 de Chiapas y 9 del Distrito Federal tenían menos cohesión-, no logró la atención de Manuel Bartlett a pesar de sus marchas multitudinarias, presuntamente patrocinadas por el gobernador Heladio Ramírez.
No nada más se negó a abrirles su oficina, sino a dialogar en Oaxaca.
Va la historia:
Un 21 de marzo, en el aniversario de Benito Juárez, el presidente Carlos Salinas encabezó el acto cívico y Heladio Ramírez le pidió hablar con los maestros de la Sección 22.
-Son maestros con mucho amor por México –le había dicho a Miguel de la Madrid y repitió ante Salinas luego de darles el control de la educación del estado.
Los llevaron al salón de cabildos de Guelatao y tímidamente intentaron hablar algunos maestros, entre ellos su dirigente, Pedro Martínez Noriega, para exponer sus demandas.
Bartlett rompió la comunicación
Carlos Salinas anotaba, acaso con la pretensión de hablar.
-Permítame, señor Presidente –lo atajó Bartlett-. Yo lo resuelvo.
Y se dirigió al grupo:
-Hemos visto que ustedes están divididos. Y si entre ustedes no hay acuerdo, no podemos dialogar. En consecuencia, no tenemos nada de qué hablar.
Y deshizo la reunión y se acabó la esperanza, y el conflicto siguió y creció y ha llegado hasta ahora, cuando -¡oh, maravilla de la congruencia política!- el señor Bartlett Díaz clama escuchar a esos maestros junto con Alejandro Encinas.
Hoy sí sabe qué quieren y, como su caudillo Andrés López, está con ellos en dejar a niños sin escuelas, destruir instituciones, atacar a ciudadanos, vejar a maestros, impedir la mejora educativa…
Es la historia.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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