Adiós al cardenal Joachim Meisner
Vatican Insider, Pubblicato il 05/07/2017
SALVATORE CERNUZIO
«Se quedó dormido serenamente», indicó la Curia de Colonia al comunicar la noticia de la muerte del arzobispo emérito Joachim Meisner, que tenía 83 años. Sucedió ayer, mientras se encontraba de vacaciones en la localidad de Bad Fussing, en Baviera.
El nombre del purpurado llegó a las noticias durante los últimos meses puesto que se trataba de uno de los cuatro cardenales que enviaron al Papa una carta con cinco “dubia” sobre algunos pasajes considerados ambiguos de la exhortación apostólica “Amoris laetitia”. En particular, el ex arzobispo de Colonia, junto con el otro alemán Walter Brandmüller, el estadounidense Raymond Leo Burke y el italiano Carlo Caffarra, criticaba el punto contenido en el octavo capítulo sobre el acceso a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar, manzana de la discordia del último Sínodo sobre la familia. Hace poco, los cuatro prelados enviaron una carta al Pontífice en la que pedían ser recibidos en una audiencia para discutir sobre sus dudas.
Meisner siempre estuvo lejos de los reflectores, si se compara con sus colegas, a pesar de que el rasgo distintivo de su carácter fuera la franqueza. Siempre prefería decir la verdad sin tapujos, ante los Papas o ante líderes políticos, fieles u obispos alemanes. «Ustedes no me quieren y yo no quería venir, por lo menos partimos de una base común», dijo durante la conferencia de prensa con la que se presentó como nuevo arzobispo de Colonia. Un nombramiento que Juan Pablo II quería con ímpetu, pues fue él mismo quien lo sacó de la Alemania del Este, de una Berlín todavía dividida.
El cardenal adquirió esta valentía desde su infancia, en Wrocław, capital de la Baja Slesia (hoy territorio polaco que en aquella época pertenecía a Alemania con el nombre Breslau), en donde nació el 25 de diciembre de 1933. Una época oscura de la historia, durante la cual el joven Joachim tuvo que afrontar la guerra, la pérdida de su patria, las imposiciones de la dictadura nazi. Su refugio fue la fe en Dios que defendió hasta el cansancio en contra del ateísmo impuesto por la República Democrática Alemana, yendo a menudo contra corriente y poniéndose en contra de los sistemas de poder. Maduró con el tiempo la idea de que el cristianismo no era «una institución», sino una «expedición», como dijo muchos años más tarde, y el el Evangelio mismo exhortaba a no encerrarse en una vida sedentaria, «de salón», sino a salir.
En este difícil clima, y a pesar de los obstáculos, Meisner recorrió la vía del sacerdocio: entró al seminario de Erfurt, en donde se licenció en Teología. Su ordenación sacerdotal fue el 22 de diciembre de 2962. En Erfurt también tuvo una actividad fructífera e intensa: fue vicario cooperador en las parroquias de San Gil en Heiligenstadt y de Santa Cruz en la misma Erfurt. Al mismo tiempo se dedicaba a la asistencia espiritual de la Caritas local y a otras actividades pastorales. Hasta que Pablo VI, el 17 de marzo de 1975, lo eligió como titular de Vina, con diputación como auxiliar del administrados apostólico de Erfurt-Meiningen, monseñor Hugo Aufderbeck. La ordenación episcopal le fue conferida el 17 de mayo de ese mismo año.
Después de la muerte del cardenal de Berlín, Alfred Bengsch, Juan Pablo II lo designó para que guiara esta importante, estensa y particular diócesis el 22 de abril de 1980. Incluía tanto la parte Este como la parte Oeste de la ciudad, además de los campos de los alrededores con cientos de pequeñas parroquias y comunidades esparcidas; en total había alrededor de un millón doscientos mil católicos, y alrededor de 8 millones de protestantes. Desde septiembre de 1982 hasta 1989, Meisner también fue presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania.
El mismo Wojtyla decidió, el 20 de diciembre de 1988, promoverlo a arzobispo de Köln, Colonia, la segunda diócesis más antigua del país, y lo creó cardenal durante el Consistorio del 2 de febrero de 1983, con el título de Santa Pudenciana. La decisión del Pontífice polaco no fue nada fácil y se vio involucrado en un tira y afloja con el capítulo diocesano que había sido dispensado de la regla, por lo que el nuevo obispo debía obtener la mayoría absoluta de los votos de todos sus integrantes. Consiguió la llamada “Declaración de Colonia” con la que varios teólogos del área de lengua alemana, incluso moderados, dejaron por escrito si resentimiento tras la decisión de Roma.
Sin embargo, con el tiempo las aguas se calmaron y Meisner se afeccionó a esa diócesis a la que decidió mudarse ocupando un pequeño departamento del centro después de la renuncia que presentó a Papa Francisco en 2014 porque había alcanzado el límite de edad. Su sucesor es el cardenal Rainer Maria Woleki, quien fue su secretario y obispo auxiliar, además de su pupilo.
En alrededor de 20 años, Meisner guió Colonia con firmeza, luchando incluso con personalidades de la talla como el entonces presidente de los obispos Karl Lehmann o Angela Merkel, cuando propuso abrogar la “C” de cristiana del acrónimo del partido CDU (Unión Cristiano-Democrática). Muchos lo criticaban por ser un “fundamentalista”; pero son muchos más los que lo recuerdan con afecto como un «gran pastor».
Tan es así que el redactor en jefe de la revista semanal católica “Die Tagespost” (única en Alemania) escribió cuando presentó su renuncia: «Cuando Meisner se retire, se formará una laguna insalvable. Su salida del escenario cambiará radicalmente el episcopado alemán».
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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