12 abr 2018

Caro Quintero, uno de los narcotraficantes más buscados por la DEA pide que lo dejen en paz

Caro Quintero, uno de los narcotraficantes más buscados por la DEA pide que lo dejen en paz
The Huffington Post04/04/2018 6:59 AM CDT | Actualizado 11/04/2018 8:58 
Funcionarios de EU dicen que todavía es uno de los mayores capos de la droga en el mundo. Caro Quintero le dijo a HuffPost que las autoridades aún tratan de vengar el asesinato del agente Enrique Camarena.
Por Anabel Hernández ..
MAZATLÁN, México - Es justo antes de las 8 p.m., pero en las montañas de la Sierra Madre al sur de El Paso, la oscuridad es casi total, a excepción de una única luz que ilumina una pequeña casa.
Hemos pasado las últimas 12 horas atravesando en automóvil la principal zona de producción de heroína en México, donde miles de toneladas de amapola se cosechan y procesan cada año antes de enviarse en contrabando a Estados Unidos. En la cima de la montaña la vista desde la modesta casa es espectacular.
Sin embargo, es poco probable que la persona a la que he venido a ver: Rafael Caro Quintero, alias el Príncipe, pueda disfrutar del paisaje. Caro Quintero es un hombre en fuga.
Perseguido por autoridades mexicanas y estadounidenses, nunca duerme en el mismo lugar dos veces. Su cama es un saco de dormir, su techo es el lienzo de una tienda de campaña. Durante el día se mueve a través de las montañas como un fantasma, con su vista perpetuamente clavada en el cielo, para poder detectar los drones que buscan signos de vida en las impenetrables montañas.
La Agencia Antidrogas de EU (DEA, por sus siglas en inglés) cree que él, junto con Ismael el Mayo Zambada, es el líder del Cártel de Sinaloa, una de las organizaciones de tráfico de drogas más grande y poderosa del mundo, con tentáculos que se extienden por toda América y hasta Europa, Asia y África.
También creen en la DEA que Caro Quintero es un asesino que, incluso después de haber pasado casi tres décadas en prisión, aún no ha pagado completamente por sus crímenes: la tortura y el asesinato de un agente encubierto estadounidense y un piloto mexicano.
Como periodista, he pasado los últimos 13 años de mi vida buscando a los líderes de los cárteles de la droga, cuyo sangriento negocio ha moldeado la vida en México durante años. Casi 250 mil personas han muerto en las guerras de la droga durante la última década, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía del país. Y esas son solo las víctimas confirmadas. Al menos otras 34 mil 201 personas han desaparecido.
Durante mis investigaciones sobre el narcotráfico en México, he hecho viajes frecuentes al Triángulo Dorado, con el fin de entender cómo los hijos de agricultores que a menudo no saben leer ni escribir —como Joaquín el Chapo Guzmán, Rubén el Mencho Oseguera Cervantes y el Príncipe Caro Quintero— llegan a convertirse en líderes de redes delictivas que generan miles de millones de dólares en ganancias.
Ahora, después de meses de tratar de persuadir a Caro Quintero a través de intermediarios, he venido a esta casa para encontrarme con el hombre que encabeza la lista de los "más buscados" de la DEA. Mi intención es tener una mejor comprensión de la vida de este hombre al que el Departamento de Justicia de Estados Unidos está tan ansioso de atrapar que está ofreciendo una recompensa de 5 millones de dólares por su captura.
Una vez dentro de la casa, me conducen a un dormitorio. La luz se apaga de repente. El Príncipe ha llegado.
* * *
El viaje comenzó doce horas antes en Mazatlán, Sinaloa. Durante décadas, esta ciudad portuaria en la costa del Pacífico de México ha sido un punto clave para los narcotraficantes, un destino tanto de negocios como de placer para los miembros del Cártel de Sinaloa. También es el sitio donde han tenido lugar algunas de las batallas más sangrientas por el control de la organización.
Dos tipos de cuarenta y tantos años me recogen en un viejo automóvil en un lugar acordado cerca de la playa. No veo señales de armas. Los hombres son educados, están vestidos modestamente y no muestran ninguna arrogancia de matón. Aún así, al igual que en todos estos viajes, el destino es desconocido y el retorno incierto.
Me dicen que lleve un sombrero y una chaqueta por el frío. "¿El frío?" Me pregunto por qué habrá frío. Ya hay más de 21 grados y son las 8 de la mañana. Me dicen que deje todo lo demás: el bolso, el teléfono, la grabadora. Solo puedo llevar una pequeña cámara de video, un trípode y una luz para la entrevista. Incluso la gente que me lleva no sabe hacia dónde vamos.
Después de cinco horas en la carretera, nos detenemos en un hotel. Me preguntan nuevamente si llevo un teléfono o cualquier otro dispositivo electrónico. Cambiamos de automóvil y ahora ya me alegro de haber traído la ropa extra. La temperatura ha disminuido a medida que nos adentramos en las montañas. Durante las próximas cuatro horas, cambiamos de vehículo tres veces antes de llegar a una casa donde nos quedamos durante una hora aproximadamente. He escuchado que el ejército mexicano está operando en el área y los hombres están esperando instrucciones sobre si deben seguir o abortar el plan. Mientras hablan sobre esto, un convoy de soldados se nos acerca en camiones militares, pero al parecer no se fijan en nosotros y nos pasan.
Se va la tarde. Cambiamos vehículos otra vez y seguimos por un camino de tierra a través de un barranco, manejando a toda velocidad entre piedras y huecos, antes de subir por la cordillera. En esta época del año, los campos se ven estériles, pero en otoño las laderas estarán cubiertas con plantas de marihuana y amapolas rojas. La mayoría de la gente de aquí está involucrada de algún modo con el tráfico ilegal de drogas, ya sea cultivando, cosechando o procesando las drogas. Pero, al estar la tierra aún dormida, vemos poca gente alrededor.
De repente, el chofer pisa los frenos y detiene el motor. Mi corazón late como una locomotora. Los hombres bajan del auto y miran hacia el cielo, apuntando hacia arriba. Dicen que han visto un dron. Les preocupa que yo no esté diciendo la verdad y que alguien me esté siguiendo para llegar a Caro Quintero. No hablamos sobre eso, pero estoy bastante segura de que están pensando en la fatídica reunión del Chapo, quien en 2015 se encontró con Sean Penn y la actriz mexicana Kate del Castillo para una entrevista. Las comunicaciones entre el capo de la droga y la actriz fueron interceptadas por el gobierno mexicano y los confidentes de El Chapo creen que la entrevista condujo a su arresto unos meses después. Hoy, él está encerrado en una prisión de máxima seguridad en Nueva York, en espera de un juicio cuyo resultado más probable es la cadena perpetua.
Después de varios minutos de tensión, regresamos al automóvil. Los guardias miran constantemente hacia el cielo y luego vuelven a mirarme con recelo. El área está llena de drones del gobierno, dicen, y su jefe apenas duerme, sensible a su zumbido que dice escuchar constantemente. A menudo despierta a sus guardias antes del amanecer porque cree que alguien viene a arrestarlo. Algunas noches, han tenido que caminar rutas peligrosas en la oscuridad a lo largo de los acantilados porque el jefe creía que las autoridades se estaban acercando. En más de una ocasión, Caro Quintero se ha caído en la oscuridad.
Esta no es la vida glamorosa que alguna vez disfrutó en el pasado.
* * *
Al igual que el Chapo, Caro Quintero nació en Badiraguato, un pequeño pueblo en el estado de Sinaloa. Después de presenciar como un extraño asesinaba a su padre cuando tenía 14 años en un acto de violencia sin sentido, Caro Quintero comenzó a cultivar marihuana como una manera de mantener a su familia.
A principios de la década de 1980, México se había convertido en un punto de cruce estratégico para la cocaína que se dirigía a Estados Unidos y Caro Quintero, en aquel momento en sus 30, se convirtió en uno de los tres líderes del Cártel de Guadalajara, el cual formó alianza posteriormente con el Cártel de Medellín, liderado por el notorio traficante colombiano Pablo Escobar.
Las leyendas y los narcocorridos —las baladas que celebran las vidas de los capos de la droga— lo convirtieron a él y a los otros líderes del crimen organizado en personajes más grandes que la vida misma, al representarlos como celebridades que disfrutaban de vidas glamorosas de lujo y exceso.
Pero un agente encubierto estadounidense de la Administración Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) llamado Enrique Camarena se había infiltrado en el cártel de Guadalajara y estaba recopilando información sobre la multimillonaria organización criminal. En 1984, cientos de soldados mexicanos asaltaron Rancho Búfalo, una plantación de marihuana dirigida por el Cártel de Guadalajara, como resultado de la información obtenida por Camarena. La producción anual estimada en el rancho era de cientos de millones de dólares.
En represalia, el Cártel supuestamente secuestró a Camarena y un piloto mexicano llamado Alfredo Zavala. El secuestro desencadenó una crisis diplomática entre Estados Unidos y México. La administración de Reagan casi cerró la frontera en respuesta y, cuando se encontraron los cuerpos de los hombres un mes después con marcas de tortura, la DEA comenzó una persecución masiva de los asesinos.
El Cártel de Guadalajara y sus líderes — Félix Gallardo, Caro Quintero y Ernesto don Neto Fonseca— eran obvios sospechosos. Fonseca, quien fue arrestado en 1985, aún vive bajo arresto domiciliario en su rancho. Félix Gallardo, que estuvo detenido en 1989, aún está en prisión en Jalisco. Caro Quintero, por su parte, fue arrestado en abril de 1985 y extraditado a México, donde firmó una confesión por el asesinato de Camarena.
Caro Quintero pasó los próximos 28 años en prisión antes de ser liberado en 2013 gracias a un tecnicismo jurídico. Aunque solo disfrutó de unos días de libertad antes de que la Procuraduría General de México emitiera una nueva orden de arresto por un cargo pendiente en México y para enfrentar cargos por el asesinato de Camarena en Estados Unidos.
La decisión de liberarlo había enfurecido a las autoridades estadounidenses, que ofrecieron una recompensa de US$5 millones por información que condujera a su captura o condena.
Caro Quintero decidió escapar.
* * *
Se enciende la luz. El Príncipe ha llegado.
Me saluda calurosamente y agarra su pistola plateada que estaba metida en la parte de atrás de su cintura.
"Disculpe", dice, mientras coloca su arma sobre la mesa.
Tres guardias cubren posiciones afuera y otro permanece en la habitación.
Delgado y recto como un taco de billar, Caro Quintero lleva una gorra Adidas que le cubre el pelo teñido de negro oscuro. Con sus elegantes pantalones azules y una chaqueta verde, Caro Quintero parece tener menos de sus 65 años. Pero sus zapatos están cubiertos de barro y está sudando, lo que sugiere que la vida en la clandestinidad le está cobrando un precio.
"Todo lo que hago es huir, por algo para lo que ya cumplí mi condena", dice.
Desde su liberación en 2013, se ha retractado de su admisión de culpa en el asesinato de Camarena. Él admite haber traficado marihuana en el pasado, pero afirma que esos días han quedado atrás. Y agrega que no es el sombrío líder del Cártel de Sinaloa que las autoridades dicen que es.
No obstante, las narcomantas (las pancartas que usan las pandillas criminales para las declaraciones públicas) cuentan una historia distinta. Han aparecido mensajes que afirman que Caro Quintero y El Chapo son los jefes en el norte de México, y estas afirmaciones están respaldadas por información recopilada por funcionarios estadounidenses y mexicanos que acusan a Caro Quintero de dirigir el contrabando de cargamentos de cocaína, metanfetamina y heroína hacia Estados Unidos.
"¡Quienquiera que lo diga miente! Es una mentira", dice.
Caro Quintero reconoce que, después de ser liberado, se reunió con el Chapo e Ismael el Mayo Zambada García antes del arresto del Chapo.
"Nos conocemos desde hace muchos años, al igual que conocía a Zambada", comentó. "Tengo mi respeto por ellos y eso es todo. No he hecho ningún negocio con ellos. Y ahora que soy libre, no quiero tener nada que ver con las drogas", agregó.
Le pregunto sobre la incautación en 2015 de cinco toneladas de cocaína en Puerto Peñasco, Sonora, que el gobierno mexicano dijo eran drogas que él iba a enviar.
"Ya lo he dejado muy claro", dice. "No soy traficante de drogas. Nunca he movido heroína. Nunca he traficado con anfetaminas. No he traído un solo gramo de cocaína de Colombia, contrario a lo que dice la DEA. Lo que vendí fue marihuana en México, hace 33 años. Quien diga lo contrario, ¡repito que está mintiendo! "
Le pregunto por qué la DEA lo señaló como un capo de la droga.
"Las autoridades estadounidenses y mexicanas están motivadas por una venganza dirigidas al lugar equivocado", afirma.
"Mira", yo no soy el líder de ningún cártel".
"Aquí está el informe en el que lo acusan", le respondo.
"Sí, sí, sí", dice, mirando por encima de los documentos, aparentemente irritado. "Bueno, no he vuelto a las drogas ni voy a hacerlo nunca. Quienquiera que diga eso está mintiendo. ¡Sajid o quien sea que esté diciendo esto a la DEA está mintiendo! "
En agosto del año pasado, el primo de Caro Quintero, Sajid Emilio Quintero Navidad, alias el Cadete, se entregó a las autoridades de EU. El 25 de enero de este año, se declaró culpable de los cargos de tráfico de drogas y lavado de dinero, según quedó registrado ante un tribunal federal en California, lo que podría sugerir que Sajid ha llegado a un acuerdo con la fiscalía, y que la captura de Caro Quintero sigue siendo una prioridad para el gobierno de Estados Unidos.
"Si es Sajid quien me acusa, Sajid está mintiendo. ¡Y si dicen que soy uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, eso también es una mentira! ", afirma Quintero, cerrando la mano en un puño.
* * *
A principios de marzo, cientos de soldados fueron enviados al Triángulo Dorado en búsqueda de Caro Quintero. Un periódico local, Rio Doce, citó a un funcionario que dijo que la orden del ejército es "atraparlo vivo o muerto".
Pero, ¿cuál es la verdad sobre Caro Quintero?
Funcionarios estadounidenses y mexicanos dicen que está traficando cocaína desde Colombia hasta Estados Unidos a través de Guatemala, y que la droga cruza hacia Estados Unidos a través de Sonora en camino a Chicago.
La respuesta oficial de la DEA es: "La DEA respalda la información contenida en nuestra Evaluación Nacional de Amenaza de Drogas de 2017 y creemos que Rafael Caro-Quintero es un líder del Cártel de Sinaloa".
Sin embargo, Mike Vigil, el exjefe de operaciones de la DEA en México, dice que es "ridículo" afirmar que Caro Quintero había asumido un rol de liderazgo con el Cártel de Sinaloa.
"Está metido en su caparazón", dice Vigil sobre Caro Quintero. "En estos momentos, no tenemos ninguna información de que realmente esté trabajando con nadie. Creo que solo quiere evitar que lo arresten de nuevo, probablemente en las montañas de Sinaloa, donde sabe que es más difícil atraparlo ", agregó.
Caro Quintero niega estar involucrado en el tráfico de drogas y dice:
"Yo pediría que la DEA sea más cautelosa en sus investigaciones, y también el gobierno de México. Si pueden probar que es realmente cierto, me entregaré, pero no me entregaré para convertirme en informante".
Su modo de ver las cosas es que pasó casi tres décadas en prisión por un asesinato que no cometió. Sí, contrabandeó marihuana pero no traficó con drogas más duras y, desde su liberación hace cinco años, no ha estado involucrado en el contrabando de drogas. Según él, se ha hecho justicia más que ampliamente.
Las leyendas y los narcocorridos cuentan historias deslumbrantes que idealizan la vida de los capos. No obstante, después de conocer a Caro Quintero en persona, tengo la sensación de haber conocido al Mago de Oz. Aquí, detrás de la pantalla, vi a alguien que había pasado gran parte de su vida proyectando una visión temible de sí mismo, solo para quedar revelado como un anciano frágil y enfermo. ¿O será esta otra forma de subterfugio, un modo de disfrazar a un líder en el tráfico de drogas de la región?
"Mire, lo que quiero es que la gente me deje en paz", dice. "Lo que me queda de vida, quiero vivirlo en paz... Todos nosotros, creo, merecemos una segunda oportunidad".
Cuando entro en el automóvil que me llevará de vuelta a Mazatlán, veo a el Príncipe de pie junto a la casa. En la oscuridad, desaparece pronto de la vista.
Roque Planas contribuyó a este reportaje.
Este artículo se publicó originalmente en The HuffPost.

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