8 abr 2018

En carne propia, la pesadilla del clembuterol

En carne propia, la pesadilla del clembuterol/BEATRIZ PEREYRA
Revista Proceso #2162, a 8 de abril de 2018...
Un estudio realizado por el gobierno federal puso al descubierto la facilidad con la que en México se consume de manera involuntaria carne contaminada con clembuterol. Basta comer un trozo de 250 gramos de carne magra para que una persona tenga altos niveles de esta sustancia, cuyas consecuencias para la salud son imprevisibles. Pero el propio gobierno oculta los resultados de su investigación. Proceso, Quinto Elemento Lab y Periodismo CIDE –con el apoyo de la Fundación Ford– presentan este trabajo periodístico que además exhibe la práctica impune de engordar el ganado con el anabólico para maximizar las ganancias económicas, así como la disputa entre la Conade, que intenta defender el prestigio de los atletas, y la Cofepris, que en lugar de velar por la salud de la población protege intereses en la industria cárnica.
Las autoridades de la Secretaría de Salud (Ssa) saben que hay un problema con una parte de la carne de res que se consume en regiones enteras de México: está contaminada con clembuterol, pero ocultan sus hallazgos a la población.
Lo confirmaron a mediados de 2014. En abril de ese año sometieron a un grupo de 42 jóvenes voluntarios a un inusual experimento: los recluyeron en el Centro de Alto Rendimiento de la Ciudad de México y los sometieron a una dieta de hamburguesas de carne de res.
Después de la ingesta, andaban detrás de los voluntarios para recolectar sus muestras de orina. Cada uno entregó, en promedio, 46 de ellas. Ahí, en ese líquido, tendría que estar la clave.
Y sí lo estaba, pero tanto las autoridades de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) como de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) han ocultado los resultados, pese a los daños que esa sustancia ilegal puede causar en los mexicanos.
El estudio se titula Exposición a clembuterol en sus diferentes fuentes (medicamentos, suplementos y/o alimentos) y su impacto en población específica para determinar los niveles de excreción de clembuterol en orina, así como el comportamiento de los enantiómeros del clembuterol derivados por el consumo de carne que probablemente contiene esa sustancia.
Han negado la existencia de esa investigación o que se conozcan sus resultados, pero éstos son concluyentes: 49% de las casi 2 mil muestras de orina analizadas en ese estudio contienen clembuterol, en algunos casos con concentraciones tan elevadas que los rastros hallados recientemente en el boxeador Saúl El Canelo Álvarez son una cosa de niños.
La pelea que el campeón mundial mexicano sostendría en Las Vegas el próximo 5 de mayo se canceló porque las autoridades encontraron en la orina del atleta 0.6 y 0.8 nanogramos de clembuterol en dos controles que se le realizaron. Un nanogramo es la mil millonésima parte de un gramo.
Las huellas de esa sustancia en algunos de los participantes en los estudios del gobierno mexicano son mayores: 4.9 nanogramos, de acuerdo con los resultados del documento, obtenido por Proceso y Quinto Elemento Lab, mediante solicitudes de acceso a la información.
La Cofepris y la Conade trabajaron en conjunto para realizar una investigación acerca del clembuterol por encargo de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés).
Según fuentes cercanas al estudio, otros países declinaron realizar una investigación similar, pues suponía dar a voluntarios alimentos posiblemente contaminados.
El gobierno de México decidió hacer un estudio que llaman “doble ciego”: ni los voluntarios ni los encargados de las pruebas sabían si las piezas de carne tenían o no la sustancia prohibida por la ley.
El estudio fue dividido en dos partes; la primera se realizó en 2014, y la segunda, en 2016. El objetivo fue investigar si había alguna manera de distinguir entre el consumo deliberado de clembuterol con fines de dopaje y el consumo accidental de la sustancia mediante carne contaminada. También se propusieron indagar cuánto tiempo se requiere para que el cuerpo deseche totalmente la sustancia.
La WADA se enfrentaba desde 2011 al dilema de qué hacer con los deportistas de México, o con los extranjeros que aquí compiten, y qué tan a menudo fallan en las pruebas antidoping por clembuterol.
Los resultados de esa investigación que concluyó en 2016 los conocieron la propia WADA y dos dependencias mexicanas. Siguen siendo analizados. El gobierno federal los ha mantenido en reserva hasta hoy.
Proceso y Quinto Elemento Lab lograron conocer pormenores de cómo se desarrolló el estudio y a qué resultados llegaron, después de docenas de solicitudes de información y entrevistas con personas cercanas a la investigación.
Para realizar el estudio, la Cofepris adquirió 90 lotes de carne magra molida de res de 2.5 kilos cada uno. La compraron en sitios donde ya antes habían detectado carne contaminada o también en localidades donde alguna vez hubo casos de personas intoxicadas con la sustancia. Obtuvieron 11 lotes en la Ciudad de México. En ocho de ellos encontraron clembuterol. Incluso, en uno de los lotes hallaron un muy alto grado de contaminación.
Los investigadores asignaron un código a cada lote para tener registro del origen de cada pieza y qué voluntario la comió.
En el transcurso de varias semanas los voluntarios consumieron una o hasta tres porciones de carne molida en hamburguesas. Al final, 938 de las mil 916 muestras de orina resultaron positivas a la sustancia. Algunas con concentraciones sumamente elevadas.
Otro de los resultados clave de este estudio contradice lo que altos funcionarios de la Cofepris han asegurado durante años: que para que un deportista fallara un control antidopaje tendría que comer una enorme cantidad de carne contaminada –entre 3.3 y 6.2 kilos.
Según consta en los documentos, bastó que los voluntarios comieran entre 250 (una hamburguesa) y 750 gramos (tres hamburguesas) de carne magra contaminada para dar positivo a clembuterol.
Ninguno de los participantes enfermó o tuvo síntomas de intoxicación, dijeron algunos de los voluntarios entrevistados.
Los médicos a cargo del estudio determinaron que fueron necesarias de 140 a 170 horas para que los voluntarios eliminaran por completo este químico, vía orina. El lapso dependió de si comieron sólo una o tres porciones de hamburguesa.
De acuerdo con especialistas que intervinieron en el estudio, los resultados sorprendieron a funcionarios de las dos instituciones federales participantes, la Conade y la Cofepris, que depende de la Ssa.
“El problema de verdad es grave”, alerta la doctora María Salud Rubio Lozano, directora del Laboratorio de Ciencia de la Carne de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM. Ella no participó en el estudio de la Cofepris; sin embargo, el año pasado documentó que en algunas regiones de México venden carne de caballo como si fuera carne de res. Sometió muestras a una serie de pruebas y encontró que 93.1% tenía clembuterol.
“Las autoridades, no entiendo por qué, lo niegan una y otra vez. Es verdad que no se muere todos los días alguien ni hay unas intoxicaciones brutales. Si tú pones esos números, la alerta debería sonarnos a todos en el oído”, dice Rubio.
El uso de clembuterol para la engorda de ganado comenzó a popularizarse entre productores a mediados de los años noventa, cuando se propagó entre engordadores en México la noción de que, mezclada en el alimento del ganado, el anabólico les permite lograr más kilos de carne magra, en menos tiempo y a un menor costo de producción.
Esta sustancia sigue siendo utilizada en algunas regiones del país pese a que está prohibida en México desde 2002 por los daños que causa a la salud animal y humana. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prohíbe a los países utilizarla para este fin. Según la bibliografía médica, puede ser particularmente dañina para quienes padecen problemas cardiacos.
Al término de la primera fase de este estudio, la Conade entregó los resultados del análisis de la orina de los voluntarios a la Cofepris. Y los envió también a la WADA como una evidencia más de la presencia de carne contaminada.
Contra las cuerdas
La WADA ya tenía una colección rica de indicios cuando llegaron los resultados del estudio de 2014.
La alerta por el clembuterol se encendió por primera vez en mayo de 2011, luego de que cinco futbolistas de la Selección nacional dieron positivo poco antes del inicio de la Copa Oro.
No se había disipado aún ese escándalo cuando, en octubre de ese año, el jefe de los Servicios Médicos de la FIFA, Jiri Dvorak, reveló que 109 de 208 futbolistas de 24 países que participaron en el Mundial Sub 17 reprobaron al antidoping por la misma causa.
Los jugadores estaban concentrados en ciudades del centro, norte y occidente de México. Sólo en cinco selecciones no se detectó clembuterol. Uno de esos equipos, incluso, restringió por completo el acceso a la carne mexicana. Todos los futbolistas de cuatro selecciones dieron positivo a clembuterol.
Por esta alta prevalencia, la FIFA no sancionó a nadie. La WADA aceptó esta resolución como la evidencia de carne mexicana contaminada.
Algo que no fue revelado entonces y que se publicó en 2013 en una revista para especialistas, la Drug Testing and Analysis, es que durante el Mundial Sub 17 la FIFA tomó 128 muestras de carne de los restaurantes de los hoteles sede y las envió para análisis al Instituto de Inocuidad de Alimentos RIKILT, en Holanda. Ahí encontraron clembuterol en 30% de las muestras recolectadas en Guadalajara, Ciudad de México, Monterrey, Morelia, Pachuca, Querétaro y Torreón.
Otra evidencia más afloró en 2011. Un grupo de 24 científicos del Laboratorio Antidopaje de Cataluña se reunieron a comer en el Piantao, un restaurante de cortes argentinos al sur de la Ciudad de México, relató Juan Manuel Huesca, médico de la Conade, durante un congreso de medicina del deporte realizado hace dos semanas en el Hospital Juárez de la capital del país.
Estos científicos estaban en México para realizar los controles antidoping de los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Ese día, después del almuerzo, todos entregaron muestras de orina, que luego analizaron en el laboratorio. El resultado fue: 23 muestras tuvieron clembuterol.
El único que salió limpio comió pollo; los demás, carne de res, según contó, en su oportunidad, el subdirector de Ciencias de la WADA, Osquel Barroso, a los asistentes de un seminario de medicina y dopaje realizado en Panamá en febrero último.
Según datos del Laboratorio Nacional de Prevención y Control de Dopaje que opera en la Conade, 485 muestras de orina de atletas mexicanos de 39 deportes olímpicos y no olímpicos resultaron positivas a esta sustancia, entre 2012 y 2016.
Los deportes con más casos de clembuterol son: futbol (104), futbol americano (58), atletismo (54), basquetbol (42), halterofilia (27), beisbol (26) y taekwondo (26).
Los boxeadores profesionales lo han vivido en carne propia. En 2016, quien falló en el antidoping fue el campeón mundial súper pluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), el mexicano Francisco Bandido Vargas. Unas semanas antes de exponer su título cenó un caldo de res que le preparó su madre, Guadalupe Peláez, y luego desayunó otro plato justo el día que le realizaron la prueba antidopaje.
Peláez, una médico veterinaria, compró dos kilos de pecho y chambarete en la carnicería La Excelente, en el mercado de Jardines de Aragón, en Ecatepec.
“Me sentí presionado y acosado por algo que yo no tuve culpa, ni sabía, por el hecho de haber comido mi comida normal”, lamenta Vargas en entrevista.
–Las autoridades sanitarias han dicho que los deportistas usan el clembuterol para hacer trampa –se le dice.
–Que ellos mismos coman carne y se hagan una prueba para que vean los resultados que arrojan. Cuando voy a competir ya no como carne –responde el campeón.
A su vez, el presidente del CMB, Mauricio Sulaimán, explicó a la Comisión de Boxeo de California la situación de la carne en México. Vargas no fue sancionado.
A otro pugilista, Luis Pantera Nery, se le encontró zilpaterol, una alternativa al clem­buterol que está permitida en México. Sin embargo, debe aplicarse un determinado tiempo antes de la matanza del animal para que la carne no contenga restos de la sustancia.
El 26 de marzo pasado se hizo público que El Canelo Álvarez está en el mismo aprieto. Tuvo que cancelar la pelea del 5 de mayo ante Gennady Golovkin. Sus abogados están preparando su caso. Intentarán convencer a sus interlocutores de que comió carne contaminada en México. Lo hará ante la Comisión de Nevada, cuyo director ejecutivo pidió que sea castigado.
Derrota de la Cofepris
Juan Manuel Herrera, director de Medicina y Ciencias Aplicadas de la Conade, llevaba meses gestionando un encuentro con directivos de la WADA para intentar zanjar la discusión sobre si los deportistas se están dopando con clembuterol o si la sustancia está en la carne.
En agosto de 2013, funcionarios de México, entre ellos la comisionada de Evidencia y Manejo de Riesgos de la Cofepris, Rocío Alatorre Eden-Wynter, viajaron a Montreal, Canadá, a las oficinas centrales de esa organización para hablar con la directiva y con representantes de los máximos organismos del deporte amateur y del futbol mexicano.
Al frente de todos, en la punta de la mesa, estaba David Howman, entonces director de la WADA, acompañado de Olivier Rabin, director del Comité Científico, y Emiliano Simonelli, el entonces senior manager Jurídico, ambos de la misma organización.
Estuvieron presentes Enrique Bonilla, entonces presidente de la rama de la Primera División, hoy Liga MX, y a quien en 2013 le tocó enfrentar el escándalo de dos futbolistas que dieron positivo por clembuterol. A su lado estaba el médico Rafael Ornelas –ya fallecido– del Comité Olímpico Mexicano.
Frente a Bonilla se sentaron Rocío Alatorre y Patricio Caso Prado, coordinador de asesores del entonces titular de la Cofepris, Mikel Arriola; a su lado derecho, el doctor Herrera.
La reunión se extendió por dos horas y media. Cada uno, la Conade y la Cofepris, expusieron su caso. Uno defendió el prestigio de los atletas; el otro, el prestigio de la carne.
De la reunión sólo los dirigentes deportivos salieron felices, festejando que, ante las evidencias y el incremento en el número de casos en México, la WADA había aceptado sus argumentos.
Ese encuentro dio pie para que, con el aval de la WADA, la Conade y la Cofepris realizaran la investigación con los voluntarios.
En marzo de 2014, el Comité Nacional Antidopaje reconoció que “México tiene un serio problema de contaminación de alimentos, específicamente en la carne de res por clembuterol”, y anunció que todos los casos se analizarán de manera individual.
Así, cuando se demuestre que la presencia de esta sustancia en la orina de los atletas obedece a la ingesta involuntaria de carne contaminada (hasta.55 nanogramos por mililitro de orina), no serán sancionados. La WADA fue informada sobre cada caso.
Parte del protocolo que se sigue consiste en enviar una carta a las federaciones deportivas internacionales para explicar el problema. El sustento legal de ese protocolo descansa también en los casos masivos de clembuterol en atletas mexicanos de deportes de conjunto registrados entre 2009 y 2013.
Iván Martínez Guerrero, secretario ejecutivo del Comité Nacional Antidopaje, notificó por correo electrónico a Thomas Delaye-Fortin, responsable de Asuntos Jurídicos de la WADA, que la Secretaría Salud, la Cofepris y la Conade han investigado el problema del clembuterol en México desde 2011 y que “dichos resultados arrojaron que es un problema de salud pública”.
La base de esta aseveración es un informe de la Cofepris y un análisis estadístico por año, deporte, estado de origen de los atle­tas y tiempo de estancia en determinadas localidades, ya que se identificó que las regiones donde es severo el problema de carne contaminada son el centro del país y los estados del Bajío. En 2017, los resultados de las muestras de orina de atletas mexicanos que fueron analizadas en el Laboratorio de Montreal, certificado por la WADA, dan cuenta de la contaminación de la carne.
Rocío Alatorre alega que la presencia de carne contaminada no es un problema de salud pública. La cifra de intoxicados en 2017 fue de 1.2 personas por cada 100 mil habitantes, menos que los 4.2 registrada hace 10 años, pero superior a la tasa de 0.08 que en 2013 reportó el Sistema Único de Información para la Vigilancia Epidemiológica (SUIVE).
Ofrece otra prueba: la Cofepris analizó en ese periodo 2 mil 642 muestras de carne en rastros y puntos de venta. Sólo en 5% encontraron clembuterol.
“No es un problema de salud pública porque no nos está llegando gente intoxicada o que sospeches que tiene clembuterol. Ni la Conade ni la WADA tienen autoridad para hablar de si hay un problema de salud pública”, destaca Alatorre Eden-Wynter.
“La Cofepris, el gobierno mexicano, le dio a la WADA la evidencia de que existía un problema que se está atendiendo. Le dio la evidencia de los controles mediante los sistemas de vigilancia. ¿Quieres llevar a cabo un estudio? Con mucho gusto se hace en México.
“Vinieron sus científicos y el gobierno mexicano puso todo el dinero para llevar a cabo un proyecto de enorme complejidad e interés para que la WADA reconociera la rectitud con la que México está atendiendo un problema. Si tú me dices: ‘¿es cero?’, te acabo de decir que no. ¿Disminuye? Sí. ¿Necesitamos que sea cero? Sí. ¿Cuándo va a ser cero? No lo sé. ¿Necesitamos seguir controlando? Sí.
–¿Los atletas se están dopando y le echan la culpa a la carne? –se le pregunta.
–No sé qué está pasando con los atletas. Lo desconozco.
–¿Es importante hacer un estudio en la población para saber cuántas personas tienen clembuterol en el cuerpo sin saberlo?
–Si hicimos algo tan complicado como este estudio, el otro es potencialmente más sencillo. Por lo pronto, podemos hacer un piloto que nos vaya dando luz –dice la funcionaria.
En la segunda fase de la investigación que se realizó en 2016, en la que participó el Instituto Nacional de Nutrición, dependiente de la Ssa, a un grupo de 20 voluntarios sanos se les suministró una tableta del medicamento Spiropent, que contiene 20 microgramos de clorhidrato de clembuterol.
La Cofepris se rehusó a entregar los resultados de esta segunda fase y los clasificó como reservados por tres años, bajo la explicación de que la investigación no ha concluido y que su divulgación “puede menoscabar la conducción de las negociaciones y relaciones internacionales”.
“A pesar de los esfuerzos realizados por las autoridades, en México continúan identificándose productos cárnicos contaminados con clembuterol en algunas regiones del país, situación que resulta en la posibilidad de que pruebas antidopaje positivas con límites de detección sensibles puedan deberse a prácticas de dopaje o tratamiento con medicamentos que contienen la sustancia, o bien, al consumo de carne contaminada con clembuterol”, indica el protocolo de la investigación que se hizo con la medicina.
Según las fuentes consultadas, aún no existe un método científico que permita distinguir, sin lugar a dudas, los casos de dopaje de los de ingestión involuntaria de clembuterol por alimentos contaminados. Eso podría derivar en casos de dopaje no sancionados o deportistas que resulten castigados sin haber consumido ninguna sustancia ilegal de manera deliberada.
Alatorre afirma que no conoce las conclusiones de la investigación que, refiere, le corresponde a la WADA presentar. Añade que a ella le corresponde vigilar la salud de la población abierta.
La Cofepris declaró “clasificada y reservada” toda información relacionada con los establecimientos que vendieron la carne, cuando se le solicitó para este reportaje. Justificó en su respuesta que el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) convalidó que esa información contiene “secretos comerciales que si se hacen públicos, le ocasionarán un daño a la economía del país”.
En otra respuesta a una solicitud de acceso a la información, la Cofepris declaró como “inexistentes” las acciones que realizó cuando supo que compró, con recursos del gobierno federal, carne contaminada con clembuterol. Sin embargo, Alatorre asegura que ordenó proceder contra dichos lugares.
La funcionaria federal asume que así ocurrió y dice que realizaron operativos en 27 establecimientos (20 locales en 10 mercados y en siete carnicerías) para identificar los rastros en los que se sacrificó el ganado con el anabólico y a los productores que los engordaron con esa sustancia, aunque no ofreció evidencia documental de ello.
“Es información reservada porque afectamos…”, suelta.
–¿A quién? –se le pregunta.
–No sé. Datos del particular: cómo está dado de alta ante (la Secretaría de) Hacienda, dónde está ubicado…
–¿Es más importante proteger al que vende la carne contaminada que informarle al ciudadano que la está comprando? –se le cuestiona.
–No sé cuál es tu conclusión –responde Alatorre.
–No estoy concluyendo, estoy preguntando –se le insiste.
–Una vez que supimos esto, se hicieron acciones. Ya te dije siete veces que las tiene otra área de la Cofepris, la Comisión de Operación Sanitaria.
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“Comimos la carne y empezamos a temblar...”/BEATRIZ PEREYRA
Revista Proceso #2162, a 8 de abril de 2018...
La señora Sara Agustín tenía 50 años cuando se intoxicó por comer tres bisteces, unos 300 gramos de carne contaminados con clembuterol. Compró un kilo y medio en la carnicería La Guadalupana, en Tlahuelilpan, Hidalgo, que preparó con nopales en un anafre en el patio de su casa. También comieron sus hijos y sus nietos.
Un par de horas después se sintió mal. Pensó que era la diabetes atacándola –temblaba, tenía dolor de cabeza, sentía que el corazón se le escapaba del pecho– hasta que los demás miembros de su familia, uno tras otro, iban sufriendo los mismos síntomas.
“Nos dio como un sueño, como un desguance”, recuerda. “Empecé a temblar y uno de mis hijos, el mayor, también comenzó a temblar y me dice: ‘Má, ¿no nos haría mal la carne?’. Le dije que a lo mejor sí, porque es a todos, hasta a los niños.”
Ese 10 de mayo de 2013 en Tlahuelilpan 56 personas buscaron ayuda en el centro de salud y en un consultorio privado. En ese año hubo 94 intoxicados en todo el país, entre ellos los nietos de la señora Agustín.
El manual que debieron seguir los médicos para consignar estos casos indica que tuvieron que tomar muestras para corroborar la presencia y la cantidad de clembuterol en el organismo, lo que no ocurrió. El sector salud no cuenta con reportes que indiquen la dosis del anabólico que tuvieron los afectados.
Ese fue el último año en que la Secretaría de Salud (Ssa) incluyó a la intoxicación por clembuterol entre los padecimientos que la red de clínicas y hospitales debía reportar vía el Sistema Único de Información para la Vigilancia Epidemiológica (SUIVE).
Según documentos de la Ssa, los funcionarios resolvieron que “la magnitud y trascendencia disminuyó” y dejaron de contabilizarlos. La tasa de intoxicados ese año fue de 0.08 por cada 100 mil habitantes.
Entre 2011 y 2013 hubo 346 casos en 15 estados del país (en la región centro, Bajío, occidente y sur). Aunque la mayoría tenía entre 25 y 44 años, llegaron reportes de 13 niños que tenían entre uno y cuatro años; en 27 reportes más, los pacientes tenían entre cinco y nueve años de edad.
María Salud Rubio, directora del Laboratorio de Ciencia de la Carne de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, considera que “a la larga (el consumo de clembuterol) quién sabe lo que nos dañe o lo que nos va a hacer. Eso no lo sabe nadie. Ni los de la Cofepris ni los del Senasica ni ninguna autoridad sanitaria. Ni nosotros, como investigadores, porque no hay un estudio a lo largo del tiempo para que sepamos los efectos de eso”.
–¿Se tiene que morir alguien, se tienen que morir muchos?
–Yo no sé siquiera si eso va a ser suficiente. Para mí lo que detonaría completamente una crisis en el país sería que lo encontraran fuera de las fronteras. Aquí no le están poniendo importancia. Ellos (Cofepris, Senasica) saben que nos estamos comiendo la carne, que nos estamos comiendo mucha carne con clembuterol.
–¿Considera que a las autoridades sanitarias no les importa la población?
–No es que no les importe. Yo creo que se les va de las manos. No saben solucionarlo. Es un problema muy grave, muy grande. Yo sé que son conscientes. Yo creo que lo deberían decir públicamente.  Son conscientes. pero no saben solucionarlo.
–¿Van a negar que esto ocurre?
–El problema es que tú le dices esto a la población y causas una alarma nacional. Te van a enfrentar: “A ver, demuéstrame que esto está pasando”. Las autoridades van a salir y te van a decir que tú no sabes o que no tienes la razón.
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Ineficacia y simulación sanitarias/BEATRIZ PEREYRA
Revista Proceso #2162, a 8 de abril de 2018...
Fernando Amador Lozada llevaba nueve años como carnicero en Tlahuelilpan, Hidalgo, cuando se metió en un problemón. La carne de res que vendió en mayo de 2013 intoxicó a 56 personas.
Amador sabía, desde que abrió su carnicería La Guadalupana, que en la región tenían prohibido vender hígado de res. Ninguna autoridad se lo dijo, pero era conocido por todos que en ese órgano es donde más se concentra la “sal milagrosa”, como le llaman al clembuterol. No sólo en Hidalgo, también en Jalisco y en otros estados habían retirado esa víscera del mercado.
Por eso se fue de espaldas cuando vio que sus clientes se intoxicaron con los bisteces que les vendió. La gente se arremolinó en su local para exigirle que pagara por las consultas médicas y tratamientos. El carnicero fue a buscar al señor Jorge García Martínez, quien, asegura, le vendió por 15 mil pesos una canal de 250 kilos, y le hizo atestiguar lo que ocurría. García le dijo que le compró el animal a un ganadero local, a un tal Antonio.
Un par de días después, funcionarios de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) tomaron unos 300 gramos de la carne exhibida en el refrigerador y cortaron otro trozo de la misma pieza. Le dijeron a Amador que la mandara analizar.
Los dos análisis resultaron positivos a clembuterol. La Cofepris clausuró La Guadalupana. Los funcionarios informaron que harían una investigación. Al cabo de dos meses, a Amador le impusieron una multa de 98 mil 208 pesos. Caso resuelto. La investigación nunca llegó hasta el engordador de la res.
Utilizar clembuterol es un delito federal; la ley impone multas y penas de cárcel a quien la venda, transporte, emplee para la engorda y al que comercie con ganado y productos contaminados con esa sustancia.
Según información del Consejo de la Judicatura Federal, en todo el país sólo cuatro personas han sido sentenciadas, entre 2002 y 2017, por delitos vinculados al uso de este anabólico. Los casos más recientes son de 2013: tres fueron declarados culpables y dos salieron bajo fianza. El otro quedó en “semilibertad”. A todos les impusieron multas de entre 3 mil 830 y 30 mil 690 pesos.
Entre los casos no hay ningún sentenciado por traficarla o venderla; dos son engordadores y otros dos, introductores. Uno de ellos transportaba animales que dieron positivo en la prueba, a otros los descubrieron con animales contaminados cuando llegaron a rastros en Chiapas, Estado de México y Morelos.
Único culpable
En Tlahuelilpan no hay rastro municipal y mucho menos un centro de sacrificio con calidad TIF (Tipo Inspección Federal), que avala altos estándares de seguridad y sanidad. En todo Hidalgo, de los 124 rastros y centros de matanza que existen ninguno cuenta con esta certificación. Los centros son propiedad de particulares, casi siempre instalados en sus casas.
Según el director en jefe del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), Enrique Sánchez Cruz, 40% de la carne que se consume en México sale de lugares así. El otro 60%, de centros TIF. En el país existen 2016 rastros en funcionamiento, de los cuales sólo 122 tienen esta certificación.
Como Fernando Amador no presentó pruebas de que le compró la res a García, no demostró cómo la adquirió. García negó ante la Cofepris haberle vendido.
“Me responsabilizaron. Lo único que hicieron fue imponerme una multa y ahí termina el problema. Ya no investigaron a este chavo (García). Si él hubiera dicho: ‘Sí, yo se lo vendí, pero yo se lo compré a fulano’, entonces creo que hubiera seguido el procedimiento.”
–¿Le insistió a la Cofepris que investigara quién le dio el clembuterol al animal?
–Se aferran a lo que hay: “Tú la vendiste, tú eres el responsable. Se acabó”. Aunque yo le diga ve y verifica a fulano, pues no lo hacen.
A casi cinco años del incidente, Fernando Amador sigue con el estigma de ser “el carnicero que enfermó a los vecinos”. No ha podido recuperar la confianza de sus clientes. Sus ventas se desplomaron 70%; además, reconoce que no tiene manera de distinguir si las canales que compra tienen o no la sustancia ilegal.
Las 17 multas que la Cofepris impuso entre 2013 y 2017 a los rastros donde detectó presencia de clembuterol son inferiores a la que recibió Fernando Amador. Estas oscilan entre 30 mil y 36 mil pesos. Las más severas llegan a 94 mil 500 pesos, como la impuesta a Industrial de Abastos Puebla, rastro TIF 591, y a los 121 mil 900 pesos que pagó el Rastro Frigorífico Los Arcos, localizado en La Paz, Estado de México. En otros cinco casos, la práctica sólo ameritó amonestaciones.
Amador vive con la preocupación de vender otra vez carne contaminada, que le clausuren el negocio y el desprestigio lo lleve a la ruina. De la mala experiencia aprendió a no comprar canales sin la documentación oficial que identifica al propietario del animal. En teoría, si se enfrentara a la misma situación el responsable de la engorda ilícita tendría nombre y apellido.
Revisiones insuficientes
El Senasica tiene entre sus funciones cuidar la salud de los animales en beneficio de los consumidores y es responsable de reducir los riesgos de contaminación en los alimentos.
De 2011 a 2017, el Senasica realizó 185 inspecciones en 21 rastros con certificación TIF y en 110 ranchos ganaderos. En promedio visitó 26 al año, o uno cada 15 días. Se trata de revisiones insuficientes porque las inspecciones se realizan sólo cuando existe un brote de intoxicados o cuando hay una denuncia ante la autoridad.
El Senasica entregó documentos que indican que entre 2002 y 2017 inspeccionó rastros municipales y TIF, así como ranchos que cuentan con la certificación denominada Proveedor Confiable Libre de Clembuterol.
En 14 establecimientos encontró ganado que resultó positivo a esta sustancia. Recolectó 959 muestras y de éstas 30 tenían clembuterol. Sin embargo, el Senasica sólo presentó 12 denuncias de hechos ante la Procuraduría General de la República (PGR). Ninguna de éstas fue hallada como sentencia en los archivos del Consejo de la Judicatura. En la PGR tampoco están las averiguaciones previas correspondientes.
En dos de esos 30 casos, a los propietarios de las reses alimentadas con clembuterol sólo se les impuso una multa de mil días de salario mínimo.
En los otros casos sin denuncia, el Senasica explicó que no se presentó ante la autoridad ministerial porque “siguen investigándose”. La evidencia no fue suficiente para configurar un probable delito contra el rastro TIF 333 ubicado en León, Guanajuato, pese a que ahí en tres ocasiones (dos en 2009 y una en 2010) se detectaron reses con clembuterol.
Lo mismo ocurrió con el rastro TIF 412 de Querétaro, en el que fueron halladas cinco reses con el fármaco anabólico entre 2009 y 2010. Tampoco hubo denuncias en los casos de los rastros TIF 51 de Tabasco (2010), TIF 78 de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y TIF 348 del Estado de México (2010) ni en las unidades de producción (ranchos) de Nayarit que fueron inspeccionadas en 2012.
Las verificaciones que el Senasica realiza se hacen previa notificación por escrito. Se trata de un oficio en el que señala el día en que se llevará a cabo la inspección, lo que puede representar una especie de pitazo para los infractores.
“En realidad, el rastro no tiene la culpa; son los productores. Cuando va a haber una supervisión de la Cofepris o del Senasica, los productores y los introductores lo saben y no hay matanza o sólo unos cuantos animales.
“Es un poquito o un mucho que se simula. Me ha tocado ir a rastros con estudiantes y vemos que no hay matanza. ¿Qué pasó? ‘Es que hoy viene el Senasica o viene la Cofepris’. Multas, cuarentenas de ganado o que se cierren las unidades de producción no han servido para disminuir este problema”, explica el doctor Gilberto Aranda, investigador de la Universidad Autónoma de Chapingo. Enrique Sánchez Cruz dice que los operativos ya son sorpresa desde hace un año.
Secreto a voces
En México se venden dos tipos de carne de bovino: La de animales sacrificados en los centros TIF, que se caracterizan por tener un control sanitario y cuyo mercado son principalmente las tiendas de autoservicio o se exportan.
El ganado que llega a estos centros TIF proviene de sitios de engorda, como las unidades de producción libres de clembuterol, el programa del Senasica en el cual se inscriben los ganaderos voluntariamente.
Estos sitios tampoco han estado del todo libres de esta sustancia, como el rancho Las Fronteras en Querétaro (2015) y la Promotora Ganadera del Real S.A. de C.V., en Ciudad Lerdo, Durango (2017). El Senasica presentó las denuncias de hechos ante la PGR. Aún sigue la investigación.
El segundo tipo de carne es la de los animales que son llevados a un rastro municipal o casa de matanza donde no existe control sanitario. Este producto es el que se expende en carnicerías, mercados municipales y tianguis. Al respecto, Sánchez Cruz recomienda a los mexicanos que sólo compren y consuman carne que cuente con la certificación TIF.
–¿Por qué no todos los lugares son seguros para comprar carne?
–Porque no funciona así. No es todo 100%. Yo también sospecho que si voy a algún lugar de México, a las carnicerías fulanas, puede haber carne de bovino que no sea segura –dice el funcionario. Deja ya que tenga clembuterol, ¡que no tenga otra cosa! No hay una alerta que diga que es un problema serio. ¿Que puede haber presencia por consumo sistémico?, ese es otro asunto. ¿Que sí hay posibilidad de que estés consumiendo?, sí la hay. Esa y otras sustancias.
El diputado federal del PRI Oswaldo Cházaro también es el líder de la Comisión Nacional de Organizaciones Ganaderas (CNOG), que agrupa a todas las uniones regionales, generales y estatales. Él cuestiona que el trabajo de la Cofepris y del Senasica se haya concentrado en revisar ranchos y rastros para detectar el uso ilegal del clembuterol.
Desde la perspectiva del legislador, sería más efectivo realizar verificaciones en puntos de venta, donde no hay controles o son muy laxos.
–¿Es importante hacerle pruebas a la carne y seguirla hasta llegar al engordador?
–Es un círculo perverso: primero se generó el mercado y luego se fue creando la cadena de producción. Ese es el tema del clembuterol. Hay que combatirlo en los centros de consumo.
Desde 2004 a la fecha, el Senasica ha suscrito convenios con la CNOG para identificar el ganado mediante la colocación de aretes. Este sistema de identificación permite rastrear el origen de las reses desde su crianza hasta su destino final. Cada vez que se detecta carne contaminada con clembuterol la Cofepris, con ayuda del Senasica, tiene la obligación de llegar al engordador.
“Es un secreto a voces. Vas a Tabasco, Yucatán, Tamaulipas, Chihuahua, Sonora y preguntas quién engorda con clembuterol y todo mundo sabe”, asegura Miguel Ángel Toscano, extitular de la Cofepris.
“Las autoridades, la Cofepris, el Senasica y la PGR han sido omisas a un problema muy grave que todo mundo sabe: la presencia de clembuterol en la carne. No hay los controles suficientes para detener esta sustancia”, revela.
Las acciones que ha realizado la PGR para combatir el uso del clembuterol se resumen así: en 2014 aseguró 54 gramos de anabólico en Puebla y al año siguiente, 24 kilos en la Ciudad de México, según la respuesta a una solicitud de acceso a la información.
En 2008 consignó una averiguación previa después de que personal de aduanas decomisó dos lotes que contenían 140 kilos de la sustancia en el aeropuerto de la capital del país. Tampoco hubo sanciones.
En 2011, en Jalisco, la PGR aseguró 100 costales con 50 kilos de alimento con clem­buterol y 850 cabezas de ganado por muestras positivas. En 2009, en dos ranchos en Ameca, Jalisco, fueron detenidos dos propietarios de ganado, pues en 13 de 37 muestras tomadas se encontró la sustancia ilegal.
A los dos presuntos responsables se les dictó auto de formal prisión. “Es la primera vez que se ejercita acción penal por el delito de comerciar animales vivos alimentados con clembuterol”, boletinó la PGR. Sin embargo, ninguno ha sido sentenciado.
En respuesta a otra solicitud de acceso a la información, la PGR informó que entre 2003 y 2013 consignó ante un juez 30 averiguaciones previas por la violación de la Ley Federal de Sanidad Animal.
“Del mercado negro del clembuterol hay responsables. Se llama aduanas, se llama PGR y, en última instancia, Senasica y Cofepris por no actuar y ser omisos en un tema tan importante. Han sido tan omisos que todo el mundo sabe que lo puede hacer”, insiste Toscano.
“¿Qué otro tema puede ser tan importante que no comer carne contaminada? Como consumidor estás comprando un producto que no es inocuo, que viene contaminado y que puede poner en riesgo tu salud”, agrega.
“Sin gorditos y más rojita”
Los introductores son quienes compran a los ganaderos las reses listas para el sacrificio. Y son ellos los principales promotores del uso del clembuterol. Una res “bien finalizada”, como la exigen los introductores, es un animal muy musculoso, cuyo rendimiento es superior al que no fue engordado con el anabólico.
Esa carne prácticamente no tiene grasa. El color es de un rojo más brillante, como la que se vende en el viejo rastro de Ferrería, en la delegación Azcapotzalco, al norte de la Ciudad de México.
Desde antes de que amanezca, a Ferrería llegan cientos de canales de res que penden de ganchos asidos a rieles por donde se desplazan. La venta es al mayoreo y menudeo. Lo mismo acuden a comprar los vecinos de la zona que banqueteros o quienes administran restaurantes y hoteles. Los clientes se pasean entre las canales buscando la carne de mejor calidad.
De un lado del corredor, las canales lucen pálidas. La grasa del animal se asoma entre la carne. Los carniceros que la ofertan presumen la pequeña tira de papel de color blanco que en letras negras identifica el centro TIF en el cual fueron adquiridas.
A unos metros de ahí cuelgan otras hileras de canales que se ven muy distintas. La carne está limpia de grasa; la carne tiene un tono rojo intenso. Los músculos son exageradamente voluminosos, como los de un fisicoconstructivista. La carne se asemeja al rostro de un boxeador tras haber recibido una golpiza. Esa carne carece de la certificación TIF.
Los vendedores del lado izquierdo responden a bote pronto cuando se les pregunta por qué la carne es diferente: “Esa que no tiene grasa tiene anabólicos. Dígales que le enseñen el sello TIF”. Es el tipo de carne que le gusta al consumidor: “sin gorditos”, “más rojita”.
Para el introductor, un animal “bien finalizado” representa hasta un 10% más de ganancia por cada res. Principalmente, en la zona centro del país y en el Bajío los introductores castigan a los engordadores. Si el ganado no está como a ellos y a los tablajeros les gusta, no lo compran. Los mandan a ponerles “las sales”. En la desesperación el ganadero cede.
“Ese fenómeno sí existe”, reconoce el diputado Cházaro. Pero matiza: “La mayor parte de la carne que se produce en México y que pasa por los procesos de certificación es sana. Tan es así que exportamos 240 mil toneladas al mundo, principalmente hacia Estados Unidos. Esa carne, por obvias razones, no puede ir contaminada.”
–¿La engorda del ganado con clembuterol es un problema grave en México?
–Es un problema importante en términos de salud pública. Hay que combatirlo, pero tasar toda la ganadería por esa práctica indebida menor es desconocer el esfuerzo de muchos productores.
–¿Por qué si hay otras opciones insisten en usar el clembuterol?
–Es un tema de costos. Se van por lo más fácil con productos que les dan ventajas económicas. Los que lo hacen son el eslabón de la cadena que se llama engordadores, gente que quiere ganar el dinero fácil.
Ley sepultada
Durante 33 años, el diputado federal priista Ramón Villagómez ha estado en la industria de la ganadería como comercializador, procesador y empacador de carnes en Nuevo León, estado del que es originario.
Cuando en 2015 se convirtió en legislador se puso a trabajar en una iniciativa para cambiar la Ley Federal de Sanidad Animal con el fin de tipificar el uso del clem­buterol como delito grave. La iniciativa no ha sido dictaminada.
“Hemos visto cómo se ha prostituido el negocio utilizando sustancias químicas indebidas para mejorar los rendimientos de peso en los animales y sus utilidades. Tiene que ser un delito grave. No pueden jugar con la salud pública”, alerta.
Su propuesta incrementa las penas carcelarias, pasando de cuatro a ocho años. Sobre la iniciativa, Oswaldo Cházaro asegura que el sector ganadero está en favor de los cambios en la legislación. Añade que turnó la iniciativa a la Comisión de Salud para elaborar el dictamen de manera conjunta con la de Ganadería. A unos días de que concluya el periodo de sesiones se sepultaron los cambios a la ley.
El clembuterol “no hace daño”
El Senasica diseñó el Programa Introductor Confiable (Sacrificio Bovino) para prevenir el uso del clembuterol. Quienes voluntariamente se inscriben en este padrón lo hacen para ser reconocidos como proveedores de carne sana y segura.
Los introductores confiables se comprometen a sacrificar ganado en establecimientos TIF o en rastros municipales que provenga de unidades de producción que cuenten con el oficio de hato libre de clembuterol o la constancia de Proveedor Confiable, Certificado de Buenas Prácticas Pecuarias vigentes. Sólo hay 121 introductores registrados en siete estados del país.
“Quienes están haciendo las cosas mal son un número muy pequeño. A ver: sacrificamos 30 millones de reses al año. ¿Cuántas tendrán? No sé. Es más riesgoso que la vaca haya estado enferma por una infección severa y su carne esté echada a perder. Es un tema menor”, insiste Sánchez Cruz, del Senasica.
Según el funcionario, el clembuterol no hace daño. “Si hiciera daño, no se lo comería nadie. Si te lo hubieras comido, te duele la cabeza y al día siguiente sientes como si tuvieras una cruda terrible; no vuelves a consumirlo jamás”.
De acuerdo con Sánchez, “la ciencia no te dice nada de daños colaterales salvo si te intoxicas. Si eres sensible, puede causar muchos problemas en tu corazón, pero no es una sustancia que te mate por consumirla”.
–No lo minimice. Usted es responsable de que la carne no tenga clembuterol.
–No lo minimizo, es un tema delicado.
–En México comemos carne con clem­buterol, ¿por qué no la exportamos también?
–Esa no entra por los cuidados que tienen los países en los muestreos que nos hacen.
–¿Por qué los mexicanos no podemos comer esa misma carne?
–Sí la comemos. Yo compro en un lugar donde estoy seguro que voy a comprar carne sana mexicana.
María Salud Rubio, directora del Laboratorio de Ciencia de la Carne de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, comenta: “Como país, es un poquito vergonzoso que tengamos muchísimos de los ganaderos usando un camino inadecuado para producir carne. Nos estamos jactando de que nuestra carne es maravillosa, de que se la llevan a muchos países”.
Añade: “Ojalá que nunca pase que en esos países lo detecten (el anabólico) porque si no, es una ruina para México. No nos afectaría en productividad si los productores dejan de darle la sustancia a sus animales. En cambio, sí nos dañaría que nos cerraran las fronteras y nos descalificaran como país exportador y productor de buena carne”.

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