Revista Proceso # 2174, 2 de julio de 2018..
Casi utópico, su decálogo del cambio/ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA
El 20 de abril, dos días antes de que se realizara el primer debate entre candidatos presidenciales, Andrés Manuel López Obrador dijo que no se prepararía para el encuentro, pues ya lo hacía a diario en las plazas públicas. Y cumplió: no aceptó entrenarse, como le propuso su círculo cercano; tampoco quiso conocer el lugar del debate y optó por pasar tiempo con su familia. En redes sociales circuló un video de él y su pequeño hijo, Jesús Ernesto, pegando juntos estampas del álbum del Mundial Rusia 2018.
La noche del 22 de abril, el tres veces candidato presidencial se vio mal. Evitó responder los cuestionamientos y las descalificaciones que todos los candidatos le hicieron, concentrándose en reproducir, efectivamente, las ofertas que a diario hacía en sus discursos de campaña
.Durante 12 años López Obrador fue depurando sus propuestas, resumiendo en frases breves su ideario y articulándolo con las tres versiones de Proyecto de Nación que en cada postulación presentó.
El 12 de diciembre se registró como precandidato de Morena a la Presidencia. No hubo acto protocolario ni entrega de documentos de registro, ni siquiera por la renuncia a la dirigencia del partido o la transferencia de ésta a Yeidckol Polevnsky. Sencillamente, el presidenciable leyó un documento con 10 propuestas con las que se plantea cambiar a México.
Fue en realidad una ampliación de lo que expresa en sus discursos. Por ejemplo, en todos sus actos decía “al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie”. En el decálogo ampliaba: un auténtico Estado democrático de derecho, que el gobierno deje de estar al servicio de una minoría, respeto a garantías constitucionales y derechos humanos y acabar con los fraudes electorales, un asunto que ha sido el eje de todos sus mensajes desde que en los ochenta irrumpió en la vida pública.
En el mismo punto, planteó retomar los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, para luego explicar la postura que repetiría a lo largo de este año respecto al gobierno de Estados Unidos: una relación de amistad y cooperación para el desarrollo pero sin admitir maltrato a migrantes ni actitudes racistas, hegemónicas o prepotentes.
El segundo punto tenía que ver justamente con la corrupción, otro de sus ejes discursivos Y para entonces ya añadía, de manera más explícita, la moralización de la vida pública que más tarde se convertiría en la promesa de construir una constitución moral. Pero ante todo, el combate a la corrupción –como dijo ahí y en repetidas ocasiones– se basaría en el ejemplo.
En cada discurso expresaba que “cortaría el copete de privilegios”, lo que incluía eliminar fueros, hacer punible al presidente, bajar “los sueldos de los de arriba y aumentar el sueldo de los de abajo”, es decir, aumentar las percepciones de la burocracia.
El tercer punto se enfocaba en la descentralización del gobierno, pero anticipando que daría facilidades para que los trabajadores al servicio del Estado pudieran cambiar su lugar de residencia. Con ello, se comprometió a distribuir por todo el país las dependencias y entidades federales.
El plan económico
Entre las diferentes propuestas polémicas de López Obrador, que se convirtieron en blanco de sus opositores, destaca su oferta en materia económica; la de fortalecer el mercado interno, incluyendo sustitución de importaciones y mayor intervención del gobierno en sectores estratégicos, se contrapone con la tendencia identificada como neoliberal, de apertura comercial y adelgazamiento del Estado.
En su decálogo, destinó el cuarto punto al campo: propone “sacarlo del abandono y la pobreza”, priorizando a los pueblos indígenas. La forma de lograrlo es fijar precios de garantía, inversión directa en siembras, fertilizantes a bajo costo y créditos ganaderos a la palabra. Lo dice en cada discurso: “En pocas palabras, vamos a producir en México los alimentos que consumimos”.
En el tema energético, el discurso dio un viraje. Ya no habló de echar abajo la reforma del sector, como había dicho antes, sino que se planteó detener la caída en la producción de petróleo y derivados, modernizar las refinerías existentes y construir otras dos para dejar de importar combustibles. En cuanto a electricidad, su oferta es rehabilitar plantas de generación y crear un programa de transición a energías limpias.
En sus discursos lo anterior se traduce en la promesa de no aumentar el precio de la electricidad, y en una de las que más aplausos le genera: ya no habrá gasolinazos.
Para López Obrador, el desarrollo económico se centra en fortalecer el mercado interno sin aumentar impuestos ni deuda pública, pues asegura que todo se puede financiar con el ahorro que su gobierno logrará al erradicar la corrupción.
Su compromiso es invertir ese “ahorro” en proyectos productivos, creación de empleos y hasta en la reconstrucción por los sismos. También promete acceso universal a internet en espacios públicos, un tren turístico en la Península de Yucatán y la creación de una zona franca en la frontera.
Pobreza y seguridad
En muchas ocasiones López Obrador relacionó la pobreza y la ausencia de oportunidades como origen de las “conductas antisociales”. La afirmación le valió ser cuestionado por sus opositores, pero no se movió un ápice de esa concepción.
En su decálogo, el tabasqueño incluyó como punto siete la garantía de estudio y trabajo para todos los jóvenes, lo que se traduciría en becas para todos los que cursen el bachillerato y 2 mil 400 pesos mensuales para los universitarios.
Para los despectivamente identificados como “ninis”, ofreció 3 mil 600 pesos mensuales si se capacitaban como aprendices en algún oficio. Y con ello, suele repetir su eslogan: “Becarios sí, sicarios no”.
El siguiente punto se refería al apoyo económico para los adultos mayores, que propone universalizar y duplicar. Lo mismo que el respaldo oficial a todos los discapacitados pobres.
En educación, López Obrador resume su propuesta en echar abajo la reforma del sector y construir un nuevo modelo en acuerdo con maestros y padres de familia. En salud, propone acceso universal y medicamentos gratuitos para toda la población.
“Para enfrentar el grave problema de la violencia y la inseguridad vamos a dar la atención a las causas económicas y sociales que han incidido en la gestación de ese flagelo, pero también pondremos orden para asegurar la tranquilidad de todos los mexicanos”, dijo.
Aunque se trata del último punto, López Obrador afirmó que la seguridad sería su prioridad, de manera que, como en el caso de la corrupción, la apuesta es personal: él encabezará todas las mañanas las sesiones del gabinete de seguridad.
Además, propone volver a crear la Secretaría de Seguridad Pública y formar una Guardia Nacional, con la idea de regresar a sus cuarteles gradualmente a los militares y marinos.
Su polémica oferta de amnistía ha tenido variaciones, como la de realizar una consulta al respecto en el periodo de transición con víctimas, defensores de derechos humanos y especialistas nacionales y extranjeros.
“Haremos todo lo que sea necesario para conseguir la paz; someteremos a debate y consulta principalmente con las víctimas, la posibilidad de otorgar amnistía a infractores que opten por su readaptación, como ha sucedido en otros tiempos en nuestro país y en el mundo. El único propósito, no hay otro, es explorar todas las posibilidades para detener la violencia y garantizar la tranquilidad del pueblo de México”, dijo el 12 de diciembre.
Con lo anterior, López Obrador se propone cambiar a México.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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